La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Archivos a traición

Imagina que trabajas en una cadena de televisión como presentadora o como tertuliano habitual de un programa de chismes.

O, si lo prefieres, imagina que eres una starlette en decadencia.

¿Ya?

Perfecto.

Ahora imagínate que yo soy el productor de un Telemaratón televisivo que prepara la cadena para la que trabajas (si es que has imaginado lo primero).

Para el segundo caso, piensa simplemente que soy un productor que te llama, después de meses sin que nadie se acuerde de ti en ninguna televisión. Te llamo y te propongo que colabores – gratis, por supuesto – en una gala benéfica donde va a participar gente importantísima. También gratia et amore, como tú. Gente cuyos nombres te voy soltando poco a poco, para que te dé tiempo a imaginarte a su lado, entre primeras figuras, como en aquellos buenos tiempos tuyos que pasaron hace años…

YO: ¿Y qué, contamos contigo?

: Pero, ¿qué es lo que tengo que hacer exactamente?

YO: Nada mujer, es una tontería. Grabamos una cancioncita, una versión simpática que preparen los guionistas de algún tema

(porque yo sería de los que dicen tema),

te caracterizamos y la cantas en el programa. En playback, si tú quieres, si te sientes más cómoda…

: ¿Y dónde dices que va el dinero?

YO: Este año hemos pensado en los niños de Calcuta, que desde la muerte de la pre-santa lo están pasando fatal…

TÚ: ¿Y hasta cuándo te puedo confirmar?

Dices que sí. Y apareces unas semanas más tarde, vestida como una mamarracha y con menos voz que un gato de escayola cantando en televisión. Pero te dicen que no importa, que el público lo va a ver como un generoso detalle tuyo hacia los niños de Calcuta. Y que así, de paso, le recuerdas a la gente que sobrevives y, quién sabe, hasta te puede salir un trabajito.

(Todo eso en el caso de que fueras una estrella venida a menos. Porque si hubieras estado en la plantilla de la cadena, nada de charlas previas: te plantaron la peluca y la lycra, y te dieron el día, la hora y el plató de grabación. Inconvenientes de estar en plantilla, mi amor).

Lo malo es que, al cabo de unos años, eso que hiciste gratis y que parecía tan entrañable en el momento, que servía para animar a los espectadores a donar dinero para una buena causa (cuya legitimidad no voy a entrar a discutir), vuelve a aparecer en antena. En un programa refrito, hecho con cuatro duros y que, además, subtitula tu numerito musical con adjetivos supuestamente jocosos que acentúan tu humillación. Especialmente si trabajaste en la cadena y ahora andas en la competencia… Un asco.

(Sí, lo confieso: anoche volví a ver ANTENA3, «Desafina2. Dando el cante»)