La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

El rey de los maricas

Así se autoproclamó el Infante Luis de Orleans, y a fe que cumplió con las exigencias de su reinado. Con creces, queridos míos.

Nieto de la reina Isabel II y primo de Alfonso XIII, este nada tierno Infante campó a sus anchas por la Europa de la época (principios del Siglo XX); conquistó salones y puertos (al personal de servicio en los salones, a los marineros en los puertos), como en una imposible novela a cuatro manos de Genet y Proust.

Descubrió la delicia de los cantarines gondoleros venecianos (cuyo canto, como todo el mundo sabe, ha de apreciarse de rodillas y con la boca ocupada), tal vez inspirado por el mismísimo Barón Corvo.

Ah, el Infante Luis de Orleans, que llegó incluso a encararse con su primo, Rey de los españoles, cuando éste trató de arrebatarle el infantado:

«Moriré Infante como tú morirás Rey de España, mucho tiempo después de que tus súbditos te hayan dado la patada en el culo que mereces.»

Jajajajaja.

El rey de los maricas, que llegó a formar parte del imaginario humorístico aristócrata (el clásico IHA), tal y como cuenta Bruquetas de Castro a propósito de una princesa alemana que, arruinada tras la Primera Guerra Mundial, recibió a una dama en su palacio a quien ella misma abrió la puerta:

La visitante, sorprendida por lo impropio e incorrecto, mostró un gesto de desaprobación pensando que era una pena llegar a aquel extremo; pero la anfitriona lo interpretó como un desaire personal y se justificó diciendo que estaba desesperada, porque «entre la tuberculosis, que se llevó a mi fiel doncella; y el infante de España, que se llevó a mi mayordomo, me he quedado sola.»

Luis de Orleans murió en 1945, tras una complicada operación de testículos, pero en sus últimos años, tal vez hastiado de otras aventuras, dedicó su energía, posición y esfuerzos, a colaborar con la Resistencia francesa contra los nazis e incluso tuvo el valor de pasearse por Berlín, en plena efervescencia del nazismo, con la estrella amarilla de los judíos (aunque Balansó afirma que llevaba dos: la amarilla y la rosa). Olé ahí.

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Y tras este bonito homenaje a Don Luis, sólo me queda llamar a mi amiga XX de Orleans , y pedirle que me imponga, en un sencillo acto, el título de su tío abuelo (o lo que sea), que prometo llevar con responsabilidad y honor. E ilusión. Mucho tul ilusión.

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ACTUALIZACIÓN 03.03.2006: Mi amiga XX de Orleans me confirma que era su tío bisabuelo. Y que de lo otro, ya hablaremos…

9 comentarios

  1. Dice ser mk

    Si es verdad es increible. Si es inventado es genial

    02 marzo 2006 | 13:18

  2. Dice ser Gyu

    Es muy parecidoa este miradhttp://s11.bitefight.es/c.php?uid=46991

    02 marzo 2006 | 13:52

  3. Dice ser gianis

    dios salve al rey

    02 marzo 2006 | 16:49

  4. Dice ser Johnymepeino

    Francamente divino mi niño 🙂

    02 marzo 2006 | 17:02

  5. Dice ser danityla

    Si añadieras alguna referencia bibliográfica a estas historias, para que pudiesemos seguir gozando de ellas una vez apagada la pantalla, sería fantástico…

    03 marzo 2006 | 11:00

  6. Dice ser bob

    Le recomiendo «Las perlas de la Corona», de Juan Balansó y «Reyes que amaron como reinas», de Bruquetas de Castro.AYOR, como dice la Guía Espartacus…

    03 marzo 2006 | 11:06

  7. Dice ser JQ

    Y la reina supongo que fue Francisco de Asís, el maridito de Isabel II, a quien ella llamaba Paquita, enterrado en el lado izquierdo del panteón de El Escorial. Ay, la Paquita…

    06 marzo 2006 | 17:33

  8. Dice ser Tracy Lord Lords

    ¿Y los marqueses de Santo Phloro que han sido y serán?

    06 marzo 2006 | 22:21

  9. Dice ser piojogordo

    es lo que pasa, que los nietos o primos o cuñados de los presidentes de la república no tienen tanto glamour, asi que…viva la capullez hereditaria

    08 marzo 2006 | 10:54

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