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Crecer rápido en un campo de refugiados de Cisjordania

Por Theresa Jones, responsable de Salud Mental de Médicos Sin Fronteras en Cisjordania

Amin siempre ha sido un niño muy maduro, parece más mayor de lo que es. A menudo calificado de testarudo por su familia, le gusta salirse con la suya pase lo que pase. Tiene seis años y es el más pequeño de siete hermanos, los otros tienen por lo menos 18 años y están acabando la escuela o la universidad.

Sin embargo, éste no es el único motivo por el que Amin es tan maduro para su edad. Amin vive en un gran campo de refugiados en Cisjordania, frente a la torre de vigilancia del Ejército Israelí. El campo alberga a cerca de 10.000 refugiados registrados, y se considera el principal foco de las protestas de Cisjordania. Amin come, duerme y juega sólo a 50 metros del escenario de violentos enfrentamientos diarios entre jóvenes palestinos y soldados israelíes. Estos enfrentamientos siguen un patrón parecido a un juego, empezando generalmente con el lanzamiento de una piedra contra los soldados uniformados que forman filas frente al campo de refugiados, adornados con su sofisticado armamento. Parece que cuando vives en medio del caos, debes aprender a cuidar de ti mismo muy pronto.

Cuando los gases lacrimógenos penetran en su casa en el piso de arriba a través de las ventanas, como ocurre durante los violentos enfrentamientos, Amin es quien las cierra todas. Es él quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Amin ve a diario armas tan grandes como él ante sus propias narices y es testigo de los cacheos e interrogatorios a los que los soldados israelíes someten a sus hermanos cuando salen a la calle.

Amin es quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi

Amin es quien informa a su familia sobre lo que ocurre abajo en la calle, espectador habitual del terror y la agitación que se suceden ante sus ojos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi

Con esta realidad, no es extraño que Amin sienta la necesidad de asumir el control y cuidarse a sí mismo. Esta necesidad puede trasladarse muy fácilmente al día a día. Por ejemplo, cuando insistentemente quiere comerse una tableta de chocolate antes de comer o exige ver los dibujos que quiere en la tele.

MSF conoció a Amin unas semanas después de una violenta incursión a su casa en plena noche. Los soldados israelíes querían utilizar el apartamento de la familia de Amin para vigilar los enfrentamientos que se sucedían abajo en la calle. Parece que éste es un lugar conveniente para una segunda torre de vigilancia. La madre y la hermana de Amin describieron a la psicóloga que los soldados entraron por la fuerza en la casa, encerraron bajo llave a la familia en una habitación, y entonces ocuparon su sala de estar durante horas. Después de esa noche, Amin empezó a tener pesadillas frecuentes de soldados con caras negras (los soldados israelíes cubren sus caras con máscaras negras durante las incursiones),  a orinarse en la cama y se sobresaltaba con el más leve roce. El eczema que le cubre el cuerpo desde los dos meses de edad empeoró y su testarudez fue descrita como un comportamiento “descontrolado”.

Cuando la psicóloga de MSF conoció a Amin consiguió interactuar con él mediante juegos y él le pidió que cuando volviese a visitarle le trajese un “balón de fútbol negro”. La psicóloga piensa que el balón negro está asociado al incidente traumático que sufrió al ver a soldados con máscaras negras irrumpiendo en su casa. Los síntomas que tenía eran pensamientos e imágenes intrusivas de ese incidente. Quizás intentaba controlar esos recuerdos pegando patadas y lanzando la pelota.

Desde entonces ha utilizado dibujos para expresar sus miedos sobre lo ocurrido en el pasado, lo que está ocurriendo en el presente y lo que podría ocurrir en el futuro. Sin duda, parece tener ganas de hacer juegos que impliquen imaginación y magia, y con el tiempo esto parece haberle ayudado a sentirse algo más seguro. Amin también está recibiendo tratamiento del médico de MSF para aliviar el dolor que le provoca la infección cutánea que padece.

Está claro que ser niño no es nada fácil en este campo de refugiados de Cisjordania. De todas formas, esperamos que Amin pueda disfrutar algo de la sencillez de la niñez en medio de toda esta complejidad y caos.

1 comentario

  1. Dice ser Extra

    No hay sencillez en la niñez. La niñez es muy dura, aunque los recuerdos de esas emociones dolorosas, los sepultamos y los negamos para poder seguir adelante.

    09 abril 2014 | 15:30

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