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Entradas etiquetadas como ‘cruz roja’

Néstor, ni tutsi ni hutu

Miguel Ángel Rodríguez, Burundi, Cruz Roja Española.

Néstor, nombre ficticio, es ahora un pastor religioso en Burundi.

No prueba ni gota de alcohol, quizá porque ya se lo bebió todo.

Durante las interminables noches de los machetes, que sangraron Burundi y los Grandes Lagos en las últimas décadas, Néstor y otros cientos de miles de burundeses se escondían entre los maizales y, allí, acurrucaditos, en silencio, se bebían todo el alcohol que podían producir artesanalmente con el maíz. Como si fuera el último estertor, por eso.

Él prefiere no hablar de ello, es el pasado. Ahora trabaja activamente para una organización humanitaria, tratando de ayudar a las personas que, como él, perdieron todo lo que tenían, todo.

Cruz Roja.

Cruz Roja.

Tampoco, como casi nadie, se define como hutu o tutsi, las dos etnias que ‘saltaron’ a los medios de comunicación en 1994. Sí, allí se dio el titular de Genocidio, olvidando o silenciando los 300.000 muertos que empezaron a regar Burundi en 1972, años atrás.

Pero es el pasado, y todos navegan mejor en la ambivalencia de hacer creer que son familias mixtas. Por si acaso.

Y, por si acaso, los indicadores socioeconómicos del país también esperan tiempos mejores. Con un 74% de la población malnutrida; una tasa de mortalidad de los menores de 5 años del 14%; un 83% en situación de pobreza severa, y una esperanza de vida de 40 años, es decir, un descenso de 10 años desde 1993.

Y así prosigue Néstor su compromiso con los más vulnerables del país. Diseñando proyectos de agua y saneamiento, de seguridad alimentaria y, sobre todo, pensando en la infancia.

Porque, además, gran parte de la infancia de Burundi no ha podido siquiera nacer en su país, sino en campos de refugiados de Tanzania y de otros países vecinos, que ahora los expulsan.

Hacia éstos, los últimos, los más ninguneados, los apátridas a la fuerza, también está dedicado Néstor. Rezando y obrando, como mandan los cánones.

Salir de ‘El corazón de las tinieblas’

Miguel Ángel Rodríguez, Burundi, Cruz Roja Española.

Burundi ha conocido casi más años de guerra que días de paz.

Rugambo Claude, voluntario en la comunidad de Nyanza-Lac.

Rugambo Claude, voluntario en la comunidad de Nyanza-Lac.

Y es que, para llegar a Burundi, hay que atravesar las procelosas aguas del lago Tanganica y bucear por las páginas de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Porque, por desgracia, la historia de este país de los Grandes Lagos está preñada de guerras, de refugiados y de desplazados esparcidos como cenizas tras un funeral.

En occidente hablarán de abril de 1994, cuando los presidentes de Burundi y de Ruanda, Ntaryamira y Habyarimana, murieron al ser derribado por un misil el avión en el que regresaban de unas conversaciones de paz. Comenzaba así el mal llamado Genocidio, el tiempo de los machetes en los que todo olía a último, o a penúltimo.

Pero la guerra había empezado antes, mucho antes, cuando aún conocían a su país como Urundi-Ubrundi-Bruwanda. Y llegaron las Colonias occidentales.

Y la guerra eterna dejó sus daños colaterales: la esperanza de vida en Burundi es de 40 años –descendiendo-; el 85% de la población está en situación de pobreza severa; y un 73% se encuentra malnutrida.

Pero los burundeses prefieren cauterizar las heridas, profundas, olvidar las afrentas y hacer frente a una compleja situación que los sitúa entre los 5 países más pobres del mundo y uno de los más densamente poblados.

Y allí, al frente de una representación teatral de la Cruz Roja Burundesa sobre el cólera, se yergue Rugambo Claude, voluntario en la comunidad de Nyanza-Lac.  Sonríe mientras dirige al grupo de teatro saltando sobre su muleta. Ya nadie se extraña sobre la habilidad innata del hombre para transformar un arma de guerra en un báculo de paz.

Y allí anda, pese a todo, pese a las incontables bajas, la Cruz Roja Burundesa tratando de aliviar a las víctimas y ayudar a los vivos. Desde 1963.

Con el apoyo de algunos organismos, como la Unión Europea, Unicef o Cruz Roja Española, han pasado de la intervención humanitaria en situación de guerra a la puesta en marcha de proyectos de Seguridad Alimentaria, apoyo a las decenas de miles de personas retornadas (que escaparon del país y ahora vuelven) o programas de Agua y Saneamiento frente al cólera, otra de sus lacras.

Haití. Vuelven los uniformes escolares

Pilar Palomino. Delegada de Cruz Roja Española en Haití

Ya han pasado más de cien días desde el terremoto en Haití, y la gente parece haber recuperado su “nueva normalidad”. Los edificios en ruinas, aquellos que son irrecuperables, presentan en su fachada una pintada roja en la que se puede leer “a démolir”. Los edificios ya están clasificados, y las familias ya se encuentran más o menos instaladas: en sus casas –parece que se va superando el miedo a dormir bajo techo-, en campamentos, junto a las ruinas de lo que era su vivienda o con algún familiar o amigo de acogida.

Los coches de organizaciones humanitarias salpican toda la ciudad, formando parte ya del paisaje cotidiano de Puerto Príncipe e integrándose en los frecuentes atascos a los que, los recién llegados, tanto les cuesta acostumbrarse. Ahora que las escuelas que se mantienen en pie han abierto sus puertas, aparecen de nuevo, tímidamente, los vivos colores de los uniformes escolares (en Haití cada escuela tiene un uniforme diferente) y las trencitas impecables con grandes lazos también coloreados. Es un soplo de vida ver a los niños con sus mochilas cuadradas a la espalda y sus brillantes zapatos de charol camino de la escuela temprano en la mañana.

La situación en los campamentos ha mejorado mucho: el acceso al agua potable y el saneamiento está ya asegurado, se están realizando distribuciones de ayuda humanitaria de una forma ordenada y con un gran alcance, las condiciones de salud son favorables y la atención médica suficiente, se ha asegurado que las familias dispongan de un cobijo con al menos toldos plásticos para protegerse de la lluvia y, en general, los servicios básicos están siendo cubiertos. La primera fase de la respuesta a la emergencia ha tenido, en mi opinión, un impacto muy importante y se han alcanzado los objetivos de asistencia que se tenían previstos.

Los campamentos son ya “barrios” en los que hay cibercafés, peluquerías y tiendas de alimentación, en los que a la hora de comer las madres cocinan arroz y habichuelas para toda la familia y donde los domingos hay misas en tiendas acondicionadas para ello. La gran preocupación de la gente es ahora la época de lluvias y huracanes y, aunque están acostumbrados a afrontarlas cada año, el temor de que ésta sea una temporada complicada es compartido por todos.

Ahora comienza la verdadera reconstrucción de Haití. En paralelo a la provisión de agua potable, la mejora de las condiciones sanitarias, la distribución de ayuda y otras actividades propias de la ayuda humanitaria, se comienzan a definir las estrategias e intervenciones que constituyan soluciones más permanentes para los afectados por el terremoto y que contribuyan al desarrollo del país, a saber:

Alojamientos progresivos que, además de proporcionar un cobijo seguro e inmediato a las familias, tenga la versatilidad de ir convirtiéndose, progresivamente, en una vivienda más confortable y completa, acompañada de sus infraestrcuturas básicas de agua y saneamiento.

Reconstrucción de escuelas, centros de salud y otros centros públicos o comunitarios

Apoyo al sector educativo mediante la dotación de aulas temporales que sean una alternativa mientras se reconstruyen las escuelas

Soluciones de agua y saneamiento más permanentes, y trabajo en promoción de buenos hábitos higiénicos en las comunidade vulnerables

Proyectos que apoyen el desarrollo económico de familias y comunidades, y su seguridad alimentaria

Son muchas cosas que se pueden y se deben hacer, mucho trabajo y esfuerzo que invertir. La conferencia de Donantes de Nueva York ha puesto de manifiesto el compromiso de la comunidad internacional, y el Gobierno de España ha dado un gran ejemplo con su apuesta por un país que debe recostruirse paso a paso, con el acompañamiento y el apoyo de todos.

Esta “nueva normalidad” que se vive ahora en Haití debe ser una normalidad que no deje de estar empapada en progreso, ilusión y empeño. Los colores de los uniformes escolares lo inundarán todo, las peluquerías y cibercafés serán florecientes negocios familiares, las escuelas serán centros educativos cómodos y equipados y las familias vivirán en casas que las lluvias o huracanes no puedan amenazar con su llegada.