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Si crees que las rosas tienen espinas, te equivocas

Por Mar Gulis (CSIC)

Tipos de acúleos / M. Bernal

Tipos de acúleos o aguijones / M. Bernal

Sí, pinchan; pero no son espinas, sino aguijones. Las rosas, las plantas más conocidas y valoradas  por su belleza y aroma (durante el Impero romano ya se cultivaban), portan en sus tallos una especie de prolongaciones de la epidermis rígidas y punzantes. Digamos que son protuberancias de su ‘piel’ y, a diferencia de las espinas (como habitualmente nos referimos a ellas de forma errónea), no tienen vasos conductores, por eso se pueden desprender fácilmente del tallo sin desgarrar los tejidos.  Las verdaderas espinas de plantas como los majuelos o los cactus son órganos lignificados (endurecidos y leñosos), derivados del tallo y con tejido vascular. Si tratas de arrancar una espina de una planta, probablemente te cueste bastante esfuerzo y, al tirar de ella, te llevarás también parte de sus vasos conductores. Las espinas de los cactus, por ejemplo, son hojas que se han modificado para perder la mínima cantidad de agua y soportar así las altísimas temperaturas de regiones áridas.

En botánica, los aguijones de rosales, zarzas o endrinos también se denominan acúleos. Si son pequeños se llaman acículas. La forma y el tamaño de los acúleos se utilizan para distinguir y clasificar las distintas especies de rosales y le dan nombre a algunas especies, como la Rosa canina, denominada así por el parecido de sus acúleos con los colmillos de un perro .

Llámense aguijones, acúleos o acículas siguen siendo molestos, y precisamente por eso están ahí. Además de ayudar al tallo a trepar o a expandirse lateralmente con apoyo de otros arbustos, desempeñan una función defensiva, ya que resultan bastante incómodos en la lengua de los animales herbívoros, los principales enemigos de las plantas del género Rosa en su hábitat natural.

Ejemplar de Rosa pendulina. / M. Bernal

Ejemplar de Rosa pendulina / M. Bernal

No todas las rosas pinchan. Aquí también hay excepciones; es decir, existen rosales inermes. En España, la Rosa pendulina L. es un ejemplo de este tipo de rosas sin acúleos y, por tanto, ‘inofensivas’ para la yema de nuestros dedos o para la boca de una cabra.

Aparte de la multitud de variedades híbridas obtenidas a partir de sofisticados procesos de selección en jardinería y comercializadas en todo el planeta, en el mundo hay más de cien especies identificadas del género Rosa. En nuestro país crecen de forma natural 17 de las 45 especies silvestres identificadas en Europa, y se encuentran principalmente en Pirineos (en Aragón se pueden encontrar las 17 especies) y en la cordillera Cantábrica.

Los rosales silvestres dan flores mucho más humildes que las cultivadas y su aroma, cuando lo tienen, es muy sutil. Pero cumplen otras funciones, como ayudar a interpretar el paisaje y la actividad humana ancestral, ya que crecen junto a terrenos cultivados y en los pastos previos al bosque, donde han conseguido refugio por su capacidad de enmarañarse. Así sirven también para la delimitación de las parcelas y como barrera para la entrada del ganado.

Si quieres saber más sobre las rosas silvestres que crecen en España, los investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) Pedro Montserrat y Daniel Gómez realizan junto con otros autores (J.V. Ferrández y M. Bernal) una recopilación de la información disponible en el libro Rosas de Aragón y tierras vecinas.

¿Sabías que en España viven 80 especies de orquídeas silvestres?

Son las protagonistas de los escaparates en las floristerías y a menudo sus dueños intercambian trucos para conseguir que florezcan varias veces al año. Pero esta familia es mucho más que una planta bonita y un tanto delicada cuando vive en una maceta. Las orquídeas, con alrededor de 20.000 especies en el mundo, constituyen la mayor familia de plantas vasculares (plantas que poseen raíz, tallo y hojas). Las asociamos con lugares exóticos, pero lo cierto es que crecen en casi todos los ecosistemas del planeta, salvo en los desiertos extremos. La mayoría vive sobre árboles en las selvas tropicales; son las más espectaculares. En Europa prefieren crecer en el suelo de los bosques y, sobre todo, en los herbazales de prados y pastos. ¿Y en España? A menudo pasan desapercibidas. Sin embargo, en nuestros campos viven 80 especies, todas terrestres. Y a pesar de su tamaño discreto, las orquídeas españolas muestran gran espectacularidad y belleza.

El Zueco de dama (Cypripedium calceolus) es la orquídea con flores más vistosas de Europa, propia de ambiente de hayedo. En España está considerada en peligro de extinción.

El Zueco de dama (Cypripedium calceolus) es la orquídea con flores más vistosas de Europa, propia de ambiente de hayedo. En España está considerada en peligro de extinción/F. Serrano.

El principal interés económico de las orquídeas deriva de su valor ornamental, aunque algunas también se comen. Sin ir más lejos de nuestra despensa, la vainilla (Vanilla planifolia) es el fruto de una orquídea mexicana que se cultiva sobre todo en Madagascar. En Turquía, el frío se combate con una taza de salep, una bebida caliente que se prepara con leche y una harina aromática que se extrae de los rizomas -tallos subterráneos- de una orquídea silvestre. Estos tallos subterráneos de algunas especies también se han asociado con propiedades afrodisíacas.

Españolas o no, sabrosas o excitantes, la familia Orchidaceae constituye una de las ramas más evolucionadas de las plantas. Los sorprendentes mecanismos que ha desarrollado en sus adaptaciones nutricionales y reproductivas han atraído el interés de la investigación botánica.

La orquídea amarilla, Ophrys lutea, se llama también orquídea abeja porque su labelo, especie de pétalo de la orquídea, imita al abdomen de este insecto/Ramón Morales

La orquídea amarilla, Ophrys lutea, se llama también orquídea abeja porque su pétalo imita al abdomen de este insecto/Ramón Morales

En cuanto a la reproducción, disponen de sistemas muy sofisticados de polinización por insectos (entomofilia). El investigador del CSIC Daniel Gómez nos cuenta que “para atraerlos, las orquídeas del género Ophrys muestran complejas modificaciones en sus flores que incluyen trampas visuales y señales químicas -emiten feromonas- para ‘atraer sexualmente’ a los insectos machos, provocar una pseudocópula y de esta manera conseguir que el insecto transporte el polen de una flor a otra”. Cuando el insecto se posa en la flor recibe dos banderillas de base pegajosa que se adhieren a su cuerpo, unos contenedores de polen llamados polinias. Al abandonar la flor, traslada la carga a otras flores de la misma especie de orquídea, que seguirán engañándolo haciéndole pensar que son hembras con las que perpetuar su especie, y recibirán el polen que transporta.

Corallorhiza trífida, una de las especies más raras que crecen en España /Wikipedia

Corallorhiza trífida, una de las especies más raras que crecen en España /Wikipedia

Si hablamos de su nutrición, la mayor parte de las orquídeas son en sus inicios heterótrofas -se alimentan de otros seres vivos-, como los animales. Para obtener los nutrientes necesarios acogen en el interior de sus raíces un tipo de hongos llamados micorrizas, capaces de producir materia orgánica. Hay especies que continúan con esta alimentación toda la vida creciendo sobre hojarasca y madera en descomposición y pueden prescindir de hojas y tallos. Sin embargo, la mayor parte producen en su madurez hojas con clorofila y pasan a ser parcial o completamente autótrofas.

Si regresamos a nuestro país, hay varias especies extremadamente raras y muy difíciles de observar. Por ejemplo, las orquídeas de coral (Corallorhiza trifida, Epipogium aphyllum) son minúsculas y sus poblaciones pueden estar varios años sin producir órganos aéreos, de modo que completan su ciclo vital, incluso la floración, de forma subterránea, lo que dificulta aún más su localización.

 

Si quieres más ciencia para llevar sobre las orquídeas españolas, consulta la exposición Orquídeas del CSIC o el álbum de imágenes del Real Jardín Botánico.