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Día Mundial de la Educación: ¿cómo lograr que cada niño aprenda?

Por Robert Jenkins, jefe de educación de la División de Programas de UNICEF, y Mohamed Malick Fall, director regional de UNICEF para África oriental y meridional

En la región de Tigray, en Etiopía, una profesora de educación infantil llena su aula, en una zona rural, de alegres materiales, y enseña a sus alumnos de manera creativa. Les da el mejor comienzo en la vida para aprender.

“Todavía recuerdo los pájaros de papel que nos hacía para enseñarnos los números”, rememora Milkawit Getnet, que ahora tiene 12 años. “Me siguen encantando las matemáticas, de mayor quiero ser profesor de mates”.

La historia de Milkawit es solo un ejemplo de cómo millones de niños se benefician de la educación infantil, cuyos aprendizajes llevan consigo durante el resto de su escolarización. Es también un recordatorio de los 175 millones de niños que se están perdiendo esta oportunidad fundamental, y que sufren profundas desigualdades desde el principio.

Día Mundial de la Educación: ¿cómo lograr que cada niño aprenda?

La profesora de educación infantil Tsadkan Demissie, en su aula en Tigray, región de Etiopía. /© UNICEF/Ethiopia/2019/MulugetAyene

El corazón de la estrategia de educación de UNICEF para 2019-2030 tiene un claro y ambicioso objetivo: Cada niño aprende. Lograrlo, y cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, es todo un reto. Con las tendencias actuales, 1.400 millones de niños en edad escolar vivirán en países de ingresos medios y bajos en 2030. De ellos, 420 millones no aprenderán las nociones más básicas durante su infancia, y 825 millones no adquirirán los conocimientos básicos del nivel de secundaria.

Los niños más desfavorecidos son los que más necesitan oportunidades de aprendizaje temprano. Y, sin embargo, son los que menos acceso tienen a ellas. En los países de ingresos bajos, solo 1 de cada 5 niños pequeños está matriculado en educación infantil. En África, donde 1 de cada 3 niños está matriculado en este tramo de educación, los más pobres tienen siete veces menos posibilidades de acudir a la escuela infantil que los más ricos.

Los presupuestos educativos para la educación infantil temprana son insuficientes, y el acceso a escuelas infantiles de calidad es inadecuado. En África oriental y meridional, tan solo el 1,8 por ciento de los presupuestos educativos se destina a este tramo de educación, cuando la recomendación global de referencia de UNICEF es el 10%.

¿Cómo acelerar el progreso?

UNICEF ha comprometido el 10% de sus recursos para educación a la educación infantil temprana, y quiere acelerar sus esfuerzos para proporcionar oportunidades de educación temprana a millones de niños, mediante estas acciones:

  • Apoyar a los ministerios de Educación para priorizar e invertir en, al menos, un año de educación infantil.
  • Sensibilizar para que al menos el 10% de los recursos educativos se destinen a educación infantil temprana, tanto en los presupuestos nacionales como en la ayuda de donantes y aliados.
  • Apoyar a los gobiernos en el desarrollo de sistemas de educación preescolar fuertes, y construir la capacidad para implementar la educación infantil temprana a escala, incluyendo estándares de calidad, currículos según edad, formación de maestros y compromiso de las familias para demandar educación de calidad.
  • Incorporar la educación infantil temprana en todos los presupuestos y planes de respuesta de emergencias y aumentar la innovación, de manera que se garantice el acceso de los niños más vulnerables a educación preescolar.
  • Impulsar que todos los aliados, incluidos los del sector privado, los no lucrativos y las organizaciones religiosas, contribuyan a aumentar el acceso a educación preescolar de calidad.

Los avances en África oriental y meridional

En esta región, UNICEF está dando un apoyo integral a los países para integrar la educación infantil temprana en sus planes educativos; también les anima a evaluar la capacidad de sus sistemas para poder proporcionar una educación preescolar de calidad, y ha destinado recursos adicionales para educación infantil temprana. Los indicios de nuevos avances son numerosos.

Las comunidades y organizaciones religiosas se están organizando para demandar y proporcionar mejores servicios educativos preescolares en Comoros, Ruanda y Uganda. El Ministerio de Educación de Sudán del Sur se ha comprometido a aumentar el presupuesto para este tramo educativo del 10al 15%, y ya hay planes para aumentar la financiación –tanto pública como de donantes- de la educación infantil temprana en Botsuana, Lesoto, Malawi y Mozambique.

Los países no solo están aumentando sus inversiones, sino que también están aumentando la eficiencia y eficacia de todo su sistema educativo. El objetivo es acelerar el desarrollo de habilidades y una educación de calidad para niños y niñas, especialmente para los marginados o los que viven en situación de emergencia, desde sus primeros años hasta la adolescencia.

Para lograrlo, debemos hacer todo lo que podamos para garantizar que cada niño acuda a una escuela infantil de calidad, darles la mejor oportunidad de tener éxito en la vida y construir cimientos sólidos para las generaciones futuras. UNICEF perseguirá esta visión con cada céntimo de sus recursos, con compromiso y con toda la dedicación profesional.

De Benín a Canadá: la increíble historia de Nicolas y Denis

Por Denis Hargrave, productor de documentales

Un niño en Benín. Un encuentro casual en Canadá. Una historia que ha tardado 45 años en contarse.

Después de toda una vida haciendo documentales por todo el mundo, a menudo me he preguntado qué ocurría con las personas que aparecían en ellos después de conocerles y capturar sus historias.

Esta historia comienza hace 45 años.

Yo era un joven productor de la Corporación Canadiense de Radiodifusión (CBC), y esperaba que mi siguiente encargo me llevara a un lugar de difícil acceso.

En 1968 me enviaron a Dahomey (ahora Benín), en África Occidental, para grabar un documental para la CBC y UNICEF. Era parte de una serie llamada “Niños del mundo”. Viajé a diez países para realizar la serie entera, pero es el capítulo de Benín el que se me quedó grabado.

El rodaje era en Ganvie, un pueblo de 22.000 habitantes situado encima de un gran lago. Nuestra misión era contar la historia de un niño que hubiera recibido la ayuda de UNICEF.

Y así conocí a Nicolas.

De Benín a Canadá: la increíble historia de Nicolas y Denis

Nicolas, en primera fila, con 10 años, en la escuela de UNICEF en Ganvie / ©UNICEF/UNI160603/Hargrave

Donde todo empieza: una escuela de UNICEF

Estaba en una pequeña aula de UNICEF. Era la única escuela de Ganvie. Nicolas Mignanwande era un chico de 11 años, brillante pero tímido. Él sería el protagonista de mi documental. Había algo en él. Desprendía tranquilidad y confianza.

Pero en Ganvie, sobrevivir era una batalla.

Cada día, Nicolas recorría largos trayectos en canoa hasta el único grifo de agua para garantizar que su familia tenía agua potable. Pescaba, como el resto de niños. Nicolas sabía que se esperaba de él que cuando creciera fuera un pescador, como el resto de hombres de su aldea.

Me gustaría pensar que fue durante esos largos trayectos cuando empezó a pensar que él podría ser algo más.

Estuve diez días con Nicolas y su familia, recogiendo la vida en Ganvie y la única esperanza que tenía aquel niño: la escuela de UNICEF.

Y, así, llegó el día de mi partida.

Un giro de los acontecimientos inesperado

Durante 45 años, me he preguntado a menudo qué habría sido de Nicolas.

En todo este tiempo he hecho muchos más documentales y he tenido dos hijos. Pero de vez en cuando seguía pensando en Nicolas. Hasta el año pasado.

Conocí a una mujer llamada Celine Ahodekon en una ciudad cercana a la mía. Y aquí es donde esta historia da un giro inesperado.

Celine llevaba una cesta de tela, parecida a las que recordaba haber visto en Benín. No pude evitar acércame a ella y empezamos a hablar de cómo era la vida allí hoy en día. Le conté sobre mi documental, y le hablé de Nicolas. Para mi sorpresa, descubrí que Celine era de una aldea a solo unas horas de Ganvie. Ella se quedó intrigada y prometió averiguar algo sobre él.

La mujer contactó con su sobrino en Benín, y él activó a sus contactos en su comunidad. Increíblemente, al cabo de unas semanas había localizado a Nicolas. Y, más increíble aún, este vivía a solo cinco kilómetros del sobrino de Celine.

Nunca habría imaginado saber qué había pasado con Nicolas, pero ahí estaba. 45 años después.

Sabía que tenía que volver a Benín. Sabía que necesitaba ver a Nicolas. No podía pasar el resto de mi vida preguntándome qué habría sido de él.

Y lo que supe de él fue mejor de lo que nunca podría haber imaginado.

De Benín a Canadá: la increíble historia de Nicolas y Denis

Nicolas y Denis, tras su reencuentro 45 años después  / ©UNICEF/UNI160598/Hessou

Nicolas estudió y trabajó duro. Pasó de esa sencilla clase de UNICEF a tener su propia aula. Se convirtió en profesor. Pero eso no era todo. Llegó a ser el Director de Educación de Ganvie.

Multiplicando las semillas de la educación

Ahora Nicolas está jubilado. Pero no ha he dado de trabajar, de manera incansable, para cambiar las cosas en su comunidad. Está muy ocupado dando a las niñas de Ganvie la oportunidad de aprender y ser algo más. Está construyendo una escuela para niñas que contribuya a empoderar a las futuras líderes femeninas de Ganvie.

Hoy, en países de todo el mundo, millones de niños como Nicolas están alcanzando todo su potencial gracias al apoyo de UNICEF y sus donantes. No podemos conocer el final de la historia de cada uno de estos niños. Pero hay muchas más historias como la de Nicolas que merecen ser contadas.

Chad: si eres una niña y quieres ir a la escuela, te enfrentas a más prejuicios y dificultades

Por Yera Kim, especialista de Educación de UNICEF Chad en Yamena

Si hubieras nacido en Chad rural, tus posibilidades de recibir una educación, no digamos ya una educación buena, serían más bien escasas. Más de la mitad de los niños de entre 5 y 18 años están fuera de la escuela en Chad. Si fueras una niña, tendrías más opciones de no ir a la escuela o de abandonarla, de casarte antes de tu 18 cumpleaños, como 7 de cada 10 niñas en Chad, y de cumplir responsabilidades como esposa y madre desde muy joven.

Los datos del Ministerio de Educación muestran que la tasa de escolarización tanto de niños como de niñas, que ya es baja en educación primaria, desciende aún más durante la transición a la escuela secundaria. Sin embargo, la brecha aumenta significativamente entre niños y niñas. Este acceso desigual a la educación se refleja en la tasa de analfabetismo de mujeres y hombres (86% y 69%, respectivamente), así como en la falta crónica de profesoras en el sistema educativo.

En Hadjer Lamis, cerca de Yamena, la capital de Chad, es muy significativa la baja tasa de escolarización y la alta desigualdad de género en la educación. Solo el 9% de los niños y niñas acuden al primer ciclo de educación secundaria, una proporción bastante más baja que el 29% nacional. Y de ese 9%, solo 3 de cada 10 son niñas. Además, de los 263 profesores de secundaria de la provincia, tan solo 3 son mujeres.

Más allá de la pobreza que limita el acceso a la educación secundaria tanto de niños como de niñas, estas afrontan más dificultades debido a a factores como el matrimonio temprano, los roles de género rígidos y los prejuicios.

Chad: si eres una niña y quieres ir a la escuela, te enfrentas a más prejuicios y dificultades

Amouna, de 16 años, asegura que los niños también deben implicarse en la promoción de la educación de las niñas. /© UNICEF/Chad/2019/Kim

El Ministerio de Educación y UNICEF esperan ayudar a las niñas a acceder y progresar en la educación secundaria mediante, entre otras cosas, facilitar el acceso a servicios sanitaros y mejorar las condiciones sanitarias en y alrededor de las escuelas. Para ello se han puesto en marcha actividades para abordar los retos que afrontan estas chicas adolescentes. Y he tenido la oportunidad de reunirme con estudiantes y profesores en Massaguet, un pequeño pueblo de Hadjer Lamis, y conocer qué creen sobre las barreras para la educación de las niñas en sus comunidades.

Amouna, una estudiante de 16 años, dice que hay muchos prejuicios en torno a la educación de las niñas. “Algunos padres creen que la educación es un desperdicio de los ya limitados recursos una vez que las niñas se casan. Al contrario que un niño con educación, las niñas con educación no lograrían ser alguien importante”. Además, para algunos padres la escuela solo crea problemas, al poner a niños y niñas en la misma clase. “Tienen miedo de que las niñas flirteen con los niños”.

Según Amouna, los niños también tienen prejuicios, y por eso los esfuerzos para promover la educación de las niñas también deberían incluirles a ellos.

“Cuando algunos niños de la ciudad ven a las niñas yendo al cole, dicen cosas como ‘¿para qué sirve educar a las niñas?’ o ‘¿vais a la escuela para poder salir con niños?’. Molesta mucho y también desanima”.

Y, sin embargo, merece la pena. “Aunque tengo que hacer muchas tareas domésticas después de la escuela, tengo suerte: mis padres apoyan mi escolarización. También tengo una tía que es funcionaria. Ella es mi modelo y mi inspiración. Pero muchas niñas no tienen ese apoyo familiar ni un modelo educativo”, asegura Amouna.

Los estudiantes a los que conocí en otra escuela en Massaguet me hablaron del conflicto entre los valores tradicionales y la educación moderna. “Para algunos padres, las escuelas modernas son una institución que representa los valores de Occidente. Al contrario de lo que ocurre con los niños, se cree que las niñas familiarizadas con los valores de Occidente causan trastornos y problemas en sus comunidades. Así que muchos padres prefieren enviar a sus niñas a escuelas tradicionales coránicas, suponiendo que quieran que reciban una educación”, explica Mohamed, de 21 años, alumno de secundaria.

Chad: si eres una niña y quieres ir a la escuela, te enfrentas a más prejuicios y dificultades

Katouma, de 19 años, ha logrado seguir yendo a la escuela incluso después de casarse./ © UNICEF/Chad/2019/Kim

Sin duda, queda mucho por hacer para promover la igualdad de oportunidades entre niños y niñas. A pesar de los desafíos, sin embargo, también vi señales positivas y alentadoras en algunas de las aulas que visité en Massaguet. Por ejemplo, cuando conocí a Kaltouma, una niña de 19 años que sigue yendo a la escuela incluso después de casarse, con la esperanza de convertirse en trabajadora sanitaria.

“Solo romperemos las barreras de los prejuicios si las comunidades son completamente conscientes del potencial de niñas con educación. Toda mi familia, incluido mi marido, apoya mi educación porque son conscientes de los beneficios económicos y sanitarios que puede tener para mi familia y, a largo plazo, para mi comunidad”, concluye con esperanza.

¿Con qué soñaba tu madre cuando era niña?

Por Yera Kim, especialista en educación de UNICEF Chad

Cuando todo el equipo (nuestros colegas de Educación de UNICEF en Chad, el Ministerio de Educación y nuestros aliados) estábamos saliendo de la escuela primaria Sido Bemadji, en la provincia de Moyen Chari, nos informaron de que una persona de la Asociación de Madres de la escuela había estado esperando para hablar con nosotros. Yo dudé unos segundos porque ya era tarde. Miré  y ahí estaba ella, Khadidja, de 40 años, una mujer orgullosa vestida con un hijab blanco y con una gran sonrisa en la cara.

Khadidja, madre de nueve hijos, parecía emocionada por contar su historia. “Soy la secretaria de la asociación de madres de la escuela. Puedo contarles más acerca de la labor que hacemos como asociación para promover la educación de los niños”. A lo que añadió: “También soy refugiada de la República Centroafricana. Dejé mi hogar en Bangassou, al sureste de la República Centroafricana, y llegué a Chad en 2013”.

¿Con qué soñaba tu madre cuando era niña?

Niñas en una clase de la escuela primaria Ridina (Chad), que acoge niños refugiados y retornados de RCA, como la escuela en la que trabaja Khadidja / © UNICEF/Chad/2018/Kim

Le dije que yo había estado en Bangassou y que recordaba el hermoso atardecer sobre el río Mbomou. Le sorprendió, pero también se alegró de conocer a una extranjera que conocía su ciudad de origen: la ciudad que tuvo que abandonar en busca de seguridad.

Cuando se desató el conflicto lo quemaron todo, incluida mi casa

Al recordar momentos dolorosos, no podía esconder su sufrimiento.

Khadidja se ha implicado enérgicamente en las actividades organizadas con la ayuda de UNICEF para empoderar a las asociaciones de madres. “En las sesiones de formación organizadas para las asociaciones de madres aprendí la estrecha relación que hay entre la educación de las niñas y la pubertad, la higiene escolar, el matrimonio infantil y el embarazo no deseado”.

Después de la formación, comenzó a desempeñar un papel fundamental para enseñar a las niñas adolescentes a utilizar kits de higiene. Al principio le costó mucho. “En la cultura árabe-musulmana en la que crecí, no podemos hablar en público de los cambios físicos o fisiológicos de las niñas. El primer día de la formación me resultaba demasiado embarazoso sacar el tema abiertamente delante de las niñas y sus padres. Sin embargo, pronto me di cuenta de que, si yo no cambiaba mi actitud, muchas de las niñas no entenderían correctamente el tema, seguirían faltando a clase cuando tuvieran el periodo y terminarían por abandonar la escuela. Por eso, decidí ser más valiente a partir del día siguiente. Con la formación y la distribución de kits de higiene reutilizables, cada vez más niñas permanecían en la escuela cada mes, y algunas de las que habían abandonado la escuela regresaron para reanudar las clases”.

Además de eso, Khadidja ha luchado para evitar que las niñas dejen la escuela a causa de haber contraído un matrimonio temprano. “Mis padres me casaron cuando tenía 14 años. Desde entonces, mis días han estado llenos de responsabilidades adultas como el nacimiento de hijos y el cuidado de miembros de mi familia. Mi sueño de la infancia se truncó con el matrimonio. Mi primera hija ya tiene 18 años y se acaba de matricular en el primer año de la escuela secundaria porque se quedó atrás en su educación debido al conflicto y los desplazamientos. Pero yo nunca quise que eligiera el matrimonio antes que la educación”.

Dada la curiosidad que sentía por el origen de su pasión y su dedicación a la enseñanza, le pregunté por qué esto ocupaba un lugar tan importante en su corazón. Alzó la cabeza y me miró a los ojos.

Mírese. Sin educación, ¿habría podido hacer lo que hace como miembro de UNICEF? Yo quiero lo mismo para nuestros hijos. Quiero que se marquen grandes objetivos y que desarrollen su máximo potencial gracias a la educación

¿Con qué soñaba tu madre cuando era niña?

Khadidja, de 40 años, es la secretaria de la Asociación de madres de la escuela primaria Sido Bemadji, en Chad. Es una refugiada de República Centroafricana que llegó a Chad en 2013 /© UNICEF/Chad/2018/Kim

Al preguntarle sobre el sueño de su infancia, a Khadidja le dio la risa. “Cuando era niña, siempre quería ser periodista. Me hacía feliz imaginarme hablando por la radio o en la televisión. Aunque no pude hacer realidad mi sueño, estoy agradecida de tener el poder de contribuir a la educación de mis hijos y ayudarlos a hacer realidad sus sueños gracias a mi papel en la Asociación de Madres”.

Desde 2013, alrededor de 150.000 refugiados centroafricanos y chadianos retornados han escapado de la violencia de la República Centroafricana y se han asentado en provincias fronterizas del sur de Chad. Con ayuda de “La Educación No Puede Esperar” y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Ministerio de Educación, UNICEF y aliados como RET International y CELIAF trabajan juntos para ayudar a las escuelas a ampliar el acceso y mejorar la calidad de la educación para todos los niños afectados por conflictos.

Cuando solo el 57% de los niños senegaleses acaba la educación primaria

Por Sara Diez, en Senegal, de Arquitectura Sin Fronteras.

Cuando llegas a Senegal, lo primero que te llama la atención es la acogida y la hospitalidad senegalesa. Su generosidad para dar lo poco que tienen, la tolerancia y el respeto hacia cualquier cultura y religión, son asombrosos.

Mi nombre es Sara, soy arquitecta y he trabajado en varios proyectos en Senegal. En este último, llevo 6 meses en una población llamada Joal-Fadiouth. Pertenezco a la ONG Arquitectura Sin Fronteras (ASF) y estamos construyendo una escuela llamada Centro de Educación Media III (CEM3).

Sara Diez con niños de la guardaría de CSF.

Trabajar en Senegal, como en otras regiones de África, supone un choque cultural grande. Significa adaptarse a una realidad que no tiene mucho que ver con lo que conocemos en España. Las cosas del día a día en las que ni reparamos, en Senegal se hacen protagonistas y condicionantes. La falta de agua potable y energía eléctrica está a la orden del día. Logísticas tan sencillas como lavarte los dientes mientras te preparas un café, no es algo que puedas hacer fácil ni rápidamente. Coger el metro para desplazarte en tu rutina diaria, aquí se traduce en coger un coche comunitario que se cae a pedazos o montar en una carreta de burros.

Como podréis imaginar, el sistema educativo y las condiciones de muchos edificios escolares, no son una excepción. Lo que en España es algo incuestionable, aquí no lo es tanto. Un claro ejemplo ha sido la anterior escuela del CEM 3 que se encontraba en muy mal estado. En época de lluvias se inundaba y se quedaba inutilizable dejando a casi 1.000 niños y niñas sin escuela durante meses. Como resultado, estas condiciones estructurales agravaban significativamente el ya de por sí complicado sistema de escolarización en Senegal.

Profesores y director del CEM 3. Detrás, el edificio en construcción de ASF.

Aunque este país cuenta con educación pública, que convive con la privada, y supone un 24% del gasto del Gobierno anual según el Banco Mundial, la tasa de abandono escolar en Joal- Fadiouth es muy alta. Debido a los pocos recursos económicos de las familias, los/as niños/as se ven obligados a comenzar a trabajar para ayudar en la economía familiar. En algunos casos, estos/as mismos/as niños/as son el único sustento para toda la familia si alguno de los padres fallece.

Como agravante, el rol tradicional de la mujer hace que, en algunos casos, las niñas deban quedarse en casa ocupándose del cuidado de sus hermanos/as y ayudando en las tareas domésticas. En otros, simplemente, les obligan a casarse demasiado pronto. A muchos de estos/as niños/as les gustaría seguir estudiando, pero sus circunstancias se imponen. El acceso a la educación es un derecho, pero en muchos lugares del mundo, solo un privilegio.

Según cifras del Banco Mundial, solo un 57% de los/as niños/as finalizan la educación primaria en Senegal, mientras que en España lo hacen un 99,2%. Entre los que terminan el primer ciclo escolar, se encuentra un 55,9% de los niños y un 60,2% de las niñas (frente al 97,3% y 97,5% en España respectivamente).

Frente a esta crítica situación, mantener edificios en mal estado que dificulten todavía más el acceso y continuidad en las aulas, es intolerable. Los/as niños/as de Senegal no pueden permitirse esos periodos de cortes en su breve educación. Y ese es uno de los objetivos de mi organización, Arquitectura Sin Fronteras, y por el que estoy aquí.

Escuela en construcción por ASF.

Durante la ejecución del proyecto, he trabajado en la obra con un equipo de hombres y mujeres senegaleses –ya que la empoderación de la mujer y la capacitación de la población son dos de nuestros principales objetivos-. Por ello, mi trabajo significa compartir muchas cosas de su cultura, dentro  y fuera de la obra. Comer todos juntos el thieboudienne con la mano, tomar el té varias veces al día, acompañarles en sus celebraciones católicas y musulmanas que celebran en armonía… Y todo ello con una filosofía de vida en la que prima la solidaridad y el respeto de los unos por los otros, el compartir todo lo que se tenga. Como ellos mismos dicen: ‘Nio far’, que significa en wolof (lengua senegalesa) que ‘Todos somos la misma cosa’.

Compartiendo experiencias con mujeres y hombres senegaleses en su día a día.

Es por eso que tras este tiempo me doy cuenta de una cosa. Los valores como la solidaridad, el respeto o la hospitalidad son enseñanzas que muchos senegaleses no han podido aprender en las aulas, o tuvieron que dejar de aprenderlas a una edad muy temprana. Sin embargo, deben de llevarlo en su ADN. Me han dado grandes lecciones de vida que deberían de tomarse como ejemplo, en muchas partes del mundo. 

Devolviendo la infancia a niñas y niños con la creación de espacios seguros

Por Fabian Boeckler, Plan International, desde Lago Chad. 

Los espacios seguros para la infancia son lugares en los que las niñas, niños y adolescentes están seguros y protegidos mientras desarrollan actividades lúdicas y deportivas que les permiten generar resiliencia y superar el trauma.

La falta de acceso siempre ha sido el mayor obstáculo a la hora de proporcionar ayuda humanitaria en algunos de los distritos locales de las áreas más afectadas del noreste de Nigeria, impidiéndonos a los trabajadores humanitarios llegar a los niños y niñas vulnerables, así como las mujeres y sus comunidades. Sin embargo, la iniciativa de las unidades móviles nos ha permitido llegar a las poblaciones más inaccesibles para llevar una ayuda muy necesitada.

El equipo de unidades móviles está formado por cinco miembros que incluyen nutricionista, enfermero, trabajadora social, ingeniero y conductor. Una parte esencial de la iniciativa es el espacio móvil de protección a la infancia. Este concepto está ganando fuerza (no sólo en Nigeria sino como componente clave de nuestra respuesta por todo el Lago Chad y en otras zonas). Una vez entendido en la teoría, estoy muy ilusionado de verlo llevarse a la práctica.

Los niños y niñas, sus familias y sus comunidades reciben el apoyo de Plan International, que colabora con ellos creando espacios seguros para la infancia © Plan International

Mi llegada a Watu

Cuando llegué a Watu, mis compañeros y yo paramos en un lugar prácticamente rodeado de edificios que habían sido colegios, donde pude ver incluso señales conmovedoras del conflicto: uno de los colegios había sido destruido. Sin embargo, a pesar de los escombros y la destrucción, pude sentir una atmósfera de alegría.

Para ser sincero, necesité un tiempo para adquirir perspectiva de lo que estaba pasando a mi alrededor, porque no era exactamente lo que me esperaba. Aunque había visto muchos de nuestros espacios seguros para la infancia en todo el mundo, esperaba encontrar una de nuestras típicas casetas grandes y blancas con niños y niñas jugando en su interior. Lo que me impactó al principio fue el gran número de niños, niñas y adolescentes que participaban de forma activa (hay más de 400 personas que forman parte de al menos ocho actividades).

Las chicas jugaban al fútbol; un grupo de chicos estaba perdiendo una partida del juego de la soga contra sus contrincantes femeninas; niños y niñas competían en carreras de sacos. Otros niños jugaban a construir edificios con ladrillos, a modelar arcilla, a hacer ganchillo, a dibujar o hacer los deberes (con el apoyo de varios de los trece voluntarios comunitarios).

Cuando le pregunté a una de las adolescentes a quién le iba a regalar el trabajo de ganchillo que estaba haciendo, contestó: “Hay niños y niñas en la comunidad cuyos padres no tienen dinero para comprarles ropa. La ropa que tejemos es para ellos”.

Mary and Salima son respetadas en la comunidad. Las dos, enfermera y profesora retiradas, son las únicas mujeres miembro de su cerrada comunidad de líderes locales © Plan International

Haciendo que todos los miembros de la comunidad se involucren

Durante mi visita al espacio seguro conocí a Elizabeth, nuestra trabajadora social y miembro de la unidad móvil. Llevaba un niño dormido en los brazos y explicó: “Este niño atrajo mi atención durante las actividades porque se mantenía aislado y no quería participar. Hablé con los voluntarios y, una vez que identificamos a los padres del pequeño, les ofrecimos apoyo y logramos que se implicaran”.

De esta forma se identifican los casos potenciales de menores en riesgo durante las actividades realizadas en el espacio seguro para la infancia. Elizabeth hace hincapié en la importancia del apoyo psicosocial y en la asesoría, pero también se ofrecen muchos otros servicios a través de las unidades móviles. Por ejemplo, los nutricionistas organizan una prueba para detectar la desnutrición infantil (el MUAC, que consiste en la medida de la circunferencia del brazo del niño o niña) de modo que los menores puedan ser remitidos a tratamiento en caso de ser necesario.

No hay refugio para la infancia

La columna vertebral de nuestro proyecto de unidad móvil son los voluntarios comunitarios. Entre ellos está Idris, que dice: “Antes de iniciar las actividades del espacio seguro para la infancia, los niños y niñas tenían mucho miedo de las experiencias que habían vivido. Permanecían en casa y no tenían otro lugar a dónde ir. Ahora, míralos. Están recuperando su infancia”.

Cuando le pregunto por qué es voluntario, Idris contesta: “Somos voluntarios porque es una forma de ayudar a nuestros niños y niñas. Queremos verlos crecer para que puedan ser alguien el día de mañana”. Si nadie se preocupa por la infancia, se estará preparando terreno para un nuevo conflicto. Cuando me despido, Idris me hace una promesa: “Aunque te vayas, nosotros continuaremos”.

Fabian Boeckler, Coordinador del Programa del Lago Chad, ha recorrido el mundo y visitado los espacios seguros para la infancia, un elemento clave en los programas de protección infantil en emergencias de Plan International. Ahora nos cuenta su viaje a Watu, una comunidad del distrito local de Michika en el Estado de Adamawa, que le ha permitido ver el nuevo concepto que Plan International Nigeria está llevando a cabo como parte de la respuesta humanitaria en el noreste del país: espacios de protección de la infancia dentro de sus unidades móviles.

Cómo superar la brecha educativa a través de la tecnología

Por Brian Boye, Técnico de Comunicación de Plan International en India

En el mundo actual, la alfabetización digital se está convirtiendo en algo tan importante como la alfabetización tradicional. Más del 90% de los empleos en todo el mundo tienen un componente digital según la UIT, Unión Internacional de Telecomunicaciones. No obstante, las mujeres y las niñas siguen enfrentándose a barreras diarias que impiden su acceso y uso de la tecnología y las herramientas digitales al mismo nivel que los hombres y los niños.

En India, aproximadamente el 50% de las escuelas no dispone de baños para las niñas y el 46% de las niñas abandona la escuela antes de cumplir 15 años. Por cada año que una niña permanece en la escuela, en el futuro, sus ingresos aumentarán entre un 10-20%, y si llega a terminar la escuela secundaria, su matrimonio se retrasará 4,4 años.

Los Centros de Aprendizaje Digital de Plan International en India, creados en colaboración con Ericsson, utilizan soluciones tecnológicas para proporcionar una educación de calidad a adolescentes y mujeres de entre 15 y 25 años dentro de sus propias comunidades, para ayudarles a superar el problema que supone la movilidad para las mujeres en Nueva Delhi.

Una de las muchas razones por las que las niñas abandonan su educación es porque las escuelas están ubicadas muy lejos de sus hogares y deben recorrer largas distancias en las que se exponen a violencia, lo que lleva a los padres a temer por la seguridad de sus hijas.

Desde 2015, se han establecido 12 Centros de Aprendizaje Digital en las comunidades marginadas de Dwarka, Holambi Kalan y Rangpuri Pahadi en Nueva Delhi, en zonas de fácil acceso y seguras.

De lunes a viernes, las niñas dan clases de Inglés, Matemáticas, Ciencias, Derechos humanos y Género, desarrollo de la personalidad y salud reproductiva y sexual y también reciben orientación laboral y asesoramiento.

Los centros han sido muy beneficiosos, especialmente para las niñas como Jhanvi, que sufrió una lesión cerebral en un accidente y no pudo continuar con su educación durante un largo período de tiempo porque temía volver al colegio. Gracias a los Centros de Aprendizaje Digital, Jhanvi pudo aprender a leer y a escribir de nuevo.

Es sólo una de las muchas chicas que ha conseguido mejorar su situación después de unirse a los Centros de Aprendizaje Digital. Hasta el momento, 517 niñas asisten activamente a los 12 centros que ha instalado Plan International en India. El proyecto tiene un alcance total de más de 10.000 niñas y mujeres a través de sus diversas actividades.

El proyecto tiene como objetivo beneficiar a más de 15.000 niñas y mujeres durante los próximos tres años, haciendo que el aprendizaje y el desarrollo de sus habilidades sea asequible, en un ambiente seguro y adecuado para ellas.

El uso innovador de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) en las escuelas, garantiza que las niñas, sin importar su lugar de residencia, tengan acceso a una educación de calidad.

Dos años del terremoto de Nepal: reconstrucción y resiliencia

Nuestro objetivo es apoyar a las comunidades para que Nepal sea resistente y resiliente”

 Por Shreeram KC, Gerente de Comunicación de Plan International en Nepal

Hace exactamente dos años, un terremoto de magnitud 7,8 golpeó Nepal a las 11.56 de la mañana. A consecuencia del desastre casi 9.000 personas perdieron la vida, más de 22.000 resultaron heridas. Además de destruir miles de casas, 8.000 escuelas se redujeron a escombros, interrumpiendo la educación de más de un millón de niños y niñas.

Dos años después, sólo 1.500 de estas escuelas han sido reconstruidas, lo que significa que muchos niños y niñas están aprendiendo en escuelas temporales o todavía no tienen escuela a la que acudir. Aunque la reconstrucción ha comenzado todavía queda mucho por hacer.

 

Niñas en una escuela temporal.©Plan International

Como organización que defiende los derechos de la infancia, responder a las necesidades de los niños y niñas fue nuestra máxima prioridad en el momento del terremoto. Comenzamos nuestra respuesta proporcionando alivio inmediato a los niños, familias y comunidades en las partes más remotas de Nepal. No fue una tarea fácil. Los caminos a estas comunidades no eran buenos incluso antes del desastre, y para acceder a algunas áreas afectadas había que andar dos o tres días en el mejor de los casos, por lo que no pudimos llegar hasta cuatro o cinco días después del terremoto.

Cuando llegamos, todos estaban llorando, preocupados e inquietos. Necesitaban desesperadamente alimentos, agua y refugio, y se encontraban en estado de confusión y pánico porque, en las semanas y meses después del terremoto inicial, nos enfrentábamos a varias réplicas cada día. Algunas de las réplicas fueron de 5,2 en la escala de Richter, por lo que cada día parecía revivirse la catástrofe y la gente no dejaba de preguntarse si el mundo nunca iba a dejar de desmoronarse.

En los meses que siguieron, y hasta nuestros días, nuestra respuesta se ha centrado en ayudar a las personas a reconstruir sus vidas y sus medios de subsistencia, y en restaurar un sentido de normalidad en la vida de las niñas y niños. No debemos permitir que los desastres naturales los dejen en situación de vulnerabilidad, deben tener las mismas oportunidades que todos los niños y niñas para alcanzar su potencial.

Aunque las escuelas están funcionando, carecen de instalaciones suficientes. Del mismo modo, la reconstrucción de viviendas se está retrasando. El gobierno está ofreciendo ayudas, pero el ritmo es lento y muchas áreas de Nepal no parecen diferentes de cómo se veían justo después del terremoto.

Sin embargo, siempre hay esperanza y, en los últimos dos años, nuestro trabajo ha llevado a que se construyan 12 escuelas nuevas –y otras 10 más están en construcción- en las zonas más afectadas por el desastre. Son escuelas que están preparadas para niñas y niños con discapacidad y se están diseñado para soportar futuros desastres. Han sido muy bien recibidas por las comunidades que se están beneficiando de ellas -en total más de 5.000 niños y niñas- así que, de la devastación y la destrucción, ha sido posible crear algo positivo que estará ahí para las próximas generaciones.

Construir colegios no es solo proporcionar estructuras permanentes para la educación, es construir una cultura de seguridad y preparación ante desastres y asegurar que la comunidad se hace cargo de estas escuelas. No podemos prevenir los desastres naturales, pero podemos intentar mitigar los riesgos. Nuestro objetivo es apoyar a las comunidades para que Nepal sea resistente y resiliente.

Siendo Nepal uno de los países con más probabilidades a sufrir desastres, una preparación como ésta es una necesidad. Los riesgos asociados con los terremotos deben ser identificados por adelantado para poder diseñar planes y poner fin a los riesgos. Las comunidades también deben ser conscientes de lo que pueden hacer para prepararse y salvar vidas. Esto solo será posible si los gobiernos y las agencias de desarrollo invierten y continúan trabajando juntos.

Además de los 14 distritos afectados por el terremoto, el gobierno necesita evaluar el estado de las escuelas que permanecen en pie y debe tomar medidas para confirmar que sean seguras.

Desde Plan International hemos trabajado para influir en las políticas y los cambios legislativos, apoyando el desarrollo de una política de colegios seguros que ahora está siendo revisada por el Ministerio de Educación.

El gobierno y otras agencias también deben trabajar para crear un plan de evacuación para asegurarse de que los estudiantes saben qué hacer si vuele a ocurrir un desastre. Esto es lo que nos traerá esperanza en tiempos difíciles y nos hará sentir más fuertes. Si un día como el 25 de abril de 2015 sucede de nuevo, estaremos preparados porque habremos trabajado para crear una nación verdaderamente resistente y resiliente.

 

Las escuelas que atesoran el futuro de Burundi

Por Ana Muñoz, UNICEF en Burundi

Cristiano Ronaldo, Messi, Neymar. Nombres de futbolistas que decoran las deterioradas paredes de esta aula de la escuela de Busebwa, a unos 100 kilómetros de Bujumbura, la capital de Burundi. Muros entre los que se condensa un tremendo calor, cosidos de agujeros por los que se filtra el agua cuando llueve para caer sobre un suelo plagado de socavones. “Bonjour, madame”, saludan, puestos en pie, los pequeños. Uno de ellos, el designado por el maestro, busca un hueco entre los boquetes de la pizarra en el que poder escribir sus cuentas. No es fácil.

Cada una de estas clases alberga una media de 84 alumnos, hasta cinco niños por cada pupitre pensado para dos. Otros, sencillamente, no caben y se sientan en el suelo. Y eso que en Burundi hay dos turnos de clases, de mañana y de tarde. La explicación a por qué esta y otras escuelas están tan masificadas no se encuentra solo en el hecho de que cada mujer en Burundi tenga una media de seis hijos, sino también en el retorno de muchos ciudadanos refugiados hasta hace poco tiempo en Tanzania.

Las escuelas que atesoran el futuro de Burundi

Los alumnos dela escuela de Busebwa celebran el anuncio de que pronto llegarán los nuevos kits de material escolar /© UNICEF/Burundi/2016/Ana Muñoz

El abandono y deterioro de la infraestructura educativa responde a la incapacidad de las arcas burundesas para sostener el sistema. En 2015, la grave crisis política y la inestabilidad a la que dio paso llevaron a no pocos países a congelar sus donaciones a Burundi. Por aquel entonces la mitad del presupuesto anual del país dependía de la ayuda exterior. Ahora, la situación dramática de la economía afecta de manera desproporcionada a los niños, que son aproximadamente la mitad de la población.

En este escenario, ¿qué motiva a un joven director de escuela para levantarse temprano cada día y venir a trabajar? Jean Claude Nduwayo fija la mirada en el vacío, en algún punto entre nosotros y la puerta al final del pasillo, y piensa su respuesta. “Soy cristiano y creo que éste es mi deber en la tierra, hacer todo lo posible como director para estos chicos”. Tiene 38 años y dirige la escuela de Busebwa. Nos recibe en su despacho, vestido con una camiseta del Real Madrid. Como en el resto del centro, aquí tampoco hay electricidad. Montones de papeles se apilan caóticamente en los estantes. De las paredes cuelgan cuadrantes hechos a mano y listas de calificaciones. Nduwayo señala una caja de tizas: “Son las que tenemos hasta que acabe el curso”.

Esta escuela no es una excepción. Por eso UNICEF apoya al gobierno burundés para garantizar que todos y cada uno de los niños de Burundi tengan acceso a una educación de calidad. Solo durante el año pasado, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia formó allí a 32.000 profesores y entregó material escolar básico a 2,6 millones de niños. Cuando visitamos la escuela de Busebwa, quedan solo unos días para que lleguen los nuevos kits, cada uno de ellos con dos cuadernos, un lapicero, un bolígrafo, una goma de borrar, una regla y una bolsa en la que guardarlo todo. Con solo mencionarlo, estallan las carcajadas y los aplausos entre los alumnos.

Dormidos de debilidad

Desde que el gobierno de Burundi decretó en 2005 la gratuidad de la educación primaria, el número de niños que va a la escuela ha crecido considerablemente, pasando de un 59% en 2004 a casi un 94% en 2015. Sin embargo, ese cambio no ha ido acompañado de una mejora en la calidad de la misma. La carencia de profesores, de infraestructuras adecuadas y de material escolar son problemas que, lejos de desaparecer, no han hecho sino agravarse. Las niñas siguen siendo difíciles de retener en la escuela, pues abandonan los estudios al quedarse embarazadas. Por otro lado, el cansancio y el hambre hacen que la mayoría de estos niños apenas pueda seguir las clases. “Se quedan dormiditos de pura debilidad”, explica Celine Lafoucriere, responsable de Educación en UNICEF Burundi. El director lo corrobora: “No pueden concentrarse porque tienen hambre”.

El trauma también es un obstáculo para la vida en general y para el aprendizaje en particular. Los episodios violentos que siguieron a las protestas de 2015 pusieron a muchos de estos chavales ante escenas y situaciones que un niño jamás debería presenciar. Las pesadillas y el fantasma de los recuerdos forman parte de sus vidas y las condicionan.

Otra escuela es posible

A unos pocos minutos en coche por carreteras que en realidad son caminos de arena, hay otra escuela que más bien parece otro mundo. Se trata de la escuela piloto de Busebwa, apoyada por UNICEF y construida en base a principios de sostenibilidad ecológica y económica con materiales de la zona. Un sitio seguro para los niños, con vistas a la naturaleza, con letrinas diferenciadas para profesores y alumnos y separadas por género, con pistas deportivas, sala de profesores e incluso un aula informática. Una prueba de que las cosas pueden hacerse de otra manera con los medios al alcance y una manera de establecer un modelo a seguir. Pero el reto no es tanto construir escuelas así, como conseguir que el sistema burundés sea capaz de garantizar su continuidad, y en eso trabaja también UNICEF.

Cuando preguntamos a los chavales qué quieren ser de mayores, médico y profesor son las respuestas más repetidas. Los kilómetros que muchos de ellos recorren cada día para llegar a la escuela desde sus pueblos remotos ya demuestran su voluntad de conseguirlo. Solo les falta una cosa: la oportunidad que merecen. Y solo en la medida en que, entre todos, podamos dársela, un país como Burundi podrá construir su futuro.

Crisis de Siria: un muro de esperanza protege a una escuela de los francotiradores

Por Basma Ourfali, UNICEF Siria.

En una de las ciudades más peligrosas del mundo, los niños de Siria que viven en Alepo están decididos a continuar con su educación pese a los riesgos que les rodean. El vecindario conocido como 1070, en oeste de Alepo, es el hogar de miles de familias desplazadas a causa del largo conflicto que se vive en Siria. Las escuelas se esfuerzan por acomodar a los niños desplazados.

La escuela local de niñas es la única de enseñanza media en el vecindario, y la mayoría de alumnos proceden de familias desplazadas. UNICEF ha instalado aulas prefabricadas para aumentar el espacio y proporcionar un entorno de aprendizaje mejor para los 670 estudiantes.

La representante de UNICEF en Siria, Hanaa Singer, visitó la escuela en febrero y estuvo con los profesores y alumnos. Ahlam, de 16 años, habló con Singer del miedo que tienen a los francotiradores de los edificios cercanos. “No podemos estar fuera de las aulas. El patio está expuesto a los francotiradores. Pasamos todos los recreos dentro”.

UNICEF reaccionó rápidamente y trabajó con la escuela para construir un muro protector de acero que impida la visión desde los edificios próximos.

Crisis de Siria: un muro de esperanza protege a una escuela de los francotiradores

Las alumnas pintaron el muro levantado para proteger a la escuela de los francotiradores/ ©UNICEF

“Escuchaba a las niñas hablarme del francotirador cercano y no me lo podía creer”, dice Hanaa Singer. “Me sentí muy inspirada por ellas y su pasión por la educación. A pesar de ese peligro amenazador diario, a pesar de todas las dificultades que han afrontado con sus familias al verse desplazadas por la guerra, no dejan de perseguir su sueño de tener una educación. Una vez más me sentí abrumada por la resistencia de los niños de Siria”.

Los alumnos pudieron moverse libremente por el patio de la escuela cuando se levantó la pared. Al ver que era marrón, Ahlam tuvo una idea. “¿Por qué no la pintamos? Así parece muy aburrida”. Así que con una amiga hizo unos diseños y empezaron a trabajar.

“Estuve pintando todo el día, pero no me cansé nada. Cambió la escuela”, dice entre risas.

UNICEF apoya la educación de los niños de Siria de varias maneras. En 2015 ayudó a rehabilitar 327 colegios, y proporcionó aulas prefabricadas para 20.000 niños, especialmente para integrar a los niños desplazados en las escuelas de las comunidades de acogida. Con “Curriculum B” (una versión condensada de los libros de texto para acelerar el aprendizaje), UNICEF ayuda a los alumnos a recuperar su nivel, que pierden cuando huyen de la violencia o sus escuelas se ven obligadas a cerrar. Y los programas de auto aprendizaje ayudan a los 2 millones de niños que están fuera de la escuela a seguir aprendiendo y preparando sus exámenes en casa o en su comunidad, cuando no pueden ir al colegio debido al conflicto.

Los ataques contra estudiantes y escuelas deben parar. Por ahora, este muro es un pequeño paso para que la escuela sea más segura para 670 niñas. Las escuelas deben ser un lugar seguro para los niños, un lugar seguro en el que aprender”, afirma Singer.

Mis amigas y yo sabemos que si no vamos al colegio no tendremos un futuro”, le aseguró Ahlam a Hanaa Singer.