Por Vania Alves (Bolivia, Médicos Sin Fronteras)
La mayor pesadilla de Miriam era transmitir la enfermedad de Chagas a sus hijos durante el embarazo.
En todo el mundo, miles de niñas sueñan con el día en que serán madres. Para Miriam Brito Quispe, boliviana, de 34 años, no era muy diferente. Durante su noviazgo de tres años con Pedro, con quien está casada hace diez, el deseo de formar una familia estaba muy presente. Los sueños de Miriam, sin embargo, estaban ensombrecidos por la posibilidad de tener un hijo con problemas de salud.
En aquel momento, Miriam era una de los diez millones de personas infectadas por la enfermedad de Chagas en el mundo, y tenía miedo de transmitir la enfermedad a sus hijos. «Hice el tratamiento en 2004 e hice el control durante dos años, pero aún así, cuando me quedé embarazada, estaba muy preocupada por el bebé», me contaba.
La enfermedad de Chagas se transmite principalmente por insectos conocidos genéricamente como triatomineos, y popularmente como vinchucas. Estos insectos transmiten el parásito Trypanosoma cruzi, y este puede contagiarse en las transfusiones de sangre, trasplantes de órganos, alimentos contaminados o por transmisión vertical de madre a hijo.
«Pensaba ¿qué pasa si mi hijo nace con la enfermedad? ¿Vivirá mucho tiempo? ¿Tendrá muchas complicaciones?» Así que lo primero que Miriam recuerda haber hablado con el médico cuando dio a luz a su niña fue la necesidad de hacerle un test de Chagas. «Lo repetí muchas veces». Fueron días de preocupación hasta que llegó la buena noticia: Micaela, que ahora tiene cinco años, no estaba infectada.
Sólo hay un medicamento para la enfermedad de Chagas en el mundo, benznidazol, fabricado en Brasil, y todavía no hay test de cura para probar de forma precoz la eficacia del tratamiento. Las personas que siguen el tratamiento, como Miriam, pueden cargar con esa duda de si están o no curadas durante 15 o 20 años: eso es lo que tarda la prueba de cura con los métodos de diagnóstico actuales. Esta es una de las razones por las que la enfermedad es considerada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad olvidada.
Aunque no estaba segura de estar curada, tras el nacimiento de Micaela, Miriam tuvo más confianza y decidió quedarse embarazada de nuevo. Entonces nacieron los gemelos Pedro y Gabriel, que cumplieron dos años recientemente. Los tres hijos de Miriam están sanos.
La experiencia de la maternidad, el recuerdo de sus padres colocando los pies de su cama y la de sus ocho hermanos en cuencos de agua para tratar de evitar, sin éxito, que las chinches picaran a los niños, el miedo de las reacciones adversas causadas por medicamentos, todo eso se convirtió en herramienta de trabajo para Miriam, que ahora es enfermera en MSF.
Miriam trabaja en proyectos de lucha contra la enfermedad de Chagas en comunidades rurales de Aiquile (a unos 200 kilómetros de Cochabamba en Bolivia) y con frecuencia cuenta su historia para animar a los pacientes que tienen miedo de seguir el tratamiento.
«Tuve alergia la primera vez que traté de hacerlo, dejé la medicación y volví a intentarlo más tarde. Los pacientes se sienten más seguros cuando escuchan a alguien contar su propia experiencia», dice Miriam.
Bolivia es el país con mayor prevalencia de la enfermedad de Chagas en el mundo. MSF trabaja contra la enfermedad en el país desde 2002. Actualmente los proyectos se desarrollan en las zonas rurales de Aiquile. En próximas entregas os presentaremos más historias de nuestros pacientes.
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Foto: Miriam Brito Quispe con sus tres hijos, Micaela, Pedro y Gabriel (© Vania Alves)