Por Javier Fernández Espada (Colombia, MSF)
Mi nombre es Javier, soy de Barcelona y esta es la primera vez que voy a escribir un blog, así que de salida quiero pedir excusas a todos aquellos lectores que se sientan defraudados por mi falta de experiencia en estas lides. Tampoco tengo nada que ver con la literatura, soy un arquitecto técnico reconvertido a trabajador humanitario así que, como empezareis a deducir, no voy a cultivar una literatura que sea especialmente atrayente.
Sin embargo, intentaré suplir mi inexperiencia y mi probable ineficacia con humanismo, con historias humanas; porque lo que os quiero contar a través de mi blog no son las desigualdades sociales de este país, tampoco os quiero contar los cincuenta años de guerra que lleva Colombia (aunque algunos digan que doscientos años, incluso más), ni tampoco esperéis análisis de contexto geopolítico hablando de teorías de la conspiración entre Colombia y sus países vecinos. Para aquellos que esperéis este tipo de información os aconsejo que hagáis clic arriba a la derecha y ‘googleéis’ artículos de politólogos que seguro que os lo explicarán mejor que yo.
Lo que yo os quiero contar durante las entregas que dure este blog son historias de personas. Vidas de esos anónimos individuos que nunca pasarán a los libros de Historia pero que están escribiendo con su sangre, con su sudor y con sus lágrimas el pasado y el presente de Colombia y que esperemos y deseemos que escriban el futuro con risas y con esperanzas.
Me niego a hacer que la guerra o el narcotráfico sean los protagonistas de mi blog, me niego rotundamente a dedicar un par de horas semanales a escribir sobre los paramilitares, la guerrilla, el gobierno o los narcotraficantes, a ellos ya se les dedica suficiente literatura y demasiada publicidad en las crónicas negras de la sección internacional de los periódicos.
Yo no he venido a Colombia para dedicarles mi tiempo a ellos, he venido para ofrecer mis limitadas facultades a los campesinos, a los indígenas, a los afrodescendientes, a los niños soldado, a las mujeres víctimas de violencia sexual, a las personas que sufren psicopatológicas por culpa de episodios de violencia, a los enfermos de Chagas, a las víctimas de la malaria… ellos tienen que ser los protagonistas de este blog, ellos son el principal y único motivo por el que estoy ahora mismo escribiendo y vosotros (a estas alturas del blog) todavía leyendo.
Cuando vuelo hacia un nuevo país tengo la costumbre de hacerme un retrato mental de lo que voy a encontrarme. Recuerdo que cuando llegué hace unos años a la República Centroafricana no tenía ni idea de lo que me encontraría allí, pero sin embargo en Colombia es diferente: la afinidad cultural, un pasado y un presente común, muchos compañeros que han pasado por este país y que han compartido conmigo sus emociones, sus frustraciones y sus alegrías hicieron que llegara a Bogotá con una fotografía muy concreta de lo que estaba esperando. Inmediatamente después de aterrizar en El Dorado y caminar los primeros metros por Bogotá, la fotografía se rompió en mil añicos como si fuera un espejo distorsionado, todo era diferente.
Antes de leer las siguientes entregas de este blog os pido que rompáis también vuestra fotografía mental, que os olvidéis de las mariposas de Macondo, de Pablo Escobar, de las gordas de Botero y de la cintura de Shakira.
No hagamos prejuicios de lo que nos vamos a encontrar, porque nunca hemos conocido ni probablemente llegaremos a conocer lo suficiente a los protagonistas que adornarán este blog: seres humanos como cualquier otro ser humano en el mundo con sus ambiciones y sus esperanzas, con sus defectos y sus virtudes, personas que son mucho más importantes que la guerra que les ha tocado sufrir. Porque al fin y al cabo la guerra es circunstancial, temporal; en cambio, las personas viven para siempre.
Hasta la semana que viene.
(Foto superior: Comunidad rural La Gabarra. © Jesús Abad Colorado)
(Foto inferior: Graciela, de 57 años de edad, y su familia, desplazados cerca de Bogotá desde una comunidad rural del departamento del Meta. © Juan Carlos Tomasi)