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¿Es posible el suicidio cuántico?

Por Mar Gulis (CSIC)

Revólver de 6 balas/ Simon Poter vía Flickr

Revólver de 6 balas. / Simon Poter vía Flickr.

La inmortalidad ha sido siempre una de las metas científicas más investigadas y una fuente de innumerables leyendas y mitos. A pesar de los descubrimientos en genética sobre el envejecimiento o del progreso de la computación cuántica –que según ciertas hipótesis podría ayudar a transferir nuestra mente a un ordenador y adquirir así existencia eterna–, la muerte sigue siendo una barrera para el ser humano. Esto que podría parecer una verdad universal no lo es si asumimos determinadas interpretaciones de la física cuántica. En este caso, lo imposible no es escapar de la muerte sino, al contrario, dejar de existir por completo en un universo cuántico.

La física cuántica ha generado varias de las paradojas más famosas de la historia, como la paradoja del viajero en el tiempo, según la cual una persona no podría viajar atrás en el tiempo y matar a su abuelo ya que eso impediría el propio viaje. O la paradoja del gato de Schrödinger, en la que un gato dentro de una caja con un veneno radiactivo provoca la existencia compartida de dos universos en los que el gato está a la vez muerto y vivo. Toda la mitología y las diferentes variantes de estas dos teorías han dado lugar a extensos y longevos debates sobre física. La que traemos hoy a este blog también tiene su miga para el debate.

La teoría del llamado suicidio cuántico, no muy conocida pero planteada en términos similares a las anteriores, vendría a ser una versión del gato de Schrödinger pero aplicada a la teoría de los universos paralelos o multiverso, desarrollada por el físico estadounidense Hugh Everett. El multiverso estaría formado por todos los universos paralelos creados cada vez que una persona toma una decisión, de lo que se deduce un número de universos paralelos infinito coexistiendo al mismo tiempo en realidades diferentes.

La hipótesis del suicidio cuántico, planteada por el físico teórico sueco Max Tegmark en el año 1997, podría resumirse de la siguiente manera: un individuo está sentado en una silla con un revólver cargado apuntando a su cabeza. El arma es controlada por una máquina que mide la rotación de una partícula subatómica. Cada vez que el sujeto aprieta el gatillo el revólver se accionará dependiendo del sentido en el que rota la partícula: si gira en sentido de las agujas del reloj, el arma dispara; si gira en sentido contrario, falla. Esto hace que en cada disparo el universo se divida en dos: uno en el que el sujeto muere y otro en el que vive para seguir disparando. Así, si el sujeto aprieta el gatillo seis veces consecutivas, se  habrán generado seis universos en los que muere –uno por disparo– y uno en el que sobrevive –el universo en el que el arma falló las seis veces–. La cuestión es que, por más que el sujeto siga disparando, siempre habrá un universo en el que sobrevivirá –al menos  no morirá por un disparo de bala–. Por lo tanto, el suicidio, a nivel cuántico jamás llegaría a ser total debido a la existencia de nuestra ‘versión alternativa’ inmortal.

Billete de lotería nacional/ Álvaro Ibañez vía Flickr

Billete de lotería nacional. / Álvaro Ibañez vía Flickr.

Este mismo planteamiento tiene otra versión, algo más lúdica, en la que un sujeto compra un billete de lotería. Después, se conecta a un ordenador programado para que, en caso de que el billete no resulte premiado, este le inyecte una sustancia letal. La teoría de los universos paralelos explica que surgirán tantos universos paralelos como combinaciones de billete haya en nuestra lotería: si suponemos que nuestro cupón tiene cinco cifras, en total habrá 100.000 universos diferentes. Aunque en todos menos uno el sujeto recibirá la inyección, en ese uno el sujeto seguirá vivo y además será millonario. Desde este punto de vista, no solo la inmortalidad parece inevitable sino también la posibilidad de ganar una inmensa fortuna.

Estas paradojas son una forma de representar la contradicción entre la teoría del multiverso y la llamada interpretación de Copenhague. Mientras la primera establece que cada resultado posible de una decisión o acción da lugar a universos paralelos, la ortodoxia cuántica nos dice que una vez observado el resultado este colapsa en un solo universo. El sujeto, como el gato de Schrödinger, estará vivo y muerto a la vez solo hasta que otro sujeto compruebe si ha disparado o no.

¿Quién tiene razón? El físico del CSIC Salvador Miret, autor del libro Mecánica cuántica considera que el debate resulta casi imposible de zanjar: “el problema de la teoría del multiverso es que no es falsable, es decir, no puede ser sometida a una prueba que la confirme o desmienta”. En el planteamiento de Everett, prosigue Miret, “se quiere mantener la linealidad de la teoría cuántica incluso al realizar una medida, y el precio a pagar es la creación de universos paralelos”. Parece por tanto que para seguir avanzando en el conocimiento y en nuestra vida cotidiana la mejor idea sería conformarse con  las decisiones que tomamos y dejar el multiverso para nuestro alter ego inmortal.

Física cuántica en Navidad

Por Ángel S. Sanz (CSIC)*

Ciencia en Navidad 2014

‘Ciencia en Navidad’ es un proyecto del CSIC inspirado en las ‘Christmas Lectures’ y desarrollado con el apoyo de la FECYT.

Últimamente, y cada vez más, los medios de comunicación hablan de física (o mecánica) cuántica. Y cuando se escucha este término, no podemos por menos que echarnos las manos a la cabeza pensando que se trata de una teoría altamente compleja e ininteligible, sólo apta para unos pocos, capaces de entender su lenguaje matemático y los misterios que encierra.

Hace un par de años, a raíz del descubrimiento del bosón de Higgs (pieza clave en el puzle de partículas elementales que es el modelo estándar), la física cuántica saltó a primera línea y, desde entonces, las conferencias en torno a esta temática comenzaron a popularizarse. La física cuántica está de moda. Pero, ¿qué sabemos en realidad de esta teoría? ¿Es tan compleja e ininteligible como se nos presenta o, por el contrario, nos resulta simplemente absurda? ¿Cómo es posible esta situación de incertidumbre si una gran parte del producto interior bruto de los países industrializados está directa o indirectamente basado en la física cuántica?

El bosón de Higgs ha sido la última partícula que se ha descubierto, pero ése es un viaje que ha trazado la Humanidad desde los tiempos de Demócrito, cuando se debatía si la materia era continua o, por el contrario, estaba constituida de pequeñas partes, los átomos. Precisamente, una vez se comprendió que la materia parecía estar constituida por átomos, el siguiente paso fue intentar entender cómo eran posibles, es decir, atacar lo que se conoce como el problema de la estabilidad de la materia, que engloba además una serie de cuestiones inabordables con las teorías físicas del siglo XIX. Este sería el germen de la mecánica cuántica, que comenzó explicando el átomo de hidrógeno y la tabla periódica, y finalizó con el bosón de Higgs. Aunque hay que tener en cuenta que la física cuántica es mucho más, porque al mismo tiempo que nos explica la estabilidad de la materia, también nos dice que el mundo es mucho más rico en matices de lo que estamos habituados a percibir en la vida cotidiana. Esto es, un sistema cuántico puede ser localizado en varios lugares al mismo tiempo, lo que el físico austríaco Erwin Schrödinger ilustró con la vívida idea de que un gato metido dentro de una caja, y cuya vida está sometida al capricho de la desintegración de un pedazo de sustancia radiactiva, estará vivo y muerto al mismo tiempo.

Ciencia en Navidad 2014

‘¿Qué tienen que ver los gatos con el bosón de Higgs?’, el 22 de diciembre a las 18h.

En la Navidad de 1825, el físico autodidacta inglés Michael Faraday lanzó desde la Royal Institution una serie de conferencias anuales, las Christmas Lectures®, en las que se presentaba y explicaba al gran público avances en las diferentes disciplinas científicas de interés de la época. Salvo por la interrupción de cuatro ediciones debida a los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, esta tradición se ha mantenido vigente hasta la actualidad.

¿Y por qué les cuento todo esto? Recogiendo ahora el guante de Faraday, por un lado, y ese interés por el misterioso mundo cuántico, por otro, este año se pretende lanzar desde el CSIC la primera experiencia en esa línea, un proyecto ilusionante e ilusionador, que ayude a acercar la ciencia a la sociedad de una manera muy amena, sencilla y, sobre todo, humana.

El propósito de la primera conferencia (¡no al uso!) de ‘Ciencia en Navidad’ es introducir la física cuántica al público general. Se trata de que el público comprenda que la base de la física cuántica es relativamente simple y que, cuando mire a la pantalla de su televisor, toque la pantalla de su móvil, encienda sus leds navideños o simplemente se mire al espejo, recuerde que en todo ello hay un gato que está vivo y muerto a la vez, o que los electrones que hay en esos dispositivos alguna vez, en el pasado, adquirieron su diminuta masa gracias a un bosón de Higgs.

* Ángel S. Sanz es investigador en el Instituto de Física Fundamental (CSIC) y va a inaugurar ‘Ciencia en Navidad’ con la sesión “¿Qué tienen que ver los gatos con el bosón de Higgs?”, que se celebrará el lunes 22 de diciembre a las 18h en el Salón de actos del CSIC (c/ Serrano, 117, Madrid). Entrada libre y gratuita.