Max Born: la responsabilidad ética de la ciencia

sergio brionesPor Sergio Barbero* (CSIC)

La influencia que la ciencia y la tecnología ejercen sobre nuestras vidas es cada vez más notable. Por ello es fundamental que quienes trabajan en ciencia asuman unos principios éticos. A pesar de esta acuciante necesidad muchas son las carencias de la praxis deontológica en ciencia. De ahí que el testimonio histórico de quienes guiaron su vida por unos criterios éticos sea de inestimable valía en los tiempos actuales.

Max_BornUno de estos testimonios es el de Max Born, al que se le concedió el Premio Nobel de Física por sus investigaciones fundamentales en mecánica cuántica. Durante su dilatada vida (1882-1970), Born tuvo que afrontar dos guerras mundiales, un exilio forzado por los nazis −era alemán y judío− y, entre medias, la dramática evolución de una concepción idealizada de la ciencia hacia una perspectiva mucho más compleja.

El despertar de la conciencia ética de la ciencia surgió en Born durante la Primera Guerra Mundial, influido, entre otros, por el que sería unos de sus mejores amigos: Albert Einstein. La mayor parte de la intelectualidad alemana −incluidos los más destacados científicos− apoyó sin ambages las decisiones bélicas del imperio germánico, salvo contadas excepciones como la del propio Einstein. La primera decisión ética trascendente de Born fue negarse a participar en la unidad de investigación sobre armas químicas liderada por su amigo Fritz Haber, lo cual supuso la ruptura de su amistad. Born comprendió que “sin unos límites a lo permisible, pronto cualquier cosa será permitida”. En una progresiva conversión personal, Born acabaría participando durante el invierno de 1917 en reuniones clandestinas en las que se debatía si Alemania debía utilizar la “guerra submarina sin restricciones”, la cual Born calificó, sin paliativos, como “asesinato de masas”.

Como tantos otros científicos judíos, Born –que sentía un fuerte apego por la cultura alemana− sufrió gravemente las consecuencias del ascenso del nazismo. Tuvo que exiliarse a Escocia y perdió hasta un total de treinta y cuatro familiares y amigos. Durante este periodo, Born dedicó gran parte de su tiempo y esfuerzo a ayudar a los refugiados judíos que huían del horror nazi. Como representante en el área de física de dos organizaciones de refugiados, su misión consistía en encontrar posibles trabajos y en escribir recomendaciones y propuestas de potenciales candidatos. En su generosa labor Born no solo se preocupó por profesores o investigadores, sino que también intentó ayudar a otro tipo de personas −como por ejemplo artistas− que se vieron obligadas a emigrar.

Photo1

Bomba de Nagasaki.

Cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, Born y su mujer Hedwig residían en Edimburgo. Desde allí, a pesar de su innato pacifismo, Born defendió el combate decidido contra el nazismo, e incluso llegó a participar en investigaciones militares (aunque sin mucha relevancia) durante algún periodo de la guerra. Como alemán y como judío, sabía lo que hubiese significado la victoria del Tercer Reich. A pesar de todo ello, como hiciera en la Primera Guerra Mundial, se opuso firmemente al uso desmedido de la violencia. Así, condenó el uso de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki y el bombardeo indiscriminado de ciudades. Lamentablemente, Born fue una excepción, ya que pocos fueron los que no se dejaron arrastrar por la inercia de unos patrones de comportamiento que oscilaban entre el miedo paralizador y el éxtasis dogmático.

Tras recibir el Premio Nobel en 1954, pese a su avanzada edad, Born inició una fructífera actividad en pos del desarme nuclear. Sugirió a Bertrand Russel preparar un manifiesto firmado por varios premios nobeles y que, dirigido a los gobiernos y a la opinión pública, alertase sobre los problemas éticos del armamento nuclear. La idea condujo, tiempo después, a la aparición del celebérrimo manifiesto Rusell-Einstein, que fue firmado por once científicos de primera línea entre los cuales se encontraba él mismo. Born fue también promotor del manifiesto de los 18 de Gotinga, de gran influencia, que pretendía evitar el desarrollo del programa nuclear armamentístico en la República Federal de Alemania.

Consciente de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial y la amenaza nuclear, el ánimo de Born durante el último periodo de su vida osciló entre un acervado pesimismo −quizá difícil de evitar tras todo lo vivido– y un brío de esperanza en lo humano. Nos quedamos con su visión más optimista, como cuando escribió: “Si el hombre está hecho de tal manera que su curiosidad le conduce a la autodestrucción, no hay esperanza para él. Sin embargo yo no estoy convencido de ello, ya que además de su cerebro tiene su corazón. El amor es un poder tan fuerte como el átomo”.

 

*Sergio Barbero Briones es investigador del CSIC en el Instituto de Óptica (CSIC) y autor de la biografía Max Born, editado por la Fundación Emmanuel Mounier.

1 comentario

  1. Dice ser ¿qué somos y hemos sido como especie?

    Si somos tan éticos, y tan estéticos, ¿por qué no lo somos todos los humanos? ¿Por qué siempre que tener que poner la mano abierta una parte? SI somo ssanos, humanos responsables, racionales, sensatos y todo eso, ¿por que´ha ahbido tanta guerra, tanta invasión, tanta destrucción en la atroz pesadilla de la Historia humana?
    Si somo stan buenos, tan elegantes, tan distinguidos, tan amantes de l anaturaleza, del planeta que habitamos, tan buena gente, ¿por qué entonces hay tanta crueldad, tanto abuso, tanto fanaismo, tanta intolerancia, tanto desprecio al resto de especies, incluida en ocasiones la nuestra propia humana?
    Si todos queremos un mundo más justo, mejor, si en los entierros de gente que teneoms por grande y santa, por haber hecho el bien, fíjense qué cosa tan extraordinaria…., entonces ¿por qué una vez terminado el teatro que escenifican los del poder, vuelven a sus nefastas andadas y hacen lo contrario a lo que predicaban en elentierro de la buena gente que muere y que siempre están siguiendo como ejemplo pero con pocas ganas por igualarlo?
    ¿Qué es la especie humana?
    ¿Qu´etienen las culturas metidas en sus cerebros?
    Si le mundo es un hervidero de ponzoña, de cerrazón, de terror, de violencia, de embrutecimiento, ¿qué clase de culturas tenemos en el cerebro? ¿Qu´epositividad, qué ética, qué moral, qué educación, es la que nos mueve a ser tan devastadores como hemos sido? ¿Cuáles lo svalores perdidos, dónde, en qué siglo, cuándo se portó el humano en general como un ser benigno para consigo mismo, su especie y su mundo?
    Al menos hay alguno sespecímenes que engrandecen la razón humana. Lo spocos que cambian las cosas a positivo y que, en ocasiones, una vez disfrutándolas, se vuelven a machacar con insanos pensamientos y despreciar la poca evolución lograda con los mismos cuentos de siempre, pasado glorioso y no sé qué más rollitos. ¿Hemos sido una especie racional, de vergüenza, sana y bonita?

    21 septiembre 2016 | 10:40

Los comentarios están cerrados.