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Archivo de la categoría ‘Nepal’

Terremoto en Nepal: “tenía tanto miedo que no podía comer ni dormir”

Por Mariana Palabra, UNICEF Nepal

Ganga Nepali se peina el pelo en medio del centro del campamento de personas desplazadas en Charikot, en el distrito de Dolakha. Esta niña de nueve años mira hacia el suelo tímidamente. Es la mayor de tres hermanos.

Jamuna, a la izquierda y Ganga. (@Unicef)

Jamuna, a la izquierda y Ganga. (@Unicef)

“Tengo una hermana muy especial. Pero yo soy la mayor”, dice. Por especial, se refiere a que su hermana es también su gemela.

“Es verdad. Nació solo unos segundos antes que yo. En realidad ella es la mayor, pero yo cuido de todos”, dice con mucha confianza Jamuna, la hermana de Ganga.

De hecho, Jamuna estaba en casa con sus hermanos y con su madre cuando el primer terremoto sacudió Nepal la mañana del 25 de abril. Jamuna mantuvo la situación bajo control. “Les dije que no se preocuparan y que, en cuanto la tierra dejara de temblar, salieran de casa”, recuerda.

Menos de tres semanas más tarde se produjo un segundo terremoto, cuyo centro se situó a tan solo 15 kilómetros de distancia de Charikot, donde se encontraba Jamuna, en casa de una amiga. “Tenía tanto miedo… Pensaba que la casa se me caía encima”, dice. Recuerda que pensaba: “No estoy con mis padres y voy a morir”.

Jamuna encontró a su madre, su gemela y su hermano pequeño sanos y salvos, pero no localizaban a su padre. “Cuando finalmente apareció, siete horas después, sentí una felicidad enorme”, dice con una gran sonrisa en la cara. “¡Pasaban tantas emociones por mi cabeza que ni siquiera podía hablar!”

Esa noche la pasó a la intemperie, en uno de los campamentos de la ciudad. Fue una noche interminable según lo que cuenta Ganga. “Tenía tanto miedo que no podía comer ni dormir”, dice. “No solté la mano de mi hermana en toda la noche, aterrorizadas con cada réplica”.

Desde entonces, Ganga y Jamuna viven en una tienda de campaña y asisten a uno de los espacios amigos de la infancia de UNICEF. Uno de los voluntarios que trabajan en este espacio es Kuisang Rumba, un famoso actor que aparece en videoclips nepalíes. A veces enseña a los niños sus mejores coreografías, mientras crea música con sus labios. Los extraños sonidos y sus movimientos consiguen que los niños se rían a carcajadas.

Jamuna es de las primeras en unirse para repetir los pasos del baile. Ganga solo les mira y sonríe tímidamente.

“En su primer día, muchos de estos niños eran tímidos, estaban asustados y mostraban bastante pasividad”, explica Kuisang. “Sin embargo, después de tres o cuatro sesiones de teatro y danza, la mayoría de ellos empiezan a participar, interactuar y unirse a mis bailes”.

Ganga disfruta el tiempo que pasa cada día en el espacio amigo de la infancia, pero quiere volver a su antigua vida. “Echo de menos mi colegio y a mi mejor amiga. Pero ahora no sé dónde está. No sé nada de ella desde el segundo terremoto”.

Jamuna está preocupada por el impacto emocional que el terremoto está teniendo en su hermana. Está cuidando de ella, de su hermano de cuatro años y de su madre, que tiene problemas con el alcohol y a la que hay que recordar constantemente que gaste el dinero en comida en lugar de en vino de arroz.

Jamuna tiene tantos sueños por cumplir… Tiene muchas ganas de volver al colegio. “Me encanta cantar, bailar y jugar en los espacios reservados para los niños, pero empiezo a aburrirme. Quiero leer y escribir. Echo de menos el pasado”, dice. “He escuchado que ser científico es algo bueno. Así que quiero estudiar duro y llegar a serlo en el futuro. Por favor, ayudadnos a volver al colegio”.

Las gemelas de nueve años, Jamuna y Ganga, junto a su familia en la tienda del campamento de refugiados por el terremoto en el distrito de Dolakha. (@Unicef)

Las gemelas de nueve años, Jamuna y Ganga, junto a su familia en la tienda del campamento de refugiados por el terremoto en el distrito de Dolakha. (@Unicef)

Un mes después del terremoto de Nepal: la esperanza que traen las nuevas vidas

Por Matt Crook, comunicación de Plan Internacional

Maya Danukhe dio a luz por cesárea el 1 de mayo

Maya Danukhe dio a luz por cesárea el 1 de mayo en el hospital de Gaurishankar de Dolakha

 

Hoy hemos atendido tres partos, y ayer cuatro”, comenta el doctor Binod Dangal. A pesar de sus 29 años, Dangal dirige el Hospital General Gaurishankar en Dolakha, un distrito rural y montañoso a cinco horas de Kathmandu, la capital de Nepal.

Junto a otros tres médicos, personal sanitario y un grupo de monjas, el doctor Dangal ha estado trabajando a contrarreloj todo el mes, desde que el pasado 25 de abril un terremoto de 7,8 grados sacudió el país y la tierra volvió a temblar de nuevo el pasado 12 de mayo. “Este es el único hospital donde se puede operar en una distancia de 4 o 5 distritos. Trabajamos todos los días”, añade.

Dangal y su equipo de jóvenes médicos trabajan bajo gran presión. Esto ha hecho posible que muchos partos se desarrollen sin incidentes. “La gente confía en nosotros. Por eso vienen hasta aquí”. Por ello, numerosas mujeres embarazadas recorren kilómetros de distancia para dar a luz en este hospital.

Desde las montañas

Nindiki Sherpa, de 35 años, caminó sola durante dos días para poder dar a luz en el hospital. “Después del terremoto, todas las carreteras quedaron destrozadas”, explica Nindiki, con su hija recién nacida a su lado.

El hijo recién nacido de Nimdiki Sherpa, que caminó dos días hasta el hospital

El hijo recién nacido de Nimdiki Sherpa, que caminó dos días hasta el hospital

Bagwati Khadka, de 21 años, dio a luz a su primer bebé por cesárea el pasado 3 de mayo. Su historia tiene mucho de increíble.Estuve caminando durante 4 horas, alrededor de 5 o 10 kilómetros, cuenta. “Después de que nuestra casa fuera destruida por el terremoto, nos refugiamos en un cobertizo junto a ovejas, vacas, búfalos, gallinas y otras 21 personas. Cuando me desperté de la cesárea me asusté al ver las grietas de las paredes”. Esas grietas son solo uno de los muchos desperfectos causados por el terremoto y con los que el doctor Dangal y su equipo tienen que enfrentarse.

Desafíos diarios

Tras el terremoto, el hospital quedó inhabilitado y los pacientes eran tratados en las calles. Tan pronto como el hospital reabrió, una marea de pacientes empezó a presentarse con todo tipo de problemas. “Cuando abrimos atendimos primero a pacientes con traumatismos graves”, explica el doctor Solab Chitrakar, de 26 años. “Tras ellos vinieron heridas infectadas y diferentes dolencias. No estábamos preparados para todo eso. Ahora la mayoría de pacientes vienen con diarreas y deshidratación”.

Con 50-60 pacientes diarios, los médicos y monjas no dan abasto. El hospital y sus instalaciones son reliquias de la historia de la medicina y las réplicas del terremoto empeoran aún más la situación. “La sala de rayos X es tan vieja que nos preocupan los efectos de la radiación. Los pacientes tienen que cubrirse con una tabla de madera y una chaqueta”, añade el doctor Chitrakar.

Nimdiki Sherpa con su hijo recién nacido

Nimdiki Sherpa con su hijo recién nacido

La máquina de rayos X tiene 25 años y está totalmente oxidada, mientras que la sala de operaciones parece no haber sido limpiada en años. “Hay continuos cortes de electricidad. Si la luz se va mientras estamos operando, tenemos que usar el generador que a veces también se apaga,” cuenta Chitrakar. “Tenemos dos ambulancias que no funcionan desde hace unos dos años. Los vecinos han robado algunas de sus piezas para construirse refugios”.

Ante todo este caos, las pacientes embarazadas se convierten en las más vulnerables. Y es que la comida es insuficiente y los riesgos de contraer infecciones, altos. Ni si quiera cuentan con mantas suficientes para los recién nacidos.

Maya Dhanuke, de 20 años, dio a luz por cesárea. Estaba muy contenta porque su hijo estaba sano. Sin embargo, su estancia en el hospital fue de todo menos confortable. “Estoy feliz porque he podido recibir cuidados médicos durante mi parto, pero la cama era muy incómoda y mi habitación estaba llena de grietas”, comentó.

 

Y ahora, ¿qué?

Todos los pacientes, las embarazadas, los que sufren deshidratación o la mujer mayor con líquidos en los pulmones, se preguntan: ¿dónde iremos ahora?

Más del 80% de los edificios de Dolakha han sido destruidos o dañados. Unas 28 instalaciones médicas fueron totalmente destruidas por el terremoto y 18 quedaron afectadas, por lo que los servicios en estas comunidades han quedado muy limitados. La demanda de tiendas de campaña se ha disparado, creando centros sanitarios improvisados.

Bagwati Khadka, de 21 años, madre primeriza después del terremoto

Bagwati Khadka, de 21 años, madre primeriza después del terremoto

Indu Sharma, experta en nutrición y salud de Plan Internacional en Nepal, ha afirmado que lo vital en estos momentos es ayudar a mujeres embarazadas en periodo de lactancia y a niños menores de cinco años. “El estrés provocado por un terremoto aumenta inimaginablemente en caso de embarazo. Mujeres embarazadas y recién nacidos necesitan atención urgente para asegurar que los partos son seguros y que madre e hijo/a evolucionan favorablemente”.

Plan Internacional ha abierto una oficina temporal en Dolakha para cubrir las necesidades de niños, niñas y familias.

Desde el 25 de abril, hemos repartido 26.151 kits de refugio temporal, 11.834 paquetes de comida y 4.700 kits de agua potable y continuamos con las labores de reparto de ayuda de emergencia entre las familias y los niños y niñas más vulnerables.

Mientras el polvo se asienta y los nepalíes comienzan a recuperarse, hay esperanza para esas nuevas vidas y su futuro. “Espero que mi bebé crezca sano y tenga una buena educación. Solo quiero que vaya al colegio,” dice Maya.

Para que niños como el de Maya, el de Bagwati o Nimdiki tengan derecho a la educación, Plan Internacional ha puesto en marcha seis «Espacios Amigos de la Infancia», donde los niños pueden aprender, jugar y divertirse, y prevé desarrollar hasta 100 en todo el país, que tendrán cabida para que más de 20.000 niños y niñas puedan olvidar por un momento que la tierra tembló tan fuerte que les cambió la vida.

Infografía Nepal un mes después Plan Internacional

Infografía Nepal un mes después Plan Internacional

Clínicas móviles en helicópteros para zonas remotas de Nepal

Por Emma Pedley, enfermera de Médicos Sin Fronteras en Nepal

Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitan una aldea en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitan una aldea en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

El tiempo disponible para escribir durante los últimos días ha sido escaso. Los expatriados que formamos el equipo de enfermería hemos estado rotando durante estas jornadas en las salidas en helicóptero, que nos permiten realizar misiones exploratorias a zonas que aún no han sido exploradas tras el terremoto, e interviniendo en clínicas móviles en áreas remotas.

Los días que pasamos fuera, en los pueblos de montaña, han sido, por un lado muy estimulantes (no en vano era la primera que subía a un helicóptero) pero, al mismo tiempo, han supuesto una experiencia muy triste y aleccionadora. Muchos pueblos de la zona noreste de Katmandú han colapsado completamente, las casas de piedra y los refugios para animales están destruidos, las tiendas en las que se almacenaban la comida y las cosechas de esta gente están enterradas bajo los escombros.

A pesar de las dificultades a las que se enfrentan, en cada pueblo en el que hemos aterrizado nos ha recibido con abrumadora amabilidad y generosidad, sonriendo y dándonos la bienvenida, “Namasté”, ofreciéndonos sus escasas reservas, durante el tiempo que permanecemos allí con nuestras clínicas. En algunas aldeas al norte, cerca de la frontera tibetana y donde las tradiciones budistas son mayoritarias, nos regalan pañuelos de seda blancos tejidos con mantras, llamados Khata, como señal de respeto y bendición.

Angelo, integrante de uno de los equipos móviles de MSF, saluda y recibe una bufanda denominada “khada” empleada para la oración por parte del líder de la aldea como agradecimiento por la distribución de materiales para reconstruir tejados en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

Angelo, integrante de uno de los equipos móviles de MSF, saluda y recibe una bufanda denominada “khada” empleada para la oración por parte del líder de la aldea como agradecimiento por la distribución de materiales para reconstruir tejados en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

 Durante las últimas semanas he estado en unas 25 aldeas donde he escuchado algunas historias que no me puedo quitar de la cabeza: Un muchacho delgado, de unos 18 años, nos contó cómo, durante tres horas y a través de caminos destrozados y laderas cubiertas por deslaves, había llevado a una mujer gravemente herida desde su aldea hasta llegar a una carretera accesible para poder llevarla a un hospital

Un niño pequeño que me contó, en un sencillo inglés, con los ojos muy abiertos y mientras movía sus brazos cómo había visto las casas y los árboles balancearse “de un lado a otro” durante el terremoto. Me explicó que su casa se había derrumbado y que ahora dormía con otras 20 personas en un pequeño refugio de lona.

Una tímida enfermera de ojos brillantes cuyo puesto de salud había quedado aplastado por rocas y tierra que se habían tragado los medicamentos se mostró muy contenta cuando le dimos un kit completo de fármacos esenciales y apósitos.

Un anciano con el rostro surcado de arrugas se arrodilló y colocó sus manos nudosas y delgadas sobre el suelo gritando “Ram, Ram, Ram” (“Dios, Dios, Dios”) cuando se sintió una fuerte réplica. Y así se quedó, en esa posición, durante varios minutos. Estaba profundamente traumatizado por haber revivido el terremoto inicial.

El equipo de Anne, otra de las enfermeras, llegó a un pequeño pueblo cercenado a causa de tremendos deslizamientos de tierra. En la aldea pensaban que eran los únicos que han sufrido el terremoto y se pusieron a llorar horrorizados al conocer que muchas otras áreas estaban igualmente destruidas.

Es complicado gestionar una clínica móvil en un helicóptero. Hurgas entre las cajas de medicamentos, escuchas la traducción que realiza nuestro médico nepalí sobre las enfermedades y los síntomas de los pacientes, tratas controlar a la multitud… Se trata de un trabajo intenso.

Los vuelos entre las aldeas tampoco distraen de la realidad. A pesar de haber visitado Nepal dos veces antes de este seísmo, nunca había tenido el privilegio de verlo desde el aire hasta ahora. Es un país que, desde esta perspectiva, impresiona y deja sin respiración. La época del monzón se acerca y las nubes oscurecen los picos más altos. Algunos todavía se dejan ver y muestran sus cumbres blanquísimas apuntando al cielo.

En primer plano, justo debajo de nosotros, podemos ver terrazas esculpidas en las laderas, campos de arroz y maíz con sus paredes que siguen el contorno de las colinas fielmente, con más precisión que si una mano lo dibujara en un mapa. Allí donde el agua está más cerca, los campos muestran un verde aterciopelado y cuanto más ascendemos vemos cosechas que aún no han madurado. Desde el helicóptero los valles y laderas aparecen como un espacio muy delicado y frágil, especialmente donde han sido desgarrados por las cicatrices grises que han dejado los deslizamientos de tierra; cicatrices en más de un sentido.  

Además de materiales para reconstruir techos, los equipos de MSF también proporcionan mantas, utensilios de higiene y kits de cocina a través de helicópteros a las aldeas más remotas. © Brian Sokol / Panos

Además de materiales para reconstruir techos, los equipos de MSF también proporcionan mantas, utensilios de higiene y kits de cocina a través de helicópteros a las aldeas más remotas. © Brian Sokol / Panos

Los derrumbamientos han inutilizado los escasos caminos que unen estas aldeas tan remotas; los deslizamientos han destrozado campos de cultivo suponían los medios de vida y la seguridad de los habitantes de estas zonas. Hablamos de lugares donde la agricultura de subsistencia sigue siendo la norma y no una excepción.

Las dos prioridades más urgentes que tienen en mente las comunidades que hemos visitado son el refugio y el alimento, en ese orden. Está lloviendo y, a finales de mayo, las lluvias serán diarias y las condiciones climatológicas harán que volar de manera regular sea casi imposible. Nuestro objetivo es analizar las necesidades tantas comunidades como sea posible antes de que esto suceda.

Nuestro equipo de logística está trabaja sin descanso para poder seguir el ritmo de las exploraciones que hacemos los equipos médicos, con el fin de poder distribuir mantas, kits de refugio, kits de higiene y raciones de alimentos altamente calóricos antes de que llegue el cambio de estación. Mi único deseo es que podamos llegar a tiempo.  

Terremoto en Nepal: el programa de radio que calma a los niños

Por Naresh Newar, UNICEF Nepal

Chiranjibi Adhikari nunca había visto a Kritagya, su hijo de 6 años, tan inquieto. “Quiere llamar la atención todo el rato”, me cuenta este hombre. “Antes no era así”. Dice que Kritagya está traumatizado desde que el terremoto de 7,8 grados en la escala Richter sacudió Nepal el 25 de abril.

“No sé cómo controlar a este niño”, dice Chiranjibi. “Está aterrorizado y nada parece calmarle”.

1El padre y el niño están en una tienda de campaña sanitaria que se encuentra frente al hospital de Dhading, en Dhadingbesi. UNICEF ha proporcionado dos tiendas de campaña al hospital para que puedan hacer frente a la creciente llegada de pacientes que llegan al centro, especialmente los heridos en el terremoto.

El propio Kritagya llegó a este hospital el 7 de mayo con un brazo herido a consecuencia de una de las réplicas del terremoto.

Cuando los compañeros de UNICEF se enteraron de su situación, decidieron hablarle de su programa de radio, Bhandai Sundai (Decir y Escuchar). La edición de la tarde, que se centra en dar apoyo psicosocial a los niños afectados por el terremoto, estaba a punto de comenzar. Después de una explicación rápida, Chiranjibi estaba listo para coger el teléfono y hablar en directo con el psicólogo sobre la situación de su hijo.

“Estoy preocupado de que mi hijo entre en pánico incluso con un ligero temblor”, le contaba al especialista.
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Terremotos en Nepal: «Después del shock, sentí que tenía que ayudar a los demás»

Miguel Ángel Rodríguez, delegado de Cruz Roja Española en Nepal.

cr2Sushant Pathak se hizo voluntario de la Cruz Roja Nepalesa tras el terremoto, pese a que reconoce abiertamente que «eso de las ONG no era para mí». A sus 23 años, Sushant Pathak tenía muy claro que quería ser empresario y por eso se decidió a estudiar Administración de Empresas en un centro educativo de prestigio en Katmandú, la capital nepalesa.

Hasta el 25 de abril. «Estaba comiendo con mis amigos de toda la vida en Rasuwa y, de golpe, todo empezó a temblar y a crujir».

Corrió todo lo que pudo hacia un espacio abierto y cuando miró hacia atrás no vio a sus amigos, ‘su familia’, según apunta este joven, hijo único.

«No di con ellos durante las primeras horas, pero no estaban bajo los cascotes del restaurante», indica.

Tampoco pudo localizar a sus padres en su casa pero, finalmente, los abrazó llorando en un descampado próximo a su vivienda. El mismo descampado donde aún ‘viven’ con una pequeña tienda.
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Dos terremotos en Nepal: los niños necesitan escuelas

Por Naresh Newar, UNICEF Nepal

Me encuentro con Rita Pyakhurel al lado de su colegio, totalmente en ruinas. Esta profesora de 56 años está preocupada por cómo reconstruir la escuela y sus alumnos le preguntan constantemente cuándo van a poder volver a clase.

Rita ha trabajado durante 20 años como directora de la escuela de secundaria de Shree Kalika. Todavía está intentando superar la muerte de cuatro jóvenes estudiantes del pueblo. Esta ha sido una de las zonas más afectadas del distrito de Nuwakot, donde el terremoto de 7,8 grados que ha sufrido Nepal ha impactado con fuerza.

En Nuwakot, unas 30.000 casas están completamente destruidas, 950 personas han muerto y 1.300 han resultado heridas, según el Ministerio del Interior de Nepal. Además, 140.700 personas se han visto afectadas por daños en sus hogares.

Un lugar que una vez fue próspero y tranquilo, ahora ha quedado reducido a los escombros de las casas que han quedado destruidas.

Los niños buscan sus cosas preferidas entre las ruinas, sobre todo sus libros, cuadernos, diarios y herramientas para hacer manualidades.

“Echo mucho de menos el colegio”, dice Samikshya Chalise, una niña de 12 años que está sentada con su hermano pequeño, Sanjog, en la que fue su clase, ahora destruida por el seísmo.

Sanjog tiene tantas ganas de ir al colegio que trae a su hermana al colegio sin parar. “Hemos perdido nuestra casa y nuestro colegio”, dice este niño de 8 años.

, Rita Pyakhurel, 56, principal of Shree Kalika Secondary School in Gerkhutar Village Development Committee in Nuwakot, stands in front of the destroyed school with her students Shanti Pyakhurel, 13, Sanjog Chalise, 8, and Samikshya Chalise, 12. Rita is worried about how to rebuild it, as her students are constantly asking her when they can return to their classes. Nuwakot is one of the 12 districts in Nepal highly affected by the 25 April earthquake. Photo by Kiran Panday for UNICEF

Rita Pyakhurel, de 56 años, frente a su escuela destruida junto a sus alumnos Shanti Pyakhurel, 13, Sanjog Chalise, 8, y Samikshya Chalise, 12. A Rita le preocupa cómo reconstruir la escuela y sus estudiantes no dejan de preguntar cuando podrán retomar sus clases. (@Kiran Panday/UNICEF)

LOS NIÑOS, EN RIESGO POR FALTA DE COLEGIOS

A un kilómetro de distancia, en otra aldea, los niños viven en un ambiente de destrucción todavía más impactante.

Pero la cuestión que más preocupa a la comunidad es la seguridad de sus niños. Mientras los padres están ocupados tratando de encontrar ayuda, los niños van constantemente a ver su colegio, que cada día está más derruido.

“Esta era mi clase”, me cuenta Melina, sentada en un montón de escombros. Lo que más echa de menos son sus libros, que están debajo de las ruinas. Todo lo que conserva es un lápiz.

“¿Puedes ayudarnos a reconstruir el colegio?”, me pregunta Melina, que vive en una tienda en un campamento y que está cansada de vivir ahí. Los diez miembros de su familia pasan el día sentados debajo de un árbol para protegerse del calor abrasador y apenas pueden dormir de noche por miedo de los leopardos de los bosques cercanos. Unos bosques que en los que hay incendios constantemente, desencadenados por los habitantes de la localidad, que persiguen a los animales salvajes. Pero esto solo ha empeorado la situación, ya que los leopardos han comenzado a entrar en el pueblo.

Al no ir a clase, los niños corren un riesgo mayor, ya que ellos no tienen miedo ni de las réplicas ni de los leopardos. Son los primeros voluntarios para alimentar a sus cabras, que están atadas a sus casas en ruinas.

Shanti Pyakhurel tiene 8 años y ningún miedo. “Nuestros padres siempre están asustados pero nosotros no tememos nada”. Y esto es algo de lo que los padres no están nada contentos.

Hay unos 300 niños solo en este pequeño barrio y, a menudo, sus padres luchan para protegerlos. Tienen muchas razones para tener miedo.

Mientras entrevistamos a los niños, vemos a un leopardo merodeando por la zona, y los niños, en grupo, comienzan a perseguirle, aterrorizando de nuevo a sus padres.

“Cuando no perseguimos a los leopardos, jugamos con nuestras gallinas”, dice Monica Chalise, que con 8 años ya tiene claro que quiere ser profesora cuando crezca.

Samikshya Chalise, 12, Sanjog Chalise, 8, and Shanti Pyakurel, 13, play inside a destroyed classroom in Shree Kalika Secondary School in Gerkhutar Village Development Committee in Nuwakot, one of the 12 districts in Nepal highly affected by the 25 April earthquake. The students live nearby and said that they come there all the time because they miss going to the school. “We have lost both our home and school,” said Sanjog. Photo by Kiran Panday for UNICEF.

Samikshya, Sanjog y Shanti en el interior de una clase destruida. Los estudiantes viven cerca yvienen con frecuencia porque echan de menos ir a la escuela. «Hemos perdido tanto nuestro hogar como el colegio», cuenta Sanjog. (@Kiran Panday/UNICEF).

LOS ADULTOS HACEN LO QUE PUEDEN POR ENTRETENER A LOS NIÑOS

A pesar de la situación que están atravesando, sin casa y con poca comida en sus tiendas de campaña, los padres luchan por proteger a los niños de cualquier tipo de estrés e inseguridad. “Intentamos contar historias a nuestros hijos para evitar que salgan corriendo por ahí”, me cuenta uno de los padres, Ram Pyakhurel, que explica además cómo el terremoto les hace estar pendientes de sus hijos para protegerlos.

Pero Ram está preocupado porque la falta de colegios está afectando su rutina, ya que la mayoría de los niños tienen muchas ganas de ir a clase y no dejan de preguntar a sus padres si alguna vez podrán volver a estudiar. “Queremos entretener a nuestros hijos pero cada vez están más inquietos y buscan maneras de pasar el tiempo”, dice Radhika, la mujer de Ram. Sin embargo, es consciente de que se le están acabando las opciones debido a la falta de materiales y profesores.

El mercado más cercano donde se pueden comprar materiales está a 12 horas a pie y la mayoría de los padres no tienen energía para viajar, además de no contar con ingresos para comprar herramientas a sus hijos.

“Echo de menos hacer los deberes, a mis profesores y el colegio”, me cuenta Shanti Pyakhurel, que estuvo a punto de morir cuando el terremoto le sorprendió junto a cuatro amigas mientras estudiaban. Afortunadamente, sobrevivieron porque se escondieron debajo de la cama. Una vez se detuvo el temblor, salieron al aire libre, justo a tiempo antes de que su casa se derrumbara.

Shanti está preocupada porque llevará algún tiempo reconstruir su colegio. Podría recibir clase al aire libre, pero sus profesores ya no están en el pueblo.

Melina Pyakhurel, 10, plays with a chicken with her 8-year-old sister Monica in Gerkhutar Village Development Committee in Nuwakot, one of the 12 highly earthquake-affected districts in Nepal. Photo by Naresh Newar for UNICEF

Melina Pyakhurel, de diez años, juega con un pollito junto a su hermana de ocho años Monica en Nuwakot, uno de los doce distritos más afectados por el primer terremoto. (@Naresh Newar/UNICEF)

Shanti Pyakhurel, 13, stands outside her destroyed house in Gerkhutar Village Development Committee in Nuwakot, one of the 12 highly earthquake-affected districts in Nepal. Shanti almost got killed with her four friends when they were doing homework together. Fortunately, they survived by hiding under their bed as the earth shook. Once the shaking stopped, they escaped to open space, just before the house collapsed. “I miss doing my homework and my teachers in school,” she said. Photo by Kiran Panday for UNICEF

Shanti permanece en pie ante su hogar destruido. Shanti casi muere junto a los cuatro amigos con los que hacía deberes, afortunadamente se escondieron bajo la cama y en cuanto el temblor se detuvo escaparon a un espacio abierto justo antes de que la casa colapsara.  (@Kiran Panday/UNICEF)

Shree Kalika Secondary School in Gerkhutar Village Development Committee in Nuwakot was destroyed by the earthquake on 25 April 2015. Four students of the school died in their homes during the earthquake. Photo by Kiran Panday for UNICEF.

La escuela de secundaria Shree Kalika en Nuwakot fue destruida por el terremoto del 25 de abril. Cuatro estudiantes murieron en sus hogares durante el temblor. (@Kiran Panday/UNICEF).

Damaged classroom of Shree Secondary School located at Pipal Bhanjyang, Ward-3, Bhadrakali Village Development Committee of Sindhuli district, one of the 14 earthquake-affected districts in Nepal. Photo by Sundar Lama for UNICEF.

Una clase destrozada de la escuela de secundaria Shree localizada en Pipal Bhanjyang (distrito Sindhuli, uno de los 14 más dañados). (@Sundar Lama/UNICEF).

Nuevo terremoto en Nepal: “una experiencia terrorífica, sobre todo para los niños”

Por Kent Page, comunicación en emergencias de UNICEF

El terremoto de 7,4 grados de hoy se produjo mientras estaba con un equipo de televisión de Reuters en una visita de evaluación de daños en las escuelas con ingenieros del Gobierno. Un cámara de Reuters estaba con nosotros grabando imágenes de los colegios. Ya habíamos visitado dos centros y estábamos justo en la mitad de la tercera visita cuando se produjo el seísmo.

Nos encontrábamos dentro del edificio cuando de repente empezamos a escuchar fuertes ruidos y las paredes comenzaron a agitarse de forma violenta. Nos llevó unos segundos darnos cuenta de los que estaba pasando, pero enseguida corrimos hacia la puerta. Nos reunimos rápidamente en un pequeño parque. El temblor continuaba, no se detuvo durante al menos un minuto, pero pareció durar mucho más. Todos pensamos que los edificios de nuestros alrededor se iban a caer y nos juntamos en el centro del patio en una especie de semicírculo.

El cámara siguió grabando y ahora mismo está preparando su historia. Afortunadamente, el terremoto se detuvo –qué experiencia tan aterradora– y los edificios no se cayeron. Todos estábamos a salvo, aunque por supuesto, muy afectados.

Hicimos un par de entrevistas más en el patio y luego entramos en el colegio en el que habíamos estado porque habíamos conocido a unos niños allí. Mientras caminábamos, se produjo una réplica. Afortunadamente, los niños habían salido del colegio antes del terremoto y creemos que todos están a salvo.

De vuelta a la oficina de UNICEF, las calles estaban llenas de gente –todo el mundo está fuera. Sabemos que todos los compañeros en Nepal se encuentran a salvo pero estamos muy preocupados por el impacto que este segundo terremoto tendrá en los niños solo dos semanas y media después del primero, especialmente en su bienestar psicosocial.

Vivir un terremoto es una experiencia terrorífica para cualquier persona, sobre todo para los niños.

En UNICEF estamos trabajando a contrarreloj para dar apoyo a 1,7 millones de niños afectados por los terremotos a través de nuestra ayuda de emergencia en salud, nutrición, protección infantil, agua, saneamiento y educación. Queremos agradecer a todos los que han apoyado nuestro trabajo. Todavía queda mucho trabajo por hacer aquí por los niños de Nepal.

© UNICEF/Kent Page Just seconds after today’s earthquake, people in Kathmandu were gathering on the streets and in open spaces for safety. A second aftershock occurred just moments after this photo was taken outside a school in Kathmandu where UNICEF staff and Government of Nepal engineers were inside conducting a school damage assessment when the earthquake struck. The school remained standing and everyone was safe, though the school has received a red flag which means it is not safe for children to enter.

Unos segundos después del segundo terremoto, la gente en Katmandú buscaba espacios abiertos para estar más seguros. La foto está tomada unos segundos después del seísmo en el exterior de una escuela que permanece en pie, aunque ha recibido una bandera roja que significa que no es segura para los niños. (©UNICEF/Kent Page)

Terremoto en Nepal – Asmita, 10 años: «El día en que todo mi mundo cambió»

* Por Asmita, 10 años, participante en un programa de Plan Internacional en Nepal. 

[Historia documentada y transcrita por Ananda Raj Katuwal, Coordinadora del Programa de medios de vida y microfinanzas de Plan Internacional en Nepal, que se encontraba en una visita en terreno en la región de Ratmate cuando ocurrió el terremoto.]

Asmita, con su abuela, en la tienda de campaña en la que viven tras el terremoto que derrumbó su casa.

Asmita, con su abuela, en la tienda de campaña en la que viven tras el terremoto que derrumbó su casa. Plan Internacional.

Estaba muy asustada, pensé que todo y todos los que estaban a mi alrededor iban a morir. El suelo se sacudía tan fuerte…había mucho ruido. No pude dormir en toda la noche”, dice Asmita, una niña de 10 años que participa en un programa de Plan Internacional en la región de Ratmate, en el centro de Nepal.

Cuando el terremoto sacudió Nepal el 25 de abril, la pequeña casa de la familia de Asmita se vino abajo inmediatamente, matando además a la cabra que poseían, que estaba dentro cuando la tierra tembló.
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Terremoto en Nepal: dos de cada cinco afectados son niños

Por Rose Foley de UNICEF desde Nepal.

El terremoto en Nepal ha provocado una crisis humanitaria de una escala abrumadora, especialmente para los niños. Dos de cada cinco personas afectadas por la emergencia tienen menos de 18 años. Los niños que cada día conocemos mis compañeros y yo, nos cuentan unas historias que nos rompen el corazón.

Es el caso de Punya, una niña de 7 años que estuvo atrapada durante 36 horas después del terremoto. La encontraron entre dos cadáveres. Ella se salvó, pero tuvieron que amputarle el brazo desde el hombro. Ahora está recibiendo tratamiento y poco a poco comienza a sonreír.

En otros niños, se ve claramente el estrés emocional que esta traumática experiencia les está causando. En Bhaktapur, en el valle de Katmandú, donde después del terremoto solo una de cada cuatro personas tiene acceso a agua potable, los niños están durmiendo en tiendas de campaña en medio de una plaza.

Binisha nos cuenta que no quiere volver a casa, aunque pueda, porque tiene mucho miedo. Parte de su casa se derrumbó en el seísmo, atrapando a su tía y a su abuela. Binisha, que tiene nueve años, tardó una hora y media en salir y tuvo que escalar por las terrazas de los edificios de al lado.

Shronal me cuenta que pensó que iba a morir durante el terremoto. Su casa está llena de grietas. Ya no tiene dónde vivir. Por las noches, Shronal todavía tiene mucho miedo.
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Tres generaciones de Kamalaris: Abuela, madre e hija

Nicole Baltussen, Plan Internacional.

“Mi abuela, mi mamá y yo fuimos Kamalaris, pero yo no dejaré que mis hijas trabajen de esta manera”. La firmeza de sus palabras esconde años de servidumbre obligada. De los 14 a los 17 años, Lila Wati Chaudhary –ahora tiene 22- fue kamalari en casa de un terrateniente en Katmandú, Nepal. Kamalari, significa “esclava” en su lengua local y es una forma de trabajo infantil, basada en la servidumbre como pago por deudas adquiridas.

Tres generaciones de Kamalaris: Abuela, madre e hija

Tres generaciones de Kamalaris: Abuela, madre e hija.

Tres generaciones de su familia viven en una choza de barro con techo de paja en un pequeño pueblo Nepalí. La historia de Lila es común a la de muchas niñas de la zona cuyos padres trabajan cultivando en tierras fértiles pertenecientes a ricos hacendados.

Su padre, Ram Krishna, es Kamaiya, allí llaman así a los granjeros que trabajan la tierra de otra persona a cambio de una parte de la cosecha. En ocasiones, tras el reparto, los cultivos no son suficientes para que la familia viva y Ram, se ve obligado a comprar parte de lo que él mismo ha producido, al dueño. A menudo endeudándose al hacerlo.

Las deudas, los años de tradición del sistema kamalari y la falta de acceso a la educación, llevan en muchas ocasiones a que los campesinos, se vean obligados a vender a sus hijas como esclavas domésticas como pago por la deuda contraída. Algunas son enviadas a trabajar con tan solo seis años.

Lila sentada en su cama

Lila sentada en su cama

Lila empezó trabajando como Kamalari cuando tenía 14 años. Le daban comida, alojamiento y 500 rupias nepalíes al año (alrededor de 40 euros). Su madre Aangani de 40 y su abuela Fulrami de 68, también trabajaron como Kamalari cuando eran jóvenes.

A pesar de que, desde el año 2000, en Nepal existe una ley que prohíbe la servidumbre por deudas, es habitual que los propios oficiales que implementan dicha normativa tengan kamalaris trabajando en sus casas, por lo que aún queda mucho trabajo por hacer para erradicar esta práctica tradicional, que se calcula que todavía hoy afecta a miles de niñas nepalíes.

A pesar de todo, hay una generación de niñas que llega pisando fuerte. Niñas que crecen siendo educadas, aprendiendo a leer, a escribir, entendiendo sus derechos y recibiendo la oportunidad de formarse y poder tomar decisiones sobre su futuro.
Lila es una de ellas. Ella pudo retornar a la escuela gracias al programa de rehabilitación para niñas Kamalari de Plan Internacional. En la escuela ha aprendido sobre sus derechos y sobre cómo obtener la información y las herramientas necesarias para desarrollarse y progresar.

Lila con su madre Aangani

Lila con su madre Aangani

 

Su madre Aangani ha sido también beneficiada por el porgrama de Plan Internacional, formando parte de un grupo de ahorro en el que ha aprendido, junto a otras mujeres, cómo aumentar su producción de frutas y empezar nuevos negocios con la ayuda de microcréditos.

«Como kamalari tuve que trabajar duro todo el día», dice Lila. «No tenía tiempo para la escuela o para leer. Afortunadamente, eso ha cambiado. Ahora me siento bien y si tengo hijos más adelante, les ayudaré para que vayan a la escuela y tengan nuevas oportunidades.”