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De cómo vivir sin dinero o con muy poco

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Mi hora por la tuya

Es un banco pero funciona sin dinero, en él sólo se puede depositar tiempo y su moneda es la hora. En el banco del tiempo se intercambian servicios entre personas y para ello se usa la moneda-tiempo.

«Yo necesito todo lo que saben hacer los hombres», dijo Ana tan pancha, en una de las primeras reuniones para crear un banco del tiempo en donde vivo.

Cuando le dijeron que esto iba en serio y que escribiera lo que podía ofrecer y lo que necesitaba, repitió lo que había dicho, porque era lo que quería, y precisó: «todo lo que tradicionalmente hacen los hombres y yo no sé hacer porque ni se me ha ocurrido aprender ni he tenido necesidad de ello hasta ahora: cambiar enchufes, problemas de fontanería, que me ayuden a arreglar un mueble y esas cosas que requieren fuerza. ¿Seguro que todo esto me lo pueden hacer?».

El banco se ha creado, aunque no sé si Ana ha empezado ya a buscar a quien le pueda ayudar en sus problemas domésticos.

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Bromas aparte, en centenares de lugares de todo el mundo, los bancos del tiempo tienen la misma la filosofía y similar funcionamiento. Lo principal es que fomenta la colaboración y la solidaridad entre vecinos: todas las personas tenemos algo que ofrecer y algo que recibir de los demás;  e iguala a todos sus miembros precisamente por la moneda: la hora de tiempo, que vale lo mismo ya seas un profesor de universidad o un peón de albañil.

Una hora siempre es a cambio de otra hora, independientemente de los servicios y actividades que ofrezcas o demandes, sin ser necesariamente la persona a la que ofreces tu tiempo de la que lo tengas que recibir. Puedes recibirlo de otra persona inscrita en el banco. Y otra de las cosas que siempre destacan las normas de los bancos es que los intercambios que se realizan no son trabajos profesionales, o de economía sumergida. Son intercambios puntuales que no requieren de profesionalización.

La responsabilidad de la calidad de los trabajos y servicios depende de quienes efectúan el intercambio. Hay una confianza previa en que al que acudes va a hacer bien el trabajo, pero si no ocurre así se advierte a la organización del banco, que resolverá la situación.

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A mí y a las personas que conozco, que han utilizado el banco del tiempo, nos ha ido bien. Lo último que he intercambiado han sido unos trabajos de prensa y comunicación por ayuda en el futuro huerto. Los servicios son infinitos: desde clases de todo tipo hasta masajes de cualquier especialidad, pasando por transporte, paseos colectivos por el monte, trabajos domésticos, cuidado de personas mayores y de niños, hacer la comida, limpieza de fincas, recogida de fruta, trabajos de informática, de jardinería…

Están tan extendidas estas prácticas que se ha creado una especie de banco mundial, cronobank,  que engloba los servicios de todos y donde se puede encontrar cualquier banco en funcionamiento.