La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

Archivo de octubre, 2009

Solo los muertos conservan su nombre

Por si no lo sabéis, soy un acérrimo fan del crimen de los Marqueses de Urquijo, como ya escribí aquí hace más de dos años a propósito de un reportaje basura presentado por la mujer predestinada a estar en antena, T.V. (Teresa Viejo).

Así es que imaginad la ilusión que me hacía ver anoche una reconstrucción del caso en el regreso de LA HUELLA DEL CRIMEN. Y entended mi natural decepción ante una tivimuvi que -como pasó en el caso del biopic de Lola Flores que emitió Antena 3 hace unas semanas- estuvo muy por debajo de la realidad, de los personajes vivos y muertos que protagonizaron el suceso con sus nombres reales, sus caras, sus coartadas, sus miserias y sus culpas.

Creo que el mayor error del episodio que vimos ayer fue querer establecer una frontera tan clara entre realidad y réplica, entre imágenes de archivo y reconstrucción televisiva. Creo que hubiera sido fantástico que la recreación se hubiera intercalado con extractos de entrevistas reales -y no ese recital de parpadeos de Rosa María Mateo a lo Quintero-, del juicio, de la prensa de la época.

Si la versión televisiva del crimen de los Urquijo no iba a aportar nada nuevo al caso, podría haberlo aportado a la televisión. Y no solo descubrir lo bien que encajaba Rafi Escobedo en la finca de los Orozco o cómo el productor Costa competía contra sí mismo en La1 con su HUELLA DEL CRIMEN y en La2 con PLUTÓN BRBNERO.

Ah, y para terminar, lo peor de todo: que no se aprovechara el filón de mi personaje favorito de esta historia: el mayordomo. Imperdonable.