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Reflexiones

Por Carmen de Nova (Colombia, Médicos Sin Fronteras)*

 

¿Qué es en lo primero que pensamos cada uno de nosotros cuando hablamos de Acción Humanitaria? ¿Acaso no pensamos en buenas intenciones, ayuda al necesitado y, en definitiva, en todas aquellas mejores virtudes de la condición humana? ¿Acaso no pensamos en un arma de lucha contra la necesidad extrema? Durante toda mi vida creí firmemente en este discurso, sin pensar que la Acción Humanitaria pudiera tener ningún posible efecto contrario al deseado.

Sin embargo, después de todo un año de estudio de maestría sobre el tema, no me quedó más remedio que hacerme algunas preguntas. De repente no todo parecía tan claro: mi trabajo, que con algún que otro esfuerzo conseguí orientar hacia aquello en lo que yo más creía, se veía de repente cuestionado por un montón de economistas, antropólogos, sociólogos, abogados, y más cerebros respetables y respetados.

Que la Cooperación Internacional y la Acción Humanitaria pudieran llegar a ser planteadas por algunos estudiosos como una herramienta de freno a los procesos de desarrollo de un país es algo que queda lejos de la lógica más inmediata de muchos. Ahí van los argumentos y razones.

Hablando de la Acción Humanitaria, que es a lo que MSF se dedica (la destinada a preservar la vida, aliviar el sufrimiento y restablecer la dignidad de las personas en periodos en los que su supervivencia está amenazada), esta es básicamente la provisión de unos servicios que deben ser responsabilidad de los distintos Estados, podemos decir que, en esencia, se corre el peligro de que los agentes humanitarios sustituyan a estos en sus funciones.

Y esta sustitución en muchas partes del mundo puede provocar un efecto contrario a lo deseado, es decir, se exime a los Gobiernos de la obligación de crear un “Estado de Bienestar”… “Si Médicos Sin Fronteras ya está haciendo el trabajo allí, ¿por qué invertir yo en lo mismo?”. Y esto puede llevar a un debilitamiento de las instituciones y a otra serie de consecuencias para las poblaciones a las que atendemos y que, tarde o temprano, se quedarán sin nosotros.

Bien, muchos de los que sostienen fervientemente esta lógica argumentan que, para que la ayuda sea realmente eficaz, debería estar dirigida por una organización multilateral (es decir, compuesta muchos Estados donantes), internamente democrática, justa, sin intereses económicos en los países receptores, comprometida, etc.

Además aseguran que los aportes económicos deben ser donados a los Gobiernos locales, previas condiciones y mecanismos de rendición de cuentas establecidos, para que ellos diseñen sus propios procesos de desarrollo, y así fortalezcan las instituciones locales. Pero hay millones de personas en el mundo cuya salud, o cuya vida, están amenazadas ahora, y que no pueden esperar.

Es cierto que las causas más profundas de la pobreza en el mundo no las puede atacar la Acción Humanitaria. Es cierto que poco podemos hacer contra un sistema global injusto, unas instituciones pobres o inexistentes, unos mercados financieros que no atienden al llanto de los hambrientos, unas políticas exteriores dañinas, la ignorancia de muchos y la avaricia de pocos, la pésima distribución de la riqueza en el mundo, el consumo desenfrenado y las causas más globales de este mal mundo en el que vivimos. Todo eso es cierto, pero mientras, los que pagan son los mismos.

Muchos dicen que organizaciones como Médicos Sin Fronteras lo único que hacen es “poner tiritas”, y yo digo que alguien tendrá que ponerlas. Que las heridas duelen y sangran, y que duelen y sangran siempre a los mismos, que el dolor se trata, aunque no podamos curar la enfermedad de raíz, y también es importante tratarlo.

Hay otras formas de lucha, todas necesarias, y esta es una de ellas. La lucha por salvar vidas aquí y ahora, cuando nadie puede o quiere hacerlo, la lucha por alzar las millones de voces de los olvidados, de denunciar las consecuencias de todas esas causas profundas de las que hemos hablado, la lucha por cambiar las vidas de personas con nombre y apellidos.

Aquí, en Colombia, estamos en ello.

* Carmen de Nova es matrona en el proyecto de MSF en Cauca.

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Foto superior: Tras un extenuante parto, Daniela Mosquero dio a luz a una niña sana en el Hospital San Francisco de Asís de Quibdó (Chocó), en cuya maternidad trabaja MSF. Este hospital es la única estructura pública de salud con servicios de atención secundaria en maternidad en el departamento del Chocó. (© Mads Nissen, 2010).

Foto inferior: Atención primaria a víctimas de la violencia y la exclusión en Barbacoas, Nariño (© Juan Carlos Tomasi, 2007).