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IDP: lucha por la vida (en Mogadiscio)

Por Alfonso Verdú, Médicos Sin Fronteras (Somalia)*

 

Un desplazado y un refugiado difieren en que este último ha cruzado una frontera entre países huyendo por razones diversas, entre ellas la persecución o la violencia. Un desplazado ha tenido que dejar su lugar de origen para acudir a otro, siempre dentro del territorio de su país. Es lo que se conoce en la jerga humanitaria como IDP (léase “aidipís”), lo que equivaldría a “desplazados internos”.

Los IDP gozan de una protección internacional muy inferior a la de los refugiados; por ejemplo, no existe una agencia internacional que tenga el mandato de atenderlos. Sin embargo, y debido al cambio en la tipología y pautas de los conflictos (internos más que internacionales, afectando a los civiles más que a los combatientes), el número de IDP superó al de refugiados hace ya varios años. A principios del 2011, el mundo contaba con un total de 27 millones de desplazados, frente a 15 millones de refugiados.

Mogadiscio, desde donde os escribo, es ahora mismo uno de los paradigmas del desplazamiento interno. Somalia ya lo era antes de esta crisis, siendo uno de los países con más IDP del mundo, estimados en cerca del millón y medio; por ejemplo, MSF lleva trabajando en el llamado “corredor de Afgoye”, situado en el camino hacia Kenia, desde hace varios años, atendiendo alrededor de medio millón de personas en lo que supone uno de los epicentros del desplazamiento interno del mundo. Como ya os comentaba en el anterior post, hay cosas en Somalia que no tienen nada de nuevo.

Pero ahora en Mogadiscio hay novedades: los IDP se acumulan de forma masiva y en muy variadas formas en un mismo entorno urbano. Hemos podido ver grandes campos de desplazados dentro de la propia ciudad, como el de Babhbado, con cerca de 30.000 personas, donde todas las organizaciones han centrado su atención, por lo que nuestra intervención no ha sido necesaria. También hemos visto “mini corredores”, como el de Jazeera, con unas 12.000 personas, donde ya hemos empezado a realizar campañas de vacunación y chequeos para conocer el estado exacto de desnutrición de la población.

 Pero lo que realmente caracteriza la situación ahora es la acumulación en “bolsas” que oscilan entre las 20 y las 500 familias; se asientan en cualquier sitio, desde antiguos campos de fútbol a mezquitas, y sobre todo en las casas de la población local, que una vez más muestra una capacidad de solidaridad espontánea y mecanismos de afrontamiento asombrosos, y lo hacen en todos los barrios a lo largo de la ciudad.

Los desafíos para nosotros son enormes. Para empezar, resulta muy complicado “mapear” a los desplazados y estimar cifras de población. Si queremos atender a estas poblaciones, hay que negociar acceso (con los clanes, los líderes tradicionales, los gobernadores, etc.) a todos y cada uno de los distritos; y tenemos que diseñar cuidadosamente nuestros proyectos, combinando hospitales y centros de salud fijos (donde incluimos el tratamiento de los casos severos de desnutrición) con las estrategias periféricas (incluyendo los puestos de salud, clínicas móviles, campañas de vacunación, etc.). Cada movimiento en Mogadiscio todavía supone un riesgo para la seguridad y tiene que ser adecuadamente gestionado…

Pero la magnitud de las necesidades requiere de esa respuesta. El sarampión hace estragos, sobre todo en los niños. Ya hay casos confirmados de cólera: aunque todavía no tengamos un brote epidémico, las diarreas agudas y sangrantes se dan en prácticamente todas las zonas de desplazamiento que hemos visto. Las enfermedades respiratorias agudas también. Y lo peor de todo esto es que el debilitamiento del sistema inmunológico consecuencia de la desnutrición hace que las personas, sobre todo los niños, mueran; de hecho, su estado hace en muchos casos inviable salvarles la vida aunque sus enfermedades sean absurdamente fáciles de tratar.

De las primeras entrevistas realizadas con los miles de desplazados a los que ya hemos accedido a través de los programas de salud primaria, vacunación y tratamiento ambulatorio de la desnutrición, sabemos que la mayoría de ellos han pasado por grandes penurias durante el camino a Mogadiscio. En algunos casos han andado cientos de kilómetros.

Amina, una madre de 5 hijos, nos dijo que tuvo que abandonar a dos de ellos por el camino porque ya no podían acarrearlos consigo; su marido se quedó atrás para cuidarlos y ya no ha vuelto a saber de ellos. Ahora uno de sus niños se debate entre la vida y la muerte en nuestro centro terapéutico nutricional y ella se pregunta qué hacer para comer, para dormir, para cobijarse, para curarse, para sobrevivir.

La ciudad sigue recibiendo aviones de ayuda alimentaria, ONGs internacionales y muestras de apoyo al gobierno somalí por parte de líderes políticos. Pero el desafío en un entorno de desplazamiento urbano es hacer que esa ayuda llegue a todos y cada uno de los seres humanos que la necesitan. Ese desafío se multiplica exponencialmente en Mogadiscio.

 Mi penúltimo pensamiento es que todos seamos capaces de hacerlo sin caer en los errores del pasado. El último es que la abstracción del término “IDP” no deja entender la enormidad de la afrenta a la dignidad que supone esa situación para personas como Amina.

* Alfonso Verdú es responsable de Operaciones de MSF para Somalia, Kenia y Etiopía.

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Fotos: Equipos de MSF atienden a los desplazados somalíes en el distrito de Wadaag, al sur de Mogadiscio (13 de agosto de 2011). © Feisal Omar.

¿Volver a empezar? (en Mogadiscio)

Por Alfonso Verdú, Médicos Sin Fronteras (Somalia)*

Para mucha población somalí obligada a huir en busca de ayuda, sí. Para muchos actores humanitarios que intentan ahora entrar en el país, también. Para unas pocas organizaciones, como Médicos sin Fronteras, que llevan años en Somalia, no tanto. La llamada internacional de ayuda para la crisis del Cuerno de África estaba y sigue estando muy alto en la agenda pública: medios de comunicación, agencias de Naciones Unidas, ONGs, gobiernos, hasta el propio Vaticano.

La ecuación que se nos presenta para despejar es relativamente sencilla: no ha llovido, la sequía ha acabado con el ganado y los cultivos, la población se ha quedado sin comida y sin medios de subsistencia, se genera hambruna. Eso es lo descriptivo. ¿Qué toca hacer ahora?: dar cientos de millones de dólares, comprar comida, dar comida. Ecuación despejada.

Antes de terminar mi última misión en Mogadiscio en diciembre del año 2007, MSF logró abrir un hospital de 70 camas. Este hospital tenía un programa nutricional pediátrico, para niños menores de 5 años. A las dos semanas de la apertura, estaba totalmente lleno. Respondíamos a brotes de cólera, atendíamos las complicaciones obstétricas, continuábamos con la cirugía de guerra… representaba lo que Somalia ha sido, era en ese momento y es ahora para MSF: una de las mayores y más prolongadas crisis humanitarias del mundo consecuencia de un interminable conflicto armado interno.

Sí, ahora tenemos una nueva ventana de oportunidad: podemos restablecer al personal internacional en Mogadiscio de forma permanente. Evaluar esta posibilidad era una de las razones de mi desplazamiento a Mogadiscio estos días pero, después de estar aquí una semana, lo que he visto es que esta sigue siendo la Somalia cuyas complicaciones no sólo obedecen a una sequía extrema, sino también a la violencia, al desplazamiento, al fracaso de las políticas internacionales de cooperación al desarrollo, a la ausencia de actores humanitarios sobre el terreno y a un gobierno basado en Kenia que no es funcional. Esto es, a factores estrictamente humanos.

Sobre el terreno, hemos visto un enorme aumento en nuestros programas nutricionales, llegando a tratar a siete veces más niños desnutridos que en el mismo periodo del año pasado. La desnutrición severa aguda está por encima de los umbrales de emergencia. Hay muchos desplazados internos dispersos por Mogadiscio, difíciles de mapear y acceder. Hay que prepararse para los casi inevitables brotes de cólera. Hay que vacunar contra el sarampión. Todo eso lo tenemos ya en marcha.

Pero precisamente esto no pasa sólo por pedir millones de dólares. Esto pasa por hacer la ayuda efectiva (que llegue rápidamente), imparcial (que llegue a quienes más lo necesitan), neutral (que no se penalice a la población sólo por vivir en áreas controladas por actores que no nos gustan o con quienes no sabemos tratar) e independiente (que no sea manipulada o controlada por otros que no seamos nosotros).

Hacer eso no es tan sencillo. El modelo de ayuda internacional que se nos vende (movilizar fondos, comprar comida, darla) no funciona en un entorno como el Somalí. Mogadiscio no tiene nada que ver con una región que se encuentra a 20 kilómetros de aquí (Jowhar). Ni siquiera un barrio de la capital tiene nada que ver con otro situado a 10 minutos en coche.

La situación de los somalíes en los mega-campos de refugiados de Dadaab (Kenya) tiene también poco que ver con las regiones más desfavorecidas de ese mismo país. Como poco tiene que ver la situación (y cómo implementar programas humanitarios) en los campos de Dolo (Etiopía) con la que vemos en otras regiones de ese país, en muchas de las cuales la población no muestra signos severos de desnutrición, por ejemplo.

Por tanto, aglutinar todas estas micro-realidades en un eslógan que combine “Cuerno de Africa”, “sequía” y “hambruna” es cuanto menos simplista y, hasta el momento, poco útil para la población somalí.

Todo apunta a que estamos ante una crisis gravísima, pero una crisis compleja a la que no se puede responder con soluciones simplistas. Estar en Mogadiscio con el personal de MSF que ha mantenido los programas activos permite cuanto menos tener una buena idea de la realidad.

¿Volver? No para nosotros, hemos estado aquí durante 20 años seguidos. Otra vez hambruna… ¿Volver a empezar? No para nosotros, la crisis de la población somalí ha sido una constante desde hace mucho tiempo, sobre todo dentro de Somalia, pero también con los refugiados en Etiopía, Kenia, Yibuti, Uganda o Yemen.

La gran prioridad ahora, dentro de tanto ruido, sigue siendo la misma: que la población somalí acceda a una ayuda de emergencia médico-humanitaria de calidad mientras las soluciones políticas siguen en estado crítico.

*Alfonso Verdú es responsable de Operaciones de MSF para Somalia, Kenia y Etiopía.

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Fotos: Equipos de MSF atienden a los desplazados somalíes en el distrito de Wadaag, al sur de Mogadiscio (13 de agosto de 2011). © Feisal Omar.