Claro que las mujeres son idiotasAl fin y al cabo Dios las creó a imagen y semejanza de los hombres George Elliot

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La banda sonora del amor

Un amigo mío está preparando una velada romántica para su pareja y me ha pedido consejo.

Entre risas, le he recomendado que le haga un striptease. Me parece muy erótico que tu chico se desnude para ti al ritmo de la música. ¿Por qué siempre lo tenemos que hacer nosotras?

Pero él ha rechazado mi idea. «Me sentiría ridículo haciéndolo», me ha dicho. Y ha añadido: «Ya sabes que bailo peor que un pato mareado. ¿Y si le preparo una suculenta cena con velitas?».

He asentido y he considerado que era otra opción. Más manida quizás, pero igualmente deseable y dignísima de agradecer. Sobre todo si llega de la mano de la persona a la que amas.

Una vez solucionado el qué, mi amigo necesita más ayuda. Quiere hacer un CD con canciones para que sea la banda sonora de la noche de autos.

He estado pensando en temas que, desde mi punto de vista, desprenden erotismo. Sé que la letra de algunas no es la más adecuada pero la música me connota pasión y amor.

De momento he hecho una minilista. Es esta:

Sour times o Glory Box, ambas de Portishead.

Rent, de Pet Shop Boys.

Somewhere only we know, de Keane.

joga, de Björk.

One, de U2.

Erotic, de Madonna.

Despierta, mi vida, de Luz Casal.

¿Cuál más añado?

He ligado con uno de 20

Ligar con un chico de 20 años es muy diferente a hacerlo con uno de 30 o uno de 40.

Los primeros no son tan directos, no les importa hablar y hablar y ni se plantean si lograrán llevarte a la cama o no (o igual lo dan por sentado).

Este fin de semana he ligado con un chico que tiene 25 años. Es la primera vez en toda mi vida que alguien menor que yo me tira los tejos.

Tras un pequeño choque, nos presentamos y empezamos a hablar. Al principio mantuvimos la típica conversación nocturna: ¿vienes mucho por aquí? Está bien el sitio, bla-bla-blá.

Luego fue a cosas más personales. Me explicó que lo había dejado con su novia hace unos meses, que ella le pedía más involucración y que él no quería compromisos, que era muy joven…

Cuando llevábamos un rato parloteando, y noté que se acercaba demasiado, le paré los pies. Con buenas palabras le dije que no me apetecía follar con él.

La verdad es que el chaval era mono e interensante pero, como diría Aída, la hermana del Luisma, yo no tenía «el chichi pa’farolillos«.

«No pasa nada. Estoy a gusto contigo», me respondió. Y así seguimos la noche, de cháchara, entre copas y risas.

En el momento de la despedida me sorprendió. Me dijo que quería volver a verme y me preguntó por mi messenger, para «invitarme». Como no tenía ninguna dirección activa, le di la vuelta al asunto: «¿Por qué no me das la tuya y te invito yo?».

Al parecer, pedir el messenger a los ligues de fin de semana es una práctica habitual. ¿Es una nueva estrategia? ¿Por qué los chavales lo prefieren al teléfono? ¿Es mejor hablar a través del ordenador? ¿Me voy a tener que comprar una webcam?

Estoy hasta las tetas

Ayer, después de comer, me encontré a un conocido que tiene mi edad. Hacía tres años que no nos veíamos, los mismos que yo he estado viviendo fuera de casa. Esta fue nuestra conversación:

-Carlotaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¿qué tal te va?

-Muy bien, ya me ves… Adaptándome con esto de la vuelta a casa…

-Pues yo estoy esperando un hijo. Mi chica está embarazada de cuatro meses.

-Muy bien, ¿no? ¿Estáis contentos?

-Sí, hombre. Bueno, es que ya nos tocaba…

«Ya nos tocaba». Estoy hasta las mismísimas tetas de la gente que justifica todo lo que hace en la vida con el «porque ya toca».

Oigo a muchas personas (conversaciones robadas en los bares, en el cercanías, en el metro…) que se van a vivir con sus parejas porque «ya llevamos tres años juntos, y ya toca»; que se casan porque «ya toca» y que son papás por… ¡Lo mismo!

Quizás sea una ilusa, una romántica o una utópica, pero creo que hay cosas que siempre se han de hacer con el corazón (amar, desamar, parir, convivir…). Al menos eso me enseñaron en casa, cuando era bien pequeñita.

¿Dónde ha quedado el alquilar un piso con la persona que amas sencillamente porque ardéis en deseos de estar juntos? ¿Y el casarse porque al menos a uno de los dos miembros de la pareja le hace ilusión? ¿Y el quedarse preñada porque se os ha ido la pinza y os apetece procrear y traer otro niño a este mundo?

Espero no caer nunca en la tentación de la maldita frase. Aunque, por mi edad y según muchos, ya me habría tocado comprar un piso, casarme, tener un hijo, separarme…

En fin, que el paso del tiempo ya me dirá si me toca o no me toca, ya sea un pito o una pelota.

¿Buscamos un príncipe azul? Sí rotundo

Nuria lo acaba de dejar con un chico, Marcos. Llevaban tres meses juntos y a ella se le ha caído el mundo al suelo.

Ayer por la noche me llamó desesperada y me dijo: “¿Tan difícil es tener una relación normal? Dice que le ahogo, que me quiere pero que necesita su espacio. ¡Ni que me hubiera llevado el jodido cepillo de dientes a su casa! ¿Por qué los hombres son tan complicados?”.

«Tampoco le pido tanto», se quejaba.

¿Tanto? Nuria es independiente, tiene una profesión liberal y se considera moderna. Pero, como muchas mujeres de 30, no sólo quiere que la quieran, también busca un hombre que la entienda y comprenda.

Las de 30 queremos a nuestro lado un novio, un amigo, un amante, un psicólogo. Un tío que nos diga lo que queremos escuchar, que sepa en todo momento cómo tratarnos.

Que sea galante, romántico sin caer en la horterada, sensible sin ser una nenaza, que sea independiente (lo justo), que nos diga lo mucho que nos necesita, que esté pendiente de nosotras pero sin agobiarnos, que nos respete y nos lleve en bandeja y… sobre todo, que ya haya aprendido dónde está el clítoris.

Y todo eso, respetando nuestro espacio e independencia. A estas alturas, creo que hombres así sólo existen en las películas. ¿Conoces a alguno en el mundo real?

¿Por qué no tienes novio?

Temo la Navidad. En las típicas cenas familiares, mi tío Juan siempre me hace la misma pregunta: “Carlota, ¿por qué no tienes novio?”.

Y yo, la única soltera de la familia, sonrío y le respondo lo mismo: “Pregúntaselo a ellos”.

A los 30 te sientes tan bien haciendo lo que te da la gana, sin rendir cuantas a nadie, que es complicado encontrar a alguien que te llene. Además, el panorama es (aparentemente) desolador…

Primero están los gays, cuyo único problema, porque la mayoría son perfectos, es que no les gustan las mujeres.

Luego está el mercado de segunda mano: los recién separados que retoman la soltería como quinceañeros. Salen de marcha hasta las mil, buscan un polvo rápido y al día siguiente, si te he visto no me acuerdo. Van bien en épocas de hambruna sexual.

También encontramos los que les pesa la relación anterior. Pueden tener mochila (hijos) o no, van muy rápido y quieren presentarte a sus niños, a sus padres… pero lo cierto que es nunca llegarás a ser como la maldita ex. De estos, mejor huir, que las comparaciones nunca fueron buenas.

Por no hablar de los solteros vocacionales, aquéllos cuya frase de cabecera a la hora de acabar la relación estrictamente sexual que mantienen contigo es “tu te mereces algo mejor”. ¿Algo mejor? ¡Pero si yo te he escogido a ti! ¡Yo creo que tú eres lo mejor! Para estos, no tengo palabras. ¡Parásitos!

Y los casados, que te quieren en secreto y te juran y perjuran que dejarán a su mujer. Mejor ni verlos, al final acabas siendo la otra. Vaya, que son unos vendemotos.

En fin, va a ser verdad aquello que leí en la puerta de un baño de la facultad: “Tu príncipe azul sólo reside en tus sueños más verdes”.