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Día del Niño Africano: África es fuerte

James Elder, jefe de comunicación de UNICEF para África Oriental y Meridional

De acuerdo, ¿quién sigue confuso respecto a la COVID-19?

Después de meses de una cobertura 24 horas al día / 7 días a la semana, parece que sigue sin haber acuerdo en muchos detalles fundamentales: los pros y contras de las medidas de confinamiento. ¿Cuándo es seguro volver a la escuela? ¿Y al trabajo? ¿Cuándo es seguro abrazar a alguien?

Día del Niño Africano: África es fuerte

En Ruanda Igihozo Kevin, de 11 años, estudia en casa debido a la crisis del coronavirus. /© UNICEF/UNI319836/Kanobana

Pero algo sabemos seguro: a pesar del continuo aumento de casos, África lo está haciendo bien en la batalla contra la COVID-19. Esta crisis ha sacado de nuevo la cara más innovadora del continente. Ha recordado al mundo que quienes primero responden son en realidad la gente del día a día.

Y, francamente, es hora de que lo reconozcamos.

Después de una investigación considerable, he constatado lo bien que lo están haciendo algunas partes de África Oriental y Meridional, zona en la que trabajo. Desde los trabajadores de primera línea hasta los emprendedores, pasando por las intervenciones de los gobiernos.

Para echar una mirada inspiradora y darse un placer visual con este continente, no hay que ir más allá del vídeo que unos realizadores han hecho desde el epicentro de esta pandemia, Convicts NYC. Recientemente se hicieron famosos por su película NY Tough, una emotiva cinta basada en los resúmenes diarios del gobernador de NY sobre la gestión de la crisis de la COVID-19. El video logró 2 millones de visualizaciones y fue compartido por Ellen DeGeneres, Diddy, Hillary Clinton o Katie Couric.

Ahora, en el Día del Niño Africano, Convicts ha llevado la atención a África con la producción de Africa strong (“África fuerte”). “Quiero mostrar una historia que es verdad en mi hogar, mi continente”, explica el ganador de la copa mundial de rugby, Tendai Mtawarira, que narra el vídeo. “Todos sentimos el dolor, pero también vemos la humildad y los héroes. Y lo vemos todos los días. Africa Strong es el testimonio de esas personas. De quienes están en primera línea de la pandemia y todo el caos que trae. Y quiero que esta cinta vea la luz el día que más importa”.

Ese día es, por supuesto, el Día del Niño Africano. Cada año desde 1991, esta fecha se conmemora en memoria de los jóvenes activistas que fueron asesinados durante el levantamiento de Soweto en Sudáfrica. Recuerda el sacrificio de los jóvenes estudiantes negros, que tomaron las calles protestando contra un Sistema educativo injusto y demandando que se les enseñara en una lengua que comprendieran. En este día, Africa Strong quiere alabar su valentía y reflejar los obstáculos a los que los jóvenes se siguen enfrentando hoy.

Y, todavía, hay muchos. Los impactos directos y secundarios del virus amenazan con revertir los logros para los niños más pobres del continente. La pandemia –y la respuesta a esta- ha puesto sobre las familias dos tipos de presión distintos: el miedo sanitario y una inseguridad financiera sin precedentes. La pérdida de empleos y la reducción de los salarios están afectando a nivel global, pero para quienes están más cerca de la base de la pirámide económica, las familias con muy pocos o ningún ahorro, así como escasas reservas alimentarias, el impacto es inmediato y se une a los niños fuera de la escuela, los problemas de salud mental, la violencia y el abuso sexual.

Nos han dicho que estos problemas pueden empeorar. “Y, aun así, la gente resiste”, dice Mtawarira, que nació en Zimbabwe. “La gente permanece los unos al lado de los otros. Se animan unos a otros. Y abunda el ingenio”.

Tiene razón. Y, si no, miren estos datos de África Oriental y Meridional:

  • Sudáfrica envió 30.000 trabajadores de la salud comunitarios para examinar al 15% de su población en menos de un mes.
  • Mozambique lanzó una línea gratuita de información sobre el coronavirus para que la gente pudiera conectar con los médicos y, así, reducir el número de personas que iba a los centros de salud.
  • Etiopía –con más de 100 millones de habitantes- completó un estudio puerta a puerta en la capital en solo tres semanas.

En lo que se refiere a innovación:

  • En Ruanda, los emprendedores tienen acceso a becas, mentorías y servicios legales. El país tiene también cinco robots anti epidemia que se utilizarán para los controles de temperatura.
  • Las universidades de Zimbabwe y Kenia están produciendo mascarillas, geles y equipos de protección para los ciudadanos.

En educación, UNICEF se ha aliado con una compañía de telefonía para garantizar el acceso gratuito a las plataformas educativas en varios países. Más allá de lo digital, organizaciones como UNICEF están ayudando a millones de niños a seguir aprendiendo a través de radio, SMS y materiales impresos.

Finalmente, en lo que se refiere a combatir la pobreza, Kenia, Namibia, Sudáfrica y Madagascar han mostrado un gran liderazgo en llevar dinero a quinees más lo necesitan.

No podemos negar que vienen tiempos duros. Ya lo están siendo. Y vendrán momentos peores. Pero el mundo no debería olvidar lo que, pese a las dificultades, muchas personas han hecho hasta ahora. ¡África es fuerte!

Ciclón Idai: el agua de la vida en medio de un desastre natural

Por Andrew Brown, UNICEF Malawi

El 7 de marzo, en mitad de la noche, Annie decidió huir de su casa con sus hijos. Entre ellos estaba Ndaziona, que había nacido dos días antes. Llovía desde hacía cuatro días, el caudal del cercano río Shire aumentaba, y el estado de la casa de adobe y paja empezaba a ser precario. Annie se levantó en medio de la noche para ir al baño. “Miré fuera y vi una gran cantidad de agua que venía”, recuerda. “Cogí a los niños y corrí. Habíamos avanzado no más de 20 metros cuando la casa colapsó a nuestra espalda”.

Fue un encuentro cercano y terrorífico con la muerte. “Los niños lloraban, yo tenía mucho miedo”, cuenta Anne. “Me di cuenta de que nos libramos de morir por segundos. Creo que Dios fue el que me hizo levantarme”.

Ciclón Idai: el agua de la vida en medio de un desastre natural

Annie con el pequeño Ndaziona, que nació solo dos días antes de que su casa se derrumbara por las inundaciones en Malawi / ©UNICEF Malawi/2019/Amos Gumulira

Annie y sus hijos Chimwemwe, de 10 años, Usta, de 7, Alefa, de 5, y el bebé Ndaziona, caminaron varios kilómetros hasta la casa del jefe, donde pasaron la noche con otras ocho familias. Al día siguiente llegaron a Bangula Admac, un campo de evacuación. Allí pasaron dos semanas.

El campo se asienta sobre un antiguo mercado. Cuando llego allí, las lluvias han parado y el día es caluroso. La gente se sienta a la sombra de los árboles o bajo tejados de acero. Algunas mujeres están cocinando. Otras traen agua en cubos. Unos cuantos comerciantes venden fruta y rosquillas fritas a los evacuados. Un molino se erige entre la masa de personas. Un tejado y algo de suelo firme proporcionan refugio, pero los lados están abiertos a los elementos.

El jefe del campo, Isaac Falakeza, es un profesor jubilado. Me cuenta que han llegado unas 5.300 personas, de las que más de 1.800 han llegado cruzando el río desde Mozambique, donde las inundaciones han sido peores. “Estamos desbordados pero ayudamos a la gente igual, independientemente de su procedencia. No discriminamos a nadie. Nuestro mayor reto es la comida. Cada familia debería recibir una bolsa de harina, pero ahora solo tenemos una bolsa para cada dos familias”.

El agua y el saneamiento también son un reto”, continúa. “UNICEF nos ha enviado cientos de cubos, pastillas de jabón, artículos para tratar el agua y ocho letrinas. Esto está ayudando. Estamos priorizando a las familias más necesitadas: las que tienen niños pequeños o alguna persona discapacitada”.

Con un cubo sobre su cabeza, Annie camina durante diez minutos hacia bomba de agua en su antiguo pueblo. Coge agua limpia y la acarrea de vuelta. Durante el camino, pasa por las ruinas de su hogar. Las paredes de adobe se han convertido en una montaña de tierra, y tan solo queda un trozo del techo de paja. Ni siquiera esto puede salvarse.

“Quiero volver a casa”, asegura Annie. “El campo no es buen lugar para mi bebé. Pero tendré que ahorrar 30.000 kwacha (unos 41 dólares) para reconstruirla”. Cuando le pregunto cuánto gana en un mes, Annie sonríe. “Entre 800 y 1.200 kwacha (1,66 dólares) al día, por hacer la colada de otros y recolectar leña para vender. Gasto la mayor parte del dinero ese mismo día. Lo invierto en comprar judías y verduras para acompañar nuestra harina”.

De vuelta al campo, el oficial de Agua y Saneamiento de UNICEF, Allan Kumwenda, enseña a Annie cómo saber si el agua que tiene es segura. Pone unas gotas de cloro y luego utiliza un contenedor de plástico con códigos de colores para comprobar los niveles. “Incluso aunque el agua sea segura en la bomba, a menudo se contamina en el camino de vuelta”, explica. “La gente tiene suciedad y gérmenes en los dedos, y a veces acaban en el cubo. Alrededor del 60% del agua se contamina así. Y esto aumenta el riesgo de propagación del cólera y otras enfermedades, algo muy peligroso para los niños pequeños”.

Al final de su demostración, Allan da a Annie el resto del bote de tratamiento de agua. “Estoy muy contenta con esta ayuda de UNICEF. Puedo usar el cubo para coger agua y almacenarla, y la botella para convertirla en agua limpia. Esto es muy importante para mis hijos, ya no estoy tan preocupada”.

Ciclón Idai: el agua de la vida en medio de un desastre natural

Annie coge agua en un cubo proporcionado por UNICEF, que le ha ayudado a comprobar si es potable / ©UNICEF Malawi/2019/Amos Gumulira

Los suministros de UNICEF ya han llegado a las zonas afectadas por las fuertes lluvias e inundaciones en el sur de Malawi, dando algo de respiro a las familias de los centros de evacuación. Sales de rehidratación oral, antibióticos y cientos de mosquiteras con insecticida, que son fundamentales.

“Tras un desastre como el del ciclón Idai, la prioridad de UNICEF es ayudar a los niños y familias que han perdido sus hogares y que viven en centros de evacuación o con otras familias en sus comunidades”, explica el representante de UNICEF Malawi, Johannes Wedenig. “Tenemos artículos de emergencia preparados de antemano en zonas de Malawi que sufren desastres naturales de manera habitual. Esto nos ha permitido reaccionar rápidamente para abordar las necesidades más inmediatas”.

UNICEF sigue sobre el terreno para apoyar a los niños afectados por el ciclón Idai con agua y saneamiento, educación, servicios nutricionales y protección.

“Antes de intentar salvar el mundo, hay que tratar de entender cuál es el problema”

La mejora de la calidad del agua y del saneamiento son pasos esenciales para detener el cólera, una enfermedad que se transmite a través del agua. En Mozambique, donde el actual brote de cólera ya ha matado a 46 personas y ha afectado a más de 6.000, los equipos de MSF están trabajando para tratar de mejorar la situación. Sin embargo, para atajar un problema, la mayoría de las veces se necesita algo más que una buena solución técnica.

 

Desde el pasado enero, los Centros de Tratamiento de Cólera de MSF han recibido 2.578 pacientes La higiene es fundamental para combatir esta epidemia. © Luca Sola/MSF
Desde el pasado enero, los Centros de Tratamiento de Cólera de MSF han recibido 2.578 pacientes La higiene es fundamental para combatir esta epidemia.
© Luca Sola/MSF

Por Solenn Honorine, periodista de MSF

“¿Qué es exactamente lo que quieres? ¿Construir un punto de tratamiento de agua, o que la gente lo use?”, pregunta Eveline.

Las toscas botas de goma que llevamos puestas y nuestros chalecos llenos de polvo tras largas jornadas de trabajo, quizás no sean la vestimenta más apropiada para una “misión diplomática” de estas características, pero más o menos eso es lo que hemos venido a hacer esta mañana: escuchar, hablar, explicar y de convencer a los líderes locales sobre lo que pueden hacer para derrotar al cólera.

En el centro de tratamiento de cólera de Tete la afluencia de pacientes procedentes de Chimadzi, un barrio que está a medio camino entre lo que sería un suburbio de una gran ciudad y un pueblo tirando a grande, ha sido cada vez mayor.  Un brote de cólera se da porque el suministro de agua es insalubre y porque existe falta de higiene y de saneamiento; así que los “chicos watsan” (los especialistas en agua y saneamiento) como Mihail Papageorgiou juegan un papel clave en la respuesta a la emergencia. Él ya sabe lo que necesita instalar en la zona: una unidad de tratamiento de agua que recogerá agua del río, la limpiará, y la pondrá a disposición, de manera gratuita, de 3.000 familias.

“Este sistema de tratamiento de agua centralizado está diseñado para dar una respuesta rápida a una emergencia como esta”. Podríamos haber llegado con 20 chicos y haberlo hecho todo en tres horas; pim, pam; llegar, hacer el trabajo e irnos. Porque este es en realidad el objetivo principal de nuestra respuesta: establecer un sistema de tratamiento que permita a la gente acceder a un agua que no esté contaminada. Y técnicamente no es un asunto que reúna demasiadas complicaciones.

Sin embargo, el verdadero desafío en estos momentos radica en tratar de mejorar la comprensión y el uso correcto de este sistema por parte de la comunidad. Ya puedes estar produciendo todo el agua limpia del mundo, que si la comunidad no confía en estos sistemas o no los utiliza correctamente, el impacto que tendrás en su salud será muy pequeño. Por eso es en este momento cuando los equipos de promoción de la salud juegan un papel clave. “Queremos que la información y la educación que les demos permanezca una vez nos hayamos marchado, y eso lleva más tiempo”, dice. Mientras Mihail y el logista Iain Watermeyer examinan el área donde colocar la bomba de agua, y tratan de detectar dónde está la fuente de agua contaminada, la promotora de salud de MSF, Eveline Cleynen, charla con los líderes locales.

Gabriela, consejera de MSF, del equipo de promoción de la salud, habla con la comunidad en la aldea Degué, para explicar a la población local cómo prevenir el cólera. © Luca Sola/MSF
Gabriela, consejera de MSF, del equipo de promoción de la salud, habla con la comunidad en la aldea Degué, para explicar a la población local cómo prevenir el cólera. © Luca Sola/MSF

Manuel Faquero, el líder local, se compromete a mantener una reunión para hablar las cosas con la comunidad. “Voy a tratar de convencerlos, pero es difícil cambiar los hábitos”, dice. El cólera es una enfermedad que se transmite a través del agua; si tienes cólera es que probablemente has estado bebiendo agua sucia o que no se han respetado sencillas medidas de higiene personal, como lavarse las manos. “Deja de beber agua sucia. Lávate las manos con regularidad”. Suena sencillo, pero conseguir que esto se aplique es lo verdaderamente complicado.

A veces, la única fuente de agua que existe es esa misma que está contaminada. Y hay que tener en cuenta que mucha gente no tiene agua corriente en casa con la que lavarse las manos de una manera frecuente.  Además, hay otros factores que también entran en juego. Y entre todos ellos, podríamos destacar los siguientes: los hábitos establecidos, la falta de información o la desconfianza en el mensajero, ya sean trabajadores de las ONG o personal del gobierno.  Hay una enorme diferencia entre decirle a la gente qué tiene que hacer, y demostrarles que estás dispuesto a tratar de entender la situación.

Es importante probar y beber el agua cuando se instala un sistema de tratamiento. Y tener en cuenta otros aspectos como, por ejemplo, explicar bien por qué hacemos la cloración de un cubo. Estos hechos sirven para demostrar claramente que el cloro que estamos añadiendo no es prejudicial o que éste es la causa del cólera, como a veces se cree.

Bajamos hasta el río Chimadzi que discurre a unos diez metros de distancia de la bomba. Es caudaloso y tiene unos pocos cientos de metros de ancho, pero apenas un pie de profundidad. Las mujeres están limpiando la ropa; los niños saltan y juegan en el cauce completamente desnudos; pasa un carro tirado por burro. El lecho del río tiene marcas donde la gente coge agua: la arena actúa como filtro natural, y el agua allí es cristalina, pero está expuesta a todo tipo de contaminación.

Mikhaelis termina de recoger muestras, y pregunta a la gente qué agua prefieren beber. Las respuestas que recibe hacen que todo empiece a tener sentido: el agua de la bomba es ligeramente salada para ellos; la del río en cambio sabe a… agua. Con razón la población la prefiere, así que es algo a tener en cuenta cuando se termine el centro de tratamiento de agua.

Una vez que los primeros litros de agua tratada empiecen a salir del centro de tratamiento, la pelota estará en el tejado del equipo de promoción de salud y de los líderes locales. Habrá reuniones, habrá preguntas, y se espera que haya un cambio, al menos hasta que el brote termine.

Una de las secuelas de las inundaciones ha sido el cólera. Los pacientes enfermos de cólera reciben tratamiento en Centro de Tratamiento de Cólera  de MSF,  en el distrito de Tete , que es la zona más afectada en el país. © Luca Sola/MSF
Una de las secuelas de las inundaciones ha sido el cólera. Los pacientes enfermos de cólera reciben tratamiento en Centro de Tratamiento de Cólera de MSF, en el distrito de Tete, que es la zona más afectada del país. © Luca Sola/MSF

 

Inundaciones en Mozambique

por Lucas Molfino, médico de Médicos Sin Fronteras en Mozambiquelucas1*

Como ya habréis leído, el río Limpopo, que llega a Mozambique desde Sudáfrica, se desbordó tras varios días de lluvias e inundó la provincia de Gaza. Esta provincia fue la más afectada por el desbordamiento, y más de 140.000 personas han tenido que dejar sus casas debido a la crecida de las aguas. Están en estado de shock. En su mayor parte, han perdido todo lo que tenían.

Decidimos ir directamente a Chokwe porque sabíamos que la situación allí era grave. En algunas zonas, la ciudad estaba bajo metro y medio de agua. Casas y otros edificios se habían derrumbado, y en algunos lugares el sistema eléctrico estaba destruido. Ahora la gente ya empieza a volver lentamente a sus casas para comprobar qué ha sido de ellas y de sus pertenencias.

Hemos establecido un puesto de salud dentro del Hospital Carmelo, la única estructura de salud que seguía operativa. En dos días, el equipo pasó unas 400 consultas médicas. Hemos atendido a personas heridas durante las inundaciones, y también nos estamos asegurando de que los pacientes de VIH/sida y tuberculosis reciban sus medicamentos y no interrumpan sus tratamientos.

Equipos de MSF pasan consulta en la capilla del Hospital Carmelo de Chokwe (© MSF).

Equipos de MSF pasan consulta en la capilla del Hospital Carmelo de Chokwe (© MSF).

La provincia de Gaza tiene una de las más altas tasas de prevalencia de VIH del país, así que es fundamental que los pacientes sigan recibiendo sus antirretrovirales. Algunos de ellos han perdido sus historias médicas y no recuerdan el nombre de los fármacos que toman. Todo esto puede dificultar la continuidad del tratamiento, pero he de decir que los pacientes están acudiendo de motu proprio a nosotros para que les ayudemos, lo que demuestra un extraordinario compromiso con su salud.

Además, por suerte el hospital había recibido el suministro mensual de antirretrovirales la semana antes de las inundaciones: las cajas seguían selladas y los medicamentos están intactos. Tenemos fármacos suficientes para las próximas semanas.

En cuanto a los pacientes de tuberculosis, también estamos distribuyendo los suministros del hospital Carmelo, así que los pacientes no tendrán que interrumpir su tratamiento. Esto es esencial, ya que una discontinuidad en la terapia puede generar resistencias a los medicamentos.

Carretera a Guija. Unas 150.000 personas han tenido que dejar sus casas (© MSF).

Carretera a Guija. Unas 150.000 personas han tenido que dejar sus casas (© MSF).

En cuanto al campo de Chiquelane, acoge a unas 40.000 personas procedentes de Chokwe, y hay una clara falta de agua y saneamiento. De momento la situación está controlada, pero tenemos que monitorear de cerca los casos que puedan surgir de enfermedades relacionadas con la mala calidad del agua, como el cólera. Con 40.000 personas viviendo tan apiñadas y en estas condiciones, hay que permanecer vigilantes.

En Chokwe las aguas se están retirando, pero resulta difícil saber cuánto tiempo tendremos que quedarnos. Nos quedaremos tanto como el Ministerio de Salud nos necesite, el tiempo que les lleve reanudar sus servicios y asegurar que todo el mundo tiene acceso a servicios de salud. Llevará tiempo volver a la normalidad.

* Lucas Molfino, médico argentino, es el coordinador médico de MSF en Mozambique y acaba de regresar de Chokwe, donde Médicos Sin Fronteras lanzó una intervención de emergencia el pasado 25 de enero, tras las inundaciones.