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Mentes Ocupadas: La bala que acabó con el sueño de una familia

Texto y foto, Janaina, psiquiatra de Médicos Sin Fronteras en Cisjordania

Bassim murió por un disparo de un soldado israelí en mientras cruzaba un puesto de control en Cisjordania. Estas son sus pertenencias.

Bassim murió por un disparo de un soldado israelí mientras cruzaba un puesto de control en Cisjordania. Estas son sus pertenencias.

Bassim* y Ali eran dos hermanos muy unidos. A finales de septiembre de 2013, durante la fiesta del sacrificio (conocida como Eid al-Adha), Ali decidió posponer su boda planeada para noviembre de ese año.  La idea era encontrar una novia para Bassim para que los hermano se pudieran casar el mismo día de abril de 2014, la nueva fecha para un día especial e inolvidable. Este sueño era un reto para toda la familia,  pero el deseo era atractivo y factible. Bassim era una persona muy especial y un hermano muy querido, cualquier esfuerzo valdría la pena.

En ese momento , la familia no tenía ni la menor idea de que un mes más tarde, y en tan solo un segundo, una bala acabaría con ese sueño al atravesar el pecho de Bassim.

Bassim tenía 23 años y era el cuarto de una familia de ocho hermanos que vive en la ciudad de Hebrón, en Cisjordania. Los hermanos solían viajar semanalmente para encargarse de las tiendas que su familia tiene en algunas ciudades de Cisjordania. Para ello tienen que cruzar puestos de control israelíes de forma constante. Esto nunca había supuesto un problema para ellos pese al tiempo que perdían y a las constantes molestias que los soldados les ocasionaban cuando les inspeccionaban cada vez que Bassim y Ali cruzaban.

Bassim era un soñador y tenía un papel muy importante en su familia. Lleno de ideas creativas y aspiraciones, era quien manejaba el negocio familiar y el responsable de gestionar la economía de la familia. Además, era el más gracioso, el hijo más divertido. Siempre atento, suave y cariñoso, se llevaba de paseo a sus hermanos menores los fines de semana. Cuando uno estaba triste o preocupado, se ocupaba de animarle con bromas.

Pero un jueves de noviembre de 2013, la vida de este hombre lleno de esperanzas y sueños se interrumpió brutalmente. Como de costumbre, los dos hermanos volvían a casa después de pasar la semana trabajando en las tiendas que la familia tiene en Jericó y Yenín. Bassim estaba muy cansado; el motivo: a principios de semana un primo había fallecido inesperadamente de un problema de salud. Tres días antes le habían enterrado.  Esa semana había sido especialmente dolorosa y Bassim acumulaba falta de sueño y más viajes de lo normal por Cisjordania.

Bassim dormía tan profundamente en el asiento del pasajero con los pies sobre el salpicadero que ni siquiera oía su teléfono sonar mientras Ali conducía acompañado de los ronquidos de su hermano. Cuando el coche llegó al puesto de control, Bassim seguía dormido. Tras un bache, Bassim se despertó confundido. El coche paró y Bassim, aún adormilado, abrió la puerta del coche y salió a estirar las piernas. Este gesto, simple e inocente, fue suficiente para que un soldado disparara una bala que impactó en su pecho y para que su cuerpo, fuerte y joven, cayera inerte al suelo. Murió al instante.

Desde ese momento, y durante muchos meses, la familia luchaba para hacerse a la idea de la nueva situación pero la pesadilla no tenía fin.  Un par de meses después el padre sufrió un ataque de corazón y tuvo que ser operado. Todo esto provocó que su situación financiera cambiara de forma drástica en poco tiempo ya que ninguno de ellos era capaz de pensar en el negocio familiar.

Casi un año después, la familia empezó a salir de su crisis lentamente con el apoyo de amigos, parientes y de Médicos Sin Fronteras, que seguía su casos facilitándoles apoyo psicológico. Hace apenas un mes, durante la última fiesta del sacrificio, fueron capaces, por primera vez, de disfrutar del encuentro familiar.

Sin embargo, aún hay otro motivo de angustia al que hacer frente. Después de todo lo que han sufrido, también ha perdido el permiso para moverse de Cisjordania a territorio israelí. Ya no pueden cruzar el puesto de control como antes. Han visto como les separaban de una parte de su familia sin justificación. En dos semanas tienen la fiesta de boda de un pariente en Israel.  Sin embargo, por el momento, no saben si conseguirán llegar.

*Nombre es ficticio para preservar su privacidad.

Mentes Ocupadas: trepar para salir del agujero

Por Jameela Dudin, psicóloga de Médicos Sin Fronteras en Cisjordania

Muro de Cisjordania. Fotografía: Juan Carlos Tomasi/MSF

Muro de Cisjordania. Fotografía: Juan Carlos Tomasi/MSF

Mohammed*, de 28 años, está divorciado y tiene un hijo pequeño. Es de un pueblo del sur de Hebrón que está cerca de muchos asentamientos de colonos judíos. Una carretera principal conecta los asentamientos con Cisjordania. El pueblo está dividido en dos áreas: una zona pertenece a la división que se hizo entre Cisjordania e Israel en 1948, y la otra corresponde a la división de 1967. La localidad está separada de Israel por un muro de seguridad. La población de esta zona está constantemente presionada por incursiones del Ejército israelí.

Mohammed vive en condiciones difíciles por su situación financiera. Quiere a su país y tiene fuertes convicciones políticas lo que ha traído problemas a la hora de encontrar un trabajo. Antes de conocer a Médicos Sin Fronteras (MSF), había sido detenido siete veces por ambas partes. Estuvo cinco años en una prisión israelí y dos en las cárceles de la Autoridad Palestina. Durante el tiempo que pasó en la cárcel, su padre y su hermano murieron y su mujer se divorció porque estaba en prisión.

Durante un periodo de cinco meses, Mohammed asistió a 14 sesiones terapéuticas con un psicólogo de MSF. Sufría ira, nerviosismo, falta de confianza, preocupaciones constantes y problemas en su relación con su hijo y su familia. Le costaba encontrar un trabajo y mejorar su vida a causa de los arrestos. Las fuerzas israelíes y la Autoridad Palestina le ponían muchos obstáculos por sus afiliaciones políticas. Mohammed describía su situación como si intentas trepar fuera de un gran agujero y tienes a alguien empujándote hacia abajo continuamente.

Mohammed solicitó una mujer psicóloga. Ella sintió una gran responsabilidad. ¿Sería un buen modelo femenino? ¿Conseguiría que Mohammed recibiera una experiencia reparadora tras la inestabilidad de sus relaciones con las mujeres? Durante las sesiones, trabajaron como gestionar las presiones de su vida. Se le dio permiso para expresar sus emociones y la oportunidad de comportarse de otra manera. Para Mohammed fue de mucha ayuda gozar de espacio para trabajar la confianza en sí mismo y encontrar un lugar en su entorno familiar.

Tras salir de la prisión, Mohammed fue atendido por el médico de MSF ya que sufrió algunos problemas de salud incluyendo dolores de estómago, diarrea severa y vómitos con sangre.

Después de un tiempo, fue capaz de hacer planes y marcarse objetivos para el futuro que estaban bajo su control. Superó las barreras en su conflicto interno. Se sentía orgulloso de ir a las sesiones de MSF. “Es mi vida y voy a vivirla bien” dijo.

En el momento de escribir esta historia, Mohammed fue detenido otra vez por las fuerzas de Israel y está en la cárcel sin sentencia.

*El nombre es ficticio para preservar la privacidad del paciente.

 

Crecer rápido en un campo de refugiados de Cisjordania

Por Theresa Jones, responsable de Salud Mental de Médicos Sin Fronteras en Cisjordania

Amin siempre ha sido un niño muy maduro, parece más mayor de lo que es. A menudo calificado de testarudo por su familia, le gusta salirse con la suya pase lo que pase. Tiene seis años y es el más pequeño de siete hermanos, los otros tienen por lo menos 18 años y están acabando la escuela o la universidad.

Sin embargo, éste no es el único motivo por el que Amin es tan maduro para su edad. Amin vive en un gran campo de refugiados en Cisjordania, frente a la torre de vigilancia del Ejército Israelí. El campo alberga a cerca de 10.000 refugiados registrados, y se considera el principal foco de las protestas de Cisjordania. Amin come, duerme y juega sólo a 50 metros del escenario de violentos enfrentamientos diarios entre jóvenes palestinos y soldados israelíes. Estos enfrentamientos siguen un patrón parecido a un juego, empezando generalmente con el lanzamiento de una piedra contra los soldados uniformados que forman filas frente al campo de refugiados, adornados con su sofisticado armamento. Parece que cuando vives en medio del caos, debes aprender a cuidar de ti mismo muy pronto.

Cuando los gases lacrimógenos penetran en su casa en el piso de arriba a través de las ventanas, como ocurre durante los violentos enfrentamientos, Amin es quien las cierra todas. Es él quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Amin ve a diario armas tan grandes como él ante sus propias narices y es testigo de los cacheos e interrogatorios a los que los soldados israelíes someten a sus hermanos cuando salen a la calle.

Amin es quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi

Amin es quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi

Con esta realidad, no es extraño que Amin sienta la necesidad de asumir el control y cuidarse a sí mismo. Esta necesidad puede trasladarse muy fácilmente al día a día. Por ejemplo, cuando insistentemente quiere comerse una tableta de chocolate antes de comer o exige ver los dibujos que quiere en la tele.

MSF conoció a Amin unas semanas después de una violenta incursión a su casa en plena noche. Los soldados israelíes querían utilizar el apartamento de la familia de Amin para vigilar los enfrentamientos que se sucedían abajo en la calle. Parece que éste es un lugar conveniente para una segunda torre de vigilancia. La madre y la hermana de Amin describieron a la psicóloga que los soldados entraron por la fuerza en la casa, encerraron bajo llave a la familia en una habitación, y entonces ocuparon su sala de estar durante horas. Después de esa noche, Amin empezó a tener pesadillas frecuentes de soldados con caras negras (los soldados israelíes cubren sus caras con máscaras negras durante las incursiones),  a orinarse en la cama y se sobresaltaba con el más leve roce. El eczema que le cubre el cuerpo desde los dos meses de edad empeoró y su testarudez fue descrita como un comportamiento “descontrolado”.

Cuando la psicóloga de MSF conoció a Amin consiguió interactuar con él mediante juegos y él le pidió que cuando volviese a visitarle le trajese un “balón de fútbol negro”. La psicóloga piensa que el balón negro está asociado al incidente traumático que sufrió al ver a soldados con máscaras negras irrumpiendo en su casa. Los síntomas que tenía eran pensamientos e imágenes intrusivas de ese incidente. Quizás intentaba controlar esos recuerdos pegando patadas y lanzando la pelota.

Desde entonces ha utilizado dibujos para expresar sus miedos sobre lo ocurrido en el pasado, lo que está ocurriendo en el presente y lo que podría ocurrir en el futuro. Sin duda, parece tener ganas de hacer juegos que impliquen imaginación y magia, y con el tiempo esto parece haberle ayudado a sentirse algo más seguro. Amin también está recibiendo tratamiento del médico de MSF para aliviar el dolor que le provoca la infección cutánea que padece.

Está claro que ser niño no es nada fácil en este campo de refugiados de Cisjordania. De todas formas, esperamos que Amin pueda disfrutar algo de la sencillez de la niñez en medio de toda esta complejidad y caos.

La prisión en la mente

Por Lali Cambra, periodista y responsable de Comunicación de MSF España para los Territorios Palestinos Ocupados.

Hebron, Cisjordania. copyright: Juan Carlos Tomasi.

Hebron, Cisjordania. Copyright: Juan Carlos Tomasi.

Hoy parecería un día normal de trabajo en la sede de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Hebrón. Pero no es normal, porque hoy es el día en el que Jawad, al que ya llevamos tiempo tratando, va a hablar sobre el tiempo que pasó en prisión.

Hace casi ocho meses que atiendo  a Jawad (*), los mismos que hace que llegué a Hebrón, una ciudad de gran importancia tanto para el Islam como para el Judaísmo. De hecho, es la única ciudad en Cisjordania en la que hay colonos judíos viviendo en su interior. Esta coyuntura la hace con frecuencia un lugar de conflicto entre palestinos e israelíes. Tanto la ciudad como los pueblecitos de la periferia son controlados de cerca por soldados y policías.

Jawad es de una aldea de la periferia. Nos hemos visto casi una vez por semana, a excepción de los períodos en que Jawad ha vuelto a ser detenido. Períodos que suponían un retroceso en su evolución. Jawad llegó a MSF recomendado por el CICR, después de que fuera puesto en libertad tras su paso por prisión. Se le detectaron síntomas post-traumáticos graves. Pese al tiempo que lleva con nosotros, no había hablado de la cárcel todavía.

La sesión se inicia, con Jawad sentado enfrente. E. cumple su papel de intérprete. Desde que llegué hace las veces también de profesora de árabe, de cultura palestina, de consejera y de amiga. Jawad, con 28 años, es un hombre delgado que viste con elegancia y cuya compostura delata una inteligencia tranquila. Sonríe más ahora que cuando iniciamos nuestros encuentros, aunque su mirada suele ser muy seria y en no pocas ocasiones se queda fija, mirando al infinito. A veces siento que hay que sacarle información con un sacacorchos.

Cuando le pido que me hable, tal y como habíamos quedado, de la cárcel, me mira sorprendido y dice que ya me lo ha explicado. Pero yo le recuerdo que, de hecho, sé muy poco. Establecer relaciones de confianza es en los territorios ocupados una cuestión de extrema importancia y por supuesto lo es para un hombre que ha sido encarcelado por activismo político y forzado a un sinnúmero de interrogatorios. Por eso, buena parte de nuestras sesiones se han centrado en forjar lazos de confianza, algo primordial dado que, en cierta forma, hay elementos de la terapia psicológica que podrían semejarse a procesos de interrogatorio.

Consulta psicológica en el proyecto de Médicos Sin Fronteras en Hebron. Copyright: Juan Carlos Tomasi.

Consulta psicológica en el proyecto de Médicos Sin Fronteras en Hebron. Copyright: Juan Carlos Tomasi.

Por fin Jawad comienza a hablar. Me dice que tenía 22 años cuando comenzó a ser más consciente de la situación por la que estaba pasando la vecina Gaza. En la universidad se involucró políticamente y acudió a manifestaciones. Un día, mientras estaba al frente de su ordenador, de repente comenzó a escuchar un enorme tumulto: los soldados israelíes entraron por la fuerza en su casa y se lo llevaron. Ahí comenzaba el camino sin retorno en el que se vería sumido durante los siguientes cuatro años y medio.

Jawad describe su período en prisión en cuatro fases: la primera fase, de interrogatorios, de la que se sintió orgulloso porque consiguió permanecer en silencio. Lo pusieron en una celda con otros prisioneros, que le ayudaron mucho en esos primeros días. Sin embargo, cuando los soldados regresaron, Jawad notó que algo había cambiado: de repente lo vio claro, sus compañeros de celda no eran otra cosa que “enemigos”. Sus conversaciones habían sido grabadas, su silencio roto y su fortaleza quebrada. Iban a poder presionarlo más. “Mi mundo se hundió, entonces cambié como persona”, apuntó Jawad.

Su segunda fase es la peor. Utilizaron métodos brutales, de los que Jawad prefiere no acordarse.  Apenas menciona la dureza de los períodos en aislamiento. Los sonidos, las imágenes y las sensaciones táctiles de esa época todavía regresan cada noche a perseguirlo en forma de pesadillas.

La tercera fase fue incluso peor. Jawad enfermó. Su apéndice se había inflamado y roto y requería cirugía. Lo siguiente que recuerda es despertarse de forma abrupta de la anestesia para encontrarse en el quirófano y ver su propio estómago abierto, en plena operación. El shock le llevó a un flashback, a encontrarse de repente de nuevo en los interrogatorios, rodeado de guardias, incapaz de moverse, esposado a una mesa. Cuando finalmente volvió en sí, la realidad no mejoraba: en su cama del hospital, tres guardias armados lo estaban custodiando.

A partir de entonces el estado emocional de Jawad se deterioró con rapidez, con consecuencias que también afectaron a su estado físico. Nunca más volvería a confiar en un médico. Entró en depresión y se aisló por completo. No mantenía contacto con nadie. Tras ser puesto en libertad, esta situación se mantuvo. Jawad a veces confesaba que para vivir así prefería regresar a la cárcel.

“Es bueno que tú lo cuentes por mí. A mí no me dejan salir de Cisjordania, pero tal vez mi historia pueda cruzar la frontera”, concluye Jawad.

(*) Este post fue escrito por la psicóloga de MSF al cargo de la terapia de Jawad en Hebrón.

Una semana después de esta conversación, Jawad fue detenido de nuevo y sometido a nuevos interrogatorios.