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Volver a la normalidad en Malawi tras las lluvias

Suzanne Beukes es Oficial de Comunicación de UNICEF.

Bajo unas nubes negras que amenazan lluvia, la señora Patrick Zawa usa sus pies descalzos para cubrir el puñado de semillas que ha arrojado en unos profundos agujeros de tierra anegada. Parece el movimiento de una danza coreografiada al ritmo de la música que suena a todo volumen desde la emisora de radio de un celular metido en algún lugar de su vestido, dentro de un estuche de plástico resistente al agua. No se podría decir que es una imagen del daño devastador producido por las inundaciones sin precedentes de Malawi. Más bien refleja la extraordinaria habilidad de la gente afectada por las inundaciones por tratar de seguir adelante.

La señora Zawa planta arroz en un trozo de tierra en el lado de la carretera entre Blantyre y Nsanje del Malawi meridional porque el maíz que había plantado previamente quedó destruido a mitad de enero cuando la zona sufrió graves inundaciones.

Martha Watson prepara una comida para ella y para su hijo que la observa desde su carpa del refugio, un campamento para personas afectadas por las inundaciones, en la escuela Bangula FP del distrito meridional de Nsanje. ©UNICEF/NYHQ2015-0097/van de Merwe

Martha Watson prepara una comida para ella y para su hijo que la observa desde su carpa del refugio, un campamento para personas afectadas por las inundaciones, en la escuela Bangula FP del distrito meridional de Nsanje. ©UNICEF/NYHQ2015-0097/van de Merwe

“Voy a trasplantar el arroz a las zonas húmedas de más allá (señala hacia el río) cuando crezcan algo más y luego plantaré otra vez aquí el maíz cuando esté más seco”.

No obstante, existe un problema: la señora Zawa no tiene semillas de maíz ni dinero para comprarlas.

UNA ZONA PROPENSA A LAS INUNDACIONES

A esta parte meridional de Malawi, con el majestuoso y enlodado Río Shire serpenteando a través de los luminosos y verdes campos poblados de finas torres de humo gris que gira desde el fuego de las cocinas de las casas, se la conoce como la región fértil. Al ser una zona propensa a las inundaciones, la mayoría de las personas que viven aquí y que cultivan maíz, patatas dulces y otras cosechas, se resguardan todos los años cuando sus campos han quedado anegados, y en casos extremos algunos se refugian en escuelas cercanas durante un par de días antes de regresar al duro trabajo de cosechar para su sustento.

Sin embargo, este año ha habido un cambio dramático en la magnitud de las inundaciones y en la escala del daño causado. Unas 200 personas han muerto y alrededor de 170.000 han sido desplazadas. Varios centenares se encuentran en paradero desconocido y miles permanecen aisladas en pequeñas islas, desesperadas, pendientes de que el nivel del agua baje mientras sus estómagos se resienten por el hambre. Solo pueden confiar en unos pocos helicópteros de las Fuerzas de Defensa de Malawi, Sudáfrica y la PMA, y de un barco para que les suministre provisiones.

Los que tienen algo de dinero pueden utilizar un sistema, todavía en desarrollo, de canoas privadas creado por agricultores que, transformados en marineros, transportan, previo pago y en ambos sentidos, mercancías y personas de localidades aisladas a través de los lagos accidentales. Pero incluso para estos intrépidos barqueros de espíritu empresarial como Dickson House, de 35 años, esta actividad puede ser traicionera: “A veces la corriente es demasiado fuerte para poderla atravesar y no es posible trabajar”.

VOLVER A LA NORMALIDAD

Organismos humanitarios se han puesto manos a la obra para ayudar a proveer a la población desplazada de refugio básico, alimentos, agua y servicios sanitarios. Pero se cierne la amenaza de intensas lluvias y la pregunta no es solo cómo afrontar las necesidades inmediatas de todas esas personas hambrientas, traumatizadas y sin hogar, sino cómo lograr que vuelvan a la normalidad cuando, para la mayoría, todos los fragmentos de sus vidas se los ha llevado el agua.

La escasez de alimentos no es una novedad en Malawi donde aproximadamente más de un 40% de niñas y niños menores de cinco años sufren un retraso en el crecimiento debido tanto a la escasez de alimentos como a las deficientes condiciones de vida y la poca variedad de la alimentación. Estos menores son los que corren mayor riesgo cuando se encuentran en campamentos superpoblados donde los peligros de contraer enfermedades como el cólera y la diarrea están siempre presentes.

Junto con la catástrofe humanitaria, las consecuencias económicas son enormes. Según el informe de la agencia Reuters, el Presidente Mutharika ha calculado que las pérdidas superan los 54 millones de dólares y que el país, con toda probabilidad, perderá el 5,8% de las previsiones de crecimiento económico de este año. Un duro e injusto golpe para una de las naciones más pobres del mundo.

INTEGRAR LOS PROBLEMAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Aunque las inundaciones de este año han batido récords, es probable que estos no sean los últimos.

“Hablamos de fenómenos climáticos extremos y es obvio que vamos a presenciar muchas más lluvias intensas, más inundaciones, más sequías, especialmente en partes de África donde no existe la posibilidad de crear capacidad de resistencia”, dice Elina Kululanga del Departamento de los Servicios Meteorológicos y del Cambio Climático de Malawi.

Y añade: “Los propios daños causados muestran el enorme coste que originan las inundaciones si los problemas del cambio climático no se incorporan en nuestro proceso de planificación”.

Para la señora Zawa, el coste de estas inundaciones y de las extremas pautas climáticas se reduce a una bolsa de semillas de maíz, lo que se traduce en un techo para sus cinco hijos, los alimentos que comen, la ropa que llevan y, en última instancia, su futuro.

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Inundaciones en Mozambique

por Lucas Molfino, médico de Médicos Sin Fronteras en Mozambiquelucas1*

Como ya habréis leído, el río Limpopo, que llega a Mozambique desde Sudáfrica, se desbordó tras varios días de lluvias e inundó la provincia de Gaza. Esta provincia fue la más afectada por el desbordamiento, y más de 140.000 personas han tenido que dejar sus casas debido a la crecida de las aguas. Están en estado de shock. En su mayor parte, han perdido todo lo que tenían.

Decidimos ir directamente a Chokwe porque sabíamos que la situación allí era grave. En algunas zonas, la ciudad estaba bajo metro y medio de agua. Casas y otros edificios se habían derrumbado, y en algunos lugares el sistema eléctrico estaba destruido. Ahora la gente ya empieza a volver lentamente a sus casas para comprobar qué ha sido de ellas y de sus pertenencias.

Hemos establecido un puesto de salud dentro del Hospital Carmelo, la única estructura de salud que seguía operativa. En dos días, el equipo pasó unas 400 consultas médicas. Hemos atendido a personas heridas durante las inundaciones, y también nos estamos asegurando de que los pacientes de VIH/sida y tuberculosis reciban sus medicamentos y no interrumpan sus tratamientos.

Equipos de MSF pasan consulta en la capilla del Hospital Carmelo de Chokwe (© MSF).

Equipos de MSF pasan consulta en la capilla del Hospital Carmelo de Chokwe (© MSF).

La provincia de Gaza tiene una de las más altas tasas de prevalencia de VIH del país, así que es fundamental que los pacientes sigan recibiendo sus antirretrovirales. Algunos de ellos han perdido sus historias médicas y no recuerdan el nombre de los fármacos que toman. Todo esto puede dificultar la continuidad del tratamiento, pero he de decir que los pacientes están acudiendo de motu proprio a nosotros para que les ayudemos, lo que demuestra un extraordinario compromiso con su salud.

Además, por suerte el hospital había recibido el suministro mensual de antirretrovirales la semana antes de las inundaciones: las cajas seguían selladas y los medicamentos están intactos. Tenemos fármacos suficientes para las próximas semanas.

En cuanto a los pacientes de tuberculosis, también estamos distribuyendo los suministros del hospital Carmelo, así que los pacientes no tendrán que interrumpir su tratamiento. Esto es esencial, ya que una discontinuidad en la terapia puede generar resistencias a los medicamentos.

Carretera a Guija. Unas 150.000 personas han tenido que dejar sus casas (© MSF).

Carretera a Guija. Unas 150.000 personas han tenido que dejar sus casas (© MSF).

En cuanto al campo de Chiquelane, acoge a unas 40.000 personas procedentes de Chokwe, y hay una clara falta de agua y saneamiento. De momento la situación está controlada, pero tenemos que monitorear de cerca los casos que puedan surgir de enfermedades relacionadas con la mala calidad del agua, como el cólera. Con 40.000 personas viviendo tan apiñadas y en estas condiciones, hay que permanecer vigilantes.

En Chokwe las aguas se están retirando, pero resulta difícil saber cuánto tiempo tendremos que quedarnos. Nos quedaremos tanto como el Ministerio de Salud nos necesite, el tiempo que les lleve reanudar sus servicios y asegurar que todo el mundo tiene acceso a servicios de salud. Llevará tiempo volver a la normalidad.

* Lucas Molfino, médico argentino, es el coordinador médico de MSF en Mozambique y acaba de regresar de Chokwe, donde Médicos Sin Fronteras lanzó una intervención de emergencia el pasado 25 de enero, tras las inundaciones.

 

Una lluvia que no siempre es una bendición: desarrollo de un Sistema de Alerta Precoz a inundaciones en Senegal

Por Luis Jabonero Díaz. Delegado CRE en Senegal.

En Senegal, como en otros países del Sahel, las estaciones no se dividen en cuatro como en Europa, sino solo en dos: la estación seca y la estación lluviosa. La estación húmeda, conocida como hivernage, coincide aproximadamente en el tiempo con el verano en España. Se trata de un período cálido que dura desde junio hasta octubre, durante el cual se producen prácticamente todas las precipitaciones del año en el país. Las lluvias de esta época caen de modo intenso y en períodos cortos de tiempo. A veces, se precipitan de modo torrencial, con gran violencia, en auténticas lluvias diluvianas.

Senegal es uno de los países menos desarrollados del mundo. Aquí, la falta de oportunidades en el ámbito rural ha llevado durante las últimas décadas a una intensa y a veces desordenada migración del campo a las zonas urbanas. En muy poco tiempo, las localidades han multiplicado su tamaño, creciendo especialmente la periferia de las grandes ciudades. No obstante, este movimiento de personas no se ha visto acompañado de mejores infraestructuras de saneamiento o habitabilidad. Así, amplias zonas carecen de alcantarillado y sistemas de drenaje del agua, y con frecuencia las casas se asientan sobre cauces secos de ríos o lagos.

Ambos fenómenos, las lluvias torrenciales y las frágiles condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables, se conjugan cada año durante los meses de la estación húmeda dando lugar a importantes inundaciones que causan graves daños sobre las personas y sus bienes. Se comprueba, una vez más, cómo la emergencia tiene causas y efectos que van más allá de lo puntual, poniendo en evidencia los graves problemas estructurales de tipo socioeconómico que subyacen a la catástrofe. El manto de agua torrencial, al atravesar los débiles muros y techos de cartón y hojalata de las viviendas, deja al descubierto la extrema vulnerabilidad de miles de personas.

Durante el verano de 2008 (a ese momento corresponden las fotografías), las inundaciones asolaron Senegal con una intensa fuerza. Sus efectos en términos de pérdida de vidas, desplazamiento de familias cuyos hogares habían quedado anegados o la ruina para multitud de negocios, fueron similares a otros años de grandes lluvias. No obstante, hubo algo que fue diferente: en el seno de la Cruz Roja, organización humanitaria dedicada a dar respuesta a las emergencias y apoyo a las poblaciones afectadas, se produjo un cambio con respecto a inundaciones anteriores. Por primera vez en su historia, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja lanzó un llamamiento de ayuda de urgencia preventivo.

Ante las alarmantes previsiones climatológicas que indicaban un riesgo muy elevado de inundaciones para toda la zona de África Occidental, la Cruz Roja decidió tomar medidas para preparar la respuesta, antes incluso de que esta respuesta fuera necesaria. Entre otras acciones, se pre posicionaron kits de socorro, se dio formación a los equipos locales de voluntarios en respuesta a inundaciones, se desarrollaron planes de acción por todas las cruces rojas de los países afectados, y se buscó el apoyo financiero de los donantes internacionales. Una vez que las inundaciones finalmente se produjeron en Senegal, la Cruz Roja Senegalesa, gracias a todo este trabajo previo, reaccionó con agilidad y rapidez a la situación de las poblaciones más afectadas por las lluvias torrenciales.

La experiencia demostró la importancia de la preparación y de la prevención ante fenómenos naturales que derivan en desastres, de cara a hacer la respuesta más eficaz, económica y rápida. Pero también se obtuvieron interesantes lecciones. En el caso de Senegal, la Federación Internacional de la Cruz Roja evaluó tras la catástrofe que la trasmisión de información desde la sede hasta los equipos locales había sido desestructurada y precipitada. Además, se observó que los voluntarios de la Cruz Roja no disponían de suficiente formación en gestión del agua o en tratamiento de la información meteorológica, lo que hizo que con frecuencia las poblaciones locales desoyeran sus advertencias previas ante la falta de credibilidad de su mensaje. Finalmente, se puso en evidencia la necesidad de contar con protocolos sistemáticos y formales de colaboración con el Servicio Meteorológico Nacional.

Por todo ello, considerando que las inundaciones son el tipo de emergencia que más daños causa en Senegal y que todos los años obligan a los senegaleses a lamentar importantes pérdidas humanas y materiales, la Cruz Roja Española decidió apoyar a su organización socia en el país, la Cruz Roja Senegalesa, a mejorar su gestión y preparación ante inundaciones. Basándose en la experiencia y lecciones aprendidas durante la emergencia de 2008, durante el año 2012 ha puesto en marcha un proyecto de refuerzo institucional dirigido a desarrollar en el seno de la Cruz Roja Senegalesa un Sistema de Alerta Precoz a inundaciones.

El objetivo del proyecto es diseñar un sistema de prevención de emergencias basado en la información meteorológica local. Una vez puesto en marcha, la Cruz Roja Senegalesa dispone de una red de equipos ubicados en todo el país capaz de dar respuesta a un desastre natural. Cada uno de estos equipos está localizado de modo permanente en el nivel más próximo a las potenciales poblaciones afectadas. Así, y gracias a las nuevas tecnologías de la información, ante una alerta de inundación la Cruz Roja dispone ahora de la capacidad de prevenir a tiempo los riesgos y activar un plan de respuesta antes de que la emergencia tenga lugar. Y ello en cualquier punto del país, incluso en las regiones más remotas.

Para mejorar la capacidad de intervención y de gestión de los equipos de respuesta, se formó a los voluntarios en conocimientos meteorológicos, en respuesta a emergencias ligadas al agua y en técnicas de comunicación de grandes grupos de personas. Los voluntarios regionales se encargaron, a su vez, de trasmitir los conocimientos a los equipos de respuesta a inundaciones departamentales y locales, logrando que la red de alerta precoz se extendiera de modo capilar hasta todos los rincones del país.

Al mismo tiempo, se desarrolló junto al Servicio Meteorológico Senegalés un sistema de información en tiempo real a través de SMS, destinado a alertar de inundaciones con hasta 6 horas de antelación. Así, la información no permanecería en un solo punto central, sino que esta información fluiría desde que la alerta es lanzada por el Servicio Meteorológico hasta cualquiera de los nodos de la red de prevención de la Cruz Roja. Ubicados en todos los extremos del país, la información anticipada permite la preparación de las poblaciones a tiempo antes de que las lluvias torrenciales tengan lugar.

Durante la presente estación lluviosa, en especial desde mediados de agosto de 2012, las tormentas están causando en toda la región de África Occidental importantes daños. Sólo en Senegal ya han provocado 24 fallecimientos, habiendo afectado a cerca de 300.000 personas. Se trata de un fenómeno de proporciones tan graves y recurrentes que exige soluciones estructurales y duraderas en las que las autoridades senegalesas están trabajando actualmente. Cruz Roja Senegalesa no tiene a su alcance la realización de grandes obras de infraestructuras o la planificación urbanística, pero sí puede reaccionar en el socorro de las poblaciones afectadas cuando el desastre tiene lugar y en su recuperación posterior. Ahora, además, y gracias al reciente apoyo de Cruz Roja Española, se encuentra más capacitada para reaccionar a tiempo ante las inundaciones y salvar vidas.