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Efecto nocebo: ¡me pone malo!

Por Enrique J. de la Rosa (CSIC)*

Seguro que lo has oído alguna vez o incluso puede que lo hayas dicho o pensado. ¡Me pone malo el tener que hacer…! ¡Me enferma el tratar con…! Más allá del sentido figurado de fastidio, hay personas que, ante una situación que no les gusta o que les da miedo, realmente desarrollan síntomas de enfermedad: náuseas, taquicardias, fatiga, etc. En realidad, no hay nada en esa situación que objetivamente cause una enfermedad. Como ya conté en el caso del efecto placebo, que te hace sentir mejor, el efecto nocebo es otro ejemplo de la interacción de nuestra mente con nuestro cuerpo, pero al revés, dado que lo que hace es que te sientas mal.

Corazón con agujas

/Lien C. Lau/ Flickr

El efecto nocebo subyace a situaciones tan diversas como el mal de ojo o las maldiciones, que a día de hoy nos pueden parecer supersticiones antiguas. Pero también a otras tan modernas como el síndrome de hipersensibilidad electromagnética, que produce síntomas como los arriba indicados, supuestamente causados por los teléfonos móviles, las redes wifi, los hornos de microondas, etc.

El efecto nocebo está menos estudiado que el efecto placebo; a fin de cuentas, este último, como ya expliqué en el post antes referido, es parte integral de cualquier ensayo clínico. Ciertamente, cuando aparece la sospecha de una posible nueva enfermedad, tanto la comunidad médica como la investigadora realizan estudios controlados para determinar el posible origen de los síntomas. Y ocurre que, cuando se da el efecto nocebo, no se encuentra ningún origen. Es el caso de la hipersensibilidad electromagnética. La Organización Mundial de la Salud reconoce en un informe que los síntomas son muy reales; sin embargo, no se reproducen de forma consistente en los pacientes sometidos a las radiaciones a las que achacan su mal. Para que se entienda mejor, los enfermos dicen, por ejemplo, que las redes wifi les afectan, pero ellos mismos afirman sentir o no sentir malestar de forma aleatoria, independientemente de que la red wifi esté conectada o no.

Dolor de cabeza

/karensolanobravo/ Flickr

El sufrimiento innecesario de las personas afectadas no es la única consecuencia negativa del efecto nocebo. El atribuir equivocadamente ciertos síntomas a algo que hemos oído o leído que es malo, puede retrasar el diagnóstico de una enfermedad real, sobre todo si acudimos a terapias alternativas para sanarnos. Quizás el ejemplo más grave para la salud pública se da en el caso de la vacunación, donde buena parte de los síntomas aducidos para dejar de vacunarse o de vacunar a nuestros hijos son un mero efecto nocebo, basado frecuentemente en la predisposición en contra de las vacunas. ¡No dejes que el miedo o las creencias infundadas afecten a tu salud!

*Enrique J. de la Rosa es investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones Biológicas y coordinador de Ciencia con chocolate’, una iniciativa de divulgación científica que se ha celebrado los últimos cuatro años con la excusa de tomar un buen chocolate.

Los efectos secundarios de las vacunas o de leer este blog

enrique70Margarita del ValPor Margarita del Val y Enrique de la Rosa (CSIC) *

Pongamos que este artículo lo acaben leyendo un millón de adolescentes. En las seis semanas siguientes a su lectura más de cien de ellos enfermarán. Algunos, unos 35, sufrirán convulsiones de origen probablemente indeterminado y sin diagnóstico claro. Pero otros desarrollarán una enfermedad bien identificable: a unos 30 les diagnosticarán diabetes y a más de 20 artritis reumatoide. Un número significativo, unos 10, tendrán una parálisis facial y el resto, hasta el centenar, presentarán todo un listado de trastornos más infrecuentes, incluyendo, entre otros, esclerosis múltiple, choque anafiláctico o narcolepsia. Incluso es posible que uno muera, y no por accidente. Unos datos como estos le podrían llevar a intentar convencer a sus hijos adolescentes, si los tiene, o a familiares y amigos que los tengan de que no lean el blog del CSIC por su peligrosidad, ¿no?

Campaña de vacunación

Campaña de vacunación contra la difteria en Londres, 1941. /Wikimedia Commons

Fijémonos también en niños pequeños, menores de tres años. De un millón a los que sus padres o madres les hayan leído un cuento infantil, más de 1.300 enfermarán en las próximas seis semanas . Y si nos limitamos a los próximos siete días, para que la relación en el tiempo sea más próxima, más de 200 tendrán convulsiones e, incluso, 3 o 4 morirán durante dicha semana.

Seguro que todo lo que le hemos estado contando hasta ahora le parece absurdo, ¿verdad? A nosotros también, pero los números reflejados son ciertos. Proceden de un estudio realizado por el sistema de sanidad danés para determinar con exactitud los efectos secundarios de las vacunas. Durante 30 años, siguieron la aparición de una serie de enfermedades de declaración obligatoria en la práctica totalidad de los niños y jóvenes menores de 18 años; exactamente 2.300.227. Para poder establecer con exactitud el número de complicaciones asociadas a la vacunación, entre las reportadas tras una inmunización, es necesario saber qué enfermedades, trastornos e incluso muertes se producen en una población y un periodo de tiempo determinados. Eso es precisamente lo que reflejan los números que les hemos contado: estadísticas que muestran los niños y jóvenes afectados, con  independencia de lecturas, vacunas y cualquier otra circunstancia externa.

Botes vacunas

Flickr/ Carlos Reuser Monsálvez

Vayamos ahora a los efectos secundarios de las vacunas, tan dramatizados en ciertos círculos. Las vacunas, como cualquier tratamiento efectivo, tienen efectos no deseados. Pero si usted quiere realmente saber el número de los mismos, debe comparar las complicaciones reportadas tras una vacunación con las que ocurren independientemente de ella, que son los números que antes he asociado a la lectura. Y posiblemente el número estará incrementado por el efecto nocebo.

El efecto nocebo es el contrario al efecto placebo comentado en una entrada anterior. Consiste en la aparición o el empeoramiento de síntomas de una enfermedad por una intervención sobre la que se tienen expectativas negativas, como puede ocurrir con las vacunas. Merece la pena dedicarle una entrada futura. Y, para acabar, a la hora de decidir si vacunar o no vacunar a sus hijos, si está en dicha tesitura, no olvide informarse sobre los efectos reales de la enfermedad infecciosa que se evita con la vacunación; muchas de ellas pueden causar graves secuelas o, incluso, pueden llegar a ser mortales.

 

*Margarita del Val es investigadora del CSIC en el Centro de Biología Molecular y Enrique J. de la Rosa es investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones Biológicas. Este texto ha sido inspirado por una charla impartida por del Val en el marco de ‘Ciencia con chocolate’, una iniciativa de divulgación científica, coordinada por de la Rosa,  que se ha celebrado los últimos cuatro años con la excusa de tomar un buen chocolate.