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«Las seis casas que rodean la nuestra fueron destruidas»

Por Ena’am, Oficial de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Oxfam Intermon y Niveen, asistente de la oficina

Algunos trabajadores humanitarios de Oxfam (Oxfam Intermón en España), que trabajan en circunstancias muy difíciles y peligrosas ayudar a miles de familias necesitadas en la Franja de Gaza, como habitantes de la zona también están viviendo situaciones dramáticas: se han visto obligados a huir de sus casas con sus familias y temen por la seguridad y el futuro de sus hijos e hijas.

Ena’am es oficial de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Oxfam Intermon en Gaza.

Imagínese 10 personas que se quedan casi una semana entera en un sótano. Mi hija dio a luz hace 15 días, pero hemos estado escondidos en el sótano y el primer piso de nuestra casa, ya que arriba no es un lugar seguro. Las seis casas que rodean la nuestra fueron destruidas y las bombas y la metralla comenzaron a llegar a la nuestra. Insistí a mis hijos para que se fueran, pero ellos querían permanecer juntos. Me dijeron:»morimos juntos o sobrevivimos juntos.»

Después de una semana decidimos tomar el riesgo y huir pero este fue el momento más difícil. ¿Cómo huir? Las bombas caían por todos lados. Nos dividimos en pares, cada par de cruzar la calle y caminar unos 100 metros. Si era seguro llamaba por teléfono a los otros diciendo que podían seguir. Me quedé hasta el final para asegurarme de que todos los niños estuvieron a salvo. Cruzar 100 metros parecía tomar 100 días.

Tenía muchas ganas de unirme a mis compañeros para poder repartir la ayuda de urgencia a las personas que lo necesitaban. Pero no había manera de salir de mi zona y estar con mis hijos. Me sentí muy mal por no haber podido hacer mi trabajo en un momento tan vital.

Niveen es asistente de la oficina de Oxfam.

La casa temblaba y mis hijos estaban gritando cada vez que oían las explosiones. Huimos a una de las escuelas gestionadas por la UNRWA. Esa noche, los ataques aéreos sacudieron toda la escuela. Los niños tenían cada vez más miedo porque se dieron cuenta de que ningún lugar era seguro. El bombardeo se hizo más aterrador en la noche. Después de uno de los atentados de al lado de la escuela, mi hija no se podía mover. Temí que estuviera paralizado. “

“No pude ver a mi familia y no sé nada de ellos. Tuvieron que huir de los bombardeos y la casa quedó totalmente destruida. Realmente extraño verlos. Lo que nos está pasando es terrible. Ya es suficiente.

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Por lo menos 23 centros de salud han sido destruidos o dañados por los ataques aéreos, incluidos dos hospitales, un centro de atención a los discapacitados, y cuatro ambulancias. Este centro de salud, a cargo de un socio de Oxfam y que proporciona tratamiento para las mujeres embarazadas, fue dañado por la metralla.

En Gaza las víctimas son también los que están ayudando a los afectados

Por Waseem ficial de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Oxfam Intermón e Itaf, Asistente de Finanzas

Wazeem

Wazeem trabaja proporcionando agua y alimentos a miles de familias necesitadas.

La crisis en Gaza ha afectado enormemente a la población civil. El impacto es tan grande que a menudo, las mismas víctimas son, a la vez, las personas que acaban atendiendo a los afectados. Waseem es Oficial de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Oxfam Intermón en Gaza, donde más de 200.000 personas han huido de sus hogares sin ningún lugar seguro a donde ir.

Tuve que huir de mi casa en Shujaiya al este de Gaza, dos días antes que la zona quedara destruida y muchas personas murieran. Recibí tres llamadas telefónicas de los militares israelíes alertándome para que abandonara la zona, pero no había ningún lugar seguro para ir en Gaza. Llevé a mi esposa, mis hijos, mi hermano y madre a la casa de un familiar

He estado trabajando con organizaciones locales para distribuir los vales de comida y nos hemos esforzado para entregar la ayuda a pesar del peligro. Este ha sido el trabajo más difícil que he hecho nunca. Es difícil estar en calles totalmente vacías escuchando sólo los sonidos de las explosiones por todas partes. Vi un proyectil caer sobre una casa y quemarla por completo. Mis pensamientos estaban divididos entre mi familia, que dejé atrás, y la gente que a quiénes distribuíamos la comida. Estamos hablando de los alimentos, la necesidad más básica para que la gente pueda sobrevivir con dignidad.

Itaf, Asistente de Finanzas de la misma ONG, también cuenta lo difícil que ha sido lidiar con el esfuerzo por sobrevivir y su trabajo.

Lo que he pasado en dos días no me lo podía haber imaginado nunca. Cuando el bombardeo se intensificó, huí de mi casa con mi marido y mi hijo de dos años. Cientos de personas estaban corriendo en la calle. Nos encontramos atrapados entre dos tanques que comenzaron a disparar contra nosotros. Mi hermano estaba herido, así que tuvimos que regresar a nuestra casa. Vi una escena que nunca olvidaré: una niña bajo los escombros de su casa, aún con vida y llamando a sus padres. No podía dejar de ayudarla. Imagínese si mi hijo estaba en su lugar. Más tarde me enteré de que fue rescatada y ahora está en el hospital.

Esa noche fue aterradora y pasó muy lentamente. El bombardeo no se detuvo, y la gente no sabía si huir de sus hogares o quedarse. La muerte nos estaba esperando tanto dentro como fuera. Desde mi ventana vi heridos y muertos en la calle.

Hubo una gran explosión junto a mi casa, se rompieron los cristales de las ventanas y me corté el brazo. Salimos a la calle sin ni siquiera pensar. Corrí durante unos tres kilómetros, sin zapatos, por las calles cubiertas de cristales y piedras. Encontré un trozo de tela blanca que levanté como una bandera blanca, y corrí detrás de mi marido, que llevaba a mi hijo. Pasamos a pocos metros de los tanques israelíes.

Finalmente llegamos a la casa de mi tía. Mi esposo tenía a mi hijo en su brazo y gritó. Vimos la muerte en cada paso que dimos y todavía no puedo creer que esté viva.

La mayoría de las víctimas en Gaza son civiles y la mitad de los ingresados en urgencias, niños

Por Sarah Woznick enfermera de MSF en la Franja de Gaza

Es mi primera misión con MSF. Estaba muy emocionada con el hecho de que me hubieran destinado a Gaza, no sólo porque mi especialidad era muy relevante para el proyecto, sino también porque soy consciente de que era una oportunidad única para ser testigo de la realidad de este contexto. Cuando llegué, lo primero que encontré fue un grupo de gente muy entusiasta y trabajadora que me dio una cálida bienvenida. Gaza es muy paradójica: no hay acceso a una serie de cosas básicas, a la vez que te encuentras con otras cosas que nunca esperarías, como por ejemplo los hoteles de lujo frente a la playa.

En la unidad de cuidados intensivos del hospital de Nasser me di cuenta de que les faltaban cosas muy básicas como guantes, un desechable que antes de llegar nunca hubiera pensado que tendría que racionar o trabajar sin él. Fue una experiencia reveladora que me hizo abrir los ojos. La enfermera jefe palestina siempre me decía: “No te olvides que estamos en Gaza, hacemos frente a escasez de suministros todo el rato”. ¡Y eso a pesar de que Gaza no es una región en vías de desarrollo!

Kelly, anestesista de MSF, en la UCI de la unidad de quemados del Hospital de Shifa donde 2 hermanos de 8 y 4 años están ingresados por quemaduras graves ocasionadas por un misil que impactó en su hogar. Samantha Maurin/MSF

Kelly, anestesista de MSF, en la UCI de la unidad de quemados del Hospital de Shifa donde 2 hermanos de 8 y 4 años están ingresados por quemaduras graves ocasionadas por un misil que impactó en su hogar. Samantha Maurin/MSF

Debido al bloqueo, nuestro personal no puede salir de Gaza para formarse, así que tratamos de suplir esta falta. Los colegas de Nasser que trabajan para el Ministerio de Salud, lo hacen en condiciones muy difíciles. Muchos de ellos ni siquiera han cobrado sus salarios en los últimos meses o solo reciben una parte de vez en cuando. Pero no dejan sus trabajos. Saben que si dejan de ir a trabajar, podrían ser reemplazados inmediatamente. Una parte del salario es mejor que no tener trabajo. Y la mayoría están muy dedicados al cuidado de sus pacientes, pase lo que pase.

Recuerdo una vez que hubo una discusión muy fuerte entre varios trabajadores de la unidad de cuidados intensivos. Vinieron a decirme: “¿Sabes?, aquí estamos bajo mucho estrés”. Eso me hizo pensar y llegué a la conclusión de que yo también estaba bastante estresada. Nos invitaron a la granja de uno de los médicos. Respiré hondo y me di cuenta que no me había relajado desde hacía bastante. Gaza es una zona muy urbana y densamente poblada y no te das cuenta del impacto de vivir en un área tan cerrada hasta que te alejas de ella durante un tiempo. Pero para muchas de las personas que habitan en Gaza, el salir un día al campo no es una opción.

Mi regreso a casa estaba previsto para el 10 de julio, sin embargo, tan sólo un día antes, Israel lanzó la operación militar “Margen Protector” sobre Gaza. El primer día se produjeron muchísimos bombardeos en el área en la que estamos nosotros. Lo que uno siente cuando se da cuenta de que las bombas están cayendo cerca de ti es difícil de explicar. Sabes que estás a salvo porque MSF no es un objetivo, pero tu cuerpo no lo sabe y libera muchísima adrenalina, tu corazón late más deprisa y te pone en alerta máxima. Ahora ya me voy acostumbrando, pero todavía a día de hoy, después de más de diez días de bombas, disparos y proyectiles, hay veces en las que me sobresalto. No creo que a partir de ahora logre escuchar Ias tormentas de truenos de la misma manera tranquila en que lo hacía hasta ahora. Los rugidos del cielo ya no serán lo mismo para mí después de esta experiencia. Ahora mismo todos estamos preocupados por nuestros compañeros palestinos. Las instalaciones de MSF son seguras, pero es posible que sus hogares no lo sean tanto.

Desde el día en el que comenzaron las hostilidades, asumí la responsabilidad de ayudar a gestionar la clínica de cuidados post-operatorios y de preparar los stocks de emergencia que teníamos en la farmacia para hacer donaciones a los hospitales. Hemos sido capaces de mantener la clínica funcionando casi cada día, eso sí, con un equipo muy básico y que estaba compuesto solamente por un fisioterapeuta, una enfermera y un encargado de las admisiones. Todos ellos viven cerca de allí y eso les ha permitido acercarse sin tener que asumir un riesgo excesivo.

Un coche de MSF les recoge enfrente de sus casas y les lleva de vuelta por la tarde para que no tengan que hacer el trayecto andando. Mi función consiste principalmente en la supervisión de actividades, pero los días en los que la clínica ha estado cerrada debido a que los bombardeos eran demasiado intensos, algunos pacientes han venido hasta nuestra oficina y aquí mismo les he cambiado sus vendajes. Los vendajes más complicados son los de los niños pequeños, pues no entienden por qué están en esa situación. Te miran a los ojos y se preguntan qué demonios vas a hacerles. Alrededor del 40% de los casos que hemos recibido desde que el 9 de julio son niños de 5 años o menos. Hace unos días llegó una niña de cinco años que había sufrido quemaduras en todo su cuerpo de cintura para abajo. Las quemaduras se las había provocado con agua caliente, algo que vemos bastante habitualmente aquí, pero en esta ocasión no fue por un vertido accidental, sino que fue como consecuencia del impacto de uno de los misiles, que cayó en un tanque de agua caliente. Sus padres consolaban su llanto y trababan de tranquilizarla, pero su cara mostraba auténtico terror. Pienso todo el tiempo en cómo estará ahora, porque desde ese día ni ella ni su familia han vuelto a la clínica.

También nos llegó otra niña, calculo que tendría unos 10 ó 11 años. Había tenido un accidente doméstico con una taza de té caliente que se le había derramado sobre el brazo. Vino a la clínica por sus propios medios. Nicolas, nuestro coordinador, le preguntó si no tenía miedo de andar por la calle sola. Ella le respondió: “Todos sabemos que moriremos un día u otro”. Pienso para mis adentros que a esta niña las circunstancias le han obligado a crecer demasiado rápido. Y no es justo. Es tremendo escuchar a una pequeña decirte algo así. Uno de mis compañeros palestinos me contó que sus hijos se esconden bajo la mesa cada vez que oyen un estallido. Otro me dijo que sus hijos no cesan de preguntarle si será capaz de protegerles en el caso de que algo malo ocurra. Y a él no les queda otra que tragar saliva cuando les responde, pues sabe que no puede hacer gran cosa para protegerles. Para un padre no hay cosa más dura que no poder proteger a sus hijos.

Cuando vuelva a casa, contaré a todo el mundo lo que está pasando aquí, pues especialmente en mi país, los EE.UU., no todo el mundo comprende la complejidad de este conflicto. Mucha gente no está informada de la situación en la que se encuentra la población. Será muy difícil irme. Los palestinos estarán siempre en mi corazón, pero otros compañeros seguirán haciendo mi trabajo. De hecho, en los últimos días han llegado muchos equipos de refuerzo que ya están trabajando en el hospital Shifa, adonde llegan la mayor parte de los heridos.

Ahora lo que todos necesitamos es que Israel deje de bombardear Gaza indiscriminadamente. La mayor parte de las víctimas son civiles y la mitad de todas las víctimas son niños. Y eso es completamente injustificable.

* Sarah Woznick es enfermera especializada en cuidados intensivos. Voz suave, pelo negro, ojos marrones. Camina rápidamente de una sala a otra, siempre ocupada o intentando mantenerse ocupada. Sarah llegó a Gaza hace seis meses desde Denver, Colorado. La Operación Margen Protector empezó justo el que debía ser su último día de misión. Decidió quedarse para apoyar al equipo en estos tiempos difíciles y para poner su granito de arena para que MSF pudiera mantener sus actividades médicas en Gaza.