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Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina: «Yo he pasado por ello, pero mis hijas no lo harán jamás»

UNICEF Gambia

Era una niña pequeña, no llegaba a los 10 años. Fue mutilada durante su rito de iniciación, porque era parte de la tradición. Pero sangró de manera constante durante casi tres días, pese a que la mujer que había realizado la ablación trató de parar la hemorragia. Finalmente la llevaron al hospital para recibir ayuda profesional. Afortunadamente la niña sobrevivió, pero ahora que es adolescente sufre muchos dolores abdominales y de ingles cada vez que tiene la regla”.

Esta es la historia que hace unos años impresionó a Salieujang Jeng, de 19 años, porque hasta hacía tan solo unos meses la mutilación genital femenina era una práctica habitual en su pueblo, en Gambia.

La mutilación genital es una experiencia traumática para cualquier niña. Tiene consecuencias como dolores insoportables, hemorragias, conmoción, retención de orina, infección de la sangre, esterilidad, parto obstruido, e incluso la muerte, por citar solo algunas.

La prevalencia de la mutilación genital femenina en Gambia* es alta, del 76% entre las mujeres de 15 a 49 años. Y es aún mayor en las zonas rurales.

En 2007 una ONG senegalesa comenzó el Programa de Empoderamiento Comunitario (CEP, por sus siglas en inglés), en colaboración con UNICEF y el gobierno gambiano, para reducir la prevalencia de prácticas tradicionales nocivas y otras normas sociales. El programa, que se lleva a cabo en la región de la cuenca alta de Gambia, se centra especialmente en la erradicación de la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. En esa zona el porcentaje de niñas y mujeres que habían sufrido mutilación genital era del 99% en 2010.

Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina: "Yo he pasado por ello, pero mis hijas no lo harán jamás"

Salieujang Jeng, de 19 años, aprendió las consecuencias de la mutilación genital femenina, y juró proteger a sus hijas / © UNICEF Gambia/2014/SSinghateh

“El profesor no solo nos enseñó lo dañinos que son la mutilación genital y el matrimonio infantil, sino que también nos explicó cómo estar unidos y tener paz en nuestra casa y en la comunidad, cómo mantener nuestro entorno y a nosotros mismos limpios, y cómo proteger nuestros derechos como niñas”, explica Salieujang.

“También se fomenta la participación infantil; hemos aprendido que tenemos derecho a ella”, añade. “Antes del programa a los niños no se nos permitía participar en reuniones públicas. Voy a una escuela coránica, así que no sabía nada de esto”.

El CEP es un programa integral de educación no formal que proporciona a las personas las herramientas necesarias para que puedan tomar decisiones fundamentadas para terminar con violaciones de los derechos humanos como la mutilación genital femenina. Hasta ahora se ha implementado en comunidades donde la tasa de prevalencia de esta práctica es alta.

Nos explican que la ablación es muy mala”, declara Salieujang. “Algunas niñas pueden incluso morir. Por eso hemos parado de hacerlo”.

La continuidad de prácticas dañinas como el matrimonio infantil o la mutilación genital contribuyen a la persistencia de la mortalidad infantil y materna en el país debido a complicaciones en el parto. Una realidad que la población está empezando a comprender.

“Aunque yo haya pasado por ello, ninguna de mis hijas lo hará jamás, porque a veces te causa problemas cuando tienes un bebé”, afirma Salieujang. “Si mi marido insistiera y no me escuchara contarle los peligros de la mutilación, pediría a mis padres y a otros miembros influyentes de la comunidad que se lo explicaran y le convencieran. Además, ninguna de mis hijas se casará antes de cumplir los 18 años”.

Las niñas hemos aprendido mucho, y espero que este programa se lleve a otros pueblos”, concluye.

*Gambia prohibió la mutilación genital femenina a finales de 2015. UNICEF estima que al menos 200 millones de niñas y mujeres son víctimas de esta práctica. En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Femenina, que se conmemora el 6 de febrero, UNICEF recuerda que hay que seguir trabajando para eliminar por completo esta práctica en todo el mundo.

 

El respeto ante lo diferente

Marisa Mialdea, delegada de Cruz Roja en Gambia.

Mujeres preparando la comilona de una boda

Mujeres preparando la comilona de una boda

Es conocido que en África existen profundas creencias culturales acerca del mal de ojo, magia negra, supersticiones… Bueno, mi conocimiento del continente africano no es tan amplio como para saber si ocurre en todos los países africanos, pero sí en el que ahora me ocupa, Gambia.

Gambia es un país mayoritariamente musulmán, pero africano, y donde estas creencias están muy extendidas y respetadas y también temidas. Existe una figura, el marabú, “elegido por Alha” que tiene el poder de solucionar cualquier tipo de problema ya sea de amor, de dinero, de salud, mal de ojo y hechizos pero que también tiene la sabiduría para crear situaciones ‘problemáticas’ con su magia.

Esto que puede parecer alejado de nosotros no lo está tanto y es aquí donde viene mi anécdota.

En las comunidades rurales de Gambia existen tres personajes muy importantes: El Imán, que representa el poder religioso, que no es elegido por la comunidad sino que es un título que pasa de padre a hijo o familiar; el Jefe de la aldea, que es el representante político elegido (en principio) por la comunidad; y el alkalo, que es como nuestros alcaldes, también elegido por el pueblo.

El Imán de una de las comunidades en las que trabajamos, además de ser el representante religioso y como tal con mucha influencia/poder sobre la comunidad, es además un marabú y como tal muy respetado.

Una cocina bajo de consumo

Una cocina de bajo consumo

En esa comunidad se seleccionó un punto elegido por la comunidad, el alkalo, y por el técnico del departamento de agua de la región para perforar un pozo. Pero este sitio no era del agrado del Imán porque según él no se iba a encontrar agua. El constructor empezó a perforar y tras algunos problemas y no encontrar agua decidieron cambiar el sitio. Se seleccionó otro sitio que tampoco era del agrado del Imán. De nuevo el constructor empezó a perforar y otra vez tuvo problemas con los equipos de perforación y uno de sus obreros tuvo un accidente de forma extraña, afortunadamente nada que lamentar.

Decidieron cambiar por tercera vez de localización para el pozo y de nuevo fracasaron. El constructor empezó a pensar (creer) que el Imán le había hecho un marabú (el hechizo también se llama marabú), es decir, que le había echado un mal de ojo. Fue a consultar a otro marabú y éste le dijo que para deshacer el mal de ojo tenía que matar 4 cabritos en el sitio donde se fuera a perforar el pozo. Así lo hizo pero la cuarta vez volvió a tener problemas y es cuando decidió abandonar.

Tras diversos encuentros con la comunidad decidimos tener una última reunión para decidir si seguir insistiendo o abandonar. En esta última reunión es cuando el constructor abiertamente planteó delante de la comunidad y del Imán que estaba convencido que los problemas eran resultado del marabú que le habían conjurado. El Imán en estos momentos mostró su postura de poder, negándose a comentar más que su opinión no había sido respetada y que esas eran las consecuencias.

Ante estas barreras culturales es muy difícil, al menos a corto plazo, insistir en nuestra intervención y la postura es abandonar nuestra actividad en esa comunidad y pensar, ¿cómo es posible que una comunidad entera no se atreva a contradecir a esa persona a sabiendas que pierden la opción de beneficiarse de algo tan valioso en el mundo rural como es un pozo y otras actividades?

Puede que alguien cuando lea esta anécdota se pregunte, ¿y tú te lo crees? Y mi respuesta sería: no importa que yo me lo crea o no, lo importante es que ellos sí se lo creen y nosotros tenemos que respetarlo.

Misteriosa África…