Camilla Parker, o el triunfo de La Otra

Durante mis escasos (y deliciosos) días de asueto en la gélida Euskadi, me llevé una desagradable sorpresa al leer en la contraportada del Correo Español (del Pueblo Vasco) que Isabel II de Inglaterra había decidido hacerle un feo a Camilla y no nombrarla en sus tradicionales plegarias navideñas. «El bochorno de Camilla«, decía el titular.

Qué mal.

Fatal.

Con lo que me gusta a mí Camilla, con lo que admiro su saber estar durante tantos años; oculta en la sombra, consciente de sus obligaciones monárquicas, cómplice de la Corona, discreta concubina (hasta que llegó la ñoña de Lady Di y lo largó todo EN LA TELE; qué déclassé , qué lástima).

Y Maribel de Windsor va y le hace el vacío… precisamente en Navidad. Con lo poco que le habría costado encargar a los autores de los discursos alguna frase sencilla, bienintencionada, algún párrafo entrañable que destacara el gran servicio prestado por Camilla al Imperio de su Graciosa Majestad, no sé, algo así como:

«Y no puedo ni quiero dejar de mencionar el feliz acontecimiento que tanto nos alegró este año que se va; la boda del Príncipe de Gales con la Duquesa de Cornwall, que tanta felicidad reporta a ambos.

Pese a dejar un par de inconvenientes – y tal vez no demasiado discretas – muertes en el camino (que a punto estuvieron de costarme la Corona) esta unión es garantía de estabilidad para esta santa casa. Camilla, querida, bienvenida; eres una de las nuestras. Tú sí.»

Qué bonito habría sido, ¿verdad?

Almacenado en: C, de Calvin Klein