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Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

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Me convertí en la primera mujer albañil de mi comunidad para ayudar en la reconstrucción

“He ganado confianza en mí misma, porque ahora sé que puedo hacer todo lo que me proponga siendo mujer. Aunque sigo encontrando barreras, la formación en albañilería me hizo sentir valiosa. Entendí que las mujeres son capaces de hacer lo mismo que los hombres”, cuenta Shrijana, una joven de 21 años que vive en el distrito de Dolakha, el epicentro del segundo terremoto que en mayo de 2015 sacudió Nepal.

Shrijana perdió de pequeña a su madre, pérdida a la que el año pasado se le sumó la de su hermano pequeño, por lo que tuvo que asumir pronto el papel de madre y encargarse de la economía familiar. Dejó la escuela pronto y a los 18 años se fue a vivir con su tío a Katmandú, donde consiguió un trabajo en una tienda. Gran parte de lo que ganaba lo enviaba a su familia. Pero, cuando su hermano murió, Shrijana decidió regresar a su comunidad.

“Me siento orgulloso de ser su padre. Aunque no puedo apoyarla en sus estudios, ella asume la responsabilidad de toda la familia. Con su ayuda, puedo cuidar de mis otras hijas”, explica el padre de Shrijana, de 54 años.“Es un modelo a seguir para toda la comunidad. Quiero ayudarla a hacer sus sueños realidad”, prosigue.

Shrijana posa frente a un edificio en obras, de cuya recontrucción es responsable.

Shrijana posa frente a un edificio en obras, de cuya recontrucción es responsable.

Sobrevivir al terremoto y aprender una nueva habilidad

Cuando el colosal terremoto golpeó Nepal el 25 de abril de 2015, Shrijana y su familia estaban trabajando cerca de casa. Su hogar resultó gravemente dañado, como muchos otros de la comunidad. La joven se enteró de la formación en albañilería que Plan International ofrecía en su pueblo y pidió ser incluida. Así, se convirtió en la albañil más joven del programa en su localidad.

“Al principio, los miembros de la comunidad me dijeron que era demasiado joven y que no estaba cualificada. Pero no me importó”, afirma Shrijana. “Hay otras 8 jóvenes albañiles en el programa, pero yo soy la más pequeña. Las otras  mujeres me consideran como su hija y me ayudan durante las sesiones de formación. Los hombres se burlaban de mí si no sabía algo o no era capaz de cargar cosas pesadas. A pesar de las burlas, seguía decidida a aprender con ellos”, declara.

Mujeres unidas

Con sus nuevas competencias en construcción, Shrijana construye un hogar transitorio para Krishna, de 76 años, y su marido, que está enfermo y no puede hacerlo por sí solo. La anciana pareja perdió su casa por culpa del terremoto. Tienen ocho hijos que van a visitarles a Dolakha, pero que viven en Katmandú el resto del tiempo.

“Estoy orgullosa de ella. Lo está haciendo muy bien y probando que es igual que cualquier hombre. Está llevando a cabo un duro trabajo. Nunca antes había visto una mujer albañil,” dice Krishna refiriéndose a Shrijina.

“Estoy orgullosa de mí misma. Ahora sé que puedo ser una persona mejor. Todas estas habilidades me ayudarán: utilizaré todo lo que he aprendido para construir mi propio hogar y también otras casas de mi comunidad,” dice orgullosa.

Shrijana y su familia posan frente a su casa, dañada por el terremoto de abril de 2015

Shrijana y su familia posan frente a su casa, dañada por el terremoto de abril de 2015

“Los niños y niñas son los más vulnerables a sufrir violaciones de sus derechos y continúan enfrentándose a desafíos mientras se recuperan de los terremotos: desde la falta de colegios seguros hasta violaciones de sus derechos, como el matrimonio, el trabajo y la explotación infantil. Se debe priorizar su protección», afirma Concha López, directora de Plan International España.

Desde el terremoto de abril de 2015, Plan International ha proporcionado materiales de construcción de emergencia, incluyendo cabos y láminas de plástico, para más de 52.467 hogares. En los últimos meses, Plan International ha formado a 479 albañiles y carpinteros para trabajar en construcciones resistentes a terremotos. Estos profesionales ayudarán a construir 11.142 hogares transitorios y semi-permanentes.

Cuando conseguir agua se convierte en un reto

Pantanos poco profundos, barrancos abruptos y acantilados que desafían a la muerte. Es el reto diario que millones de personas tienen que superar cada día para conseguir agua.
En los países en desarrollo, la pobreza está íntimamente ligada a la falta de agua. En Timor Leste, por ejemplo, muchas familias se ven obligadas a recorrer grandes distancias para recoger agua. A menudo la responsabilidad recae sobre niñas como Ludivina, que con tan sólo 9 años, cada día camina durante horas para que su familia pueda beber.

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Ludivina, se levanta con el sol para ir a recoger agua antes de ir a la escuela, le acompañan sus hermanos Pasquela y Cipriano de 7 y 6 años respectivamente. Cada día, han de abrirse paso a través de la hierba alta, cruzar un barranco escarpado hasta llegar al pantano -donde se halla una pequeña colina- y una vez allí bajar por un acantilado que les conduce al río, escaso en su caudal y con pocas garantías sanitarias.

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«Siento miedo cuando estoy de pie en la orilla del acantilado» afirma Ludivina. Para bajar de forma más segura, los niños arrojan primero las botellas y luego bajan ellos. «Es empinada, tened cuidado», advierte Ludivina a sus hermanos antes de bajar por el acantilado.

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Al llegar, los tres niños se ponen en cuclillas en el arroyo para intentar recoger el agua, en un pantano en donde el caudal es muy escaso. Previamente inspeccionan el lugar para recoger el agua lo más limpia posible.

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La responsabilidad de las niñas

Ludivina y su familia viven en una pequeña aldea situada en el distrito montañoso de Timor-Leste. Sobreviven gracias a la venta de vegetales que cultivan en un pequeño terreno aledaño. La venta de los cultivos da poco dinero por lo que todos los miembros de la familia tienen que contribuir y ayudar. La lista de quehaceres domésticos es larga y Ludivina es la encargada del agua. “Yo no quiero que mis hijos vayan a recolectar agua. Es inseguro y agotador para ellos”, asegura su padre.

En su comunidad, como en muchas otras aldeas rurales alrededor del mundo, es habitual que esta responsabilidad recaiga en mujeres y niñas. Se estima que la tarea de recolectar agua conlleva, en todo el mundo, cerca de 200.000 millones de horas. Ludivina y sus hermanos, caminan durante más de una hora para hasta llegar a su destino, y en ocasiones tienen que repetir el viaje tres veces.

A la hora se subir, se nota el miedo es sus rostros. Han de trepar por el empinado acantilado, pero esta vez cargando con los bidones. Al llegar arriba se detienen unos instantes para recuperar el aliento. La falta de recursos para recoger agua limpia afecta en todos los sentidos a la vida de Ludivina. Suele llegar cansada a la escuela y sabe que en ocasiones las impurezas del agua del río provocan que ella y sus hermanos enfermen. Muchas de sus amigas se han visto obligadas a dejar la escuela. Demasiadas horas de camino hacia la fuente de agua, y demasiados quehaceres diarios para echar una mano en casa.

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Pero Ludivina, ahora puede ver su futuro con más claridad. Plan Internacional apoyó a su familia con la instalación de una bomba de agua y ahora cuando se levanta, tiene tiempo de desayunar y prepararse para ir a la escuela. «¡Cuando me enteré de que teníamos una bomba de agua y ya no tendría que volver de nuevo al pantano, me puse muy feliz! «, dice Ludivina. «Ahora tengo tiempo para jugar con mis amigos, ir a la escuela y cantar!».

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El grifo de agua ha cambiado la vida de Ludivina y de su familia. Ahora, tienen agua para cocinar y limpiar y también pueden tener un huerto mejor con el que aumentar sus ingresos.

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Ahora la joven tiene tiempo para asistir todos los días a clases de inglés después de la escuela; es una de las mejores de su clase «Estoy feliz porque no tengo que ir lejos a buscar agua” afirma Ludivina en perfecto inglés.

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