La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Almodóvar y Hermoso

Pedro Almodóvar, director de cine. A partir de ahora, Almodóvar.

Borja Hermoso, crítico de cine de El Mundo y autor del blog James Blog. A partir de ahora, Hermoso.

26 de Septiembre de 2005:

Hermoso felicita el cumpleaños a Almodóvar a través de una carta abierta en su blog , en la que pude leer lindezas tales como estas:

  • «eres uno de los cineastas más sobrevalorados de la historia del cine.»
  • «Que me aspen si no estoy malditamente equivocado al confesar que algunas de tus películas y de tus personajes me acercan más a los hermanos Calatrava o a Zori y Santos que a Capra o Wilder

    01 de Marzo de 2006:

    Hermoso, tras ver «Volver«, la última película de Almodóvar que se estrena en España el próximo viernes 17 de marzo, vuelve a escribirle una carta en su blog:

  • «Hoy quiero hablarte del presente.Y el presente me enseña una película primorosa. Hoy no puedo escribirte que me pareces un cineasta sobrevalorado, y me siento feliz de no poder hacerlo, porque estoy aún bajo los efectos de tu regreso, de tu ‘Volver’. He visto y oído en dos horas tantas cosas relacionadas con el rescate de los sentimientos, con la superación de sus miedos, con la exhibición pudorosa del cariño y con la carne trémula de todo amor filial, que no acierto a aprehenderlo todo de golpe, me falta resuello: tendré que volver a ‘Volver’.»

    Y yo – disculpad que me entrometa en este apasionado duelo epistolar – me pregunto el porqué de esta segunda carta de Hermoso y – en mi enorme ingenuidad, que me salva a diario la vida – obtengo dos respuestas, quizás complementarias:

  • Hermoso ama realmente el cine. Lo ama y lo respeta. Y tras ver «Volver» en su pase de prensa, quedó tan impresionado que no tuvo más remedio que escribir su segunda misiva.
  • Hermoso ha creído contemplar en «Volver» extractos reales del alma de su director, de un alma que le ha conmovido tanto que no soporta pensar que su carta de septiembre sea lo último que se hayan dicho; necesita otras palabras.

    Sé que hay otras respuestas. Más acertadas, menos ingenuas. Pero a mí me confortan estas.

  • Salvadas en serie

    Anoche, leyendo el reportaje de EPS sobre Sarah Jessica Parker (fabulosa sesión fotográfica con gran grano en la barbilla), pensé en ese momento en que – de repente, en la treintena – uno se da cuenta de que «hasta aquí hemos llegado» y «a partir de ahora, todo es decadencia«.

    Ese momento en que pensamos que ya dimos y obtuvimos lo mejor de nosotros y la vida, de nuestro talento y del entusiasmo ajeno y sólo nos queda saber cómo vamos a sobrevivir y de qué coño vamos a morirnos.

    Anoche, ya véis, tuve un fugaz arranque de oscura lucidez.

    Pensé en Sarah Jessica, en su mediocre carrera como actriz cinematográfica, hasta que llegó ‘Sex and the city’ y todo cambió.

    En Anita Obregón (esa cincuentona famosa internacional según los tabloides británicos), que lo intentó todo (todo es TODO) para triunfar en el cine como actriz y tuvo que esperar a la televisión para enderezar su maltrecha carrera.

    En Candice Bergen, cuando ya en la cincuentena, descubrió que se habían acabado los papeles dignos de ella y entonces llegó ‘Murphy Brown‘.

    En Liza Minelli, cuando le dieron la oportunidad de protagonizar un reality semanal junto a su último exmarido, el muppet; oportunidad que desaprovechó (y es que los lanzamientos de botellas de vodka vacías no dan demasiado bien en cámara).

    En Mercedes Milá, periodista de prestigio olvidada en un rincón, que guardó la reputación en el mismo cajón que el secador de pelo y volvió a la vida gracias a Gran Hermano (tampoco nadie le preguntó a Lázaro si el precio a pagar por volver a la vida era demasiado alto…)

    Pensé en todas ellas en medio de mi tenebroso arranque de honestidad brutal, me serví un whisky con poco hielo y me animé. No hay nada como pensar (y si es con poco hielo, mejor que mejor).

    Anna Nicole Smith

    Descrita por el columnista de The Village, Michael Musto, como una «Marilyn dead resistant«, esta excamarera, exstripper, exmujer de un cachas entrenador personal, exmodelo para Guess? en los 90, explaymate, exprotagonista de un show televisivo que llevaba su nombre y en el que se mostraba hinchada, drogada (Anna Nicole Smith, al igual que Lolo Ferrari, se hizo adicta a las pastillas para combatir los dolores de las cirugías), borracha, empastillada e histérica…

    … esta viuda alegre de un millonario nonagenario, cliente de honor del adelgazante Trimspa, columnista del National Enquirer:

    I’m not going to pretend to be an expert on what’s going on in Africa but I know that a lot of people there can’t afford to eat.

    … esta «Marilyn dead resistant» se creyó la otra Marilyn, la que no resistió: alquiló la casa en la que la Monroe había vivido en Los Angeles y la llenó de fotografías de la estrella. Afirmó ver su fantasma algunas noches (aunque me temo que lo que veía era su propio reflejo en los charcos de bourbon del salón) e incluso ser su hija (lástima que las fechas no cuadraran y la temprana muerte de Marilyn Monroe arruinara los planes natales de Anna Nicole).

    [Madonna las contempla; a ella y a Marta Sánchez , y respira aliviada, libre por fin de la maldición ‘Candle in the wind’.]

    Aída

    Una humilde limpiadora divorciada ex-alcohólica que vive en casa de su madre – con quien mantiene una tensísima relación de amor/odio – junto a sus dos hijos, condenados al fracaso escolar, y a su hermano, un ex-heroinómano con problemas mentales.

    Una prostituta.

    Un tendero de barrio, que sueña con otra vida.

    El hijo adolescente del tendero, enormemente amanerado y pedante, carne de acoso escolar.

    Vidas truncadas que dan pie a situaciones supuestamente divertidas (a juzgar por las carcajadas de fondo) y a chistes de dudoso gusto, que cada semana congregan frente a la tele a más de 5 millones de personas.

    Humor grueso a costa de infelices que arrasa en audiencias, que los espectadores disfrutan enormemente los domingos por la noche a pocas horas de su regreso al lunes, a sus vidas sin risas enlatadas.

    Por desgracia, el último (inquietante y lamentable) eslogan de Mahou estaba en lo cierto: La mente humana por encima de La razón está predispuesta para La evasión.

    Lamentablemente, Aída no es Roseanne, donde las miserias familiares y vitales fueron cambiando de tono, desde lo cómico hasta lo dramático. Desde lo esperpéntico hasta lo patético. Aída no.

    Es curioso que la televisión use el tono cómico para hablar de asuntos tan serios como la ficción de estos personajes de barrio que componen Aída, con problemas laborales, económicos, emocionales… y que para sus intrascendencias de telerrealidad (GH, retozos de famosos, OT, etc) imposte una seriedad casi de púlpito.

    Ojalá fuera al contrario. Ojalá la televisión se tomara en serio la ficción de Aída y a risa las andanzas de sus cobayas y sus proveedores de escándalos de baja intensidad. Ojalá.

    Don Álvaro o la fuerza del chisme

    Esta mañana, sin moto de agua pero con un estilismo muy playero: camisa a rayas abierta hasta el canalillo para lucir colgante con motivos de nudos marineros, pantalones vaqueros planchados con raya efecto globo y un bronceado del 8.3 en la escala de Rachel – Welch -, Don Álvaro de Marichalar intentó pagar su Frapuchino en el Starbucks de la calle Ortega y Gasset de Madrid (justo enfrente de la residencia de su hermano y su cuñada) con un billete de 500 euros:

    ALVARO DE MARICHALAR: … lo siento, pero tengo prisa

    EMPLEADA DEL STARBUCKS: Más lo siento yo por usted

    … pero no aceptamos billetes de 500

    AdM: Eso lo deberian poner en algun sitio.

    Hubo más pero era igual de aburrido.

    Sin embargo… ¿no ocupan las televisiones un altísimo porcentaje de su programación con revelaciones tanto o más intrascendentes que esta, algunas incluso falsas? ¿No se publican a diario páginas con pelos y señales sobre las más anodinas actividades de irrelevantes personajes? ¿No se venden miles de revistas con fotografías de la nada y pies de foto que son la nada en negro sobre blanco? .

    Y hasta es posible que mañana esta estupidez se convierta en un asunto de debate en alguna televisión y los voceros se arrebaten el turno de palabra para afirmar que en realidad ese billete era su paga semanal, o sus honorarios por alguna conferencia, o unos ahorrillos raretes,… que sí, que no, que a la Parrala le gusta el vino y tal.

    Disfrute su Frapuccino, Señor Marichalar, y disculpe la intromisión, pero me ha venido usted muy bien para lo que quería expresar.

    Ana Rosa Quintana

    Después de pasado un tiempo más que prudencial desde aquéllo y nada más leer las deprimentes conclusiones de los editores tras el Liber de este año acerca de la crisis del sector editorial español – que parece ir de la mano con la crisis en lo literario, ¿verdad Juan Marsé? – he llegado a la terrible conclusión de que si el plagio/ error informático/ típica-putada-de-ex-cuñado de Ana Rosa Quintana no hubiera sido descubierto, otro gallo le cantaría a nuestro sector editorial.

    Porque Ana Rosa, en su afán por convertirse en la Oprah Winfrey española, habría emulado la exitosa sección de libros de la presentadora americana, y cada una de sus recomendaciones andaría encaramada a los primeros puestos de la lista de ventas para alborozo de editores, libreros y autores que se darían codazos (aún más y más fuerte) para que sus obras aparecieran en El Programa de Ana Rosa. Sería fantástico…

    … pero no será. Porque tras aquéllo de «Sabor a hiel» ver a ARQ recomendando libros ajenos rozaría la parodia homozappinguesca y no vendría a solucionar el maltrecho panorama editorial español; si acaso serviría para incrementar los ingresos de las peluquerías unisex a las que acudirían de urgencia los autores y autoras que fueran invitados a la sección de libros del P_de_ARQ para que les adecentaran las cabelleras, víctimas del efecto «pelos como escarpias» tras recibir una llamada del programa invitándoles a acudir para hablar de su novela CON ELLA.

    Como dijo Julia Otero cuando le preguntaron en La Vanguardia en qué se parecían ella y Ana Rosa: «En que yo tampoco he escrito nunca una novela». Y era verdad. Y una putada para la industria editorial española, que sabe que tiene en las lectoras su única salvación. Y sin Ana Rosa ha perdido a su profeta.