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Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

Archivo de la categoría ‘Mali’

Semana Mundial de la Vacunación: un día en la vida de un vacunador en Malí

Por Fatou Diagne, UNICEF Malí

Adama Traoré vive en Sadiola, un pueblo de la región de Kayes, en el oeste de Malí. Lleva más de diez años trabajando como vacunador en el centro de salud comunitario.

“Cuando era joven tenía unos vecinos que eran pobres. Un día uno de los hijos enfermó de repente. Le salieron manchas rojas en el cuerpo y tenía mucha fiebre. Tenía sarampión, pero los padres no tenían dinero para llevarle al hospital ni para comprar medicamentos. Después de una semana de sufrimiento, otro vecino decidió llevarle al hospital. Tuvo suerte y se recuperó por complete, pero su hermano mayor, al que le había ocurrido lo mismo dos años antes, no tuvo tanta suerte y murió. Por eso decidí hacerme vacunador”.

Quería mejorar la salud de los niños de su comunidad: “Estamos en una zona de minas de oro, y muchas familias trabajan y viven aquí, con sus hijos completamente aislados y privados de cualquier tipo de atención”.

Adama vacunando a un niño en las minas de oro. Llega hasta allí en un peligroso viaje en moto. /©UNICEF/UN0293785/Keïta

Hoy acompañamos a Adama en su visita a los niños de las minas de oro de Massakama.

A las 7:30 de la mañana Adama deja su casa rumbo a la primera parada: el centro de salud comunitario de Sadiola. Una vez allí coge su moto y continúa hasta el centro de salud de Kobokotossou, donde recoge las vacunas. Es el centro más cercano a su destino final, Massakama. Gracias al apoyo de Canadá, UNICEF ha podido equipar este centro con un frigorífico solar para mantener las vacunas a una temperatura constante.

Hasta ahora Adama ha recorrido 60 kilómetros, pero tiene otros 50 por delante. En su moto lleva con total cuidado la caja de vacunas, el registro de vacunación y una caja de guantes. “Antes de salir me aseguro de que todo va bien sujeto y compruebo por última vez si llevo todas las vacunas básicas que pueda necesitar, porque cada vacuna puede salvar una vida infantil: tos ferina, tuberculosis, tétanos, polio, sarampión y difteria, hepatitis, diarrea, neumonía, fiebre amarilla y meningitis.

Son las 8:30 de la mañana y, bajo un sol abrasador, el termómetro se acerca a los 40 grados. Adama empieza su carrera contrarreloj para llegar a las minas de oro, vacunar al máximo número de niños posible y volver a casa antes de que anochezca. La carretera por la que debe viajar es complicada, está aislada y carece de infraestructuras. Es un viaje peligroso.

Después de conducir durante dos horas, finalmente llega a Massakama. Está agotado, pero decidido.

Las minas de oro de Massakama están cerca de la frontera con Senegal. Más de 2.000 personas, incluidas familias con niños, viven aquí. No hay escuela ni centros de salud. Sin ninguna otra opción, muchos de los niños trabajan, privados de sus derechos a protección, educación, supervivencia y desarrollo.

Mariam*, de 14 años, lleva trabajando cinco años en las minas de oro. Nunca ha ido al colegio. “Quiero irme de aquí, estoy cansada. Sueño con ir a la escuela como mis amigos”.

En cuanto Adama llega con su moto, madres y niños se acercan corriendo a él.

“Empecé a trabajar y nunca pude llevar a mi hijo a vacunar”, cuenta la madre de un bebé de 6 meses. “He oído que ha habido casos de sarampión entre adolescentes en Senegal. Si no vacuno a mi hijo podría coger la enfermedad y morir”.

Por cada niño vacunado, Adama apunta información en su registro. Una vez que se queda sin vacunas, toma nota de los niños que necesitarán dosis en su próxima visita.

A las 2 de la tarde dice a los padres que volverá la siguiente semana. Coloca todo de nuevo en la moto para volver a Sadiola antes de que oscurezca.

Adama hace un trabajo increíble”, cuenta el jefe de la villa de Massakama. “Aquí, los padres pasan sus días buscando oro y terminan muy tarde. Sin este sistema de vacunación móvil, la mayoría de ellos no podrían vacunar a sus hijos”.

UNICEF y aliados como Gavi están apoyando al Ministerio de Sanidad para llevar vacunas directamente a los niños más aislados y vulnerables. En la región de Kayes, solo el 41% de los niños recibe todas las vacunas que necesita para mantenerse sanos”.

*Nombre y edad cambiados

Trabajando en Malí por la erradicación de la fístula obstétrica

Por Pedro Fernández, cooperante de Farmamundi en Malí

Antes de llegar a Malí por primera vez ya sabía que la población es muy joven y la posición social de la mujer muy cuestionable. Pero conocerlas, saber su historia y mirarlas a los ojos creó en mí un vínculo y unas ganas por mejorar su realidad que, años después, todavía crecen cada día.

La historia personal de Kandé

Ellas no saben que hoy, 23 de mayo, se celebra el Día Internacional por la erradicación de la fístula obstétrica. Muchas de ellas sufren esta lesión, producida durante el parto, y desconocen que tiene solución. Por eso el testimonio de Kandé me parece tan importante. Tras su octavo embarazo y parto comenzó a hacerse pis encima. Su marido la echó del hogar y su comunidad la acusó de brujería para justificar que la repudiaron y expulsaron.

Dejó a sus tres hijos atrás (en Malí la custodia siempre es del padre y de su familia) y acudió a la casa de su hermano. Él la acogió aunque las esposas de este le dieron un trato vejatorio por su lesión.

Desde enero de 2018 desarrollamos un proyecto de cooperación internacional financiado por el Gobierno Vasco dedicado a la erradicación de la fístula obstétrica. Una de las actividades de sensibilización que hacemos es emitir mensajes radiofónicos que informan de la disponibilidad de tratamiento médico gratuito para recuperarse de esta dolencia.

El hermano de Kandé lo escuchó y la llevó al centro de salud. Ella fue intervenida, su familia fue apoyada, sensibilizada y acompañada durante todo este proceso. Kandé recibió tratamiento y seguimiento médico y psicosocial. Parece mentira pero todo esto solo cuesta 300 euros.

Qué hay que hacer para erradicar la fístula obstétrica en Malí

¿Se puede erradicar la fístula obstétrica? Sí. Es posible, es económicamente asumible. ¿Depende solo del dinero? Lamentablemente no.

Trabajamos en la región de Kayes, una de las zonas más deprimidas. Pocos centros de salud, lejos y por caminos complicados. El 98% de las mujeres de la zona han sufrido mutilación genital y es habitual el matrimonio precoz, principales causas de la fístula obstétrica. El índice de maternidad se sitúa en 7,4 hijos/as por mujer. El 36,8% de las mujeres mueren durante el parto o por sus consecuencias.

Con este contexto, es difícil ser positivo. Pero en nuestro trabajo en Farmamundi siempre aparecen pequeñas señales que demuestran la eficacia de nuestra labor. Hace unas semanas se celebró un Foro en la capital de la región de Kayes sobre cómo, entre todos, se puede trabajar para tratar a las mujeres que sufren fístula obstétrica y cómo evitar más casos.

Estaban presentes todas las administraciones, líderes locales (políticos, sociales y religiosos) y personal sanitario. Todas estas personas unidas por alcanzar la cifra de cero casos de fístula obstétrica en 2020.

Queda camino por hacer, no lo dudo, pero, paso a paso, avanzamos en el camino del empoderamiento de las mujeres en Malí.

Semana Mundial de la Vacunación: cuando vivir en una mina te deja sin vacunas

Por Fatou Diagne, oficial de comunicación en UNICEF Malí

Ramata no sabe cuántos años tiene. Pero sabe que lleva tres años trabajando en la mina de oro de Massakama, en el oeste de Malí. Con su bebé de 11 meses, Hachime, enrollado con un pañuelo a su espalda, Ramata pasa sus días en el barro, buscando oro bajo un sol abrasador.

Conocida como “la mujer joyera”, Ramata vive con su marido Mamadou y sus cinco hijos en el asentamiento de la mina en la que trabaja.

“Cada día llego aquí a las 6 de la mañana, tras dar el desayuno a mis hijos. No van a la escuela, todos ellos vienen conmigo. Los mayores cuidan de los pequeños mientras yo examino el barro del río buscando piezas de oro”. Tampoco reciben las vacunas que necesitan.

Semana Mundial de la Vacunación: cuando vivir en una mina te deja sin atención sanitaria

Mientras Ramata busca pepitas de oro, su bebé Hachime está con ella / © UNICEF/UN0293791/Keïta

Ramata y su familia están entre las miles de personas que viven y trabajan en esta mina cada día. “Mi marido no trabajaba, por lo que nos costaba dar de comer a nuestros hijos. Así que decidimos buscar oro, como mucha otra gente de nuestra aldea. Nos dijeron que esta mina es de las mejores, que hay más posibilidades de encontrar oro. Así que nos vinimos sin dudar”.

Pero vivir en una mina puede tener consecuencias en los niños. Cuando las familias se mudan a los asentamientos de las minas, a menudo los niños abandonan la escuela y quedan privados de servicios básicos de atención sanitaria y protección.

“La falta de medios y la pobreza llevan a estas familias a abandonar sus aldeas”, nos cuenta el doctor Konate, oficial de vacunación de UNICEF. “Pero cuando llegan a las minas se convierten en más vulnerables todavía, sin servicios básicos –como atención sanitaria- a su disposición”.

Semana Mundial de la Vacunación: las vacunas salvan vidas

En esta parte de Malí, donde la economía local está dominada por las minas de oro, las tasas de niños sin vacunar son de las más altas de todo el país. Solo el 41% de los niños reciben todas las vacunas que necesitan para permanecer sanos.

El bebé de Ramata, Hachime, es uno de los muchos de la región que necesitan atención sanitaria.

“Además de no estar vacunado, Hachime sufre un evidente retraso en su crecimiento: su cerebro y su cuerpo no se están desarrollando por completo”, dice el doctor Konate. “Hoy le hemos dado la vacuna de la polio. En unos días enviaremos a trabadores sanitarios comunitarios para que examinen los próximos pasos, como por ejemplo administrarle rápidamente todas las dosis de vacunas que necesita”.

Ramata está contenta por haber podido vacunar a Hachime. Siente aprensión desde que se produjeron varios casos de sarampión en su comunidad. “Una vez vi al hijo de una amiga sufrir las consecuencias del sarampión. La madre casi pierde al niño”, recuerda. “Estoy muy contenta de que los vacunadores vengan a buscarnos a la mina para vacuna a nuestros hijos. Esto era impensable hace solo 10 años. Somos muy afortunados”.

Semana Mundial de la Vacunación: cuando vivir en una mina te deja sin atención sanitaria

Adama Traore, miembro del equipo móvil de vacunación, vacuna a Hachime, de 11 meses, con la primera dosis de la vacuna contra la polio. / © UNICEF/UN0293791/Keïta

El sol se está poniendo y Ramata se prepara para volver a casa con sus hijos. El día ha ido regular: ha encontrado dos pepitas de oro. Sin embargo, tiene una razón para sonreír: “Hoy encontré poco oro. Pero el mayor tesoro ha sido poder vacunar a mi hijo”.

Visitas al asentamiento como la del doctor Konate forman parte de la amplia estrategia de UNICEF y sus aliados para enviar equipos móviles de vacunadores a los niños más vulnerables y de zonas más remotas. UNICEF da apoyo con equipamiento y con los conocimientos que necesitan para proporcionar servicios vitales a las familias de comunidades aisladas.

UNICEF trabaja estrechamente con el Ministerio de Sanidad, GAVI y la OMS para proporcionar vacunas contra la polio, el sarampión y el tétanos para los niños y mujeres de Malí. En 2018, pudieron vacunar a más de 700.000 niños del país contra el sarampión.

Mejorar la vida de las mujeres y niñas de Mali con energías renovables

Por Raquel Val Rivas, de Plan International, desde Mali.

Las energías renovables ayudan a mejorar la vida de las mujeres y niñas. He podido comprobarlo durante mi visita a los proyectos conjuntos de Plan International y la Unión Europea en Keniekola y Boudofo en Kita, Mali. Allí tuve la oportunidad de ver todos los servicios que se han puesto a disposición de la comunidad gracias a la inversión en energías renovables. Las jóvenes se encuentran más seguras teniendo luz en sus comunidades o agua cerca de casa, y ahora pueden dedicar más tiempo a sus estudios, incluso de noche.

Comercialización de cocinas mejoradas a través de las micro empresas de mujeres © Plan International

Gracias a las cocinas mejoradas, las mujeres y las niñas ya no tienen que recorrer solas varios kilómetros para conseguir leña o combustible, exponiéndose a sufrir violencia física y sexual. Ahora, no solo se sienten más seguras, sino que, gracias a la formación de la organización, son ellas mismas las que comercializan y sacan beneficio de la gestión de las cocinas. Así pueden ser independientes económicamente.

Por otro lado, a través de los molinos que funcionan con energía renovable, las mujeres y niñas -social y tradicionalmente encargadas de moler el grano y convertirlo en harina a diario- pueden dedicar su tiempo a otras tareas, como el estudio o el cultivo de verduras. No solo mejora su dieta alimentaria, sino que vendiendo el grano molido y las verduras que les sobran, pueden ganar un dinero extra.

Mujer moliendo grano en Mali © Plan International

Las energías renovables también han dado la oportunidad de mejorar las comunicaciones. Los kioscos de energía instalados en los distritos permiten recargar teléfonos móviles, con los que los habitantes de Keniekola y Boudofo en Kita pueden hablar con sus familiares de otras comunidades. Éstos también sirven para recargar las baterías que alimentan de electricidad algunas de las viviendas.

Plan International lleva trabajando en 30 comunidades de Kita desde marzo 2015. Desde entonces se han construido 30 molinos para moler el grano y conseguir harina; 30 kioskos de energía, donde poder cargar los teléfonos móviles y las baterías; 60 unidades de alumbrado público; electricidad en 24 escuelas, electricidad en 8 clínicas de maternidad; refrigeradores y calentadores de agua solares en 5 dispensarios; y 21 bombeos solares.

 

El primer caso de ébola en Mali: «la gente ya nos hemos dejado de dar la mano»

José Jódar Vidal- Delegado CRE en Mali, 23 de octubre.

El 23 de octubre fue confirmado en Kayes, una ciudad al oeste de Mali, el primer caso de Ébola en el país. La Cruz Roja Maliense – en conjunto con sus Sociedades Nacionales Contrapartes como la Cruz Roja Española- se ha movilizado para apoyar a las autoridades sanitarias malienses en la gestión de la crisis. Esta crónica fue escrita antes del fallecimiento de la menor con ébola, el viernes 24 de octubre.

Secadero de botas y gafas de los equipos EPI en el Centro de Tratamiento del Ébola (CTE) de Cruz Roja en Kenema, Sierra Leona.

Secadero de botas y gafas de los equipos EPI en el Centro de Tratamiento del Ébola (CTE) de Cruz Roja en Kenema, Sierra Leona.

Hace apenas una hora he recibido un mensaje de móvil: el caso de ébola se ha confirmado. El referente de seguridad de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja en Mali nos ha avisado así a todos los delegados extranjeros. Es lo que nos temíamos desde que hace un día y medio nos dijeran desde la Cruz Roja Maliense: “hay un caso sospechoso de Ébola en Kayes, sería el primer caso de Ébola en Mali”. Luego fuimos sabiendo más. Se hablaba de una niña de dos años que llegó desde Guinea en bus con su abuela, pasó por Bamako, y luego se fue hacia el oeste del país. Empezó a tener fiebre, diarrea, sangraba por la nariz, siguió empeorando. Entonces la aislaron a ella y a la abuela, que no la quiso abandonar, en el hospital de Kayes. Ayer mismo llegó un equipo desde Bamako, a 8 horas de carretera, para realizarle el test.

Yo precisamente estoy en Kayes porque durante el día de hoy, Cruz Roja Española y Cruz Roja Maliense, teníamos un taller junto con la Dirección Regional de la Salud para analizar la problemática del acceso al agua potable y las medidas básicas de saneamiento e higiene en los centros de salud de la Región de Kayes. Los participantes al taller estábamos con un ojo en la sala y el otro mirando al móvil, esperando el sí o el no. Y ha sido el sí…

LA GESTIÓN TEMPRANA DE LA CRISIS

Equipo de manejo de cadáveres de la Cruz Roja de Sierra Leona.

Equipo de manejo de cadáveres de la Cruz Roja de Sierra Leona.

Ahora es importante desandar los pasos de la niña enferma, identificar y aislar a las personas que entraron en contacto con ella cuando ya empezaba a manifestar los primeros síntomas de la enfermedad, preparar y equipar al personal sanitario para que puedan ser capaces de tratar éste y los otros casos potenciales que deriven del primero, y trabajar y mantener la calma.

Un caso de ébola en un país ya es considerado una epidemia según la Organización Mundial de la Salud y la Cruz Roja Maliense junto con sus Sociedades Nacionales Contrapartes- entre ellas la Cruz Roja Española- acaban de activar su plan de contingencia para el ébola en Mali: ya están trabajando mano a mano con las autoridades sanitarias, multiplicando las sensibilizaciones y preparando al personal sanitario y voluntario para que puedan desarrollar su tarea de forma adecuada.

Sin embargo, estas primeras fases en el control del contagio de la enfermedad son básicas. Tienen que funcionar porque una vez que los casos se multiplican, se hace mucho más difícil de parar, sobre todo cuando hablamos de un sistema sanitario con pocos recursos y muchas debilidades a nivel de infraestructuras (el aislamiento se realiza en tiendas de campaña, por ejemplo) y de personal médico.

PASAR A LA ACCIÓN

En Mali se ha recibido la noticia con algo de preocupación y, a la vez, de resignación porque la confirmación de un primer caso de ébola aquí era tan solo una cuestión de tiempo, compartiendo una frontera con Guinea tan porosa y transitada. El ébola asusta y con razón. Por eso es tan importante desmitificarlo desde ya (no se contagia por el aire ni se transmite hasta que la persona comienza a mostrar los primeros síntomas de la enfermedad) e informar sobre las medidas de prevención a tomar por parte de todos: los agentes de salud que tratan los casos confirmados, las personas voluntarias que asisten los casos sospechosos, a toda la población y, con especial atención, a las mujeres, que son las que se encargan siempre de los cuidados familiares. Por ahora, en Kayes, la gente ya nos hemos dejado de dar la mano.

Desde la Embajada nos acaba llegar el mensaje de alerta por e-mail a los españoles residentes en Mali: “información Ébola”. Lo abro. Confirman el caso y dicen que la gente que ha estado en contacto con la niña está, efectivamente, en cuarentena. Poco después, levanto la cabeza del ordenador y veo la cara asustada del Jefe de Higiene de la Dirección Regional de la Salud de Kayes que cuelga el teléfono y dice: “el hombre que fue a buscar a la niña y a la abuela a Guinea anda por la ciudad. Me tengo que ir de la reunión”.

Personal de Cruz Roja Española desplazado a Kenema, Sierra Leona.

Personal de Cruz Roja Española desplazado a Kenema, Sierra Leona.

Bafoulabé y la paradoja del agua en África

Jesús López Santana desde Malí, Cruz Roja Española.

El río Senegal. (Jesús López Santana).

El río Senegal. (Jesús López Santana).

Bafoulabé significa en la lengua bambara, “donde los dos ríos se hacen uno”, pues es en la unión del Banfing y el Badgé, para formar el Río Senegal, donde se asienta esta comunidad rural de poco más de 20.000 habitantes en la región maliense de Kayes.

Hablan las griots, mujeres contadoras de historias de generación en generación, de la leyenda del hipopótamo Malí Sadio, que salió del agua y vivió como amigo de una niña junto a los habitantes de la ciudad animando su días, con cuentos, canciones y bailes. Más allá de la leyenda, hoy pueden verse hipopótamos en el río y nada más entrar en la ciudad, el visitante se encuentra con la estatua de Malí Sadio en la avenida principal, simbolizando la vinculación del agua con los habitantes del lugar. Un agua que les permite vivir de la pesca; regar sus cultivos, de arroz, mijo, patatas o zanahorias; o mantener pequeños negocios de transporte fluvial.

Para llegar desde Kayes, la capital de la región, son necesarias cuatro horas de viaje. Dos por carretera hasta el río y allí, y otras dos para pasar al otro lado en una barcaza que estos días, por avería de su motor, funciona de forma manual, con el esfuerzo de una docena de hombres. Camiones, vehículos y personas forman un conglomerado mulitcolor cruzando en uno u otro sentido.

La paradoja radica en que a pesar de esta abundancia de agua, de esta vinculación con el líquido elemento, una de las principales dificultades a las que se enfrenta la población, es la falta de acceso al agua potable y al saneamiento. Una circunstancia que, desgraciadamente en África es común, pues de los cerca de 800 millones de personas que no tienen acceso al agua en el mundo, casi la mitad, viven el continente africano.

En el hospital de referencia de la zona y en los centros de salud dependientes de él, la falta de acceso al agua supone una contradicción aún mayor: ¿cómo garantizar salud si no se dispone de agua segura y saneamiento adecuado?

En ello está trabajando el Comité Local de la Cruz Roja que, junto con sus voluntarios, han diseñado un proyecto conseguir mejorar las condiciones de acceso al agua potable, higiene y saneamiento en estos tres centros de salud. No es una tarea fácil y no disponen de recursos. Los voluntarios están en contacto directo con sus vecinos, son conocedores de la realidad y la viven en primera persona, pues no en vano, son miembros de la comunidad. Esa cercanía, genera confianza y supone un valor añadido a la acción.

Cruz Roja Española, que tiene presencia permanente en Malí desde hace más de una década, está colaborando en esta iniciativa, a la que también se ha sumado la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo financiando el proyecto. Aún en su estadío inicial, va a mejorar las condiciones de vida de más de 30.000 personas, que en breve verán como sus centros de salud, cuentan con las capacidades necesarias para garantizar una atención de mayor calidad, un acceso al agua segura, mejora de la higiene, control de residuos médicos…

Más allá de las emergencias, que graban en la retina las acciones de la cooperación internacional, este modelo, el trabajo en la comunidad, más lento, más laborioso, a largo plazo y menos mediático, es la garantía para el desarrollo, para mitigar las diferencias Norte-Sur y, sobre todo, para asegurar que el derecho humano universal del acceso al agua es una realidad.

Una barcaza en Bafoulabé. (Jesús López Santana)

Una barcaza en Bafoulabé. (Jesús López Santana)

Dinding Soucko y las consecuencias de la mutilación genital femenina

Jesús López Santana, Cruz Roja Española desde Malí.

Dinding es una niña de 9 años que vive en Maloum, una  población a 30 minutos de coche de Kayes en el Sureste de Malí,  relativamente cerca de las fronteras de  Senegal, al oeste y Mauritania,  al norte. Vive con su familia  y tienen algunas cabras y gallinas que les permiten subsistir bajo los más de 40 grados del sol maliense.

Jesús López Santana.

Dinding y su abuela (Jesús López Santana).

A pesar de su edad, la vida no ha sido fácil para ella casi desde su nacimiento. Como tantas niñas malienses, con apenas una semana de vida fue sometida a lo que aquí llaman “prácticas nefastas”, la mutilación genital femenina. Más allá de las connotaciones culturales asociadas a esta tradición, en su caso,  la consecuencia fue un quiste genital que sus padres detectaron a los dos años y le causaba grandes molestias.  A medida que Dinding  cumplía años su lesión aumentaba de tamaño hasta alcanzar el tamaño de una mano.

Su abuela cuenta que Dinding sentía una profunda vergüenza y dejó de ir con sus amigas a bañarse al río por miedo a que se rieran de ella. Su carácter se hizo difícil y  e irascible y dejó de jugar. La familia pensó que habría que acudir al hospital, pero la falta de recursos les impedían trasladarse al centro sanitario. El hospital de Kayes cuenta  con médicos ginecólogos como el Dr. Sitafa Dembe, donde tratan  a 2 o 3 niñas y mujeres a la semana como consecuencia de complicaciones asociadas a la mutilación genital. Desde fístulas a hemorragias, infecciones crónicas, VIH, retención urinaria…

Por fin, un día, Dinding pudo ir al hospital. Una semana después de su llegada la operaron  y su vida comenzó a cambiar. Ya no había dolor, ya no había vergüenza, ya no había mal carácter. Incluso ganaba el peso que perdió durante los años de su lesión.  También ha cambiado la vida de su familia que además cuenta con el apoyo de un psicólogo de la Cruz Roja que les visita en su casa de forma periódica.

La abuela también cuenta que ella recomendó  a los padres de la pequeña aquella práctica nada más nacer, pero que hoy no lo haría. Aún así, cree que la mutilación genital es una tradición y no se puede prohibir, ni puede desaparecer de la noche a la mañana, pero cuando se tiene una experiencia  así, cuando se viven las consecuencias nefastas en la propia familia, todo cambia.

En Malí, la mutilación genital femenina es una práctica extendida, especialmente en las comunidades rurales. Desde el Gobierno y desde distintas organizaciones sociales del País existen programas de sensibilización, pero para la familia de Dinding, el problema de su pequeña y la llegada de la  Cruz Roja a su pueblo, son los que han provocado un cambio de mentalidad.

La familia de Dinding quiere que su caso sea conocido por todos para que entiendan los problemas que conlleva esta tradición para la salud, para la vida de las niñas y mujeres. Han vivido en primera persona una tragedia y están dispuestos a implicarse en el trabajo de la Cruz Roja sensibilizando a sus familiares y vecinos. El hecho de que se esté grabando un documental sobre su vivencia les anima a continuar en esa línea y quieren ser el ejemplo para concienciar a otros.

Ahora es su abuelo, quien  relata que ellos no han ido a la escuela, no están instruidos, pero los voluntarios y el personal de la Cruz Roja están preparados, conocen los problemas y aportan soluciones.

Él siempre asoció la Cruz Roja a la salud y a la atención a las personas y eso le genera confianza. Esta iniciativa es buena, y el trabajo que hacéis es maravilloso. Dinding es nuestra hija y la curáis a ella, nos curáis a nosotros”,  sentencia agradecido.

Mali, entre el conflicto y la democracia

Por José Jódar Vidal, delegado Cruz Roja Española en Mali.

El pasado domingo 24 de noviembre se celebró la primera vuelta de las elecciones legislativas en Mali, tan solo un par de meses después de las elecciones que llevaron a Ibrahim Boubacar Keita (IBK) a la Presidencia del país, el 15 de agosto de 2013, y con el conflicto del Azawad aún sin resolver. La segunda vuelta está prevista para el 15 de diciembre.

Si hay alguien que sufre cada vez que hay elecciones en Mali, ése es el hipopótamo que preside, imponente en medio del tráfico y del polvo, el Boulevard de la Independencia en Bamako y que siempre acaba, a pocos días de los comicios, revestido con carteles coloridos de los distintos candidatos que se presentan. Podría ser, por qué no, un símbolo de pluralidad política, de alternativa; podría ser, también, el emblema de la asfixia del país ante un conflicto que se eterniza en su zona norte y que impregna la vida de los y las malienses.

El domingo 24 de noviembre fue día de elecciones. Y esto se deja sentir en las distintas comunas de la capital, donde las calles son recorridas por manifestaciones, más o menos multitudinarias, ambientadas por los ritmos de los tambores y por los discursos sobre ruedas detrás de un megáfono de los candidatos y candidatas. Sin embargo, lejos de la aparente tranquilidad que prevalece en las trajinadas calles de Bamako o de las principales ciudades del sur, gran parte del territorio maliense, el Azawad, en la zona norte del país, permanece en conflicto.

El Azawad: zona de conflicto

El Azawad, significa en Tuareg “zona de pasto”, e integra las extensas y arenosas provincias de Tombuctú, Kidal y Gao. Aquí se entremezclan varios actores que no facilitan la normalización de la situación, un cóctel que reúne distintos ejércitos regulares con varios grupos armados: de un lado, están las fuerzas francesas de la Operación Serval, con las fuerzas de la MINUSMA (Misión de Naciones Unidas para Mali) y del Ejército maliense; y del otro, el MNLA (Movimiento de Liberación Nacional del Azawad) y el HCUA (Alto Consejo para la Unidad del Azawad), considerado una escisión del grupo islamista Ansar Dine, que a su vez hace de correa de transmisión con AQMI (Alqaeda en el Magreb Islámico). Un contexto electoral complejo y militarizado, que se encuentra en plena ebullición. Así se demostró el pasado 2 de noviembre tras el secuestro y asesinato exprés de dos periodistas franceses de RFI (Radio France Internationale).

Los acuerdos de paz de Ouagadougou, firmados el 18 de junio de 2013 en la capital de Burkina Faso, son la vía diplomática de un proceso de pacificación complicado. Entre acusaciones de incumplimiento, el MNLA, cuyos candidatos se han podido presentar a las elecciones legislativas, abandonó el jueves pasado, 14 de noviembre, los edificios de Gobierno de Kidal y de la radio regional que fueron ocupados en la rebelión de enero de 2013. Esto, ante la desconfianza de parte de la población de la zona que se pregunta dónde están las armas y si los distintos actores aceptarán los resultados de las próximas elecciones.

Además de la fractura política, está la evidente fractura social que ha dejado un conflicto protagonizado, sobre todo, por la misma población civil del lugar, ya empobrecida por la escasez y continua pauperización de sus medios de vida en esta zona desértica. Se trata de vecinos enfrentados (Peulhs, Sonrhaïs, Tuaregs) cuyas heridas de guerra van a tardar en cicatrizar; de víctimas que demandan que haya un proceso de justicia con los agresores. Algo que en este contexto inseguro todavía está lejos de poder darse. Como muestra de la inestabilidad están las numerosas personas desplazadas hacia otras zonas del país (sobre todo hacia el sur) y refugiadas hacia Argelia, Mauritania y Burkina Faso que poco a poco emprenden el regreso a sus zonas de origen. En total, el ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) estima unas 300.000 personas desplazadas y refugiadas. Esto constituye un reto, tanto para el acceso a los limitados recursos básicos existentes, como para asegurar su participación las elecciones mediante el registro de los votantes en cada comuna por parte de la Comisión Electoral Nacional Independiente.

Las elecciones: un reto

En este marco intrincado, entre el refuerzo de las medidas de seguridad, las elecciones legislativas malienses se presentan como una doble oportunidad. Por un lado, son la posibilidad de mostrar al mundo que el país vuelve a la normalidad después de la guerra. Es decir, aparentar lo que no es. Pero por otro lado, estas elecciones también pueden ser un vehículo para contribuir de forma decisiva hacia el encuentro democrático con esta normalidad, un paso más hacia la reconciliación nacional, y en definitiva, hacia la esperanza de mucha gente que espera volver a vivir lejos de una violencia que se resiste a dejarlos.

Estatua del Hipopótamo en el Boulevard de l’Indépendance, Bamako. (CRE).

Estatua del Hipopótamo en el Boulevard de l’Indépendance, Bamako. (CRE).