por Minja Westerlund, psicóloga de Médicos Sin Fronteras en Papúa Nueva Guinea*
Trabajar en el Centro de Apoyo Familia de Tari te enfrenta a diario a las suertes más tristes y perturbadoras. Nuestros pacientes nos han contado las más terribles historias. Incluso hemos llegado a preguntarnos cómo es posible que alguien pueda sobrevivir, física o mentalmente, a los crímenes de que han sido víctima estas personas.
Curiosamente, muchos lo hacen. La gente tiene más recursos de lo que ellos mismos, o los demás, podrían esperar. El asesoramiento, el apoyo de familia y amigos, y los mecanismos de respuesta ayudan a una persona a sobrevivir a un trauma. Incluso experiencias como el amor pueden ayudar: si alguna vez has sido amado, si sabes que una vez te valoraron, eso te ayuda a no perder la fe en los demás.
Al igual que historias terribles como las que os contaba el otro día, aquí en el Centro escuchamos también historias de supervivencia. Nos da mucha fuerza el poder ayudarles a superarlo, y al mismo tiempo es un privilegio ser testigo de ello.
Recuerdo el caso de una niña de 15 años que había sido violada por hombres desconocidos. Iba a su casa una noche cuando cuatro hombres la asaltaron, se la llevaron detrás de un arbusto, la apuñalaron, amenazaron con matarla, y la violaron por turnos.
Afortunadamente la chica vino al centro a la mañana siguiente. Durante 28 días, le proporcionamos una terapia de profilaxis para prevenir una posible infección con VIH, así como medicación para otras enfermedades de transmisión sexual: vacunación contra la hepatitis B y anticonceptivos de emergencia.
También le proporcionamos atención en salud mental, con el fin de ayudarla a explorar sus sentimientos y normalizarlos en la medida de lo posible. Se le explicó que sus miedos y ansiedades son reacciones comunes a tan traumáticos acontecimientos. Que esos sentimientos no significan que esté perdiendo la cabeza. Que pasarán con el tiempo, y con tratamiento.
Tras aquella sesión, la chica dijo sentirse muy aliviada. Sobre todo, dijo, era importante para ella saber que la violación no había sido culpa suya.
En su última visita unas semanas después, con los diferentes tratamientos médicos ya terminados, aseguró sentirse mucho mejor emocionalmente. Había utilizado los mecanismos de respuesta que le habíamos aconsejado: había buscado apoyo de su familia y amigos, había dado largos paseos, había hecho ejercicios de relajación y había completado todos sus tratamientos. Dijo no sentir ya la angustia abrumadora de antes: encaraba el futuro con optimismo.
Durante los meses que he pasado en este proyecto, he visto mucha violencia y mucho sufrimiento, pero también he experimentado el calor y el amor que, a pesar de todo, la gente comparte aquí. He visto personas ayudándose unas a otras, protegiéndose, riéndose y haciendo bromas incluso en los momentos más difíciles. Siempre me he preguntado cómo es posible que gente tan agradable y cercana sea al mismo tiempo tan violenta. Me lo sigo preguntando. Tari es una tierra de emociones tempestuosas. Pocos sitios hay así en el mundo.
Y ahí, en medio de todo ello, estaba yo.
Cuando trabajas en terreno con MSF no puedes observar las cosas desde la distancia. No puedes dejar tus emociones en casa: vas con todo tu ser, te sumerges profundamente en la cultura, intentas comprender la historia de un pueblo, y escucharles. Para mi, Tari ha supuesto llorar por las noches en mi habitación, extenuada, frustrada. Ha supuesto sentir rabia ante las injusticias algunas veces, y otras reír a carcajadas con los maravillosos amigos que he hecho entre esta gente. Este pequeño y complejo lugar al otro lado del mundo ha cambiado mi vida para siempre, y lo llevaré conmigo en la memoria mientras viva.
*Minja es psicóloga. Su cometido principal en el proyecto de MSF en Tari ha sido facilitar atención en salud mental y apoyo psicológico a las víctimas de violencia sexual e intrafamiliar, fundamentalmente a mujeres.