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Galletas interactivas, ¿realidad o ficción?

Por Mar Gulis (CSIC)*

libro¿Y si pudiéramos alimentarnos a base de chicles con sabor a chocolate? Semejante idea horrorizará a cualquier amante de la gastronomía, pero puede ser una fantasía para muchos niños. De momento, este escenario, como el dibujado por Aldous Huxley en su mundo feliz, donde las personas ingieren píldoras que reúnen todos los nutrientes, forma parte de la ciencia ficción.

Pero, como en casi todos los ámbitos de nuestra vida, también en la alimentación la ciencia puede revolucionar lo que conocemos hasta ahora. En los últimos años la nanotecnología está generando mejoras e innovaciones en la industria alimentaria. La clave de esta joven disciplina es que un mismo material muestra cambios importantes en sus propiedades cuando se sintetiza a tamaño nanométrico (un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro). Esto, aplicado a los alimentos, genera infinidad de posibilidades que se están explorando.

Por ejemplo, los alimentos nanoestructurados, que ya son una realidad, facilitan la obtención de nuevas texturas y mezclas, como ha ocurrido con los chicles de sabor a chocolate que incorporan nanocristales de aceites de cacao. Cosa muy distinta es lo que cuenta Roald Dahl en Charlie y la fábrica de chocolate. En esta novela, un excéntrico personaje, Willy Wonka, fabrica chicles que contienen todos los nutrientes necesarios para un día –como las píldoras de Huxley– y que permiten saborear diferentes tipos de comida. Esto, de momento, es una quimera.

Pero, efectivamente, la nanotecnología podría permitir el desarrollo de alimentos interactivos o programables. ¿En qué consistirían? Imagina unas galletas en cuyo interior haya nanocápsulas, fabricadas con materiales biocompatibles y no dañinos para la salud, con una serie de aditivos que, en función de lo que desee el consumidor, pueden proporcionar diferentes colores, sabores y nutrientes al alimento. “Un alimento interactivo supone, por ejemplo, que el usuario pueda controlar los sabores, o que incorpore nanocápsulas que encierran moléculas capaces de liberar un aroma cuando se someten a cierta temperatura”, explica el investigador del CSIC Pedro Serena, del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid.

A través de la nanotecnología, estos alimentos a la carta ofrecerían al consumidor más opciones que la cocina tradicional para alterar sus propiedades iniciales. ¿Quieres un extra de sal en tus galletas de mantequilla? De acuerdo; si el cloruro sódico está encapsulado, “puede bastar un minuto más de microondas para que se rompan las cápsulas y se libere la sal”, comenta Serena. Por ahora, este tipo de alimentos están en fase de desarrollo y no se sabe si llegarán al mercado, pues también se requiere conocer la recepción que tendrán por parte de los consumidores.

La nanotecnología no es una recién llegada en el ámbito de la alimentación. En 2010 Jeroen Lammertyn, director de la Universidad de Lovaina, estimó que en los supermercados circulan alrededor de 500 productos que contienen nanopartículas o algún componente nanoestructurado.

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En los supermercados se comercializan ya cientos de productos que contienen nanopartículas / Wikipedia

“Las nanopartículas ya son habituales”, dice Serena, que pone algunos ejemplos. “Muchos glaseados llevan dióxido de titanio, y el dióxido de silicio micronizado se usa en las harinas para facilitar el transporte en las panificadoras”. Por otro lado, “alimentos habituales como el yogur, la leche o la mantequilla ya tienen una nanoestructuración natural”.

En general, la adición de nanopartículas sirve para mejorar el color, definir la textura o aumentar el tiempo de conservación. Por ejemplo, en Estados Unidos ya se comercializan envases con nanopartículas de plata que son antibacterianas e hidrófobas, y por tanto capaces de retener mejor la humedad y preservar más tiempo los alimentos.

Probablemente en los próximos años la nanotecnología permitirá aumentar la calidad nutricional de los alimentos, retrasar la caducidad de los productos naturales y procesados, desarrollar envases más sofisticados y baratos, o mejorar la textura, el sabor y la apariencia de nuestros menús. Pero para que podamos comprar galletas interactivas, quizá haga falta más tiempo.

 

* Este post se ha elaborado con información extraída del libro Nanociencia y nanotecnología. Entre la ciencia ficción del presente y la tecnología del futuro, FECYT, 2008.