La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Solo los muertos conservan su nombre

Por si no lo sabéis, soy un acérrimo fan del crimen de los Marqueses de Urquijo, como ya escribí aquí hace más de dos años a propósito de un reportaje basura presentado por la mujer predestinada a estar en antena, T.V. (Teresa Viejo).

Así es que imaginad la ilusión que me hacía ver anoche una reconstrucción del caso en el regreso de LA HUELLA DEL CRIMEN. Y entended mi natural decepción ante una tivimuvi que -como pasó en el caso del biopic de Lola Flores que emitió Antena 3 hace unas semanas- estuvo muy por debajo de la realidad, de los personajes vivos y muertos que protagonizaron el suceso con sus nombres reales, sus caras, sus coartadas, sus miserias y sus culpas.

Creo que el mayor error del episodio que vimos ayer fue querer establecer una frontera tan clara entre realidad y réplica, entre imágenes de archivo y reconstrucción televisiva. Creo que hubiera sido fantástico que la recreación se hubiera intercalado con extractos de entrevistas reales -y no ese recital de parpadeos de Rosa María Mateo a lo Quintero-, del juicio, de la prensa de la época.

Si la versión televisiva del crimen de los Urquijo no iba a aportar nada nuevo al caso, podría haberlo aportado a la televisión. Y no solo descubrir lo bien que encajaba Rafi Escobedo en la finca de los Orozco o cómo el productor Costa competía contra sí mismo en La1 con su HUELLA DEL CRIMEN y en La2 con PLUTÓN BRBNERO.

Ah, y para terminar, lo peor de todo: que no se aprovechara el filón de mi personaje favorito de esta historia: el mayordomo. Imperdonable.

‘El aprendiz’ en La Sexta

Me aburren los triunfadores.

Me asustan los tiburones.

Me repele el teatro televisado.

Me asquean los comerciales.

Me repugnan los clichés.

Me espantan los trajes malos, las corbatas baratas y los zapatos de saldo.

Una vez aclarado todo eso, comprenderéis el suplicio que supuso anoche para mí tener que ver entero el estreno de EL APRENDIZ, el nuevo ‘reality’ en diferido -e incluso en traducción simultánea, me atrevería a decir- de La Sexta.

Tal vez, si en vez de haber recurrido a esa especie de pope bonachón que es el publicista Bassat, hubieran elegido para el papel a alguien que se dejara odiar más fácilmente (Mario Conde, por ejemplo), el programa aun tendría algún aliciente para mí. Pero ni eso.

Claro, que seguro que esta jauría de tiburones tiene su público -casi un millón anoche-, pero yo no encajo. No soy target, que dirían esos muchachos y muchachas tan encantadores.

El rostro de los culpables

La televisión mañanera lleva meses viviendo a costa de muertos, desaparecidos, víctimas y verdugos. Tal vez sean años. Los magazines matutinos, los informativos y algunos programas especializados en carroña se tiran de los pelos por hacerse en exclusiva o en orden preferencial por unas lágrimas, un grito de rabia vecinal o amagos de linchamientos a las puertas de las comisarías y juzgados. Las puertas de los juzgados se han convertido en nuevos platós improvisados, en espacios libres para proferir amenazas de muerte que reciben su dosis de micrófono.

A mí, esa televisión me asquea.

Pero lo que más repugnancia me provoca últimamente es la nueva tendencia que lleva a mostrar junto a cada nuevo caso de asesinato, la imagen en primer plano del presunto asesino. La complicidad televisiva con el linchamiento, la clara apuesta del medio por señalar y negar cualquier posibilidad de reinserción. La televisión escarba en redes sociales, en álbumes familiares, donde sea, para poner cara al presunto culpable, para hacer más fácil la labor de caza.

EL INTERMEDIO

Ayer volvieron a televisión dos de mis programas preferidos: EL INTERMEDIO y BUENAFUENTE. Un par de ejemplos de la clase de televisión que disfruto, me hace reír, me sorprende y me provoca admiración y nada de vergüenza ajena.

De BUENAFUENTE hablaré otro día. De EL INTERMEDIO, hoy. De cómo gracias a una prodigiosa conjunción de estupendos guionistas, presentadores que bordan sus personajes y un ritmo fabuloso se puede conseguir un programa desternillante y contundente, un espacio crítico -y autocrítico- que me entusiasma tanto por lo que me divierte a mí como por lo que sé que pone de los nervios a los sectores más fachas y reaccionarios.

De eso, y de la gran diferencia entre la enorme calidad de sus guiones frente a la pésima factura de los de su competidor, G-20 en TELECINCO, que ayer casi les dobló la audiencia. Un dato, por otro lado, nada sorprendente: Dan Brown vende mucho más que Julian Barnes. Ken Follet arrasa y a Agota Kristoff apenas la conoce nadie. Millenium se ha vendido y leido mucho más que El cuarteto de Alejandría.

La mala literatura arrasa. También en los guiones televisivos. Lo malo es que nadie se atreve a acusarme de no tener ni puta idea de literatura cuando prefiero leer a Katherine Mansfield antes que a Rosamund Pilcher solo porque la segunda venda muchos más libros que la otra, y sin embargo estoy seguro de que lo harán cuando asegure que EL INTERMEDIO es mejor televisión que G-20, por ejemplo. Ya verás, ya verás…

Otro plan fallido del G-20

Para los que no lo sepáis, Risto Mejide ha montado esta semana un numerito trampa en su patético programa para intentar remontar el share -un 10,5 ayer, un 11,3 el martes…- y arañar audiencia contra el imbatible fútbol.

El truco de Risto ha sido malo, viejo y un fracaso.

Podéis ver el resumen de la jugada en este enlace.

Pues bien, son las 10 de la mañana. Y el vídeo supuestamente censurado por Telecinco en G-20 sobre Ana Rosa Quintana tiene apenas 15.000 reproducciones.

El vídeo es otra estupidez, y la estrategia del G20, una vez más, un fracaso. Espero que gracias a este post, remonten un poco la audiencia, al menos en YouTube. De nada, Risto. No es cariño, es pena.

Televisión y revolución

Leo en una entrevista estupenda que le ha hecho mi amiga Lidia Penelo a Tim Robbins para Público:

«La primera revolución sería cambiar la televisión, no duden de que es el mejor medio para dominarnos. La televisión tiene una gran potencialidad para contar mentiras, para humillar. Lo tiene muy fácil para ensuciar el espíritu.»

Y sintiéndolo mucho, tengo que discrepar con Tim, de quien soy ferviente admirador. En mi modesta opinión, esa revolución a la que Robbins se refiere empezará el día en que la televisión deje de ser EL medio de comunicación de masas, una ventanilla única a la pretendida realidad y un instrumento de poder. Cuando alguien como Robbins deje de recurrir a la televisión como herramienta salvadora.

Entonces, Tim Robbins, querido, podrá ponerse en marcha esa revolución a la que te refieres.

¡POR FIN! Me gusta Gran Hermano

Con permiso de mi admirado y nunca suficientemente valorado Gus -un abrazo enorme, compañero- hoy voy a hablar de Gran Hermano 11. Y voy a hablar bien.

Con vuestra venia, antes de hacerlo voy a reconocer que había intentado engancharme al programa en todas sus anteriores ediciones, sin ningún éxito, más bien con tremendo cabreo: he visto todas las galas inaugurales del concurso y en todas me asaltaba la misma airada pregunta: «Si me he pasado toda mi vida tratando de mantenerme alejado de gentuza, ¿por qué coño voy a permitir que se me metan estos en casa a través del televisor?»

Pero esta edición, de momento, me parece diferente. No porque los concursantes me interesen, sino porque la dinámica del juego me parece fantástica, porque esa idea de meter un Gran Hermano dentro de Gran Hermano, promover la simulación, ejecutar unos interesantes juegos de espejos y hacernos ver el programa desde el filtro de otros que ven el programa sin filtros, me gusta una barbaridad, me parece un tour de force admirable que puede dar mucho de sí sin necesidad de generar conflictos artificiales.

Aunque le veo dos peros: uno, que con esta nueva dinámica, el personaje de Mercedes Milá pueda dejar de ser lo mejor del concurso y convertirse más en un lastre que en un catalizador como lo ha sido en anteriores ediciones, tan latosas que lo más interesante era ella. Y dos, que los guionistas no confíen en la potencia de su nueva fórmula y vuelvan a recurrir a las argucias marrulleras de otros años.

A mí, de momento, me entusiasma lo que llevo visto. A ver cuánto me dura.

Intrusos

Me acuerdo -o ‘macuerdo’ que decía Isabel Preysler en aquel anuncio en el cual ponía hasta arriba de chocolate a los invitados a las recepciones del embajador de nosédónde- de aquellos tiempos en que los periodistas, especialmente del corazón, se vieron amenazados por la proliferación de la nueva figura del famoso metido a tertuliano o comentarista.

Qué nostalgia de aquellos viejos tiempos, cuando bastaba con haber pasado por un reality, haberse zumbado a una celebridad o ser familia política de algún personaje de actualidad para pasar a estar en nómina de gallineros líderes de audiencia.

Me acuerdo.

También me viene a la memoria la decandencia de aquello, las voces autorizadas que anunciaron «la muerte del corazón» y el alborozo que provocó entre los periodistas -e incluso en María Eugenia Yagüe– saber que volvían a recuperar su trono, aunque devaluado y con una pata coja.

Pues bien, todo eso es pasado, historia (cutre y minúscula, cierto), y el corazón televisivo ha descubierto un nuevo filón, un nuevo intrusismo profesional a la inversa que ha convertido a los periodistas en personajes del chismorreo. A Mila Ximénez y a Lydia Lozano en entrevistadas estelares en SÁLVAME DE LUXE, con tan buenos resultados que la competencia -Antena 3- ha decidido contraatacar

¿Cómo? Con Jesús Mariñas. Que tras sumergirse tímidamente en el asunto al confesar su bisexualidad en VAYA PAR ahora ha decidido airear sus coitos con Rafael Amargo o Ricardito Bofill. Como suena. Y esto es solo el principio. A ver qué nos espera…

‘G-20’, en Telecinco

Pero, ¿qué mierda es esta? Pero, ¿quién le ha vendido a Risto esos guiones rancios, esa ristra interminable de símiles pretendidamente graciosos, de referencias caducas, dianas fáciles y montajes de baratillo?

¿Dónde está el Risto supuestamente inteligente e irónico? ¿Qué invento es este? ¿Qué clase de mala televisión improvisada y básica?

Si esto es Risto en estado puro, ¡qué bien lo hizo el cabrón en OT, que nos engañó a todos!

(Enhorabuena a los guionistas de EL INTERMEDIO, que ahora mismo deben de estar brindando con champán del bueno. Se lo merecen).

Para concluir (no creo que este G-20 merezca ni un minuto más de mi tiempo) creo que el gran problema es que LA FÁBRICA DE LA TELE (la productora de esto) también se creyó al personaje. Y no. No funciona.

PD: Si esto dura unas semanas y la cosa mejora, avisadme. Si no, no le pienso dar ni una oportunidad más.

Esperando a Risto Mejide

Ya lo hemos visto de promo con AR

Y en SÁLVAME compartiendo planazo con BE

Esta noche hablamos.