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La vida de una partera en Pakistán

Por A. Sami Malik, Kasur, Punjab

«El mayor placer para mí es ver que la madre y el niño están sanos después del parto», nos explica Shagufta nada más presentarnos. Es una partera de 30 años que vive y trabaja en la aldea Nandanpura, situada en el distrito de Kasur, provincia del Punjab de Pakistán.

Shagufta Shahzadi se sienta al lado de una madre que descansa tras dar a luz a su bebé

Shagufta Shahzadi se sienta al lado de una madre que descansa tras dar a luz a su bebé

«Hay una enorme diferencia entre los servicios prestados por una partera capacitada y una partera tradicional no entrenada. Una experta en la materia sabe cómo prevenir y tratar las complicaciones durante el embarazo, en el momento del parto y conoce los cuidados post parto de la madre y el niño. Trabaja enfocada a reducir la mortalidad infantil«, añade enseguida.

El trabajo de un día normal para Shagufta puede incluir el parto de un bebé, aconsejar a las mujeres embarazadas sobre el cuidado prenatal y caminar varios kilómetros hasta la aldea vecina para brindar atención posnatal a una madre y a un recién nacido. Nos cuenta que se siente muy orgullosa de su trabajo y que siente una gran sensación de logro al pensar que su trabajo ha contribuido a que no haya habido ni un solo caso de mujer embarazada o de recién nacido que haya muerto por complicaciones del parto en su aldea en el último año. Le brillan los ojos al explicarlo.

Echando la vista atrás, Shagufta nos cuenta que no ha sido fácil para ella llegar a trabajar como partera. Para llegar hasta aquí ha tenido que afrontar una vida nada fácil. «Yo tenía dos meses cuando mi padre falleció. Mi madre cosía para poder sacar un poco de dinero con el que mantenernos a mi hermana y a mí. Nuestros recursos eran más que escasos, sin embargo, ella hizo todo lo imaginable para asegurarse de que las dos podíamos estudiar. Las dos trabajamos muy duro. Mi hermana se convirtió en visitadora sanitaria y yo me formé como partera».

En 2012, Shagufta se graduó como partera en un curso de capacitación comunitaria de 18 meses organizado por UNICEF en el hospital del distrito de Kasur. No fue fácil para ella porque su hija más pequeña tenía sólo 2 meses. Con el apoyo de su marido y del resto de la familia pudo completar la formación. «Ahora me siguen apoyando en mi trabajo. Tanto mi familia como la comunidad. Sobre todo desde que han visto que, con atención cualificada en los partos, las muertes se han reducido muchísimo”, nos cuenta Shagufta.

Shagufta controla a una mujer embarazada.

Shagufta controla a una mujer embarazada.

La comparación entre la atención prenatal, el parto y el postparto ejercido por parteras sin entrenamiento hace 25 años y los servicios de hoy en día son escalofriantes. «Mi madre me cuenta que cuando yo nací una partera tradicional vino a nuestra casa a ayudarle con el parto. No tenía ni idea de higiene y ni siquiera se lavó las manos antes de tocar a mi madre. Puso un poco de ceniza de la estufa en el suelo y allí fue dónde mi madre me dio a luz. Afortunadamente las cosas están cambiando ahora. No queremos que se pierdan más vidas en los partos», nos explica Shagufta.

Shagufta empezó atendiendo a las mujeres de su aldea, pero ahora ya brinda cuidado prenatal, atención prenatal y posnatal a las mujeres y los bebés en 10 pueblos dentro del distrito de Kasur. Se ha vuelto muy popular porque es la única partera preparada de la zona y además trata con mucho cariño a las mujeres embarazadas. Muchas vecinas nos cuentan que las mujeres se sienten cómodas hablando de sus problemas con ella.

Pakistán es un país con una muy alta tasa de mortalidad materna e infantil. Una de las razones es la falta de parteras preparadas, en especial, en las zonas rurales remotas. En colaboración con el Departamento de Salud del Punjab, UNICEF inició un programa de capacitación en 2005, que aún hoy sigue activo. El objetivo del programa es formar a las jóvenes de las comunidades rurales para que adquieran las habilidades y trabajen en sus aldeas.

«Debido a los resultados positivos de este programa, el Gobierno de Pakistán ha ampliado la iniciativa en todo el país», nos comenta el doctor Tahir Manzoor, especialista de Salud de UNICEF. «En la provincia de Punjab, más de 5.000 mujeres han sido capacitadas y están realizando valiosos servicios a las mujeres embarazadas y los bebés. Ya podemos ver el impacto positivo de sus servicios y la certeza de que no para de reducirse la mortalidad de las madres y los recién nacidos en Pakistán desde hace años», añade Manzoor.

Shagufta cree que garantizar la seguridad y salud para la madre y el niño es imprescindible. «Si las madres y los niños están sanos toda la sociedad estará más sana”, sentencia.

Shagufta toma notas mientras conversa con mujeres embarazadas para llevar un registro de sus revisiones periódicas. Usa una parte de su casa como centro de atención a la maternidad.

Shagufta toma notas mientras conversa con mujeres embarazadas para llevar un registro de
sus revisiones periódicas. Usa una parte de su casa como centro de atención a la maternidad.

Fotos: © UNICEF / Pakistán 2014 / Asad Zaidi

Irak: «En el campo de Domeez, nuestros propios compañeros también son refugiados»

Sólo unas semanas después de abrir sus puertas por primera vez, el 4 de agosto, la unidad de maternidad en el campo de refugiados Domeez, en el norte del Kurdistán iraquí, ya está llena de mujeres sirias, muchas de ellas a punto de dar a luz. Todas quieren aprovechar la amplia gama de servicios de maternidad – desde controles prenatales a vacunas postnatales – proporcionados por el personal de Médicos Sin Fronteras. La particularidad de  estos trabajadores es que también ellos son refugiados.

Por Talia Bouchareb, periodista de MSF en Domeez.

Ayla Hamdo, nacido el 4 de agosto, fue el primer bebé de la nueva maternidad. Su peso al nacer fue de 3,2 kg y su estatura de 52 cm. Copyright: Gabrielle Klein/MSF
Ayla Hamdo, nacido el 4 de agosto, fue el primer bebé de la nueva maternidad. Su peso al nacer fue de 3,2 kg y su estatura de 52 cm. Copyright: Gabrielle Klein/MSF

 

El Campo de Domeez, que se encuentra a unos 10 km al sur de la ciudad de Dohuk, fue planeado inicialmente para una población de 30.000 personas. Tres años después, alberga el doble de esta cifra, por lo que es ya el mayor campo de refugiados en el Kurdistán iraquí. A medida que los meses van pasando, y con pocas esperanzas de que sus residentes puedan regresar a sus hogares, el campo se parece cada vez más a un animado pueblo sirio, con tuktuks (bici-taxis) llevando personas de un lado a otro y tiendas en las que venden desde shawarma, hasta ordenadores. También hay locales donde se hacen cortes de pelo o se venden vestidos de novia.

Como los matrimonios y los nacimientos se han multiplicado, y la población del campamento ha crecido, también lo ha hecho la necesidad de una unidad médica dedicada a la maternidad. Los estudios que manejamos nos desvelan que uno de cada cinco habitantes del campamento es una mujer en edad reproductiva, y que 2,100 bebés nacen en el campo cada año.

Como resultado de esta situación, hemos decidido ampliar los servicios de salud en el campamento. Llevan ya funcionando dos años, pero hemos creído conveniente dar un paso más en cuanto a la cantidad y a la calidad de los mismos.

Hasta hace poco, nuestra clínica había estado proporcionando servicios básicos de salud reproductiva, pero las mujeres tenían que hacer el largo camino hasta la ciudad para dar a luz en un hospital que está muy saturado. Sin embargo, con la nueva unidad de maternidad en marcha y funcionando, ahora sólo tenemos que referir los partos de alto riesgo a Dohuk, lo que libera mucha de la presión sobre el hospital.

El equipo de MSF felicita a la madre de Ayla. Copyright: Gabrielle Klein/MSF
El equipo de MSF felicita a la madre de Ayla. Copyright: Gabrielle Klein/MSF

Hoy he visitado a Golestan, una orgullosa madre de tres hijos, que está descansando en la cama. Su hijo recién nacido, bien envuelto, duerme junto a ella. «Yo di a luz en el hospital de Dohuk el año pasado, porque mi parto tenía complicaciones que no podían ser atendidas aquí», me dice. «Sin embargo, esta vez me han animado a permanecer en cama durante unas horas, las enfermeras revisan mi estado a cada rato… es como estar de vuelta en la Siria de hace unos años, sólo que aquí es gratis”, me explica emocionada.

«Ayudar a las mujeres durante el parto es sólo un aspecto de la atención que ofrecemos aquí, pero además de ayudar a las mujeres a dar a luz de forma segura, también nos aseguramos de darles un seguimiento adecuado – desde el comienzo del embarazo hasta el final del proceso, a través de consultas postnatales. Con este enfoque integral también podemos proporcionarles vacunas, ayudar con la lactancia materna y ofrecer consejos de planificación familiar, todos los cuales tienen un gran impacto en el bienestar de las madres y los niños», me explica Adrián Guadarrama, responsable médico de MSF en Domeez.

Antes de que la unidad de maternidad abriera, muchas mujeres sirias en Domeez optaban por dar a luz en sus tiendas de campaña en el campamento, en lugar de viajar al hospital de Dohuk. Zozan, otra mujer que ya hace siete meses que dio a luz y que hoy ha venido en busca de vacunas para su niño, es uno de los muchos ejemplos que nos hemos encontrado: «Llamé a una partera siria para que me ayudara a dar a luz en casa, y todo fue bien, pero hubiera sido mejor estar cerca de los médicos: en una tienda de campaña siempre hay un riesgo«. Como medida para evitar que las mujeres sigan dando a luz en sus casas, las autoridades locales han dejado de emitir certificados de nacimiento a los bebés que no nacen en los centros asistidos por personal sanitario.

Parteras rellenando el partograma para hacer el seguimiento del primer parto que tuvo lugar en la nueva maternidad de MSF en Domeez. Copyright: Gabrielle Klein/MSF
Parteras rellenando el partograma para hacer el seguimiento del primer parto que tuvo lugar en la nueva maternidad de MSF en Domeez. Copyright: Gabrielle Klein/MSF

«Nuestra unidad de maternidad se creó en un tiempo récord, con la ayuda de las autoridades locales de salud. Todo sucedió muy rápido. Presentamos nuestra propuesta, las autoridades la aprobaron de inmediato y luego proporcionaron los materiales de construcción y todo el equipo médico. Ahora la unidad es gestionada por parteras, y muchos de los nuevos empleados han tenido que adaptarse a una manera diferente de trabajar», me dice Adrián. «El principal reto ha sido encontrar y capacitar a las parteras porque muchas están acostumbradas a trabajar a la sombra de los médicos. Cuando les dijimos que llegaría un día en el que ellas estarían gestionando el lugar, casi no se lo podían creer, pero ahora aquellas promesas se han convertido en una realidad».

Margueritte, una de estas parteras, me dice que «el primer paso es siempre darse el tiempo para examinar a las pacientes y escucharlas. Hemos estado enseñando a todas las nuevas parteras un enfoque más completo de cómo atender los partos».

Lo bueno y novedoso al mismo tiempo es que aquí nuestro personal tiene una estrecha relación con los pacientes, ya que la mayoría de ellos también son refugiados de Siria. Actualmente contamos con un ginecólogo, nueve parteras y cuatro enfermeras, que son las que proporcionan la atención continua.

Un familiar se ocupa de Ayla mientras su madre recibe los cuidados post-parto. Copyright: Gabrielle Klein/MSF
Un familiar se ocupa de Ayla mientras su madre recibe los cuidados post-parto. Copyright: Gabrielle Klein/MSF

Nuestros promotores de salud han recorrido durante estas semanas el campamento para informar a las mujeres acerca de los nuevos servicios que se ofrecen, mientras que el boca a boca también ha sido fundamental para atraer a las mujeres a la nueva unidad. Su apertura también apareció en la primera página del periódico local del campamento (sí, sí, aquí ya han creado hasta un periódico local), así que ahora tenemos a mujeres que ni siquiera estaban en el campo y que vienen desde una cierta distancia para poder dar a luz aquí.

Ahlam, que se prepara para salir de la unidad con su bebé recién nacido, se ha registrado en el campo de refugiados Gowergosk, a unas dos horas en coche de Dohuk. «He oído por mi cuñada que había parteras sirias y una maternidad nueva», me dice, «así que me mudé aquí hace unas semanas, sólo para poder dar a luz. Una vez me que me sienta más fuerte voy a volver a Gowergosk «.

Y la verdad es que es un placer poder observar lo fácil que resulta el poder devolver un poquito de esperanza a toda esta gente que lo está pasando tan mal y que no saben si algún día podrán vovler a sus casas. Al menos, aquí han construido algo que cada vez se va pareciendo más a un hogar.

Nombres de Etiopía: Zuna

Por Eva Domínguez (enfermera y comadrona de Médicos Sin Fronteras en Aroressa, Etiopía)

Eva Domínguez con una de las pacientes embarazadas en el proyecto de MSF en Aroressa (© Faith Schwieker-Miyandazi/MSF).

Eva Domínguez (en el centro) con una de las pacientes embarazadas en el proyecto de MSF en Aroressa (© Faith Schwieker-Miyandazi/MSF).

 

El otro día os dije que quería hablaros de Zuna. Fue el primer parto que atendí en Sidama, y uno de los inolvidables.

Antes os hablaré de Ana. Es mi sufrida compañera de habitación, y digo sufrida por las veces que sonaba mi teléfono por las noches, entre emergencia y emergencia. Ana es médica internista con vocación de partera, y alguna noche me acompañaba en mis excursiones nocturnas.

Volviendo al parto de Zuna… Allí nos tenías a la una de la madrugada, las dos medio muertas de sueño, claro, de camino a nuestra casa de espera para embarazadas. Seguíamos al guarda, única persona entrenada para andar a oscuras en el barro, y precedía el cortejo una manada de burros. Muertas de sueño y muertas de risa.

Al llegar a la casa, todas estaban despiertas y señalaban a la parturienta. Estas mujeres ni se quejan, así que si las ves hacer el más mínimo gesto, estamos hablando de una dilatación de 8 centímetros por lo menos (hay que llegar hasta 10 para parir). Así que nos llevamos a Zuna al centro de salud.

Las futuras mamás, en la casa de espera de MSF en Aroressa (© Faith Schwieker-Miyandazi/MSF).

Las futuras mamás, en la casa de espera de MSF en Aroressa (© Faith Schwieker-Miyandazi/MSF).

No sé si os he contado ya que aquí no hay luz eléctrica. Zuna, mi mami, iba andando más rápido que nosotras por el barro. De repente, me metí en el fango hasta el tobillo. No podía moverme, empecé a patinar y teníais que verme intentando equilibrarme, resignándome poco a poco a sumergirme en el barro más y más. Entonces, mi Zuna se dio la vuelta y, cual gacela, me cogió en volandas y me levantó. ¡Ella, la parturienta, a mí, la matrona! Como podéis imaginar, nos hemos reído mucho de esto.

El parto de Zuna es inolvidable, como os decía, por haber sido mi primer parto en Etiopía. Pero también por el ‘show’ que nos montaron las dos acompañantes (que yo tengo la teoría de que eran parteras): cantos, rezos y un implacable deseo de cubrir a Zuna, que, entre contracción y contracción, también rezaba y cantaba a Jesusa y Magano (equivalentes a Jesús y Dios del mundo cristiano). ¿Que por qué cubrían a la parturienta? Pues es porque con el frío, los bebés en Sidama no salen, y a las dos de la madrugada, a 2.400 metros, os aseguro que hace mucho frío. ¡Yo tampoco saldría!

Las acompañantes también cubrieron de mantequilla el cabello de la mami, para darle la fuerza necesaria para empujar, y para alzar las manos al aire y pedirle a sus dioses que la ayuden en este trance. Como ni Ana ni yo hablábamos Sidama, pues gráficamente le explicamos que empujase “largo”, poniendo una cara importante de esfuerzo; así que ahí nos tenías a todas “empujando” para animarla.

Luego el nacimiento y las bendiciones. Escupen al niño para ahuyentar los malos espíritus, y cantan un grito agudo y algo así como un “lililili” (tres para chicas y cuatro para los chicos) para celebrar la llegada del bebé al mundo.

Y contentas, y llenas de abrazos y besos, nos volvimos a la cama. Como os decía, ¡un parto inolvidable!

¡Hasta la próxima misión!

 

Si quieres leer otras entradas con historias del proyecto de MSF en Aroressa contadas por expatriados de la organización, pincha aquí.

 

 

Nombres de Etiopía: las dos Evas

Por Eva Domínguez (enfermera y comadrona de Médicos Sin Fronteras en Aroressa, Etiopía)

Regresé hace poco de Aroressa, en Etiopía, de esas montañas verdes y preciosas cascadas que os describía mi compañero Kevin en el blog hace nos cuantos posts. Por cierto, ¡la matrona de la que os hablaba Kevin soy yo!

¿Cuántos partos atendemos? Uf, no sabría por dónde empezar a contar. Somos la comidilla del pueblo y la maternidad se está haciendo famosa. ¡Hubo un día que tuvimos hasta 12 partos! Y otro día, yo misma atendí uno debajo de un árbol. Lo mejor de la historia fue que la mujer decía que no estaba de parto, que quería pasear. Era de noche y menudo espectáculo, porque en Aroressa no hay alumbrado público.

Eva Domínguez ausculta a una paciente en el centro de salud de MSF (© Faith Schwieker-Miyandazi / MSF)

Eva Domínguez ausculta a una paciente en el centro de salud de MSF (© Faith Schwieker-Miyandazi / MSF)

Para que hagáis una idea, mi trabajo era de supervisión. Yo era, digamos, el último escalón: cuando me llamaban era porque la cosa esta difícil. ¡Menudos casos he visto! Para los no entendidos, os diré que hay cosas que hasta ahora solo había visto en los libros

Trabajamos en dos centros de salud. No tenemos quirófano ni muchos medios y algunas veces he tenido que tomar decisiones que no me gustaban, de las que dependían las vidas de nuestros pacientes. Por ejemplo, por la noche no podemos mover los coches: las carreteras (por llamarlas algo) son peligrosas, y hay que poner en un plato de la balanza las vidas que se ponen en peligro al organizar una referencia al hospital en tales condiciones (las vidas del conductor, del paciente, del familiar que le acompaña, del enfermero que le atiende…), y en el otro, los riesgos que corres al esperar a que salga el sol. Me quedaba con el segundo, y me iba a la cama con el runrún en la cabeza de si ese bebe llegará al amanecer…

Pero todo no son tristezas. El proyecto de MSF se sitúa en un área geográfica complicada. Las mujeres deben recorrer kilómetros por caminos de montaña (Aroressa está a unos 2.400 metros de altitud). Tenemos dos “casas de espera”, un lugar donde las acogemos hasta que llega el momento del parto. Estas casas están muy cerca del centro de salud. Están llenas de cariño y de la energía positiva de estas mamás y sus bebés.

De ahí han salido las historias más bonitas de este proyecto, y también el acontecimiento más importante del pueblo.¡Y es que hay una Eva más en Etiopía! Una de las mamás de la casa de espera le puso mi nombre a su hija. ¡Sí! ¡Qué ilusión! Y que emoción. Era o “Eva” o “Mulugueta”, como mi supervisor, y como aquí no hay ecografías, no sabíamos si iba a ser niño o niña. Intriga hasta el final. Todo el mundo de la casa pendiente y, tras el parto, celebraciones: ceremonia del café con palomitas dulces y las mamis de la casa coreando “Aneke Eva”.

“Aneke” es una de las palabras más bonitas que he aprendido y viene a ser “que todo lo malo que te venga me venga a mí”. Imaginaros que la madre de la pequeña Eva me daba las gracias por “dejarle” mi nombre, ¡cuando lo cierto es que el honor ha sido mío!

En breve os contaré sobre algunas otras personas que conocí en Aroressa, personas como Zuna. El suyo fue el primer parto que atendí al llegar aquí.

(Continuará).

La remota Bibwe

 Por Angeline Wee (médico de MSF en Kitchanga, República Democrática del Congo)

Una de las áreas en las que trabajamos cuando estamos en la montaña congoleña es una aldea llamada Bibwe. Es remota. Apenas hay vehículos que lleguen hasta allí y hay una densa vegetación a ambos lados de la carretera. Somos la única ONG que trabaja en la zona. Otra organización no gubernamental ha rehabilitado la carretera justo hasta Bibwe. Es fascinante ver donde termina la carretera y comienza el bosque.

Durante el último año, nuestro equipo había estado haciendo semanalmente clínicas móviles en Bibwe. En marzo, después de intensos trabajos de reparación y construcción, finalmente se estableció un centro de salud permanente que ofrecía un paquete básico de atención primaria de salud, atendida por enfermeras del Ministerio de Salud.

Poco después, comenzaron los enfrentamientos entre los diferentes grupos armados. Cientos de familias abandonaron Bibwe para  ir a aldeas más seguras y el pueblo fue saqueado. Nuestro personal también se vio obligado a evacuar por seguridad. El centro de salud fue saqueado dos veces… medicamentos y muebles robados… el sistema de agua y saneamiento destrozado… Los asaltantes rompieron el hormigón que cubre los depósitos de desechos pensando había dinero escondido, destrozaron el depósito de agua con machetes, rompieron las letrinas, robaron los techados de plástico…

Al final pudimos volver a Bibwe en mayo. Fue un comienzo muy lento ya que nuestros viajes se vieron interrumpidos a menudo por razones de seguridad y el centro de salud sólo podía funcionar como un puesto con los servicios más básicos. Fue una época frustrante para todos.

La asistencia en los partos es una parte integral del proyecto.  Sin embargo, no fuimos capaces de proporcionar este servicio durante varias semanas, ya que no contábamos con materiales adecuados. Se les pidió a las mujeres que fueran a parir a Mpati, donde hay un centro de salud al que también apoyamos. Pero para llegar hay a Mpati desde Bibwe, hay que caminar más de 2 horas. Esto y la inseguridad hizo que las mujeres prefirieran dar a luz en su casa.

Pasear por Bibwe era muy triste. Lo que antes era un pueblo animado había quedado reducido a una colección de casas quemadas. Un día, charlé con algunas mujeres que volvían de sus campos de cultivo. Se dirigían a Mpati. Les pregunté si el viaje era seguro. Se encogieron de hombros, sonriendo. «Depende de la suerte que tengamos. A veces nadie nos detiene. A veces nos detienen hombres armados y nos pueden robar todo o nos dejan algo. No son violentos siempre y cuando hagamos lo que ellos digan. Ya nos han robado todo el maíz, pero al menos nos quedan otros cultivos «.

Algunas semanas después, por fin conseguimos recuperar los tanques de agua, muebles y otros materiales. Hemos empezado a nuestros servicios de maternidad y volvemos a ser un centro de salud.

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Fotografía: Mujeres a la espera de ser atendidas en Kivu Norte, República Democrática del Congo (© Peter Casaer).

 

Septicemia: martes

por Veronica Ades (Sudán del Sur, Médicos Sin Fronteras)*

Martes. Era mi primer día de trabajo en el proyecto de MSF en Aweil, en Sudán del Sur. La ginecóloga a la que había venido a sustituir aún no se había marchado y aquel día se estaba encargando del trabajo hospitalario, mientras yo recibía de distintas personas mis preceptivos ‘briefings’, las reuniones con los miembros del equipo que tenemos nada más llegar a una nueva misión. El coordinador de la misión nos cuenta a Katie (la matrona que llegó conmigo) y a mí una versión abreviada de los últimos 200 años de la historia sudanesa. Justo cuando estamos terminando, recibimos un mensaje del operador de radio: nos necesitan en la maternidad.

Cuando llegamos al quirófano, la paciente ya está anestesiada y la ginecóloga saliente está intentando que tenga un parto vaginal. El embarazo ha llegado a término pero el bebé está muerto. En realidad, la paciente, de 18 años, lleva cuatro días de parto. Dado que no pudo expulsar al bebé de forma natural, nos imaginamos que ahora la extracción será difícil.

Lo intentamos con la ventosa Kiwi, que me parece muy adecuada para partos normales, porque es fácil de usar y no ejerce demasiada presión sobre la cabeza del bebé. Si aplicas demasiada fuerza, la ventosa se suelta sola: es como un control de seguridad, y si te ocurre varias veces, es señal de que tienes que practicar una cesárea. Pero en este caso, el bebé ha muerto. Y la Kiwi no deja de soltarse.

A continuación lo intentamos con el fórceps, una tenaza metálica que se coloca a ambos lados de la cabeza del bebé para guiarla hacia abajo. Pero la cabeza está tan encajada en la pelvis que ni siquiera lo podemos colocar, a pesar de que ambas lo intentamos varias veces.

A continuación probamos con la ventosa más fuerte de que disponemos, que tiene una copa de succión grande de silicona y un mecanismo de succión manual externo. Parece ejercer más fuerza que la Kiwi. Tiramos y tiramos. Avanzamos lentamente. Mi compañera tira de la copa de succión mientras yo sujeto hacia atrás la pelvis de la paciente para evitar que se caiga de la mesa: usa toda su fuerza y, por fin, logramos extraer al bebé.

Al haber estado la paciente tanto tiempo de parto, existe el riesgo de que tenga necrosis tisular y se forme una fístula obstétrica. Tiene el útero anormalmente desplazado hacia arriba dentro del abdomen, cerca del ombligo. Probablemente la causa sea que la mayor parte del bebé estaba colocado sobre la vagina, y no en el útero o la cérvix, y el tejido inferior está distendido. La examinamos con un espéculo y el cérvix tiene una apariencia relativamente normal, aunque agrandado y distendido. La paciente no sangra. Hemos terminado.

La anestesista comenta que la paciente ya presentaba septicemia cuando fue ingresada. Esto significa que, debido al prolongado parto, había desarrollado ya una infección uterina que se había extendido al flujo sanguíneo, causando cambios fisiológicos como hipotensión y una elevada frecuencia cardíaca, signos de una infección generalizada. Durante el procedimiento, la anestesista había tenido que suministrar dopamina a la paciente para mejorar su tensión arterial. Todavía no está fuera de peligro: necesitará antibióticos potentes, buenos cuidados y mucha suerte.

La enviamos a planta y comprobamos repetidamente su estado a lo largo del día. Se está estabilizando. Tiene fiebre, pero le estamos dando antibióticos y paracetamol. Está débil, pero puede hablar y está bien atendida por su familia.

Al día siguiente, su estado es regular…

 

(Continúa mañana)

 

* Veronica Ades, de Nueva York, es ginecóloga. Esta es su primera misión con Médicos Sin Fronteras.

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Foto: Quirófano en el Hospital Civil de Aweil, en el que MSF trabaja junto con el Ministerio de Salud para reducir la mortalidad materno-infantil. Mayo de 2012, Sudán del Sur (© Takuro Matsumoto /MSF).

Médicos somalíes: Dr. Abdi Rahman Osoble

por Abdi Rahman Osoble (Somalia)

Soy el doctor Abdi Rahan Osoble, y también trabajo en el hospital de Guri El, en Somalia, al que Médicos Sin Fronteras respalda. Mi jornada comienza habitualmente con una ronda por la maternidad. Compruebo cuántas pacientes van a ser dadas de alta y cuántas fueron ingresadas la noche anterior.

Estamos en guardia las 24 horas del día, y estamos a tope de trabajo. Asistimos unos 130 partos al mes, de los cuales 115 sin complicaciones.

En ciertos grupos de edad, algunas complicaciones son más comunes. Entre las chicas más jóvenes, vemos habitualmente partos obstruidos: ocurre cuando, básicamente, el niño es demasiado grande y la pelvis de la madre demasiado pequeña, por lo que el parto no puede hacerse de manera natural y debe practicarse una cesárea. Un parto obstruido puede provocar hemorragias que pueden matar a la madre si no es atendida rápidamente por personal médico.

Recuerden que la mayor parte de nuestros pacientes vienen de muy lejos y tienen que caminar muchas horas, a veces incluso días, antes de llegar a nuestro hospital. Muchas mujeres acaban pariendo en sus casas en zona rural, y si hay complicaciones pueden sangrar demasiado y morir.

A veces empujan demasiado sin que el niño llegue a salir, y sufren ruptura de útero. Otras mujeres están demasiado débiles como para realizar este esfuerzo, lo cual las pone en peligro tanto a ellas como a sus bebés. Todas estas mujeres, si no llegan a tiempo al hospital, pueden morir. Oímos de casos como estos muy a menudo.

También hemos visto casos en los que la familia de la mujer niega su permiso para que le practiquemos una cesárea. Se niegan a firmar el formulario de consentimiento, y no podemos hacerlo. Pero a pesar de todos estos problemas, ayudamos a mucha gente aquí. Y me gustaría darle las gracias a todas las personas que nos ayudan a salvar a estos pacientes que no tienen ningún otro sitio al que acudir para recibir atención médica.

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Foto: Traslado de un paciente en camilla en el hospital de Guri Elm Somalia. Octubre de 2011 (© MSF/Peter Casaer).

 

(Más testimonios desde Somalia en próximos posts).

Foto2: Aviso prohibiendo la entrada de armas en el hospital de Guri El, Somalia. Octubre de 2011 (© MSF/Peter Casaer).

De “a tiempo” o “demasiado tarde”

Por Patricia Lledó (ginecóloga de Médicos Sin Fronteras, Sierra Leona)

El sistema de clínicas, criterios de complicación y traslados a tiempo con ambulancia al hospital ha logrado disminuir la mortalidad materna en este distrito de Sierra Leona en el que trabajamos. Es increíble lo que pueden hacer un “a tiempo” y un “demasiado tarde”… Pese a todo, aún recibimos  muchos “demasiado-tardes”, porque las pacientes tardan en tomar la decisión de acudir a la clínica y/o paren en casa, y a veces no viven cerca de la clínica o carecen de transporte.

Entra una paciente con parto obstruido. Lleva empujando desde la noche anterior y el bebé no sale. La examino a ella y escucho el latido del feto, muy lento. Decido hacer un parto instrumental con ventosa (por supuesto aquí sin esas cosas como anestesia epidural), y saco al bebé volando y llamo al pediatra para que me eche una mano con la resucitación del recién nacido. 20 minutos más tarde tenemos que admitir que ha sido un “demasiado tarde” para el bebé. Lo arropamos en un refajo de telas de colores.

Pero la madre está bien, un “a tiempo” para ella, teniendo en cuenta que el parto obstruido mata a entre un 10 y un 20% de las 1.000 mujeres que mueren cada día en el mundo por causas relacionadas con el embarazo y el posparto. Por no hablar de que puede causar fístulas de difícil arreglo en la madre, abocándola a perder orina el resto de su vida sin control.

Salgo a tomar un poco el aire (¡qué calor, no hay forma de encontrar una sombra para fumar un cigarillo tranquila!) justo para ver llegar la siguiente ambulancia. Hemorragia posparto. Hala, a correr todos. Sangre, vías intravenosas, mucha más sangre, drogas para contraer el útero, algún que otro trocito de placenta que hay que sacar y… ufff, «un a tiempo». La hemorragia es la principal causa de mortalidad materna en estos países. ¡Ya llevamos dos puntos contra las estadísticas hoy!

Reviso a unos gemelitos, cuya madre murió hace cuatro días de una complicación relacionada con la hipertensión del embarazo llamada eclampsia. Llegó inconsciente, logró dar a luz a los gemelos y, pese a todas las drogas posibles, nunca despertó para verlos. Van ganando peso, estamos enseñando a la abuela cómo preparar la fórmula de leche artificial para recién nacidos. Ya queda poco y podrán irse a casa, a la casa sin madre… un “demasiado tarde”.

Así pasa el día, mezclando “demasiado tarde” con “a tiempo”, siempre salpicado por algún llanto o grito de dolor de las madres de las otras 150 camas pediátricas que tiene el hospital. Pero sazonado con alguna risa y mirada picarona de los niños que no están tan graves y pululan por el hospital.

Hoy no ha habido ningún “demasiado tarde” para ninguna madre, un buen día sin duda. Ya se ha hecho de noche y huele distinto, igual llueve pronto.

Hago la última ronda antes de intentar “estirar la variz”, como decían mis compañeros en el hospital en el que trabajaba en Madrid antes de esta vida loca. Y además tengo hambre. Si es que las necesidades básicas son las mismas en todas partes del mundo, ya lo decía mi abuela…

Miro la sala llena de mosquiteras a media luz. Todas las pacientes parecen ir bien, algunas sonríen (pensarán “qué hace la blanca esta despierta”). Pues a ver qué trae el resto de la noche. Nuevas miradas seguro, y esperemos que ningún “demasiado tarde” y muchos “a tiempo”.

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Foto: Sala de Urgencias del Hospital de Refencia de Gondama, Sierra Leona (© Niklas Bergstrand/MSF)

Todo un reto en Najaf

Por Shinjiro Murata (Médicos Sin Fronteras, Irak)*

Llegué a Najaf, en Irak, hace más de un año, en octubre de 2010, para empezar el proyecto de MSF en el hospital de distrito de Al Zahara. Najaf está situada a 160 kilómetros de Bagdad y es una de las ciudades santas de los chiíes. No ha sido tarea fácil, aunque la experiencia de trabajar en un país tan distinto ha sido todo un reto.

Mi experiencia anterior con MSF fue en África y, cuando empecé a trabajar en Najaf, me di cuenta de que tendría que acostumbrarme a ver las cosas desde una perspectiva diferente, y adaptarme a la realidad de un país que en su día gozó de un sistema de salud muy organizado, pero que, debido a décadas de conflicto y de sanciones internacionales, ha sufrido un deterioro galopante de la provisión de atención sanitaria.

Tras la invasión de Irak encabezada por Estados Unidos en 2003, cerraron la mayoría de los centros de formación de Enfermería, tanto las escuelas como las facultades universitarias. Esto provocó un enorme vacío, que se tradujo en escasez de personal especializado y en carencias formativas: la mayor parte del personal de enfermería y médico de las estructuras de salud iraquíes carecen de la formación adecuada, y por supuesto tampoco están al tanto de los últimos avances técnicos y materiales.

Según el Ministerio de Salud iraquí, desde febrero de 2006, debido a la escalada de la violencia sectaria, más de un 70% del personal médico ha abandonado el país, y cientos de profesionales han perdido la vida. La insuficiente capacidad del sistema de salud para responder a las necesidades médicas de la población ha contribuido a un aumento sin precedentes de las tasas de mortalidad materna e infantil.

En 2007, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que el ratio de mortalidad materna era de 300 por cada 100.000 nacidos vivos. Según el ultimo informe del Estado Mundial de la Infancia de UNICEF, Irak presenta un tasa de mortalidad neonatal del 64% mientras que sus países vecinos, Siria y Jordania, registran tasas del 7 y el 16%, respectivamente.

Como os decía, MSF ha establecido un programa médico para apoyar al principal hospital de referencia del Ministerio de Salud en Najaf, el hospital de distrito de Al Zahara, de obstetricia, ginecología y pediatría. Este hospital es uno de los más grandes de la región: tiene una capacidad de 340 camas, y atiende unos 1.950 partos al mes. Esto representa un 50% de los partos practicados en toda la gobernación de Najaf, que cuenta con una población total de 1,2 millones de habitantes. La mayor parte del tiempo está abarrotado de pacientes y la calidad de los servicios médicos a veces no es adecuada.

Según los datos médicos recogidos por nuestros equipos en el hospital durante 2010, aunque las tasas de mortalidad materna e infantil sean bajas, las tasas de mortalidad neonatal son notablemente altas. Casi el 70% de los recién nacidos ingresados en la unidad de cuidados intensivos fallecían, así como el 26% de los ingresados en la unidad esterilizada.

Lo que también resulta preocupante era que hasta un 37% de los partos se realizaban por cesárea, casi un 60% de los niños. Y casi la mitad de los bebés que habían fallecido en la unidad esterilizada eran prematuros. En nuestro afán por mejorar esta situación para los recién nacidos en el hospital, hemos organizado reuniones frecuentes con la dirección del hospital para trabajar todos juntos y cambiar esta situación. ¡Un gran reto!

Hemos trabajado mucho durante este año pasado para mejorar la calidad de los servicios médicos tanto en los departamentos de neonatología como de obstetricia de este enorme hospital. Los pediatras de MSF han impartido formaciones prácticas sobre la recepción del bebé, o su reanimación en la unidad pediátrica de cuidados intensivos. Los tocólogos y ginecólogos han implementado procedimientos operacionales estándar para la atención prenatal, partos, preparación y programación de cesáreas y anestesia. Y  enfermeros y logistas han abordado algunas cuestiones transversales importantes, como reforzar las medidas de control de infecciones, cubrir los vacíos en materia de suministros de material esencial y renovable, y mejorar el mantenimiento del hospital.

Para mí, trabajar para MSF en el hospital del distrito de Al Zahara ha sido una interesante experiencia. El trabajo de MSF aquí, principalmente dirigido a capacitar, formar y preparar al personal, no es la labor típica en nuestros proyectos. Aunque ha constituido todo un reto, pienso que el esfuerzo ha valido la pena.

Tras más de un año en Najaf, he visto que las necesidades médicas en el país siguen siendo importantes. Hasta que se restaure la paz en Irak, MSF tiene que seguir apoyando a estas mujeres embarazadas y a los niños recién nacidos, ya que, gracias a su naturaleza neutral, imparcial e independiente, es una de las pocas organizaciones médico-humanitarias internacionales que trabajan dentro del país.

 (*Desde octubre de 2010, Shinjiro Murata trabaja con MSF en la ciudad de Najaf, como coordinador de terreno. Su principal responsabilidad ha sido abrir este nuevo proyecto, cuyo objetivo es mejorar la atención obstétrica y perinatal en unos de los mayores hospitales de referencia en la región.)

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Fotos: Hospital de distrito de Al Zahara en Najaf (© MSF)

1.000 cada día

Por Kara Blackburn, matrona (Papúa Nueva Guinea, MSF)

Buin es un pequeño pueblo situado en el sur de la isla de Bougainville, en Papúa Nueva Guinea. Se trata sin duda de uno de los lugares más aislados y recónditos que he tenido la oportunidad de conocer, y en parte se debe a que sigue sufriendo las consecuencias del conflicto que asoló el país hace ya más de once años. Sea como fuere, a día de hoy los recursos y servicios de los que disfruta la población de la zona siguen siendo realmente escasos.

Un día nos llegaron noticias de que una mujer había fallecido al dar a luz a gemelos, así que nos pusimos en marcha con el fin de examinar a los bebés. Al llegar, nos encontramos con otra mujer que también estaba embarazada de gemelos. Le preguntamos cómo llevaba el embarazo, y cuando nos contó que ya había dado a luz en otra ocasión a un bebé que nació muerto, la trasladamos a nuestro hospital en Buin.

Llegado el momento, soportó un parto difícil y prolongado, pero los dos bebés, dos niños, vinieron al mundo sanos y salvos. Pero de repente, lo que debía ser un momento de alegría extraordinaria se convirtió en una emergencia médica. Nuestra joven madre, como tantas otras mujeres que dan a luz a gemelos, sufrió una hemorragia y en poco tiempo perdió más de un litro de sangre. Con suero y medicamentos intravenosos logramos controlar la hemorragia, previniendo así mayores complicaciones, pero no puedo dejar de pensar que, sin esta atención médica, habría perdido mucha más sangre y tal vez no habría sobrevivido.

En la mayoría de los países en desarrollo, el acceso a la atención médica es limitado y la mayoría de las mujeres no pueden tener la asistencia de emergencia que pueden necesitar durante el embarazo y en el parto. Aquel día en Bougainville salvamos la vida de una mujer, pero seguramente a pocos kilómetros de allí otra la perdió por no tener atención médica.

Lograr que todas las mujeres embarazadas tengan acceso a la atención médica de calidad puede que sea un sueño imposible de cumplir. MSF, como organización humanitaria que es, no puede proporcionar una solución global a la crisis de la mortalidad materna, ya que esa es una labor que deben cumplir los gobiernos y las agencias especializadas en el desarrollo a largo plazo: hablamos de cuestiones como los derechos de las mujeres, la educación de las niñas y la mejora de los sistemas de salud, que son de suprema importancia en la reducción de la mortalidad materna a largo plazo.

Y sin embargo, creo que con un poco de esfuerzo por parte de todos podríamos lograr grandes avances en todos estos campos. Reconozco que todo este tipo de estrategias de desarrollo que acabo de mencionar son verdaderamente cruciales, pero la realidad que en MSF vemos cada día es la que afecta a las miles de mujeres que siguen muriendo por no tener acceso a los servicios de salud adecuados. Y por ello, estoy convencida de que nuestro objetivo debe pasar por responder a esa necesidad inmediata.

He sigo testigo de primera mano de los inmensos retos que a los que se enfrentan las mujeres en lugares como Darfur, Madagascar, Sri Lanka y Papúa Nueva Guinea. Y ver el impacto directo que tiene este tipo de atención lamentablemente me lleva a preguntarme cuántas mujeres en el mundo no tienen posibilidades de tener algo tan simple como un parto atendido por profesionales.

En los países donde trabaja MSF, nuestra expectativa, por lo tanto, tiene que ser relativamente simple: tenemos que ser capaces de reducir el número de muertes que vemos en nuestras clínicas y hospitales, atendiendo las necesidades inmediatas de las mujeres embarazadas en situaciones de crisis. Los enfoques médicos que utilizamos han estado disponibles desde hace mucho tiempo, y está bastante claro, por nuestra experiencia de campo, que la muerte maternal puede evitarse.

El 15% de todas las mujeres embarazadas se enfrentan a complicaciones potencialmente mortales durante el parto… y eso ocurre tanto en Sidney como en Puerto Príncipe o en Mogadiscio. Pero las mujeres expuestas a conflictos armados, crisis médicas y desplazamientos de población son aún más vulnerables, y las complicaciones para aquellas que están viviendo en zonas de guerra, son probablemente mayores cuando las instituciones de salud se colapsan.

El enfoque tiene que estar en las causas principales —hemorragia, infección, aborto clandestino, hipertensión y parto obstruido—, responsables de la mortalidad materna en más del 80% de los casos. Y a día de hoy, en nuestras unidades de emergencia obstétrica, podemos proporcionar atención médica a estas complicaciones, en una amplia gama de entornos de alto riesgo. La atención médica y los recursos disponibles son los factores clave durantes estos tiempos de crisis.

Una y otra vez, vemos que tener acceso a la atención obstétrica de emergencia marcará la diferencia, sin importar donde se encuentren las mujeres embarazadas. Ya sea que estén huyendo del conflicto, sobreviviendo en un campo de refugiados o viviendo bajo una lona de plástico después de que su casa fuera destruida por un terremoto, todo lo que una mujer embarazada que experimenta complicaciones en el parto necesita, es personal médico experimentado, medicamentos y equipamiento médico. La unión de todo esto salvará su vida y la de su bebé, como ocurrió aquel día en Bougainville.

No puedo ni quiero quitarme de la cabeza un dato perturbador: en todo el mundo, cada día, 1.000 mujeres mueren durante el parto o por complicaciones relacionadas con el embarazo. Esta estadística sigue resultando abrumadoramente negativa, y más aún al saber que la gran mayoría de estas muertes pueden evitarse. Una mujer no debería enfrentarse a un futuro incierto sólo porque está embarazada. Debemos recordarnos todos los días que cada muerte durante el embarazo o el parto es una muerte inaceptable.

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Fotos: Hospital de MSF en Tari, en la provincia de Southern Highlands (Papúa Nueva Guinea), donde la organización trabaja desde 2008 (© MSF).