Por si no lo sabéis, soy un acérrimo fan del crimen de los Marqueses de Urquijo, como ya escribí aquí hace más de dos años a propósito de un reportaje basura presentado por la mujer predestinada a estar en antena, T.V. (Teresa Viejo).
Así es que imaginad la ilusión que me hacía ver anoche una reconstrucción del caso en el regreso de LA HUELLA DEL CRIMEN. Y entended mi natural decepción ante una tivimuvi que -como pasó en el caso del biopic de Lola Flores que emitió Antena 3 hace unas semanas- estuvo muy por debajo de la realidad, de los personajes vivos y muertos que protagonizaron el suceso con sus nombres reales, sus caras, sus coartadas, sus miserias y sus culpas.
Creo que el mayor error del episodio que vimos ayer fue querer establecer una frontera tan clara entre realidad y réplica, entre imágenes de archivo y reconstrucción televisiva. Creo que hubiera sido fantástico que la recreación se hubiera intercalado con extractos de entrevistas reales -y no ese recital de parpadeos de Rosa María Mateo a lo Quintero-, del juicio, de la prensa de la época.
Si la versión televisiva del crimen de los Urquijo no iba a aportar nada nuevo al caso, podría haberlo aportado a la televisión. Y no solo descubrir lo bien que encajaba Rafi Escobedo en la finca de los Orozco o cómo el productor Costa competía contra sí mismo en La1 con su HUELLA DEL CRIMEN y en La2 con PLUTÓN BRBNERO.
Ah, y para terminar, lo peor de todo: que no se aprovechara el filón de mi personaje favorito de esta historia: el mayordomo. Imperdonable.