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Sentimientos encontrados en Lankien, Sudán del Sur

Por Arjan Hehenkamp, director general de Médicos Sin Fronteras Holanda.

MSF125642 © Brendan Bannon. Un niño transporta leña ante el inminente chaparrón que se avecina en Lankien

Un niño transporta leña ante el inminente chaparrón que se avecina en Lankien. © B. Bannon

No había vuelto por aquí desde hacía 10 años. La última vez que visité Lankien era coordinador general de Médicos Sin Fronteras en el sur de Sudán, y este lugar no era más que un pequeño pueblecito de unos 6.000 habitantes. Por aquel entonces, MSF proporcionaba tratamiento a miles de pacientes de tuberculosis y de kala azar, y esta árida región era parte de Sudán, un solo país que estaba inmerso en una sangrienta guerra civil entre el norte y el sur. En este tiempo, la población de Lankien ha crecido muchísimo, y hoy en día supera ampliamente las 40.000 personas. Nuestro proyecto también ha crecido, y el pequeño centro de salud en el que trabajábamos ha pasado a convertirse en un hospital regional al que llega gente de todas partes y en el que se hacen operaciones quirúrgicas.

La independencia de Sudán del Sur, obtenida en las urnas hace tan sólo dos años y medio, no trajo consigo la tan ansiada paz. El país está actualmente sumido en una terrible lucha política que ha llevado a sus ciudadanos a una guerra brutal. Miles de personas han perdido la vida en las últimas semanas y cientos de miles más han tenido que abandonar sus hogares de manera apresurada y sin poder llevarse prácticamente nada con ellos. La situación es sin duda crítica.

Un niño cuida de su ganado en Lankien. © Brendan Bannon.

Un niño cuida de su ganado en Lankien. © Brendan Bannon.

Dentro de esta espiral de violencia, Lankien está situada en lo que podría denominarse el ojo del huracán, pues es aquí, en el estado de Jonglei, donde se producen la mayor parte de los enfrentamientos. Además, la violencia en Bor y Malakal, localidades pertenecientes al vecino estado del Alto Nilo, ha hecho que miles de personas acudan aquí en busca de atención médica y de seguridad.

Los hospitales en Bor, Malakal y Akobo ya no funcionan, puesto que han sido saqueados durante los episodios de violencia y los pacientes y el personal médico ha tenido que huir. Así las cosas, el hospital de Lankien es el único que sigue operativo en todo Jonglei, el mayor de los 10 estados de Sudán del Sur.

Lankien también es una de las bases del Ejército Blanco (White Army), una milicia de la tribu Nuer que se enfrenta al Ejército gubernamental y que ha hecho estragos en Malakal y Bor. El Ejército Blanco es una milicia comunitaria tradicional cuyo cometido es la autodefensa: a menudo impide que otras tribus en el estado de Jonglei roben vacas, mientras ellos se dedican a robar las de otras tribus. Sus integrantes se pintan de blanco cuando preparan un ataque, y de ahí su nombre. Reciben órdenes de los jefes tribales pero, sobre todo, del ‘profeta’ Nuer que vive cerca, en el condado de Wuror. El profeta decretó que el Ejército Blanco debía defender a la tribu Nuer tras el ataque del que fueron objeto en diciembre en Juba por parte del Ejército gubernamental, contra el que posteriormente han lanzado ataques en Malakal y Bor. La gran mayoría de miembros del Ejército Blanco son hombres jóvenes que han dejado a sus mujeres e hijos en Lankien, donde parece que están más seguros.

Lankien se ha convertido en refugio y guarida de ladrones al mismo tiempo. Siempre lo ha sido y sin duda alguna ya lo era durante el tiempo que trabajé aquí. Pese a que MSF siempre ha tenido dificultades con las autoridades locales y con los jefes tribales locales a cargo del Ejército Blanco, al ser Lankien el epicentro de brotes de kala azar y carecer de todo tipo de atención sanitaria, nuestros equipos siempre han hecho todo lo que estaba en sus manos para poder seguir trabajando en esta ciudad. Y el resultado es que, en los 14 años que llevamos aquí, hemos tratado a decenas de miles de pacientes, la mayoría de ellos mujeres y niños.

La enfermera Josie Gilday para consulta en el centro nutricional del hospital de Lankien. © Brendan Bannon.

La enfermera Josie Gilday para consulta en el centro nutricional del hospital de Lankien. © Brendan Bannon.

Haber regresado a Lankien me hace sentir bien, a pesar de las terribles circunstancias. El proyecto funciona al 100% y su equipo de expatriados, formado por médicos, enfermeros, un cirujano, una matrona, un especialista en agua y saneamiento y cuatro logistas, trata a cientos de pacientes cada día con la inestimable ayuda del personal local. Su responsable es Angie, una enfermera colombiana pequeña y vivaracha; las autoridades locales la llaman con cariño ‘Mama Charlie’, y no me preguntéis por qué, porque no os lo voy a contar. Algunos de los miembros del equipo tienen mucha experiencia tanto dentro de MSF como en Lankien, y yo he tenido la fortuna de haber podido conocer bastante bien a algunos de ellos: el doctor Mahmud, de Afganistán; Gul, el logista de Pakistán; Alexis, el enfermero de Congo; Haydar, el cirujano iraquí, Erik, el médico holandés, y a dos de los sanitarios locales, Simon y James Biel, que trabajan con nosotros desde hace más de 10 años.

El caso es que, tal y como os decía, tengo sentimientos encontrados por estar aquí. Por un lado siento alegría, pues me he reencontrado con viejos conocidos y he visto los resultados de un trabajo bien hecho, pero por otro lado siento un enorme pesar por la situación en la que se encuentra la población y en general el país. Cuando me fui en 2004, acababa de firmarse el tratado de paz que ponía fin a una larga guerra civil. Ahora, 10 años después, Sudán del Sur se ha sumido de nuevo en un círculo vicioso de violencia. La desconfianza mutua entre las diferentes tribus se ha incrementado enormemente, y a decir verdad no creo que la situación cambie en un futuro próximo. Tengo la sensación de que estamos en el epicentro del conflicto y de que Lankien, su población y nuestro hospital, podrían verse engullidos por una vorágine de violencia en cualquier momento.

Niños jugando en el hospital de Lankien. © Camille Lepage

Niños jugando en el hospital de Lankien. © Camille Lepage

Tras un duro día de trabajo, el equipo juega una partida de cartas para tratar de aliviar la tensión. Jugamos a un juego afgano que nos ha enseñado Mahmud, que, a pesar del entusiasmo por compartir sus tradiciones con nosotros, se retira pronto a la cama.

A la mañana siguiente, Jane, nuestra matrona, me informa de que durante la noche ha nacido un bebé fuerte y saludable de más de 4 kilos, lo cual es un peso enorme para Sudán del Sur. Camino hasta el hospital para ver al bebé y felicitar a la madre, una mujer de Kenia que está casada con un sudanés. Vivían en Malakal cuando estallaron los enfrentamientos, y cuando la madre estaba a punto de salir de cuentas, decidieron huir de la ciudad para no poner en riesgo la vida del futuro bebé. Al cabo de tres días de caminata llegaron a Lankien y hoy la madre ha dado a luz a una preciosa niña. Esta es la imagen de Lankien que me gustaría retener en mi memoria cuando me vaya de aquí. Quiero pensar que hay esperanza y que la violencia va a terminar, pero hoy por hoy, cada vez veo más claro que eso está muy lejos de ocurrir.

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