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Huracán Matthew: un mes después en Haití

Por UNICEF Comité Español, que lanza su Campaña centrada en niños en emergencias, como la de Haití

© UNICEF/UN035940/LeMoyne and © UNICEF/UN034856/Abassi, UN-MINUSTAH

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Durante todo el año pasado, 98 millones de personas, más de 2 veces la población de España, sufrieron las consecuencias de graves desastres naturales. Una gran parte de todas estas personas eran niños. Durante el pasado 2015 UNICEF respondió a 310 emergencias humanitarias, una cifra que se eleva muy por encima de la media de las últimas décadas.

En Haití, un país que ya sufrió las consecuencias de un terremoto terrible en el año 2010, más de 2 millones de personas a día de hoy siguen afectadas por el Huracán Matthew. De ellas 900.000 son niños, de los cuales 600.000 necesitan ayuda inmediata.

© UNICEF/UN035940/LeMoyne and © UNICEF/UN034856/Abassi, UN-MINUSTAH

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Unos 500.000 niños viven en los departamentos Sur y Grande Ansa de Haití, las zonas más afectadas por la peor ráfaga del huracán Matthew, de categoría cuatro. (Izquierda) Un cuenco de habichuelas recogidas de un cultivo devastado de Júreme. (Derecha) Vista aérea del sur de Haití.

Las ciudades costeras quedaron gravemente dañadas, al igual que numerosas viviendas de regiones montañosas remotas. Muchas personas están viviendo en refugios temporales. (Izquierda) Preparación de comida frente a una iglesia de Jeremie que acoge a desplazados por el huracán.

© UNICEF/UN035881/LeMoyne and © UNICEF/UN035886/LeMoyne

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Los casos crecientes de diarrea y de posible cólera son preocupantes, pues sus consecuencias pueden ser mortales en los niños. Antes del huracán, uno de cada cinco niños ya sufría desnutrición crónica. (Izquierda) En una escuela de Les Cayes, una niña sostiene un cuenco vacío. (Derecha) Unas niñas en una iglesia de Jeremie.

© UNICEF/UN035881/LeMoyne and © UNICEF/UN035886/LeMoyne

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“La destrucción masiva de campos de cultivo, ganado y otras formas de sustento está poniendo aún más vidas en peligro”, asegura Marc Vincent, Representante de UNICEF en Haití.

(Izquierda) Preparación de comida junto a una iglesia de Jeremie mientras (derecha) una niña prepara arroz dentro”.

© UNICEF/UN035147/LeMoyne and © UNICEF/UN035942/LeMoyne

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Hasta un 90% de los cultivos se han perdido con el paso devastador de Matthew, y 800.000 personas necesitan ayuda urgente para comer. (Izquierda) Una olla con maíz en la escuela de Catiche. (Derecha) Una mujer rodeada de aguacates podridos y un árbol caído al exterior de su casa, en Duchity.

 

¡Pide refuerzos! Crónica de una urgencia en Haití

Ahmed Fadel, coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital de Chatuley, en Leogane, Haití.

 

Son más de las diez de la noche en el hospital Chatuley. Un niño de dos años está recibiendo oxígeno. Se encuentra en un coma profundo después de recibir un fuerte golpe en la cabeza. Está a punto de dejarnos. El pediatra y las dos enfermeras hacen todo lo que está en sus manos, pero saben que no saldrá adelante. Otra enfermera lo acaricia tiernamente y lo calma durante sus últimos momentos.

La jefa de enfermeras, con lágrimas en los ojos, lo abraza y se lo lleva a su madre, que también está recibiendo atención médica. Hicimos todo lo posible para salvarlo, pero finalmente se ha ido. No se oye nada. Debido al estado de shock en el que se encuentra, la enfermera se tiene que tomar un momento para explicarle lo que ha sucedido. Cuando finalmente la madre logra comprenderlo, comienza a llorar desconsoladamente.

Todo el personal del hospital guarda un respetuoso silencio mientras trata de arroparla y de acompañarla en ese duro momento. Sentimos como si el mundo hubiera dejado de girar y todo a nuestro alrededor se detiene, a excepción de las lágrimas que ruedan por nuestras mejillas.

A principios de ese día…

Es una hermosa y soleada mañana de martes en Léogâne. Por delante tengo un día completo y lleno de trabajo: largas reuniones con los equipos para debatir sobre nuestras metas y los objetivos alcanzados hasta el momento, la organización de tareas para el mes siguiente y las estrategias claves para el próximo año; un día rutinario.

Cuando acaba la jornada, cogemos un atajo en nuestro camino de regreso hacia la base. Pasamos junto a una familia que vive en un refugio improvisado y un hombre nos pide que paremos el coche. Doy por hecho que nos va a pedir ayuda médica, pero me siento aliviado porque justo en este momento me acompaña un médico (yo soy coordinador de proyecto y no tengo un perfil sanitario). Sin embargo, no es eso lo que quiere. Sólo pretende mostrarnos su gratitud por el trabajo que hacemos y ofrecernos unas frutas de regalo.

Regresamos a la base contentos por este pequeño pero conmovedor gesto y compartimos la fruta con el equipo. Parece que será una tarde agradable…

A las 7:45PM escucho unas sirenas a lo lejos. Antes de tener la oportunidad de preguntar qué es lo que está pasando, un guardia se apresura y nos informa de que nos han enviado un mensaje por radio desde el hospital: ha habido un accidente de tráfico y hay un número importante de heridos con lesiones leves.

El equipo del hospital debería ser capaz de manejar esta situación, así que no perdemos la calma. Pocos minutos después, a las 8:00PM, dos cirujanos, una enfermera y el anestesista entran en la sala de operaciones

A las 8:25M me informan de que el número de heridos podría ser mayor de lo que pensamos.

Llego al hospital a las 8:33PM. En las puertas de la sala de urgencias hay filas de camiones y ambulancias pertenecientes al servicio de salud del Gobierno y de la Cruz Roja de Haití. Todos ellos están llenos de heridos. Los camilleros se sienten abrumados. Más de 30 heridos acaban de llegar y hay más ambulancias en camino.

Urgencias. Hospital de Médicos Sin Fronteras en Leogane. Haití.

Urgencias. Hospital de Médicos Sin Fronteras en Leogane. Haití.

¡Pide refuerzos!

Rápidamente, me pongo a trabajar. Empiezo por ordenar los vehículos con el objetivo de hacer hueco para los demás y luego me hago cargo de la dirección de la sala de urgencias.

En todas partes hay personas con lesiones a la espera de ser atendidas. El cirujano me dice que necesitan más ayuda para recibir a los heridos, que van a llegar en cualquier momento. Cojo el móvil para marcar el número de la base y veo decenas de mensajes enviados por el equipo preguntando si nos pueden ayudar.

Les respondo a todos: «¡Emergencia” Muchos heridos graves. Apoyo necesario. Todas las manos son bienvenidas«. La respuesta: «Mensaje recibido, todo el equipo está en camino».

Vuelvo a la sala de urgencias y me encuentro con un compañero de otra organización que me comenta lo que ha sucedido. Dos grandes camiones han chocado. Iban llenos de pasajeros, hacinados unos encima de otros. Es posible que el número de heridos supere los 50.

El accidente ha ocurrido cerca de Gressier, en la carretera principal entre Puerto Príncipe y Léogâne. La circulación se ha cortado para permitir que todos los heridos sean evacuados y poder mover los camiones. Esto significa que Chatuley, nuestro hospital, es el único centro de salud accesible en estos momentos.

A las 8:38PM el camión de MSF llega con nuestros refuerzos: médicos, enfermeras, matronas y especialistas en logística. Todo el equipo está ahí. «¡Infórmanos sobre la situación y dinos lo que tenemos que hacer!».

Se lo resumo rápidamente: «Hay gente con todo tipo de lesiones. Unas 30 personas más están en camino. El médico de urgencias y los cirujanos serán vuestra principal referencia, seguid sus instrucciones. Los logistas venid conmigo».

Apenas he acabado de hablar cuando veo que llega más gente: nuestro personal de salud haitiano. Estaban descansando en sus casas, pero han lo dejado todo y han venido hasta aquí en cuanto han oído la noticia. Están esperando mis instrucciones y no he tenido ni siquiera que avisarles.

A partir de entonces comienza la actividad: sin estrés y sin pánico, pero sin descanso. Todo el mundo sabe cuál es su papel y su lugar. No hay gritos, ni prisas, sólo acción.

Tratamos de calmar a los heridos y a sus familiares, que tienen que esperar fuera y están muy preocupados. Pero me reconforta ver que la gente confía en nosotros.

 

Por un momento el mundo se para

A las 10:30PM una nueva oleada de heridos llega. Vamos tomando decisiones y trabajamos con determinación. Alrededor de las 11:00PM perdemos los casos más graves, un total de cuatro personas hasta ese momento. No podemos dejar que eso nos derrumbe, así que seguimos trabajando.

A las 11.15PM el niño de dos años muere mientras es acariciado por una enfermera. Silencio. Veo las lágrimas de la enfermera mientras se lo lleva a su madre para que ella lo pueda abrazar por última vez.

A las 11.30PM el médico de urgencias nos tranquiliza: «Los pacientes están estables y listos para ser transferidos a las salas de observación». Todo el mundo se pone de nuevo manos a la obra. No importa si uno es camillero, cirujano, médico o incluso un miembro del personal no médico: todos ayudamos a trasladar las camillas.

 

Sala de espera del centro quirúrgico de Médicos Sin Fronteras en Tabarre, al este de Puerto Príncipe. En este centro se proporciona asistencia en traumatología de emergencia, cirugía ortopédica y abdominal para las víctimas de atracos, violencia de género y se atiende a las personas heridas en accidentes de tráfico.

Sala de espera del centro quirúrgico de Médicos Sin Fronteras en Tabarre, al este de Puerto Príncipe. En este centro se proporciona asistencia en traumatología de emergencia, cirugía ortopédica y abdominal para las víctimas de atracos, violencia de género y se atiende a las personas heridas en accidentes de tráfico.

La recta final de un largo día

Son más de las 12 de la noche y ponemos todo en orden antes de regresar a la base. En el coche, todo el equipo va en silencio y apesadumbrado. Intercambiamos miradas. De repente, uno de los compañeros levanta la voz para tratar de levantarnos el ánimo: «¡Amigos! Había 43 heridos, la mitad de ellos graves y en riesgo de morir, y los hemos salvado a casi todos. Tenemos que estar contentos con el trabajo realizado». «¡Sí, es cierto, tenemos que quedarnos con eso!», responde otro.

Mañana será otro día complicado: vamos a tener que hacernos cargo del seguimiento de las personas heridas y de las transferencias a otros hospitales de MSF en Puerto Príncipe. También tendremos que pasar por el proceso de identificar a los fallecidos con el Juez de Paz y encargarnos de la recepción y del apoyo a sus familias. Todo esto sin que el hospital deje de funcionar.

Desde 2010, MSF dirige el hospital de Chatuley en Léogâne, a unos 30 km de la capital de Haití, Puerto Príncipe. El hospital ofrece atención médica gratuita las 24 horas al día.

PLAN, organización internacional de protección a la infancia, se suma al Blog Solidario

Por Tábata Peregrín – Responsable de Prensa de PLAN

“Yo lo que quiero es ir a la escuela” fue la frase que más escuché en mi visita a Haití como responsable de prensa de PLAN en España.

“Yo lo que quiero es ir a la escuela” me decían los niños y las niñas en los campamentos, en la calle, en la esquina, de la mano de sus padres, mientras comían…

No era una frase hecha, ni estaba escrita en los manuales de cooperación. Los niños, se dice, siempre cuentan la verdad y esta es la suya: quieren ir al cole.

Sentada en la oficina de Plan en España todos los días escribimos sobre los casi 7.400 proyectos de educación, salud, protección y participación infantil en los que PLAN trabaja en 68 países.

Pero una cosa es leerlo o escribirlo y otra muy distinta saberlo y recordarlo. ¡La cotidianeidad nos absorbe!

En los países desarrollados se nos olvida que la educación primaria no es aún universal, como aspira que sea el segundo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En países como el nuestro nos cuesta imaginar la cifra de 100 millones de niños que no van al colegio, que 89 países del mundo no han legislado aún contra la violencia escolar y que en países como India el castigo corporal es habitual en las aulas.

En países como el nuestro nos cuesta hacernos a la idea de que haya 51 millones de niños en el mundo que no son registrados al nacer y que son objeto fácil de tráfico infantil, entre otros problemas.

Estando en casa con la familia no se nos pasa por la cabeza que hay millones de niñas que son casadas antes de los 12 años y que países africanos como Guinea Conakry el 98% de las mujeres sufren la mutilación genital femenina.

Es bueno escuchar las historias desde el terreno porque te conectan de nuevo en el mundo.

Así que a partir de ahora Virginia Saiz, desde PLAN Egipto, nos ofrecerá la crónica de una sociedad en pleno cambio y cómo los niños y las niñas del país la viven. Heidi Reed, nos hablará del Haití post-terremoto y Sergio Rubio contará la vida de la infancia en Ecuador donde estamos presentes desde 1963.

En El Blog Solidario son los primeros blogueros de PLAN, una organización internacional de protección de la infancia con 75 años de vida y presente en 68 países.

Haití, doce meses después

por Amos Hercz (Haití, Médicos Sin Fronteras)

Hoy se cumplen doce meses del terremoto de Haití, la primera de las dos emergencias que han golpeado al país este año. La segunda es la del cólera.

Nadie está seguro de lo que sucederá en la estación de las lluvias, que es cuando normalmente ataca el cólera. La epidemia actual comenzó fuera de esta estación. Aunque el número de casos está disminuyendo en algunas áreas, otros lugares están reportando brotes nuevos. El futuro es incierto. En particular, el futuro de la epidemia en Puerto Príncipe, la capital, sigue siendo una gran incógnita.

Estoy en Saint-Marc, y aquí, hemos ampliado nuestra intervención contra la epidemia cada vez más hacia las zonas rurales. A medida que el número de casos urbanos se estabiliza, siguen llegando nuevos pacientes a nuestras unidades de tratamiento en muchas áreas remotas.

Los pacientes de nuestro centro de tratamiento  del cólera (CTC) en Dessalines, que visito con regularidad, proceden de 173 comunidades diferentes. Una concentración de casos en un solo punto geográfico puede indicar la existencia de un brote de la epidemia. Así que los evaluamos todos.

En algunas comunidades, nos hemos encontrado con que las estructuras locales de salud están saturadas de pacientes, o simplemente ni siquiera están funcionando. La tarea es complicada por los diferentes nombres que puede recibir un mismo sitio o las distintas grafías de un mismo topónimo: a menudo los mapas muestran sólo los nombres en francés, cuando los habitantes de la zona pueden usar hasta dos o tres nombres criollos diferentes para un mismo pueblo.

Muchos de estos lugares no son accesibles por carretera y no tienen comunicación telefónica. Pero no podemos tomar decisiones basándonos en rumores, así que tenemos que desplazarnos:  hemos creado equipos para misiones exploratorias con nuestro propio personal, a los que enviamos ‘in situ’ con el equipamiento médico necesario, para que elaboren informes de primera mano.

Asimismo, estamos tratando de establecer relaciones con las comunidades locales a las que ha llegado el cólera, para construir una capacidad de gestión de casos.

Recientemente han llegado al CTC de Saint-Marc numerosos pacientes de una misma comunidad. Nos desplazamos allí, y nos encontramos con un estupendo dispensario a unos treinta minutos andando del pueblo. El personal del dispensario nos saludó calurosamente y nos enseñó sus amplias instalaciones, que cuentan con depósito de agua potable y generadores de energía solar. Estaban bien financiados por una ONG extranjera.

Nos aseguraron que estaban tratando a pacientes de cólera, pero su registro sólo mostraba tres pacientes en la última semana. Nos marchamos, para reunirnos con la comunidad local, que nos comentó que, de hecho, el dispensario se negaba a tratar el cólera, y que en general la población de la zona tenía un reducido acceso a la atención médica a pesar de tener allí aquel centro médico.

Desafortunadamente, este es un ejemplo entre muchos. Las causas no están claras. Probablemente se debe a que el cólera sigue estando estigmatizado en Haití. He visto a enfermeras capacitadas negarse rotundamente a atender a enfermos de cólera.

Seguramente ignoran cómo se transmite el cólera: muchos evitan todo contacto con los enfermos por miedo, pero luego no saben que es esencial tener agua limpia y que deben tratarla. 

Y tal vez también hay algo de apatía. Si alguien ya está tratando el cólera, ¿por qué empezar yo ahora? Esta última razón es especialmente frustrante.

La verdad es que, si bien el tratamiento es sencillo y las medidas de prevención por todos conocidas, la logística que rodea a la respuesta a una epidemia de cólera es algo más complicada. Mi trabajo como médico es fácil: todo lo que tengo que hacer es coger un catéter, ponérselo al paciente con una vía, y colgar una bolsa de suero intravenoso de rehidratación.

Pero alguien tiene que traer todo este material y ponerlo en mis manos. Alguien tiene que abastecernos de agua y solución de cloro para potabilización. Y alguien tiene que construir el centro de tratamiento de cólera en el que yo atiendo a los pacientes. Hay miles de ONG aquí, pero no veo muchas con ese tipo de capacidades.

MSF lleva tres décadas respondiendo a epidemias de cólera. Aunque esta es mi primera misión en una, tengo aquí a compañeros con experiencia en tres, cinco, ocho, hasta once epidemias como esta. En esta hemos atendido a un volumen enorme de pacientes: 91.000 hasta la fecha, más de la mitad del número total de pacientes tratados hasta el momento. Es de hecho la mayor intervención de cólera en la historia de MSF.

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Fotos: Centro del Tratamiento del Cólera de MSF en Dessalines, Haití (© Amos Hercz).

Día de traslado

Por Amos Hercz (Haití, Médicos Sin Fronteras)

Nuestro nuevo Centro de Tratamiento del Cólera (CTC) está listo para recibir pacientes, así que ha llegado la hora de trasladarnos desde el abarrotado patio del hospital en el que hemos estado trabajando hasta ahora.

Nuestro logista está visiblemente cansado, pero sonríe de oreja a oreja. Ha montado el nuevo CTC, en lo que era una estéril franja de terreno, en apenas una semana. Varias ONG han estado visitando el centro, ya que es la mejor estrategia para tratar el cólera.

En todos los puntos de entrada, así como entre las diferentes secciones del CTC, hay puntos de limpieza para el calzado y las manos. Todos los movimientos de personas, suministros y coches están organizados a la perfección para evitar la propagación del cólera.

También incineramos los residuos, cloramos nuestra propia agua y preparamos aquí la comida. Incluso la ropa de los pacientes se desinfecta al llegar.

El centro cuenta con electricidad, agua corriente, letrinas, almacenes, oficinas, una cocina, una farmacia, y una entrada independiente de vehículos de suministro. Y se ha diseñado de forma que podemos duplicar rápidamente su capacidad si fuera necesario.

¿Pero cómo haces el traslado de un hospital entero abarrotado de pacientes? Debatimos varios planes de traslado en reuniones que se prolongaron hasta bien entrada la noche. Esperábamos que la gente se recuperara rápido (como es normal en el cólera, ya que el tratamiento dura dos o tres días) y no tuviéramos que trasladar a nadie.

También pensamos en la posibilidad de trasladar a todo el mundo en camillas, pero la logística que requiere un operativo tal, con carreteras en mal estado, sin ambulancias, días cortos y personal dividido entre dos centros diferentes, planteaba bastantes dudas.

Pero sería erróneo decir que no teníamos un plan. De hecho teníamos múltiples planes, y planes de contingencia, y planes de emergencia. Simplemente estábamos nerviosos porque no sabíamos qué plan elegiría el día para nosotros.

Contratamos camiones. Esperamos hasta la tarde, con la idea de que el máximo de pacientes posible estuvieran recuperados para darles el alta.

Habíamos comunicado el traslado a la comunidad con tiempo, así que todos los nuevos pacientes estaban llegando ya directamente al nuevo CTC. ¡Los anuncios en la radio habían funcionado!

Sin embargo, a la hora fijada para el traslado, aún había muchos pacientes en el antiguo CTC. Todo el mundo se sube a los camiones: madres con sus hijos en brazos, ancianos que demuestran una agilidad sorprendente, enfermeras que acompañaban a los pacientes sujetando las vías y sueros de rehidratación intravenosa, familias de los enfermos que cargan con sus efectos personales…

Cuando la primera caravana de camiones había salido, preparamos la segunda. Debimos mover entre 15 y 20 pacientes por viaje. No estaba muy seguro de cómo iría el traslado de los pacientes que debían guardar cama, pero los trasladamos también… ¿por qué no? Los subimos a los camiones con cama y todo, con las vías puestas, claro, y los llevamos al nuevo CFTC cuando la noche ya caía.

En Haití, a veces las cosas más sencillas tardan siglos en hacerse, y otras, la gente consigue que lo imposible ocurra en una sola tarde.

Me llaman del nuevo CTC. Hay mucho ruido y gente al otro lado de la línea. Nos informan de que no ha habido incidentes durante el traslado. Ahora ya es completamente de noche. No es habitual escuchar el silencio en Haití, pero una vez cuelgo el teléfono, en nuestro patio antaño abarrotado no se oye ni un ruido.

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Fotos: Traslado de pacientes del CTC en eln patio del hospital al nuevo CTC. Dessalines, diciembre de 2010. Todas © Amos Hercz.

¿Quién puede pensar en mañana?

Pino González, coordinadora de Médicos del Mundo en Haití

Regreso a Haití después de unos días en España. Vuelvo con ganas, motivada y sintiendo aún el calor que me han transmitido mi familia, mis amigos y mis compañeros y compañeras de Médicos del Mundo. A todos y todas quiero agradecerles el cariño y apoyo que me brindan. La última tarde en Las Palmas, mientras tomaba el último té, tuve una conversación muy enriquecedora con Emma, Konte y Maila. Comentaba Konte que, a menudo, nos preocupamos por algo y nos metemos en una espiral de angustia que nos impide ver más allá y, sobre todo, nos impide ser felices. Esto lo hilábamos con la diferencia entre nuestras culturas en cuanto al tiempo y el hacer planes. A Konte le sigue resultando una locura el que ya estemos pensando en los acontecimientos que llegarán en unos días, semanas, meses…cuando, comenta, deberíamos tratar de centrarnos en el hoy, en estar bien ahora, en ser optimistas, positivos, felices.

Como nos recuerdan esas típicas y predecibles presentaciones power point que circulan por la red, nos pasamos la vida posponiendo el momento preciso para ser felices, para simplemente vivir. Ese carpe diem que aprendimos estudiando literatura cuando adolescentes dicta el paso de millones de personas que no hacen planes, no sólo porque no han crecido con esa filosofía de vida, sino porque en determinados contextos, demasiados contextos…por desgracia, es francamente imposible. Entonces pienso ¿por desgracia o por la perpetua impasividad de tantas generaciones como ha conocido ‘la era moderna de la humanidad’?

Campamento de desplazados Delmas 33 en Puerto Príncipe

Hoy visité con Irene, nuestra psicóloga y Elsa, presidenta de la asociación haitiana JADERH, los campamentos de Delmas 33 en los que desarrollamos el proyecto de atención psicosocial, gracias a su buen trabajo y al de los voluntarios y voluntarias de su asociación.

A pesar de haber trabajado aquí desde el inicio de esta catástrofe he de reconocer que me impactó el ver cómo cada vez parece más claro que la basura y los chamizos de plástico y palos seguirán siendo la estampa cotidiana de este Puerto Príncipe que se ha convertido en una enorme ‘bidón ville’ donde la vida indigna de miles de personas se me antoja absolutamente desesperanzada. El panorama: un canal que lleva el agua de lluvia con toneladas de basura acumulada, cerdos y cabras que beben y comen de ella, niños que juegan saltando de un lado al otro, cometas hechas con bolsas de plástico y dos palos cruzados enredadas en el tendido eléctrico…

Vertedero a orillas de los campamentos de desplazados en Puerto de Príncipe

Los líderes comunitarios nos cuentan cuáles son sus necesidades principales. “Bueno, pues, tal vez unas sillas más y unos plásticos para este espacio que hemos arreglado como escuela”. Nos explican ante lo que llaman ‘la escuela’: una esquina del campamento bajo un plástico, sillas que traen los propios niños y tres tablones de madera fijados con clavos en la pared y en los que se puede leer “31 de Mayo, Dios es la respuesta” seguido de un ejercicio de lengua.

Escuela improvisada en el campamento de desplazados

En unos instantes pasamos de tener la camiseta empapada de sudor a estar caladas a causa de la lluvia que nos sorprende viendo el último campamento. Este parecía de primera división, hasta en la fatalidad hay niveles. Cada familia cuenta con una tienda grande, colocadas en orden, sin demasiada basura en el terreno, incluso una llamaba la atención porque tenía dos macetas dando cobijo a la típica puerta de entrada con cremallera. En cuanto empezó a llover salieron cuatro niños y jugaban saltando en los charcos, dejándose mojar por el chorro de agua que caía por las tiendas, no paraban de reír…y las de esta tarde me parecieron que eran las imágenes que reflejan la realidad del pueblo haitiano, fuerte ante la adversidad, superviviente desde que nace. Ante esta imagen, amigo Konte, quién puede pensar en mañana, ¿verdad? Ahora, a esperar a que deje de llover, pensarán los cientos de mujeres y hombres que se refugian cubriéndose con lo que pueden en sus puestos ambulantes. Luego, a ver si vendo lo suficiente para llevar que comer a casa, esta noche, a ver si no me roban los plásticos bajo los que duermo, mañana…«si Dios quiere», como repiten cada vez, será otro día.

Como nos recuerdan esas típicas y predecibles presentaciones power point que circulan por la red, nos pasamos la vida posponiendo el momento preciso para ser felices, para simplemente vivir. Ese carpe diem que aprendimos estudiando literatura cuando adolescentes dicta el paso de millones de personas que no hacen planes, no sólo porque no han crecido con esa filosofía de vida, sino porque en determinados contextos, demasiados contextos…por desgracia, es francamente imposible. Entonces pienso ¿por desgracia o por la perpetua impasividad de tantas generaciones como ha conocido ‘la era moderna de la humanidad’?
Hoy visité con Irene, nuestra psicóloga y Elsa, presidenta de la asociación haitiana JADERH, los campamentos de Delmas 33

Haití. Vuelven los uniformes escolares

Pilar Palomino. Delegada de Cruz Roja Española en Haití

Ya han pasado más de cien días desde el terremoto en Haití, y la gente parece haber recuperado su “nueva normalidad”. Los edificios en ruinas, aquellos que son irrecuperables, presentan en su fachada una pintada roja en la que se puede leer “a démolir”. Los edificios ya están clasificados, y las familias ya se encuentran más o menos instaladas: en sus casas –parece que se va superando el miedo a dormir bajo techo-, en campamentos, junto a las ruinas de lo que era su vivienda o con algún familiar o amigo de acogida.

Los coches de organizaciones humanitarias salpican toda la ciudad, formando parte ya del paisaje cotidiano de Puerto Príncipe e integrándose en los frecuentes atascos a los que, los recién llegados, tanto les cuesta acostumbrarse. Ahora que las escuelas que se mantienen en pie han abierto sus puertas, aparecen de nuevo, tímidamente, los vivos colores de los uniformes escolares (en Haití cada escuela tiene un uniforme diferente) y las trencitas impecables con grandes lazos también coloreados. Es un soplo de vida ver a los niños con sus mochilas cuadradas a la espalda y sus brillantes zapatos de charol camino de la escuela temprano en la mañana.

La situación en los campamentos ha mejorado mucho: el acceso al agua potable y el saneamiento está ya asegurado, se están realizando distribuciones de ayuda humanitaria de una forma ordenada y con un gran alcance, las condiciones de salud son favorables y la atención médica suficiente, se ha asegurado que las familias dispongan de un cobijo con al menos toldos plásticos para protegerse de la lluvia y, en general, los servicios básicos están siendo cubiertos. La primera fase de la respuesta a la emergencia ha tenido, en mi opinión, un impacto muy importante y se han alcanzado los objetivos de asistencia que se tenían previstos.

Los campamentos son ya “barrios” en los que hay cibercafés, peluquerías y tiendas de alimentación, en los que a la hora de comer las madres cocinan arroz y habichuelas para toda la familia y donde los domingos hay misas en tiendas acondicionadas para ello. La gran preocupación de la gente es ahora la época de lluvias y huracanes y, aunque están acostumbrados a afrontarlas cada año, el temor de que ésta sea una temporada complicada es compartido por todos.

Ahora comienza la verdadera reconstrucción de Haití. En paralelo a la provisión de agua potable, la mejora de las condiciones sanitarias, la distribución de ayuda y otras actividades propias de la ayuda humanitaria, se comienzan a definir las estrategias e intervenciones que constituyan soluciones más permanentes para los afectados por el terremoto y que contribuyan al desarrollo del país, a saber:

Alojamientos progresivos que, además de proporcionar un cobijo seguro e inmediato a las familias, tenga la versatilidad de ir convirtiéndose, progresivamente, en una vivienda más confortable y completa, acompañada de sus infraestrcuturas básicas de agua y saneamiento.

Reconstrucción de escuelas, centros de salud y otros centros públicos o comunitarios

Apoyo al sector educativo mediante la dotación de aulas temporales que sean una alternativa mientras se reconstruyen las escuelas

Soluciones de agua y saneamiento más permanentes, y trabajo en promoción de buenos hábitos higiénicos en las comunidade vulnerables

Proyectos que apoyen el desarrollo económico de familias y comunidades, y su seguridad alimentaria

Son muchas cosas que se pueden y se deben hacer, mucho trabajo y esfuerzo que invertir. La conferencia de Donantes de Nueva York ha puesto de manifiesto el compromiso de la comunidad internacional, y el Gobierno de España ha dado un gran ejemplo con su apuesta por un país que debe recostruirse paso a paso, con el acompañamiento y el apoyo de todos.

Esta “nueva normalidad” que se vive ahora en Haití debe ser una normalidad que no deje de estar empapada en progreso, ilusión y empeño. Los colores de los uniformes escolares lo inundarán todo, las peluquerías y cibercafés serán florecientes negocios familiares, las escuelas serán centros educativos cómodos y equipados y las familias vivirán en casas que las lluvias o huracanes no puedan amenazar con su llegada.

Una normalidad imposible

Pino González, coordinadora de Médicos del Mundo en Haití

El pasado lunes 12 se cumplieron 3 meses del terremoto. Haitianas y haitianos celebraron distintos funerales, como distintas son las religiones que practican. En Haití hay adventistas, católicos, evangelistas, testigos de Jehová, seguidores de la Iglesia Wesleyen… La noche nos ofreció un cielo completamente estrellado y hay quien decía que era el agradecimiento por las exequias. Previamente, en Semana Santa, pudimos ver alguna procesión más o menos parecida a las que tienen lugar en España. Sin embargo, las más interesantes son las denominadas ‘Rara’ o ‘Gaga’, que consisten en algo de carácter mucho más festivo/lúdico…Grupos de gente joven ataviada con ropas de colores alegres marchan recorriendo las calles al ritmo de la música de tambores y tubas.

Tres meses después, muchas personas siguen dependiendo de la ayuda para subsistir y esto unido a la lluvia, que cuando aparece inunda todo con su presencia, y las réplicas, tres o cuatro por semana, hace que la vida se les ponga, aún más, cuesta arriba.

El día aquí empieza temprano, con un ir y venir de gente a pie, en bici, en moto…A esa estampa ya se han unido las niñas y niños que hace 2 semanas volvieron a la escuela con sus mochilas y coloridos uniformes: verde y amarillo, rojo y blanco, azul…Aún hay padres y madres que tienen miedo de enviar a sus hijos al colegio por si la tierra volviese a temblar. Con este escenario de dependencia, vida en tiendas, réplicas, electricidad a ratos y ahora también los problemas de abastecimiento de combustible, volver a la normalidad es realmente difícil.

En este contexto estamos implementando un proyecto de salud sexual y reproductiva, cuya línea de trabajo más importante es la atención a la salud materno-infantil en primaria y hospital. En los seis dispensarios de la región vamos avanzando con pie firme. Algunos de ellos están en la montaña y el paisaje del camino es precioso.

Nuestro equipo sanitario local, compuesto por dos médicos: Narcis y Judette, y tres enfermeras: Patricia, Edna y Joseph, realiza en ellos la atención sanitaria a las mujeres embarazadas y los niños. Además, participan en el programa de formación que desarrollamos dos días a la semana y trabajan temas de educación para la salud con la población que acude a los dispensarios. Estos días Magüé, nuestro coordinado médico para los dispensarios, diseñó unos materiales que tomarán forma de flip-chart (cuadernos enormes con los que mostrar en imágenes los mensajes que queremos dar, por una cara, y por la otra, el texto de lo que debemos decir, a medida que pasamos la página).

En el hospital, una vez reactivada la maternidad tras los trabajos de limpieza, rehabilitación y logística de equipamiento, materiales y medicamentos, y la incorporación del personal haitiano, son nuestros compañeros y compañeras de Médicos del Mundo Bélgica quienes continuarán con el apoyo a la atención al parto y la hospitalización materna. Nosotros nos centraremos ahora en reactivar y apoyar la neonatología, pediatría y las consultas pre-natal y de planificación familiar. De esta forma, la atención materno-infantil estará cubierta y podremos, entre todos, prestar un servicio en términos de calidad y eficacia para estos colectivos, que una vez más, siguen siendo los más vulnerables.

La brigada médica cubana que trabaja en Haití hace diez años tratando de reforzar las capacidades del sistema nacional de salud, está estos días realizando un estudio en Petit Goave, pues en otros pueblos cercanos la lluvia está trayendo consigo un aumento considerable de los casos de malaria. Ya han puesto en marcha medidas de prevención y hace un momento veíamos pasar por nuestra calle un camión que fumigaba con permetrina a diestro y siniestro, a fin de acabar con buena parte de los mosquitos que, especialmente en esta época del año, están por todas. Hace días, su ‘brigada artística’ nos sorprendía en el hospital con un grupo de payasos, zancudos, bailarines…que al ritmo de sus tambores y trompetas alegraban el día a los pacientes y viandantes.

Haití, tres meses de réplicas

Pino González, coordinadora de Médicos del Mundo en Haití

Antes del 12 de enero de 2010, la población de Haití ya se encontraba en una situación muy difícil. Más de la mitad de los haitianos y haitianas vivían por debajo de la pobreza y la esperanza media de vida al nacer era de apenas 57 años. El país era muy vulnerable a los huracanes y padecía un grave problema de desforestación.

El lunes se cumplen tres meses del terremoto que devastó Haití causando 227.000 muertes, más de 300.000 heridos y destruyendo una infraestructura que ya era precaria antes del seísmo. Más de 105.000 viviendas se vinieron abajo y 200.000 sufrieron daños de consideración y 1,2 millones de personas perdieron sus hogares. Más de medio millón de personas han abandonado la capital de Puerto Príncipe y las zonas colindantes hacia otras regiones del país.

Durante estos tres meses se han venido sucediendo continuas réplicas. Una de las más fuertes la sentimos el pasado 28 de marzo cuando la tierra volvió a temblar poniéndonos el corazón a 100. Eran las 2:35 de la madrugada y estábamos aún en el porche charlando y escuchando música. Además de sentir el suelo moverse bajo nuestros pies, la magnitud (fue de 5 grados, aproximadamente) provocó tal movimiento que se oía una especie de rugido provocado por las distintas estructuras de la vivienda.

Enseguida nos levantamos y salimos. Quienes dormían se levantaron de un brinco y se vinieron también afuera. Luego, comentamos la sensación que nos provocó, calmamos los miedos y tras otro rato de conversación nos fuimos a dormir.

En este último mes se han producido tres réplicas en Petit Goâve, la más fuerte hace más de tres semanas. Eran las 5:38 de la mañana me pilló durmiendo profundamente en la tienda. Me desperté sintiendo un bamboleo parecido al de un tren cuando toma una curva a toda velocidad. Aquel también sonó.

Hemos aprendido a convivir con estos mini-terremotos y, afortunadamente, no están afectando al desarrollo del proyecto ni han causado daños en la zona en la que trabajamos. En la Maternidad del Hospital de Notre Dame de Petit Goave poco a poco vamos estabilizando nuestro apoyo al personal haitiano que ya trabajaba en ella. Las condiciones son bien distintas a las que había antes del terremoto, pues la destrucción de parte del hospital hace que hoy en día sólo podamos usar un pequeño edificio que hemos acondicionado como sala de partos y como farmacia-almacén.

La consulta pre-natal, la hospitalización y post-parto los albergamos en cuatro grandes tiendas de campaña colocadas sobre tarimas de cemento con sus canalizaciones para la lluvia.

En la farmacia de la sede, de la cual abastecemos los 6 dispensarios rurales en los que trabajamos, hay una foto enmarcada que desde el primer día me llama la atención y que me trae a la mente la canción de R.E.M. Man on the moon. Se trata de una instantánea del momento en que el hombre pisó la luna y entonces pienso en el dinero que cuesta la investigación espacial y lo lejos – literalmente- que queda de los problemas cotidianos de tantas personas que, aquí abajo en la tierra, siguen sin tener si quiera techo y comida.

Mapa de los sonidos de Haití

Pino González, coordinadora de Médicos del Mundo en Haití

Vuelvo a Haití, como coordinadora médica del equipo de Médicos del Mundo que planifica ya proyectos a medio plazo para apoyar al país en su recuperación.

Mi puesto está entre Puerto Príncipe y Petit Goave a 70 kilómetros al oeste de la capital. Estuve en Haití en la primera fase de la emergencia. Durante las primeras cuatro semanas tras el seísmo estuvimos centrados en la atención en los campamentos de desplazados donde viven más de 400.000 personas que han perdido sus hogares en Puerto Príncipe. Ahora, tratamos de volver a poner en marcha el precario sistema de salud que ya padecía carencias antes del seísmo.

Hace unos días inauguramos, de la mejor manera posible, la maternidad del Hospital de Petit Goave. Asistimos al primer parto: Una niña que, para nosotros, representa el nacimiento del servicio así que el cortar su cordón umbilical nos ha parecido la mejor metáfora para inaugurar un edificio que sufrió importantes daños a causa del terremoto.

El regreso a Haití nos ha vuelto a mostrar la desolación que ha dejado el terremoto. Para los haitianos y haitianas, la casa fue la primera de una larga lista de pérdidas. A ella le siguieron familiares y seres queridos, autonomía e independencia a causa de las heridas sufridas en muchos otros casos…

Un gran reto en esta fase de trabajo supone el hacer partícipe a las autoridades sanitarias locales, compartir la toma de decisiones, pues debemos hacer que ocupen su lugar, y no hablamos de espacio físico. Es de todos sabido que partimos de la base, previa al terremoto, de un sistema de salud débil así que la tarea no es sencilla.

Parece que hubiese estado fuera de aquí mucho más de diez días. La banda sonora de la bienvenida corre a cargo de los motores (de helicópteros, coches, motos y generadores eléctricos) y el volver a dormir en una caseta verde con mi saco, debajo de los árboles de atrás, es casi como el reencuentro con mi espacio personal dentro de esta vorágine. En él leo un rato o escucho música antes de dormir y me despierto con la salida del sol, amenizada por los gallos y los cánticos religiosos de las vecinas. Sí, esto va de sonidos. Uno muy peculiar es la mezcla de lenguas y acentos en los lugares de trabajo de las ONG inglés, francés, castellano, creole…

De camino a Petit Goave comentaba con Magalie Vairetto, mi compañera logista, cuánto le llaman la atención las frases de las coloridas guaguas, pura filosofía muchas veces. “Debes pasar por el pasillo del fracaso para llegar al salón del éxito”.

El regreso me hace recordar el videoclip Lovers in Japan de Coldplay, en el que el grupo se ve a sí mismo en una tele, cuya imagen a su vez se ve proyectada en otra y en otra…. Es frecuente escuchar a cooperantes que dicen “en mi vida normal esto, en mi vida normal lo otro…”. Es como si al venir a terreno atravesásemos un telón y entrásemos en otra esfera que nada que tiene que ver con la nuestra. No hablo de metafísica ni de viajes astrales ayudados por el avión de Iberia 😉 si no de la sensación permanente de estar en un mundo y una vida completamente distintos. Otro escenario, otro color, otro rol, pero la reflexión continua a la que nos arroja esta creciente e injusta desigualdad.