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Petite Bebé. Cuál es el futuro de un bebé prematuro en República Democrática del Congo

Por Begoña Hermida Val, responsable médico del proyecto de Médicos Sin Fronteras en Shabunda.

acientes esperan su turno en el hospital de Matili. Juan Carlos Tomasi.

Pacientes esperan su turno en el hospital de Matili. Juan Carlos Tomasi.

¿Te imaginas cuál puede ser el porvenir de un bebé que nace en una pequeña aldea de la República Democrática del Congo? ¿Y si además ese bebé pesa 650 gramos al nacer y lo hace en un centro hospitalario donde solo una fuente de calor artificial puede ayudarle? Pero, ¿y si además su mamá, que es VIH positiva, le abandona para ir a una chambre de prière (o casas de oración, uno de los recursos habituales de la población local para curar problemas de salud) donde acuden a buscar la solución a su enfermedad de la mano de un curandero o charlatan que es como los llaman por aquí?

Como cada dos semanas, durante más de nueve meses de misión en el proyecto de Shabunda, me desplazo a Matili, donde apoyamos el centro hospitalario de la localidad. A mi llegada, la responsable de actividades  de las enfermeras, me dice que quiere presentarme el caso de una “Petite Bebé”, de dos días de vida y con un peso que no llega a los 700 gramos.

Su mamá, abatida por el VIH y la desnutrición, la ha abandonado. Ha decidido acudir ir a una chambre de prière para resolver sus problemas a través de la oración. Ahora, necesitamos alimentarla, mantener su temperatura corporal y protegerla del ambiente al que ha tenido que exponerse bruscamente ocho semanas antes de lo previsto.

Nuestra “Petite Bebé”, que todavía no tiene nombre, estaba ahora bajo el cuidado de su abuela, quien, al contrario que su hija, había decidido hacer todo lo posible para que sobreviviese. Las enfermeras de la recién reorganizada unidad de neonatología, acostumbradas a la llegada de casos tan difíciles como este y a ver morir unos seis neonatos por mes, no mostraban una gran esperanza.

Ponemos nuestro mayor empeño para motivarlas y hacerles ver que si juntos nos volcamos en los cuidados de la pequeña, esta tendrá un halo de esperanza. ¿Qué cuidados habremos de darle? Alimentación artificial, ante la imposibilidad de lactancia, conservación de una temperatura adecuada, los cuidados diarios del cordón umbilical y de la piel en general asegurando las normas de higiene para así evitar las infecciones y complicaciones, como el síndrome de insuficiencia respiratoria, que podrían llevarle a la muerte.

Otra técnica muy recomendada para el cuidado de los prematuros de menos de 2 kilogramos, es el llamado ‘método canguro’, que se caracteriza por la lactancia exclusiva y más frecuente, y el contacto piel-piel entre la mamá y el bebé para reforzar así el dúo madre-hijo. Desafortunadamente, ¿cómo poder beneficiarte de ello si tu mamá no está contigo?

Para sorpresa de todo el equipo, tras dos semanas hospitalizada, “Petite Bebé” y su minúsculo cuerpo seguían luchando día tras día por sobrevivir: su tórax se movía con fuerza y a gran velocidad para poder asegurar la entrada de aire en sus diminutos e inmaduros pulmones.

En la reunión médica matinal, el equipo de guardia informa cada día de la evolución de su peso, que poco a poco aumenta y está ya en 700 gramos. Todo el equipo se muestra feliz y su abuela llena de esperanza. Mamá sigue sin aparecer.

Dos pacientes descansan en el hospital de Matili. Juan Carlos Tomasi.

Dos pacientes descansan en el hospital de Matili. Juan Carlos Tomasi.

Al mismo tiempo, en mi cabeza ronda una gran cuestión: ¿qué será mejor para ella, sobrevivir o no hacerlo? Teniendo en cuenta que el bajo peso al nacer contribuye del 60% al 80% de las muertes neonatales y que en más del 20% de los supervivientes permanecen secuelas irrecuperables, no encuentro una respuesta a mi pregunta.

Pasan los días, me tengo que ir de Matili, y paso a visitarla una última vez. Al verla, con sus 710 gramos hoy y sus 17 días de vida, me viene a la mente la respuesta a la cuestión que me acechaba: Vivir sería maravilloso, si alguien le ayudase a hacerlo. Si su familia quisiese luchar por ella; si tuviesen acceso a la alimentación, a cuidados básicos de salud, a educación, a vivienda, a un empleo, en definitiva, a cualquiera de esos derechos básicos que apenas disfruta un muy pequeño extracto de la población mundial. También pensé, sería todavía más maravilloso si el Gobierno de su desestructurado país hiciese políticas para que ella, y para los otros 65 millones de habitantes, tuviese la oportunidad de una vida digna.

Contra todo pronóstico, gracias a sus ganas de vivir, a la atención que los equipos médicos de Médicos Sin Fronteras y del Ministerio de Salud brindan y con el único amor de su anciana abuela, Petite Bebé sigue luchando por salir adelante. Me despido con un sentimiento amargo, pero a su vez, con la esperanza de que su diminuto cuerpecito siga creciendo.

Bahati njema, dogo rafiki! (En swahili: buena suerte, amiguita)

Médicos Sin Fronteras trabaja en República Democrática del Congo desde 1981. En la actualidad, alrededor de 3.000 congoleses y 200 empleados internacionales trabajan conjuntamente para facilitar de servicios médicos a la población a través de 20 programas repartidos por todo el país.

Pakistán: seis meses en una unidad de neonatos

Por Yasmine Ley, doctora de Médicos Sin Fronteras (MSF), en Peshawar, en el norte de Pakistán. Yasmine ha encabezado durante 6 meses la unidad de neonatología del hospital de obstetricia y ginecología de MSF en el norte del país.

La hija de Irfan nació a las 29 semanas de embarazo y sólo pesó 990 gramos. Permaneció durante dos meses en el hospital de MSF en Peshawar, hasta que alcanzó los 1.6 kilos y antes de poder regresar a casa con su madre.
La hija de Irfan nació a las 29 semanas de embarazo y sólo pesó 990 gramos. Permaneció durante dos meses en el hospital de MSF en Peshawar, hasta que alcanzó los 1.6 kilos y antes de poder regresar a casa con su madre.

Irfan, su padre, no había susurrado el nombre de Alá cuando la pequeña nació*. No lo hizo hasta el vigésimo quinto día, cuando estábamos absolutamente seguros de que iba a vivir y no iba a tener secuelas. Fue un momento inolvidable para todos.

Cuando la madre llegó al hospital estaba en su vigésima novena semana de embarazo.

Al nacer, el bebé ni siquiera llegaba a pesar un kilo. Era el bebé prematuro más pequeño que había visto nunca.

De forma inmediata, el equipo médico organizó y puso en marcha la mejor asistencia posible para la pequeña. Le practicamos una transfusión de sangre y la mantuvimos caliente. Afortunadamente, respondió bien. Quería vivir; pero aún no estaba fuera de peligro.

Dos semanas después comenzó a sufrir apnea. Así, me pasé toda una tarde junto a su cama, despertándola cada vez que dejaba de respirar. Fue un momento muy difícil para su familia y para todos nosotros.

La madre, que tenía otros hijos esperándola en casa, permaneció al lado de su bebé en la unidad de maternidad durante semanas. Hasta que llegó el día. Un soleado y frío día de noviembre, Irfan pudo al fin llevar a su esposa y a su hija de vuelta a casa. La niña había ganado algo de peso y había alcanzado los 1,6 kilos. Y fue entonces cuando su padre le susurró en el oído el nombre de Alá y le dio un nombre.
Miles de bebés prematuros

En Pakistán cada año nacen miles de bebés prematuros, muchos mueren por falta de una atención adecuada y de servicios médicos disponibles. En las regiones más remotas, en ocasiones las madres se ven obligadas a caminar durante horas para llegar a un centro de salud. En invierno, el frío y la nieve empeoran las cosas.

La tasa de mortalidad materno infantil en Pakistán es de alrededor de 276 por cada 100.000 nacimientos frente al 4,7 en España. Según Unicef, casi uno de cada diez niños muere antes de su quinto cumpleaños. La mayoría de los fallecimientos están causados por diarrea, neumonía o enfermedades para la que existe vacuna.

Las complicaciones graves también surgen después de que se administre oxitocina a la madre, una hormona que se utiliza para estimular las contracciones del útero y para acelerar el parto; la oxitocina puede mezclarse con diazepam, un ansiolítico utilizado para relajar a las mujeres mientras dan a luz.

El problema es que esta mezcla paraliza, literalmente, la respiración de los recién nacidos. Así, tras el parto, acabamos ingresando a aquellos niños que después de nacer han padecido problemas respiratorios durante varias horas. Debido a la falta de oxígeno pueden sufrir secuelas irreversibles y muchos no sobreviven.

Hospital de ginecología y obstetricia de MSF en Peshawar
Hospital de ginecología y obstetricia de MSF en Peshawar

Pakistán, ha sido mi primera misión con MSF. Como personal médico, estamos allí para facilitar atención, salvar vidas, no para perderlas. Esto ha sido lo más difícil de sobrellevar.

Afortunadamente, tenemos un equipo fantástico: cuatro médicos, ocho enfermeras y ocho matronas trabajan sin descanso para proporcionar a los pacientes el mejor cuidado.

Nuestras prioridades son poner bajo observación durante las 24 horas siguientes al nacimiento tanto a las madres como a los recién nacidos en situación de riesgo, y garantizar su cuidado, limpieza e higiene. Así, hemos conseguido salvar muchas vidas.

La innovación también es importante. En este sentido, MSF ha autorizado a que, en ocasiones, los padres puedan visitar el hospital donde está ingresada su mujer embarazada. El resultado ha sido que se ha reducido el número de mujeres que abandonan el hospital en contra del consejo médico.
Nacimientos múltiples

Aquí no se trata solo de que las mujeres tengan muchos hijos, algunas hasta siete u ocho, sino que, además de los problemas que supone un nacimiento prematuro, a menudo se dan también partos múltiples. Así, en un mes asistimos a tres nacimientos de trillizos. Todos fueron partos naturales.

Por desgracia, en uno de los casos no pudimos salvar a los bebés. La madre estaba embarazada de unas 30 semanas cuando dio a luz; cuando nacieron los bebés aún eran muy pequeños y no tenían los pulmones correctamente formados.

A causa de los escasos historiales médicos y al pobre seguimiento que se realiza durante el embarazo, los equipos médicos no siempre saben la edad exacta de las madres o de los recién nacidos. Esto es más habitual en el caso de las personas que viven en las zonas tribales del país. Muchos pacientes llegan referidos desde el hospital de MSF en Hangu, situado a dos o tres horas de distancia por carretera, ya que allí carecen de unidad de cuidados neonatales.

Si bien existen numerosas maternidades privadas en el distrito de Peshawar, las unidades de obstetricia especializadas son de muy difícil acceso para las mujeres más vulnerables (refugiadas, desplazadas y mujeres sin recursos) o para aquellas que proceden de las Áreas Tribales bajo la Administración Federal (FATA). Además, tienen un coste prohibitivo para las familias o son de mala calidad.

Un día, una mujer dio a luz a gemelos, un niño y una niña. Cada uno de ellos apenas pesaba un kilo. El marido, se trataba de su quinta esposa, sólo había tenido hijas. Fue maravilloso ver cómo, cada vez que venía al hospital, sostenía con ternura a su hija en un brazo y a su hijo en el otro. Se sentaba allí, junto a su esposa, simplemente feliz de ser padre. Fue una imagen muy bonita.

* La costumbre es que el padre o un miembro respetado de la comunidad local susurre el adhan en el oído derecho del bebé.

Hospital de ginecología y obstetricia de MSF en Peshawar
Hospital de ginecología y obstetricia de MSF en Peshawar