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“Estoy orgullosa de no haber sido sometida a MGF, y no me da vergüenza”

Débora, de 26 años, es una de las caras visibles de la lucha contra la Mutilación Genital Femenina (MGF) en su país, Sierra Leona. A los 12 años, cuando su familia intentó obligarla a someterse a Mutilación Genital Femenina, la joven se escapó de su casa.

Al norte de su país, más del 96% de las niñas son obligadas a someterse a esta práctica que tiene consecuencias físicas y psicológicas en quienes la sufren. Tradicionalmente, la Mutilación Genital Femenina es considerada una parte esencial de la iniciación de las chicas en la sociedad Bondo, una sociedad antigua y tradicionalmente femenina.

Tras haber encontrado un espacio seguro en uno de los refugios en los que Plan International trabaja, a los 16 años, esta joven empezó a movilizarse contra esta práctica, algo que sigue haciendo a día de hoy. Su sueño es convertirse en abogada de Derechos Humanos para poder luchar por los derechos de las niñas y protegerlas de las consecuencias de la Mutilación Genital Femenina.

«En mi familia hay muchas Soweis, que son las mujeres cuya opinión tiene mayor peso dentro de la sociedad Bondo. Mi abuela, mi tía y otras mujeres de mi familia son cortadoras. Por eso, nadie dudaba de que yo me iba a someterme a la MGF y también me iba a iniciar en la sociedad Bondo. Aunque tuve muchísima presión para unirme a esta sociedad porque soy la única chica de ocho hermanos, era consciente de que la Mutilación Genital Femenina era algo malo, así que me negué. Cuando intentaron obligarme, me escapé.

Después de escapar, la vida no fue fácil. Me refugié en una casa, lejos de mi hogar y, aunque hablé con mi madre, ella nunca pudo entender mi punto de vista, así que se negó a hacerse cargo de mí. Conseguí quedarme en un espacio habilitado por Plan International, que se convirtió en mi hogar hasta que terminé la escuela.

Aun así, sufrí mucho acoso escolar porque no era parte de la sociedad Bondo. Mis compañeros me decían que, si no me iniciaba, no estaba ‘completa’, que estaba ‘sucia’ y que, si no me sometía a la Mutilación Genital Femenina, me volvería promiscua. Afortunadamente, tenía la suficiente confianza en mí misma para poder soportar ese tipo de comentarios.

Sin embargo, al contrario que en mi caso, hay muchas chicas que se avergüenzan y temen hablar sobre Mutilación Genital Femenina porque, al hacerlo, reciben comentarios negativos y amenazas.  Yo misma me he enfrentado a muchos obstáculos, pero, aun así, no tengo miedo de hablar abiertamente sobre la MGF. No dejo que las palabras de la gente me afecten, porque, si haces caso a todo lo que dicen, no podrás hacer nada. Y aunque soy la única persona en mi familia que no forma parte de la sociedad Bondo, me siento muy afortunada. Estoy orgullosa de no haber sido sometida a MGF y no me da vergüenza decirlo.

Sin embargo, mi país necesita erradicar la Mutilación Genital Femenina definitivamente. Hay muchas Soweis en nuestra ciudad y algunas de ellas son muy jóvenes. Incluso hay Soweis de tan solo seis o siete años, y eso se debe a que tienen familiares que también lo son y transmiten esta tradición a sus hijas. Muchas niñas abandonan la escuela porque sus familias piensan que la sociedad Bondo es más importante que su educación.

Hemos animado a muchas de ellas a venir a la casa segura de Plan International para que tengan más información sobre la MGF. A pesar de nuestros esfuerzos, algunas de ellas no se quedan con nosotras ni una hora, porque están tan inmersas en la sociedad Bondo que quieren irse cuanto antes.

Algunas jóvenes piensan que ser Sowei es un privilegio y un honor, pero otras se ven obligadas a hacerlo. La sociedad ejerce mucha presión sobre ellas, y pocas personas se atreven a romper los estereotipos. En mi opinión, sin embargo, lo único que hacen es engañar a las personas y destruir la vida de las niñas. Muchas chicas mueren a causa de la Mutilación Genital Femenina, una práctica muy común, sobre todo, en los pueblos. Una práctica que está destruyendo el futuro de las niñas y las jóvenes.

La última vez que visité mi aldea natal, uno de mis tíos me dijo que la gente de mi comunidad piensa que todavía soy una niña porque no he sido iniciada, así que podrían intentar forzarme cuando me vean. Mi abuela, que también era Sowei, siempre decía que yo era una bruja, porque no accedí a ser mutilada.

Este es el tipo de actitudes que estamos intentando cambiar. Si no seguimos trabajando con las comunidades, las niñas seguirán siendo las más perjudicadas. Hay muchas chicas que ni siquiera son conscientes de las consecuencias negativas de la Mutilación Genital Femenina. Muchas de ellas enferman después del rito de iniciación. Hay también casos de infecciones. Y, si preguntas en los hospitales de las aldeas, descubrirás que muchas han perdido la vida durante el parto a causa de la MGF.

Aun así, en algunas comunidades es muy complicado hablar sobre la mutilación genital. Hay personas que piensan que estamos intentando acabar con nuestra sociedad, pero lo único que queremos es erradicar la Mutilación Genital Femenina. Por eso, cuando nos reunimos con personas que no nos conocen de antes, no les decimos en un primer momento que queremos hablar sobre MGF. Lo tenemos que hacer poco a poco.

He hablado con muchas chicas que no quieren ser parte de la sociedad, y se lo dicen a sus padres, pero no les escuchan. Yo también soy madre, y me encantaría poder conocer a los padres de esas niñas para decirles que deberían proteger a sus hijas y conocer sus inquietudes.

En Sierra Leona, muchos padres no escuchan a sus hijas y te dicen que: «Como eres mi hija, tengo derecho a hacerte cualquier cosa». Pero estamos en el siglo XXI y el mundo avanza todos los días. Las voces de las jóvenes deben ser escuchadas, especialmente las de las niñas. Si fuera así, todos estaríamos mejor. Lucharé por los derechos de las niñas hasta que las cosas cambien”.

Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina: «Yo he pasado por ello, pero mis hijas no lo harán jamás»

UNICEF Gambia

Era una niña pequeña, no llegaba a los 10 años. Fue mutilada durante su rito de iniciación, porque era parte de la tradición. Pero sangró de manera constante durante casi tres días, pese a que la mujer que había realizado la ablación trató de parar la hemorragia. Finalmente la llevaron al hospital para recibir ayuda profesional. Afortunadamente la niña sobrevivió, pero ahora que es adolescente sufre muchos dolores abdominales y de ingles cada vez que tiene la regla”.

Esta es la historia que hace unos años impresionó a Salieujang Jeng, de 19 años, porque hasta hacía tan solo unos meses la mutilación genital femenina era una práctica habitual en su pueblo, en Gambia.

La mutilación genital es una experiencia traumática para cualquier niña. Tiene consecuencias como dolores insoportables, hemorragias, conmoción, retención de orina, infección de la sangre, esterilidad, parto obstruido, e incluso la muerte, por citar solo algunas.

La prevalencia de la mutilación genital femenina en Gambia* es alta, del 76% entre las mujeres de 15 a 49 años. Y es aún mayor en las zonas rurales.

En 2007 una ONG senegalesa comenzó el Programa de Empoderamiento Comunitario (CEP, por sus siglas en inglés), en colaboración con UNICEF y el gobierno gambiano, para reducir la prevalencia de prácticas tradicionales nocivas y otras normas sociales. El programa, que se lleva a cabo en la región de la cuenca alta de Gambia, se centra especialmente en la erradicación de la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. En esa zona el porcentaje de niñas y mujeres que habían sufrido mutilación genital era del 99% en 2010.

Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina: "Yo he pasado por ello, pero mis hijas no lo harán jamás"

Salieujang Jeng, de 19 años, aprendió las consecuencias de la mutilación genital femenina, y juró proteger a sus hijas / © UNICEF Gambia/2014/SSinghateh

“El profesor no solo nos enseñó lo dañinos que son la mutilación genital y el matrimonio infantil, sino que también nos explicó cómo estar unidos y tener paz en nuestra casa y en la comunidad, cómo mantener nuestro entorno y a nosotros mismos limpios, y cómo proteger nuestros derechos como niñas”, explica Salieujang.

“También se fomenta la participación infantil; hemos aprendido que tenemos derecho a ella”, añade. “Antes del programa a los niños no se nos permitía participar en reuniones públicas. Voy a una escuela coránica, así que no sabía nada de esto”.

El CEP es un programa integral de educación no formal que proporciona a las personas las herramientas necesarias para que puedan tomar decisiones fundamentadas para terminar con violaciones de los derechos humanos como la mutilación genital femenina. Hasta ahora se ha implementado en comunidades donde la tasa de prevalencia de esta práctica es alta.

Nos explican que la ablación es muy mala”, declara Salieujang. “Algunas niñas pueden incluso morir. Por eso hemos parado de hacerlo”.

La continuidad de prácticas dañinas como el matrimonio infantil o la mutilación genital contribuyen a la persistencia de la mortalidad infantil y materna en el país debido a complicaciones en el parto. Una realidad que la población está empezando a comprender.

“Aunque yo haya pasado por ello, ninguna de mis hijas lo hará jamás, porque a veces te causa problemas cuando tienes un bebé”, afirma Salieujang. “Si mi marido insistiera y no me escuchara contarle los peligros de la mutilación, pediría a mis padres y a otros miembros influyentes de la comunidad que se lo explicaran y le convencieran. Además, ninguna de mis hijas se casará antes de cumplir los 18 años”.

Las niñas hemos aprendido mucho, y espero que este programa se lleve a otros pueblos”, concluye.

*Gambia prohibió la mutilación genital femenina a finales de 2015. UNICEF estima que al menos 200 millones de niñas y mujeres son víctimas de esta práctica. En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Femenina, que se conmemora el 6 de febrero, UNICEF recuerda que hay que seguir trabajando para eliminar por completo esta práctica en todo el mundo.