En el primer libro de Dave Eggers – el editor de McSweeney – ‘A HEARTBREAKING WORK OF STAGGERING GENIUS‘ traducido al español como ‘UNA HISTORIA CONMOVEDORA, ASOMBROSA Y GENIAL‘, Eggers cuenta cómo sucedió todo, cómo sus padres murieron de cáncer casi a la vez cuando él tenía apenas 21 años y cómo tuvo que hacerse cargo de su hermano menor, de 7 años…

Y lo cuenta con todo el humor del que es capaz y con toda crudeza.

En uno de los capítulos del libro, Eggers vuelve a contar toda su historia. Pero ya no a nosotros, los lectores, sino a una de las productoras del primer reality de la MTV, ‘Real World‘, una especie de Gran Hermano light que trataba de reflejar la convivencia y la vida cotidiana de varios jóvenes y en el que Eggers intentó participar sin éxito.

Es en ese capítulo, en algunas de las frases que el autor le dice a la productora de MTV, donde encuentro uno de los análisis más interesantes y más demoledores del funcionamiento de los realities, en el que Eggers – después de haber contado su experiencia de orfandad traumática, sus sufrimientos y miedos, le pide a la productora que haga algo con eso, que haga que – de algún modo – haya valido la pena…

‘Recompénsame. Ponme en televisión. Déjame compartir esto con millones de personas. Lo haré lentamente, sutilmente, con buen gusto. Todo el mundo debe saberlo. Me merezco esto. Ya me toca.

Sé cómo funciona esto. Yo te doy estas cosas y tú me das una plataforma.’

Y lo más terrible es que así es cómo funciona todo.

La mirada de Dios, que durante tantos siglos nos dio una línea narrativa de nuestra vida, es sustituída por la televisión. Por el ojo del Gran Hermano que todo lo ve, por el carácter confesional de las patricias y replicantes. Por las quemas de brujas sobre ramas ardientes de tomates secos…