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Por aquí han pasado cooperantes de Ayuda en Acción, Cruz Roja, Ingeniería Sin Fronteras, Unicef, Médicos del Mundo, HelpAge, Fundación Vicente Ferrer, Médicos Sin Fronteras, PLAN
Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

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Un agua que se lleva las esperanzas

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Como cada año, la época de lluvias en Bolivia debió comenzar en noviembre y debía extenderse hasta  abril de este año; pero ya nadie cree en ese calendario que rige la vida productiva y social del país. Lo que hasta hace unos 10 años atrás era una certeza ahora se ha convertido en una utopía.  Las lluvias se retrasaron hasta enero y el servicio nacional de meteorología ha avisado que sólo habrá lluvias hasta marzo.

La vida campesina del país, tan llena de actividades  ligadas a la cultura y las creencias, gira en torno a las lluvias. Las comunidades indígenas rinden culto a la Pachamama (la Madre Tierra) en agosto y le piden siempre que bendiga sus escasas tierras con las lluvias necesarias para regar los cultivos y tener una cosecha abundante. Nunca le han pedido que mande más agua de la necesaria y el último tiempo, sus dioses no han sido equitativos. En unos lugares las lluvias intensas han inundado los campos, y se han llevado los terrenos cultivados en las márgenes de los ríos; en otros no llovió en los últimos dos años y las familias han padecido sequías tremendas que les han quitado el agua para sembrar, para dar al ganado y para beber ellos mismos. Los pobres siguen pagando el precio más alto por la crisis ambiental.

 Desborde del Río Chico. Foto: Correo del Sur

*Desborde del Río Chico (Correo del Sur)

El calendario escolar del país, que inicia clases en febrero y las termina en noviembre, toma en cuenta las lluvias. A veces se hace imposible llegar hasta la escuela durante la temporada de lluvias: atravesando ríos crecidos, o viviendo en comunidades que se han inundado y donde, de pronto, la preocupación principal es cómo salvar las pocas pertenencias familiares, los alimentos y algunos animales  vitales para la subsistencia. Cuando se es pobre, la naturaleza nos pone a prueba con cambios mínimos; ni hablar  ya del impacto que tiene en la vida de las personas los grandes cambios climáticos que están ocurriendo en los últimos años.

Desde hace dos semanas, nuestra oficina central en Bolivia se ha convertido en un centro de llamados de emergencia. En Tarvita (Chuquisaca) una riada arrastró un bus y un camión llenos de personas; el turbión de piedras, agua y lodo llegó de pronto, mientras las movilidades intentaban cruzar el río. Murieron 34 personas y sólo 19 pudieron salvarse.

 Río Quime se lleva varias casas. Foto: Diario La Razón

*Río Quime se lleva varias casas (Diario La Razón)

El pasado viernes 225 familias de la localidad de Río Chico, en Sucre, vieron como el agua del río se llevaba más de 400 metros lineales de gaviones (protectores de riberas) y sus terrenos quedaban a merced de la corriente. Con esos terrenos se fueron también las garantías de seguridad alimentaria de las familias que tenían sus cultivos sembrados allí: papas, hortalizas, maíz, entre otros. En algunos terrenos, el agua alcanzó 1 metro de altura.

Ese mismo día, en la localidad de Quime, aledaña a nuestro proyecto de Licoma, en La Paz, 139 personas fueron afectadas cuando el río del mismo nombre arrasó los gaviones protectores y con ellos las casas de esas familias. Y con las casas perdieron sus pertenencias y las herramientas con las que se ganan el pan diario.

Al día siguiente nos reportaban que 80 familias de Betanzos, en Potosí, habían sufrido el embate del río y habían perdido 400 hectáreas de cultivos.

Se teme que estas inundaciones desencadenen brotes de mosquitos aedes aegiptys, causantes del dengue, en las zonas endémicas de la enfermedad, y que esto derive en otra emergencia, esta vez, sanitaria.

En todos estos lugares se ha movilizado la cooperación de Ayuda en Acción para, al mismo tiempo que se hace la evaluación de los daños, se elaboren planes de atención a la emergencia en conjunto con los gobiernos municipales y las gobernaciones departamentales. Esto permite llevar ayuda efectiva y oportuna en la fase de emergencia; posteriormente se apoyarán las fases de rehabilitación social y productiva.

En el Chaco chuquisaqueño no llovió los dos últimos dos años y los pobladores padecieron una intensa sequía. En 2010 Ayuda en Acción, junto a la gobernación, puso en marcha un programa de atención a las familias que incluyó la construcción de reservorios de agua y sistemas de “cosecha de agua” de lluvia, para garantizar el suministro tanto a las personas como a los animales y los terrenos. También distribuyó alimentos secos y semillas de maíz. En los últimos meses, las semillas sembradas han comenzado a brotar y se espera una cosecha que al menos permita garantizar la seguridad alimentaria de las más de mil familias de la zona.

Y mientras en algunos sitios el agua se lleva las esperanzas de las familias, en otros, con el brote de los sembradíos, la esperanza vuelve a renacer.

Llegando a Licoma la radio se estremece

Roxana Pintado,  Ayuda en Acción Bolivia

Uno va llegando a Licoma, luego de recorrer en auto un camino sinuoso de tierra durante  ocho horas, saliendo de La Paz. Después de muchas horas sin que la radio capte ninguna señal, sintonizando la 103.7 FM comienza a oírse un débil sonido. El viajero, dependiendo de la hora, puede escuchar algo así como “Llegó la tarde, bienvenido a la hora joven de Radio Cajuata”.

Desde el año 2008 las radios comunitarias de Licoma y Cajuata están en manos de los jóvenes. Son ellos los que la gestionan desde entonces. Este es el resultado de varios años de trabajo para dotar a los y las jóvenes de conocimientos y capacidades que les permitieran apoderarse de los medios locales y del desarrollo de sus comunidades.

La historia comienza 6 años antes, en 2002, cuando un grupo de adolescentes tocó las puertas de la oficina de Ayuda en Acción allí. Entonces parecían un grupo de chiquillos con ganas de hacer algo, pero con el tiempo se notó que eran más que eso: se trataba de un grupo de niños, niñas y adolescentes concientes de que el desarrollo de sus comunidades era también responsabilidad de ellos y que tenían mucho que hacer para conseguirlo.

Desde julio de 2002, cuando se creó el grupo, nuestro apoyo consistió en darles herramientas que les permitieran desarrollar sus capacidades de liderazgo y convocatoria –a través de capacitaciones- y poco más; el resto lo hicieron ellos solos.

En las reuniones periódicas que tenían definían los proyectos y las actividades que realizarían durante el año. Así se fueron preocupando de que los niños de la zona tuvieran certificados de nacimiento, para que existan como ciudadanos y puedan desde ejercer y reclamar sus derechos; se ocuparon de que las mujeres  y hombres analfabetos participaran en el programa de alfabetización y alcanzaran el certificado que los acredite; de que tengan documentación actualizada y funcionen  las pequeñas salas de reunión e información que ellos mismos han instalado en las cabeceras de ambos municipios;  pues son concientes de que su apoyo es importante; fueron ellos los que  difundieron entre la población las medidas y formas para evitar el contagio de enfermedades típicas de la zona o la destrucción del medio ambiente.

Muchos de los jóvenes que han participado en la brigada de Protagonistas, cuando han alcanzado la edad adulta, han sido elegidos en sus comunidades para ocupar cargos importantes en las organizaciones sociales y sindicales. Por ejemplo, Geydi, quien a sus 15 años fue electa como ejecutiva de la Central Agraria de Mujeres Campesinas de su municipio, una organización sindical reconocida a nivel nacional.

 Cristian en la radio

Pero la voz que se escucha ahora en la radio es la de Cristian Mamani,  un joven licomeño que como otros muchos fue parte de los “Jóvenes Protagonistas” y desde hace algún tiempo se incorporó  como voluntario en la radio de su municipio. Allí recibió formación para convertirse en locutor de un programa en el que participa la comunidad; vecinos, dirigentes, productores destacados, jóvenes líderes y muchos otros se apoderan del micrófono y convierten en suyo ese espacio cuando Cristian está “al mando”. Para él, poder brindar este servicio a su comunidad es muy importante. “Les puedo decir que lo que más me gusta es ser un facilitador de alegrías, para que la gente pueda expresarse mediante los micrófonos”.

Hoy, en las radios comunitarias de Licoma y Cajuata, instaladas por Ayuda en Acción y convertidas hoy en un instrumento de comunicación para el desarrollo –sus programas,  además de para el esparcimiento, sirven para capacitar, sensibilizar y educar a la población-, han incorporado en su planta a varios jóvenes, los cuales continúan formándose para mejorar cada vez más su trabajo.

Al caer  la tarde, Cristian se va despidiendo en la radio con al certeza de que quienes pasaron hoy por su micrófono sienten la alegría de, como él, contribuir un poquito más a cambiar las cosas por allí.

La amarilla de Nicolás: mi ejemplo de superación

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Desde hace unos días atrás la imagen de un muchacho da vueltas en mi cabeza. Debe ser que se acercan las fiestas de Navidad y Año Nuevo y entonces uno intenta hacer balance y se traza nuevas metas, y se pone como ejemplo a aquellos que representan lo mejor del ser humano, por su empuje, tenacidad y superación. Este año he tenido muchos de esos ejemplos, a los que recurro con frecuencia, y sobre los que he intentado hablar en este blog.

A Nicolás lo conocí hace ya seis años, en una visita que hice al Hogar Teresa de Los Andes (en Santa Cruz, Bolivia); un centro de referencia en el país cuando se habla de atención a personas con capacidades diferentes. Por aquel entonces Ayuda en Acción concluía 9 años de apoyo a la Ciudad del Niño Jesús, en La Paz, y estaba buscando un nuevo socio para apoyar un proyecto urbano de atención directa a personas con discapacidad. Cuando llegamos allí nos encontramos con un centro donde los derechos y el crecimiento intelectual de todos eran el objetivo principal y en el que sus trabajadores y los religiosos que lo gestionan no reparan empeños por mejorar las condiciones y el servicio que brindan.

Pero yo no quiero hablarles hoy del Hogar Teresa de Los Andes; quiero hablarles de Nicolás. A él me lo encontré en la Granja Escuela, atendiendo a los cerdos que crían allí para la alimentación de los chicos y para generar ingresos que permitan adquirir todo lo que los chicos necesitan y merecen. El programa de terapia ocupacional en el que participaba entonces –y aún hoy-  le daba habilidades que le permiten ser totalmente autónomo.

No se trata de hallar culpables en la historia de Nicolás: nació con una discapacidad cognitiva o intelectual por cualquier razón hasta ahora desconocida, en la que influyó la avanzada edad de sus padres y las condiciones de pobreza e ignorancia de la familia. Nicolás pudo ser un niño con una familia feliz si no fuera porque, siendo el octavo de nueve hermanos, esas mismas condiciones llevaron a su madre, luego de la muerte del padre y de sufrir una hemiplejia, a entregarlo voluntariamente  en el Hogar Teresa de Los Andes, hace ya más de 18 años.

El Hogar lo recibió cuando tenía 14 años. Sus habilidades motoras eran pocas y las intelectuales, casi nulas. Sin una estimulación adecuada y una educación acorde a sus necesidades su avance era imposible.  Sus hermanos mayores no eran lo suficientemente adultos como para ocuparse de él cuando su padre falleció y luego, cuando murió la madre, decidieron dejarlo en ese centro porque consideraban que estaba mejor atendido allí que lo que podían darle ellos. Una historia de discriminación, intolerancia y pobreza que se repite incansablemente en los países del sur.

 

Desde su llegada, los especialistas que lo atendieron en el centro diseñaron para él, como para los demás chicos y chicas, programas de terapia ocupacional específicos, entre ellos el deporte. Y a Nicolás le gusta correr. En 2003, luego de varios años de preparación como atleta, Nicolás participó en las Olimpiadas Especiales en Bolivia, donde obtuvo medalla de oro en atletismo y se fue, representando a Bolivia,  a las Olimpiadas en Irlanda.

“…Fuerte suena la pistola y fuerte yo corro; le meto la carrera de entrada para que vaya a ganar, vaya a ganar esa de oro, esa amarilla….” Así narra Nicolás su participación en aquella competencia que le cambió la vida. Volvió de Europa con la medalla de oro, la que guarda con celo y muestra orgulloso a todos.

Hoy, con 32 años y con una cardiopatía que le limita la actividad física, se ha convertido en la figura paterna de los chicos de su vivienda en el Hogar, en la que ayuda a los que menos habilidades tienen. En el colegio continúa aprendiendo cosas básicas y aunque ya no compite, sigue practicando deportes bajo supervisión médica. Para él, participar y ayudar es un propósito fundamental, entregando un poco de lo que tal vez, hace muchos años, le faltó a él.

Por estas fechas, Nicolás está de vacaciones; tiempo que aprovecha para ir a la piscina, hacer paseos a otros lugares y bailar.  En Nochebuena recibirá, como cada año, el regalo que pidió y otra vez, al iniciar el curso volverá a la escuela, en la que tanto los internos del Hogar como los niños que son atendidos por consulta externa (que son más de 25), van formándose para  la vida.

Hoy aprovecho este espacio para, en nombre de Nicolás y de los 150 chicos y chicas que reciben atención integral en el Hogar Teresa de Los Andes, agradecer a las personas que a través de Ayuda en Acción colaboran con ellos; familias y amigos cuya solidaridad hace posible el milagro diario de la superación.

Nota: Si usted quiere saber más detalles sobre el Hogar Teresa de Los Andes, los servicios que brinda y el trabajo de extensión cultural y sensibilización que realiza, visite www.hogarteresadelosandes.com

Los niños sin certificado de nacimiento no existen para nadie

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Hace unos días comenzó a pagarse a todos los niños y niñas que permanecieron durante todo el curso escolar 2010 asistiendo a clases el Bono Juancito Pinto, que otorga el Estado como un incentivo a la permanencia escolar. Pedrito (nombre convencional) no estaba en la fila; miraba a través del vidrio de una ventana de la escuela. Pedrito no recibió esos 200 bolivianos. ¿Sabe usted por qué? Pues simplemente porque Pedrito no tiene certificado de nacimiento.

¿Usted sabe lo que le puede pasar  a una persona que nunca ha tenido un certificado de nacimiento? Pues yo les voy a contar lo que sucede a estas personas cuando viven en Bolivia y son pobres. Comencemos por los problemas que la falta de ese simple documento  provoca a los niños y niñas.

El artículo número 7 de la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por todos los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas, a excepción de los Estados Unidos y Somalia, reza: El niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos. Pero si uno desconoce las consecuencias que trae el incumplimiento de este derecho, resulta difícil entender por qué tanto énfasis de las organizaciones que trabajan por el cumplimiento de los derechos de los niños y las niñas en que toda persona cuente, desde el momento de su nacimiento, con ese documento que a muchos parece un simple papel.

En Bolivia, cuando un niño no tiene certificado de nacimiento, no tiene que ser considerado ciudadano del país, por lo que los derechos y beneficios intrínsecos a los reconocidos como bolivianos no le son reconocidos a él; así comienza a enfrentarse a la vulneración de otros muchos de sus derechos. Resulta entonces que no puede matricularse en la escuela; no tiene derecho a la atención médica gratuita que se da a los niños hasta los 5 años; no puede recibir los bonos que, como incentivos para la permanencia escolar y la atención en salud infantil, otorga el estado boliviano; entre otros. Los niños y niñas sin documentos de identidad,  cuyos padres emigran en busca de mejores oportunidades de trabajo, no pueden acompañarlos pues sin certificado de nacimiento no pueden viajar.  En muchos casos, los padres se arriesgan a sacarlos del país de forma ilegal, poniendo en peligro la vida de sus hijos en el exterior y exponiéndolos a situaciones de trata y tráfico de personas con lamentables consecuencias.

Luego las cosas se complican. Cuando los niños cumplen 18 años y los varones deben pasar el Servicio Militar Obligatorio, aquellos que no tienen certificado de nacimiento, no pueden inscribirse al ejército y a partir de ahí se desencadena una serie de consecuencias que entorpecen el desenvolvimiento de las personas adultas. Por ejemplo, aquellos hombres que no hacen su servicio en el ejército ven limitadas sus posibilidades de acceso a fuentes de trabajo, pues en muchos empleos les exigen dicha certificación. Igualmente, tanto a hombres como mujeres, para ser contratados por cualquier empresa, sea pública o privada, deben contar con cédula de identidad vigente, así como para matricular en las universidades. Para viajar fuera del territorio nacional, hombres y mujeres deben contar pasaporte, para cuya tramitación se requiere la cédula de identidad. Los adultos mayores de 65 años necesitan el carnet de identidad para cobrar la Renta Dignidad, bono de 204,00 euros que el Estado asigna anualmente a todos los adultos mayores. ¿Cómo tener cédula si nunca se tuvo certificado de nacimiento?

Cuando uno indagaba sobre las causas por las que las familias no tramitaban el certificado de nacimiento de los hijos al nacer estos, se encontraba que muchos no conocían la importancia de contar con este documento y que a la mayoría se le hacía inaccesible el mismo debido al costo del trámite. Para que un adulto consiga tener su certificado y luego la cédula de identidad, el trámite es engorroso, largo y muchas veces, dependiendo de la necesidad de implicar a abogados, mucho más costoso.

Durante muchos años la cooperación internacional y las ONGs bolivianas trabajaron informando a las familias y sensibilizándolas sobre la importancia de que niños y niñas contaran con certificados desde su nacimiento, pero eso solucionaba sólo una parte del problema. Así que se trabajó, desde la incidencia política, para conseguir que el Estado aprobara políticas públicas que ayudaran a disminuir los costos del trámite.

Desde hace algunos años, y con el apoyo de la cooperación internacional, el Estado boliviano comenzó a entregar el 1er certificado de nacimiento a todos los niños y niñas de forma gratuita, y Ayuda en Acción compartió ese empeño. Se realizaron campañas masivas en las facilitamos el equipamiento a los Oficiales de Registro Civil y los transportamos a los lugares más recónditos de las zonas donde trabajamos para garantizar que todos los niños y niñas que allí viven tengan su primer certificado y apoyamos el cumplimiento de los trámites necesarios para que los adultos  sin documentos de identidad consiguieran el primero de ellos.

En el pasado año y gracias al esfuerzo y la coordinación entre el Estado, Ayuda en Acción, las ONGs bolivianas con las que trabajamos y las organizaciones y autoridades locales, fue posible que más de 1700 niños y niñas de cinco municipios del país tuvieran su primer certificado de nacimiento y más de 1250 adultos de otros seis municipios consiguieran su cédula de identidad. En Sorata, por ejemplo, el 92% de la población ya tiene documento de identidad y en cuatro municipios, más del 71% de la población adulta mayor de 65 años puede cobrar la Renta Dignidad.

Y entonces, por estos días, uno se acerca a la fila de los chicos y sus padres en las escuelas y ve la sonrisa de los niños y niñas y los ve sujetando un papel entre sus manos. Y cuando se les pregunta qué harán con el  dinero que recibirán, saben bien a qué lo dedicarán: a comprarse ropa y zapatos o simplemente para comprar los materiales escolares para el siguiente curso. Y entonces uno entiende que ese pequeño papel que cada niño aprieta en sus manitas es un tesoro que debemos  seguir apoyando, para que los niños como Pedrito dejen de ser “nadie” y se conviertan en personas con derechos.

“Hace falta agua para vivir como personas”

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

El viernes conocí a Marcela Hualpara. Vive en Viliroco,  a 35 minutos de la ciudad de La Paz, en pleno altiplano, donde sólo crecen algunos cultivos con mucho esfuerzo.  Marcela y su familia cosechan patatas y quinua, el cereal más nutritivo que dan estas tierras.

Viliroco está al borde de la carretera que va desde la sede de gobierno  -La Paz- hasta Viacha, la cabecera del municipio, pero a pesar de estar tan cerca de la ciudad y tener tan buena conexión caminera, hay muchos servicios a los que sus habitantes no tienen acceso; hasta hace muy poco, por ejemplo, no tenían agua potable.

 Marcela cocinando

La casa de Marcela está a escasos 400 mts de la carretera; allí vive  con su esposo, sus tres hijos y dos sobrinas. La más pequeña de sus hijas tiene seis años y va al preescolar en la escuela cercana, donde estudian otros 1200 alumnos hasta concluir el bachillerato. En toda la comunidad no hay más de 80 viviendas y la más alejada dista 8 km. de la escuela  y del sitio donde ya se alza, para alegría de todos, el tanque que abastece  a todas con agua potable.

Cuando llego a su casa, la sobrina mayor de Marcela está cocinando la comida. Utiliza bosta de vaca como combustible porque el gas licuado lo guardan para cocinar en la noche, cuando no se puede estar afuera. No se puede usar leña para cocinar porque en el altiplano no crecen árboles y la leña es muy cara.

 Marcela y sus vecinos ya tienen agua potable

“Hemos vivido como en el tiempo de los patronos, tomando el agua que sacábamos del pozo en la tierra. A los niños les daba “gusanera” y tenían que faltar a la escuela; gastábamos mucho en medicinas. Ni hablar del trabajo que pasaba para lavar la ropa y no podía ni bañarme”, nos contaba Marcela.

Hace apenas un año que Ayuda en Acción, con el apoyo de la Junta de Castilla La Mancha, les dio el apoyo financiero para que la comunidad construyera su sistema de agua potable. Nadie les construyó el sistema; fue la propia comunidad la que se organizó para abrir las zanjas necesarias y bajo la supervisión de un maestro constructor puso la mano de obra y los materiales locales. Así se fue elevando el tanque con capacidad de 20 mil litros y la red de conexión domiciliaria hasta cada una de las casas, (12.9 kms de tendido).

Cada familia puso 30 jornales de trabajo en los que hombres y mujeres se turnaban para las diferentes tareas. La  Alcaldía puso el proyecto listo para la ejecución, con sus planos y los cálculos , y la cooperación se encargó de cubrir el costo de los materiales que no se pueden conseguir allí, como el cemento, las tuberías, los grifos, etc.

Así, con el trabajo de todos, fue posible que además de todas las casas, también la escuela, la sede comunitaria y la posta de salud tengan el servicio.

Pero la comunidad también se ha organizado para la gestión del sistema, así no hay interrupciones del servicio. Además de poner por escrito sus estatutos, eligieron al Comité de Agua -integrado hoy por 5 mujeres y un hombre- que se encarga de la administración; contrataron un operador que además de echar andar y detener el suministro de acuerdo a los horarios establecidos, garantiza que la mínima falla  se arregle enseguida.

“Dos veces se quemó el fusible y una vez se arruinó el térmico, pero el operador enseguida fue a comprar los repuestos y el agua volvió ese mismo día a nuestras casas”, nos contaba Verónica, otra usuaria de Viliroco.

Y es que el mantenimiento del sistema se cubre con el excedente de la cuota fija mensual de 10 bolivianos (aproximadamente 0,90 céntimos de euro) que paga cada familia,  que alcanza para pagar el salario del operador, comprar los insumos para el hipoclorador y cubrir el costo de la energía eléctrica. Y que haya agua cada día no es ya una preocupación de los vecinos. 

Ahora las preocupaciones son otras: ¿cómo construir un depósito para guardar las herramientas que se compraron con el proyecto y que quedan como patrimonio de la comunidad?; ¿cómo hacer que todas las familias entiendan que el agua es sólo para consumo humano, para  beber, cocinar, lavar la ropa y bañarse?; ¿cómo castigar a los que malgastan y la usan para riego?; ¿cómo instalar una ducha en sus casas, donde el agua salga caliente?;  ¿cuánto costará poner un medidor para que el que gasta más pague más?

“Hay que pagar mensual y puntual, para que no se corte el agua, pero la gente lo hace bien. Algunos están usando para regar  y no tiene que ser así; a ese tenemos que ver cómo lo multamos”, nos comentaba preocupado Don Roberto, el presidente del Comité de Agua.

Marcela recoge agua del grifo en un balde y se la alcanza a su  sobrina, agachada al lado del fogón en el patio. Marcela sonríe mientras su otra sobrina arrea una vaca para llevarla a pastar. Hoy  la alegría de la gente de Viliroco se nota en su día a día.

“Ha sido un cambio radical. Con la pileta a domicilio vivimos como personas “, decía Don Hilarión Alanoca en la reunión comunitaria que tuvimos con ellos.

Cuando me despedía de Marcela me dijo: “Ahora, los niños se lavan la carita con gusto porque el agua corre y ya no faltan al colegio porque no les duele la barriga. Todo el mundo está contento  desde que el agua llega a su casa. Dígale eso a la gente que nos ayudó”. Y yo estoy cumpliendo esa tarea.

El Reparador de Sueños

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Desde marzo de este año, el “reparador de sueños” hace su tarea. Un bus se ha convertido en una certeza para 101 niños y niñas; la certeza de que la escuela es posible.

Durante hora y media el bus recorre los 27 Km.  que separan Imilla Huañusca de Surima. Viviana y Lorenzo lo esperan ansiosos  y a las 7:00 a.m. lo abordan. Llevan una bolsa con sus lápices y cuadernos  y el corazón lleno de esperanzas. El bus se detiene en cada comunidad y recoge a sus niños mayores, los que ya habían renunciado a su derecho de seguir estudiando.

Los niños y niñas suben al autobús. Foto: Zulma Pérez

Lorenzo, con sus cortos 12 años, al subir al bus el primer día,  nos contaba: Yo ya no pensaba seguir estudiando y por eso me he ido a trabajar a Santa Cruz con mis tíos, a la zafra, que es un trabajo duro. Pero después mi mamá me ha avisado que estaban poniendo un micro (bus) para que nos lleve a estudiar. Entonces me he venido para mi comunidad y ahora sigo estudiando y sigo aprendiendo también.”

Hasta hace unos meses atrás, Viviana y Lorenzo y otros 24 niños y niñas de 11 comunidades del Distrito 7 de Sucre, a 90 Km. de esa ciudad, en el sur de Bolivia, no podían ir a la escuela, a pesar de haber conseguido terminar el 4to grado de primaria. La única manera de continuar sus estudios  era caminando esos 27 Km. para llegar hasta Surima, la comunidad que por su ubicación geográfica y concentración de población tiene una escuela donde culminar la primaria superior (hasta 8vo grado). Otros 75 niños y niñas, de otras comunidades también tenían que caminar grandes distancias hasta la escuela más cercana.

 El reparador de sueños. Foto: Zulma Pérez

La mayoría de los niños y niñas partían desde Imilla Huañusca, la comunidad más alejada, con la ilusión de ir a una nueva escuela y de conocer los mundos que el conocimiento abre. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar clases abandonaban los estudios  pues el cansancio, la falta de alimentos  y la inseguridad de los caminos hacían que perdieran el interés y encontraran mayor provecho en ayudar en los sembradíos de sus padres.

Bolivia, estando tan cerca de 2015, momento en el que el mundo evaluará los Objetivos de Desarrollo del Milenio,  aún tiene índices preocupantes de cobertura escolar. Hoy sólo el 67% de los niños y niñas en edad escolar asisten a clases y en Chuquisaca (donde se encuentra Sucre), sólo el 60,7% lo hace; siendo éste el indicador más bajo del país[1]. Por eso, tanto el Estado como la cooperación internacional y la sociedad civil continúan haciendo esfuerzos por reducir esas cifras.

Pero Viviana y Lorenzo no son una cifra. Para Ayuda en Acción, que ha llegado de la mano de CEMSE (una ONG boliviana) hasta el Distrito 7 de Sucre, Lorenzo y Viviana son dos niños con sus derechos vulnerados, que merecen un esfuerzo adicional para restituirles la posibilidad de volver a la escuela. Con esta pequeña contribución, la cobertura escolar de esta zona ha aumentado en 3,5% y granito a granito se hace la diferencia.

 101 niños y niñas van al colegio en este bus. Foto: Zulma Pérez

“Yo antes, cuando no había el micro, me iba a la escuela con mis amiguitos en sus bicicleta y a veces también tenia que caminar porque no había quien nos lleve. Llegaba cansada a la escuela y me daban ganas de dormirme nomás; pero ahora, gracias a la ayuda de CEMSE y de Ayuda en Acción ya llegamos puntuales a la escuela y también nos volvemos rapidito a nuestras casas.” (Viviana, 14 años) 

Hoy los costos son cubiertos por Ayuda en Acción; el alquiler del bus cuesta 384 euros mensualmente (aproximadamente 0.17 céntimos por niño al día) y aunque puede parecer  poco, una preocupación es la sostenibilidad del servicio. La presencia de Ayuda en Acción allí es temporal, así que junto al CEMSE han encarado la tarea de firmar un convenio entre la escuela, las comunidades y  el gobierno municipal, para que  dentro de un tiempo éste último se haga cargo no sólo del almuerzo de los chicos en la escuela (que ya lo hace), sino también de cubrir los costos del transporte. También se está trabajando con los padres de familia para que mejoren sus ingresos y comprometan un aporte para el mantenimiento del servicio.

Son las 4:00 de la tarde de un jueves cualquiera. Lorenzo y Viviana vuelven a abordar el bus, ahora en Surima, con destino a Imilla Huañusca. Vuelven con los sueños reparados; esperanzados en un futuro distinto al de sus padres -mejor, mucho mejor-; seguros de que mañana los esperan nuevos mundos por descubrir.


[1] Datos del Instituto Nacional de Estadística  de Bolivia a 2007.

Sonrisas sanas en Alcalá

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Hace ya 3 años que los niños y niñas de Alcalá, en Chuquisaca, al sur de Bolivia, gozan de los beneficios de un Seguro Médico Escolar. Y eso, que parece tan simple,  hace la diferencia en sus vidas.

 Cuando Ayuda en Acción y la Fundación Participación y Sosteniblidad (Pasos), ONG boliviana de contraparte en la zona, comenzaron a trabajar allí, se dieron cuenta que los problemas de ausentismo escolar estaban relacionados, entre otras cosas, con problemas de salud infantil sostenidos. No bastaba con construir aulas nuevas y capacitar a los profesores; había que hacer algo más para solucionar el problema.

Más del 15% de los  niños y niñas del ciclo primario se ausentaban de clases o abandonaban el sistema escolar por problemas de salud o de otra índole. La baja calidad educativa y las malas condiciones de la infraestructura se convertían en desincentivos para los padres de familias, quienes optaban por excluir a los chicos de la educación y “emplearlos” en apoyar las actividades agrícolas. Y si se enfermaban, en lugar de llevarlos a la posta de salud, donde les podían cobrar los medicamentos y los exámenes, los curaban en sus casas con remedios caseros.

El Estado boliviano asigna recursos para un seguro de salud que cubre únicamente a las mujeres embarazadas y a los niños hasta los 5 años de edad, justamente el momento en el que comienzan la escuela. Hace aproximadamente un año el Gobierno nacional anunció que promulgaría una Ley que establezca el Seguro de Salud Universal para todos los ciudadanos; sin embargo, hasta ahora no se ha aprobado ni se encuentra en debate en el Congreso.

 Entrega de medicamentos al hospital. Foto: Roxana Pintado, AeA

Con este panorama, la cooperación de Ayuda en Acción puso en marcha un Seguro Médico Escolar en el municipio de Alcalá, desde 2007. Ante los resultados, la iniciativa se extendió el 2009 a El Villar y este 2010 a Sopachuy y hoy son 3950 niños, niñas y adolescentes que reciben atención médica general y de odontología en los Hospitales  Municipales y las postas sanitarias de los tres municipios. El seguro cubre atenciones de enfermedades respiratorias (IRAs) y  estomacales (EDAs), que son las más comunes, así como la atención de accidentes y de odontología.

Para tener acceso a la cobertura del seguro se han puesto algunas condiciones, que las familias han aceptado y cuyo cumplimiento el sistema educativo-sanitario se encarga de controlar. La matriculación en la escuela, la asistencia regular a clases y  la permanencia anual son algunas de ellas. La coordinación entre la escuela y el servicio de salud también son un elemento indispensable en el “sistema”.

Si bien la mayor parte de la inversión que demanda esta iniciativa es ahora cubierta por la cooperación, los gobiernos municipales comprometen actualmente recursos (para aproximadamente una tercera parte del presupuesto), con la proyección de que en los próximos 3 años los municipios asuman el 100% del costo del servicio.

Hasta tanto el gobierno nacional ponga en marcha el Seguro Universal de Salud, todos los niños mayores de 5 años de Alcalá, Sopachuy y El Villar tienen más razones para continuar sonriendo.

Capacitando a la gente para eliminar la pobreza

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

 A pesar de las difíciles condiciones climáticas del Altiplano boliviano, las familias del municipio de Viacha, en La Paz, tienen una tradición lechera que data de muchos años atrás. Durante mucho tiempo la producción lechera, que era su única fuente de ingresos, tuvo que atravesar por situaciones muy difíciles: baja productividad, animales de baja calidad, poca o nula rentabilidad de la inversión, etc.

Máxima Mercado vive en la comunidad de Contorno Bajo,  a una hora del centro poblado de Viacha. Ahora vende quesos, yogurt y leche en el mercado local, pero hace unos años atrás lo que obtenía de la vaca apenas le alcanzaba para que sus hijos tomaran leche. El rendimiento lechero era de 2 litros/día por animal, en un hato de 4 cabezas de ganado.

Maxima Mercado elabora queso en el AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote, AeA

Maxima Mercado elabora queso en el AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote, AeA

 

Ayuda en Acción y la ONG boliviana  Centro de Promoción al Campesinado (CIPCA) impulsaron en Viacha un programa de dinamización económica que potenció las capacidades locales y la vocación productiva de las familias. Esto, unido a un programa de alfabetización de adultos que incorporó sobre todo a las mujeres, y que permitió declarar a Vicha como “Municipio libre de analfabetismo” en 2008, mejoró los conocimientos y capacidades de los productores y productoras, redundando en mejoras de la producción, de la transformación de los productos y de los ingresos económicos.

Allí se crearon varias organizaciones económicas campesinas, con un total de 362 asociados, de una de las cuales Máxima es miembro. Así, de manera asociada, los productores han logrado negociar mejores precios con las empresas compradoras de leche y poner en marcha pequeñas plantas procesadoras de lácteos, una parte de las cuales fue donada por Ayuda en Acción –el resto ha sido el aporte propio de las familias productoras- que hoy transforman la leche en derivados con amplia aceptación en el mercado local y de la ciudad.

Productora de quesos en AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote

Productora de quesos en AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote

Los hatos familiares se mejoraron con inserción de razas y con un incremento en promedio de 9 vacas y luego de varios años de trabajo conjunto y con el apoyo técnico y financiero de Ayuda en Acción, la producción lechera se ha incrementado a 10 litros/día por animal, lo que permite producir  a cada familia, en promedio, 6 quesos pasteurizados por día, además del yogurt y la leche; eso representa un ingreso mínimo diario garantizado de 72 bolivianos (8 euros aprox.). Los ingresos económicos anuales promedio por familia han llegado  a 1447 euros.

Las familias productoras y transformadoras de leche de Viacha hace varios años que han salido de la franja de pobreza en la que se encontraban, pues sus ingresos hoy sobrepasan el indicador de 1dólar/día/persona. Esto no significa que tengan todos sus problemas solucionados, pero con este empuje y el esfuerzo propio, Máxima y sus hijos tienen un panorama feliz por delante.

Podéis ver un vídeo con declaraciones de Máxima en https://www.youtube.com/watch?v=Inaac0E_I3o

Doña Norma, la ex alcaldesa feliz

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Hoy quiero contar, de forma resumida, la historia de Doña Norma, quien ha vivido en Cotagaita toda su vida. Hoy ya tiene  62 años y 3 hijos, pero recuerda su infancia difícil, que le sirvió de inspiración para salir adelante. La suya fue la infancia de muchos adultos que en Potosí, en el altiplano boliviano, crecieron en condiciones de pobreza muy complicadas y que vieron truncadas sus aspiraciones de futuro.

Hace más de 16 años Norma se convirtió en líder de su comunidad, debido a su inquietud por contribuir al desarrollo suyo y el de sus vecinos y se vinculó con Causananchispaj, ONG boliviana que trabaja en esa zona y que, durante 12 años contó con el apoyo de Ayuda en Acción. Y lo hizo no sólo como dirigente de base, sino también implicándose como Promotora de Salud. Cuando más de 260 mujeres (por cada mil embarazadas) mueren en el parto y 224 niños (por cada mil que nacen vivos) fallecen antes de cumplir 1 año de vida, uno siente que tiene que hacer algo al respecto.

De capacitación en capacitación Norma fue adquiriendo habilidades y actitudes que la convirtieron en líder y, entre el trabajo y las visitas a las familias,  fue ganando la confianza y el agradecimiento de sus vecinos. Pero fueron los espacios de participación que se abrieron los que la llevaron, en 2004 al sillón de la Alcaldía de su municipio. Por votación popular, con el 19,87% de los votos, fue electa Alcaldesa.

Hace unos días, durante el acto de conclusión de la cooperación de Ayuda en Acción allí, de Doña Norma rememoraba en su intervención: “Recuerdo que en las primeras reuniones me eligieron como autoridad originaria, como representante de las mujeres. Con el apoyo de esas personas que desde esos lejanos lugares nos ayudaron y de los líderes comunitarios, quienes nos han llevado adelante, son 59 comunidades que se han beneficiado con Ayuda en Acción. Nos sentimos orgullosos porque se han mejorado nuestras condiciones de vida en salud, en educación, en producción y en organización comunitaria….Se han hecho y se han equipado escuelas, internados, centros de salud, sistemas de riego. Ya no hay muertes de mujeres, gracias a todo lo que se ha hecho y al trabajo las parteras; ahora las mujeres ya no sufrimos como antes”.

El trabajo de Ayuda en Acción y Causananchispaj durante estos 12 años se centró en abrir y fortalecer espacios y  mecanismos de participación ciudadana con enfoque de igualdad de género en todos los ámbitos que tienen implicación en el desarrollo humano y económico de la zona. Por ello, los cambios positivos que se dieron allí tienen su fundamento en la participación de la propia gente. Sólo así ha sido posible cambiar los indicadores de desarrollo humano de forma tan radical.

 El director de Aea en Bolivia entrega un presente a Doña Norma

En Caiza D y Cotagaita, los municipios donde ambas organizaciones y su gente estuvieron trabajando en este tiempo, ya no muere ninguna madre durante el trabajo de parto y sólo fallecen 24 niños por cada mil que han nacido vivos. La cobertura escolar llega al 98% de los niños y niñas en edad escolar y los ingresos de las familias, producto de la mejora en las actividades agropecuarias, aumentaron en 74%.

Doña Norma dejó de ser alcaldesa hace ya 5 años,  pero sabe que el desarrollo de su zona y el cambio de vida de las familias sólo fueron posibles por su participación y la de sus compañeros y compañeras, la implicación de los gobiernos municipales y la cooperación internacional. Sabe también que la sostenibilidad de todo lo que se ha logrado depende únicamente de ellos y de su esfuerzo, del compromiso de las nuevas autoridades locales y de la fiscalización que haga la población del uso de los recursos públicos.

 Productores de miel en Wichaca

En Norma, y a través de ella a todos los líderes comunitarios, reconoce Ayuda en Acción el esfuerzo de la gente por cambiar sus vidas y labrarse ellos mismos, con un poco de apoyo, su presente y futuro mejores.

Cuando el presente se va comiendo el futuro

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

En el horno crepita la leña a rojo vivo y el barro cambia su tono plomo por el rojizo. Álvaro no se detiene a mirar el fuego; él se concentra en moldear la arcilla.

La Barranca, una comunidad que está a escasos 45 minutos de la ciudad de Sucre, capital de Bolivia, no tiene escuela secundaria y los niños, cuando terminan la primaria, no tienen más alternativa que dejar los estudios o caminar diariamente durante 1 hora para llegar hasta la secundaria más cercana. En muchos países esto es “cosa de cortar y coser”, pero todo se complica cuando los niños y niñas de La Barranca tienen que caminar esos 60 minutos luego de haber trabajado durante toda la mañana en la ladrillera donde sus padres producen “el pan de cada día”.

Álvaro ya cumplió 15 años y en 2011 comienza la secundaria. Ahora va a 8vo curso de primaria y se debate entre su gusto por la materia de lenguaje y por el fútbol, que practica en el colegio. Todavía no sabe si, al terminar la primaria, continuará los estudios, aunque de grande quisiera ser maestro. Vive en La Barranca con sus padres y sus tres hermanos y cada mañana se levanta a las 6 para alistarse y salir a la ladrillera, donde su madre tiene un horno.

Hasta hace tres años, Álvaro se dedicaba a ir a la escuela y ayudar a su padre en la agricultura, pero desde 2007 y con el incremento del precio de los ladrillos en el mercado nacional, su familia, como muchas otras, decidió construir un horno cerca de la montaña que la comunidad eligió para explotar su arcilla. Y mientras su padre se sigue ocupando de los cultivos, él y su madre hacen ladrillos. Sólo él prepara 500 ladrillos al día y cuando con los que hace su madre han juntado 25 mil, los mete al horno.

Este es un negocio rentable, porque la materia prima y el combustible necesario sale de la tierra, a escasos metros de la ladrillera; los árboles de eucalipto sirven para la leña y para el aserrín de los ladrillos y la propia tierra se convierte en el producto. Si antes mil ladrillos rendían 400 Bs. (algo así como 45 euros), desde la subida del precio rinden casi el triple (124 euros aproximadamente). Y claro, ahora hay más ropa y más comida, pero Álvaro no tiene tiempo para jugar y sólo le quedan las noches para hacer sus tareas escolares. El calor del horno se va comiendo su niñez.

La escuela de La Barranca, por otro lado, no es una atracción para los chicos: no tienen baños; no llega el agua potable, porque el pozo que otra cooperación abrió hace años, no tiene bomba para sacar el agua de la tierra; no tienen bibliotecas; los profesores pierden mucho tiempo en ir y volver de Sucre porque allí vive y hace sus trámites y la infraestructura es vieja y está deteriorada. Metodologías obsoletas y poco creativas completan un panorama que, más que alentar la educación, la desalienta.

Ayuda en Acción está encarando allí un programa de desarrollo junto a una ONG boliviana, el Centro de Multiservicios Educativos, para promover una educación de calidad y mejorar las alternativas económicas de la zona. La capacitación docente, el mejoramiento de la infraestructura y el equipamiento de la escuela son actividades ya adelantadas. Por otra parte se está trabajando también para que el municipio implemente un proyecto que permita cambiar la matriz energética de las ladrilleras, de manera que se reduzca el tiempo empleado en el aprovisionamiento de leña; con eso y la sensibilización de los padres y la vigilancia comunitaria, será menor la cantidad de niños y niñas que, ahora y en el futuro, cambien escuela y recreación por la arcilla y el aserrín.