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Ya está aquí la malaria

por Esperanza Santos (enfermera de Médicos Sin Fronteras en Níger)

Ya estoy en Madaoua, que es donde está el proyecto de desnutrición y donde vamos a hacer la estrategia de respuesta a la malaria tal y como os contaba la semana pasada. La malaria también está aquí ya… bueno, está aquí durante todo el año, pero desde los meses de julio y agosto, y hasta octubre-noviembre, es la ‘temporada alta’.

Madaoua en particular, y Níger en general, son uno de esos sitios del mundo donde uno corrobora todas las estadísticas que ha oído y leído sobre el hambre y la pobreza en el mundo. Cuando escuchas eso de que “cada minuto mueren 10 niños de hambre en el mundo”, o eso otro de que “cada minuto muere un niño de malaria en el mundo”, no te haces una idea de lo que significa. Hasta que llegas a un sitio como Madaoua y lo ves con tus propios ojos.

Si en un sitio tan pequeño como el distrito de Madaoua (400.000 habitantes, de los cuales unos 90.000 niños menores de 5 años) se pueden morir unos cuantos cada día, y sabemos que desgraciadamente existen en el mundo muchos sitios como Madaoua, salen las cuentas… Es bastante duro de asumir, pero sí, no son sólo estadísticas.

Al llegar a Madaoua, me he encontrado con que la gente que está trabajando en el proyecto de desnutrición está haciendo ya frente al comienzo de la época de los picos de desnutrición y malaria. Como he dicho antes, no es que el resto del año no haya ni desnutrición ni malaria, pero durante este periodo se multiplican los casos. Es la época del año donde las reservas de grano de las cosechas del año anterior se están agotando y las nuevas cosechas aún no se han recogido: a este periodo se le conoce como “hunger gap” y dura hasta octubre-noviembre.

El año pasado, 20.000 niños menores de 5 años fueron admitidos en el programa nutricional de MSF en Madaoua. Casi todos ellos siguieron el tratamiento a nivel ambulatorio: van cada semana al centro de salud donde se controla el peso-talla de los niños, se les pasa consulta y recogen el alimento terapéutico para toda la semana. Este es un alimento que viene ya preparado para su consumo, no necesita agua y contiene todos los nutrientes de origen animal y vegetal que un niño desnutrido necesita para recuperarse. Es muy sencillo de administrar y por eso las madres o cuidadores de los niños pueden hacerlo en casa.

Cuando los niños están muy malitos y no toleran el alimento o tienen alguna otra enfermedad asociada, se les lleva al hospital y se les hace un tratamiento intensivo, que suele durar unas 2 semanas, y luego a seguir en casa el tratamiento en ambulatorio. En el hospital, también nos hacemos cargo de la parte de pediatría, en la que ingresan los niños que están malitos, pero no están desnutridos. Siempre que hablo de niños, me refiero a menores de 5 años. Es lo que tiene África, que una vez pasada esa barrera de edad se te considera casi casi adulto: ya tienes que encargarte de los más pequeños, ir a por agua, ayudar en casa…

Así que en este momento del año, como os digo, empiezan a multiplicarse las admisiones. Además de las salas habituales para los desnutridos y la pediatría, ya hay montadas cuatro tiendas de campaña grandes, y ya está todo lleno. La semana pasada, entre pediatría y desnutridos, había un total de 270 niños admitidos. Y siguen viniendo.

El día que llegué, dimos un paseo por el hospital. Es verdad que ya había estado aquí, y ya sé lo que hay, pero aún así, es duro verlo. Pero unos días más tarde pude pasar más tiempo, y aquello me ayudó bastante. Creo que el primer día, al dar sólo una pasada rápida, sólo me quedé con la imagen de los niños que estaban malitos malitos, niños que traían las madres a la admisión en muy malas condiciones, niños que estaban tan graves que algunos murieron en aquel mismo momento.

Pero la segunda vez ya pude pasar visita y leerme las historias y comprobar que muchos de los que habían llegado muy muy enfermos el día anterior o dos días ya habían recibido las primeras dosis de tratamiento y estaban mucho mejor. También vi a los niños que ya habían pasado unos días en el hospital y a los que se les podía dar el alta. Creo que para poder estar aquí luchando cada día con la muerte de niños, con la impotencia que transmite el hambre y la injusticia, es necesario también ver cada día cómo el trabajo que estamos haciendo está salvando la vida de muchos de ellos.

Por eso es tan necesaria también la estrategia de malaria. Porque es necesario que el diagnóstico y el tratamiento lleguen lo más lejos posible, a cuantos más pueblos mejor, para que los niños tomen el tratamiento rápido y no se pongan malitos malitos…

De momento estamos buscando personal local, luego pasamos al momento de la formación y de preparación de todos los medicamentos y el material, y a ver si en pocos días ya podemos distribuir el tratamiento a todos los centros y pueblos elegidos -al final me han salido 70 para cubrir toda el área- y comenzar a movernos cual electrones para que todo el mundo tenga todo, sepa todo y no haya ningún problema.

También he estado visitando algunos centros de salud y a las autoridades locales de los pueblos y de las áreas de salud, explicando lo que vamos a hacer para que se empiece a difundir el mensaje por las comunidades. Asimismo, estamos identificando a gente de los distintos pueblos, les estamos formando en prevención, signos y síntomas de malaria, para que hagan sensibilización en sus comunidades sobre el uso de la mosquitera y la importancia de llevar al niño al centro de salud cuando tiene fiebre.

Tenemos que ser rápidos, que la malaria ya está aquí. De momento os dejo, espero seguir contándoos cómo van las cosas por aquí.

 

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Foto 1: Centro de Nutrición de MSF en el Hospital de Madaoua, en Níger, en julio de 2012. En este centro son ingresados los niños desnutridos que además sufren complicaciones por otra enfermedad (© Silvia Fernández/MSF).

 Foto 2: Jornada de sensibilización sobre la desnutrición y la malaria en una aldea cercana al pueblo de Madaoua, en Níger, en julio de 2012 (© Silvia Fernández/MSF).

Estaciones

por Trish Newport (Chad, Médicos Sin Fronteras)*

El cambio de estación afecta a la vida de las personas de manera diferente en distintos lugares del mundo. Durante la mayor parte de mi vida, el cambio de estación me había provocado una sensación de expectación emocionada con respecto a lo que pudiese traer la nueva temporada.

Aquí, en Chad, las estaciones se pueden dividir según el clima, o según la epidemia. Están la estación de la meningitis, la del cólera y la de la desnutrición, y todas ellas se solapan en algún momento. En abril, tuvimos la estación de la meningitis y se iba acercando lentamente la temporada alta de la desnutrición. Nos rodeaban las señales del cambio de estación, pero en este caso no era algo que me emocionara.

El número de personas en el programa de desnutrición de Massakory iba creciendo paulatinamente cada semana. Y no solo crecía el número de admisiones, sino que estaba cambiando el tipo de admisión. Empezamos a ver un número creciente de niños que retornaban al programa. Podemos curar la desnutrición de un niño, pero no somos capaces de curar de este problema al país. Al salir del programa, los niños regresan a los mismos problemas que originaron su desnutrición.

Así fue como conocí a Abdoulaye, de 22 meses, y a su madre. Abdoulaye estuvo en el programa de desnutrición en verano de 2011. Se curó en septiembre, pero en enero enfermó de diarrea. Él y su familia viven a dos horas y media caminando del centro de salud más próximo. Su madre no le había podido traer al centro de salud porque, ella sola, tenía que atender el campo para asegurar que la familia tuviese algo que comer.

Poco a poco, la salud de Abdoulaye empeoró hasta que volvió a estar desnutrido. En febrero reingresó en el programa de nutrición ambulatoria. A las pocas semanas había recuperado un peso adecuado y, una vez más, le consideramos ‘curado’. Cuando se lo dijimos a la madre de Abdoulaye, se enfadó. “¿Y ahora qué? ¿Esperar a que vuelva a estar desnutrido?”, nos contestó.

En Massakory estamos llevando a cabo una investigación sobre un alimento suplementario que sirve para prevenir la desnutrición en niños de entre 6 y 24 meses de edad. Vamos a distribuirlo en los pueblos de la región en la que vive Abdoulaye, entregándoselo a cada uno de los niños que cumplan los criterios de edad. Sus madres reciben cuatro tarros de este alimento cada mes: deben dar a sus hijos tres cucharadas tres veces al día. Se lo expliqué a la madre de Abdoulaye, pero no se calmaba. “Y cuando se acabe la distribución, cuando hayáis terminado de estudiarnos, ¿qué hacemos entonces? ¿Esperar a que nuestros hijos enfermen y vuelvan a estar desnutridos?’”. No supe qué responder. ¿Cuál es la respuesta?

La discusión me retrotrajo a Yibuti, a la primera vez que me encontré con algunas madres de las que sospechábamos estaban limitando la ingesta de alimentos de sus hijos para poder acceder a la atención médica gratuita ya que de otra forma no podían ver a un médico. Me recordó a algunas madres desesperadas en Níger que parecían mantener constantemente desnutrido a uno de sus hijos para poder recibir una ración semanal de alimentación terapéutica con la que poder alimentar al resto. Me recordó también a las madres del Congo, que debían decidir entre ir a recoger las cosechas de sus campos, donde las violarían, o quedarse en casa, no ser violadas y ver cómo sus familias pasaban hambre.

Las causas de la desnutrición son complejas, como lo es también su tratamiento. No lo es clínicamente, pero social, política y económicamente sí que es tremendamente problemático. Ni la alimentación terapéutica ni todos los demás productos similares son la solución a largo plazo.

Cuando se marchaba del centro con su última ración semanal, la madre de Abdoulaye miró hacia atrás y, con cínico realismo, se despidió con un “nos vemos dentro de unos meses”.

 Me recordó al final del campamento de verano cuando era joven. El fin de la temporada de acampada nos arrancaba lágrimas a todos, con la esperanza compartida de volvernos todos a ver al verano siguiente. La temporada alta de la desnutrición ha comenzado, pero ya sé que, para cuando asome su final, se habrán derramado muchas lágrimas, y pondré cada gramo de optimismo en la esperanza de que no tengamos que volver a ver en el centro de nutrición a los mismos niños que hemos tratado este año. Dicen que es lo último que se pierde, pero incluso la esperanza tiene sus límites.

* Trish Newport, de nacionalidad canadiense, es enfermera. Esta es su quinta misión con MSF.

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Foto 1: Una madre alimenta a su hijo con alimento terapéutico preparado (RUTF por sus siglas en inglés) en el centro ambulatorio de MSF en Karal, oeste del Chad (© Simon Petite/MSF, febrero de 2012).

Foto 2: Mujeres saliendo del centro de distribución de alimento terapéutico en Kitchimarom, oeste de Chad (© Simon Petite/MSF, febrero de 2012)

La amenaza de la desnutrición

Por Óscar Sánchez-Rey (Darfur, MSF)

Os describo la foto: a este pequeño que veis le están pesando durante una consulta regular. Al llegar a un centro nutricional, los niños primero deben ser “clasificados” según su estado nutricional. Para esto se les mide el perímetro meso-braquial o MUAC, que nos dirá si el niño está desnutrido. Luego le pesarán y le tallarán para determinar de una manera más clara el grado de desnutrición.

La desnutrición infantil sigue siendo uno de los grandes problemas no sólo en Shangil, sino en todo el continente africano. En Darfur, como es lógico, los niños son los más vulnerables dentro de la población desplazada.

La escasez de recursos, que se traduce en falta de acceso a alimentos de calidad, así como la enfermedad, son las principales causas de que padezcan desnutrición, y eso, cuando el pequeño se encuentra en la fase crítica de crecimiento (hasta los dos años de edad), puede tener graves consecuencias para su desarrollo posterior. Por no hablar de aquellos que no sobreviven.

Y sin embargo, la desnutrición infantil es una patología de fácil manejo cuando los niños llegan a tiempo al centro médico. Aquellos con complicaciones son ingresados, y los demás pueden ser tratados en modo ambulatorio con lo que llamamos RUTF, o en román paladino, “alimento terapéutico preparado”.

Es una pasta que contiene los nutrientes esenciales de origen animal y vegetal que un niño con desnutrición necesita para curarse, que va preparada en bolsitas herméticas de muy fácil transporte y que el niño puede consumir por si mismo sin que haya que añadirle agua. De esta forma, hospitalizando sólo a los que tienen complicaciones, podemos llegar a muchos más niños que antes.

(Foto: OSR)