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Arena roja y silencio

Por Tareck Daher (Médicos Sin Fronteras, Níger)

Durante horas, el viaje sigue tranquilamente. Paisajes idénticos desfilan ante nuestros ojos y no es un paisaje muy verde que digamos.

Matorrales por aquí y por allá, árboles por aquí y por allá a lo largo de la carreteras, seguramente cinamomos, y pequeñas colinas salpicando a lo lejos el paisaje saheliano de esta parte de Níger. Arena y siempre más arena, una tierra que parece árida y que los hombres trabajan con dificultad.

El vehículo sigue su ruta, sin incidentes; nos vamos acercando a Madaua, nuestra primera escala. Media hora de descanso y un tercer cambio de vehículo: esta vez es Bouza quien envía el coche que nos espera en nuestro destino final.

Entre Bouza y Madaua el paisaje es idéntico. Si por casualidad nos colocamos detrás de algún vehículo, nos envuelve una polvareda de color ocre que se nos mete en la garganta hasta que por fin podemos adelantarlo. El sol ya no quema tanto como al principio del día. Las mujeres en las carreteras vuelven a sus hogares, con su cargamento de leña o de agua encima de la cabeza. Por la tarde, todavía les queda por preparar la comida y bañar a los niños, y todo esto después de un duro día de trabajo en el campo. Por la noche, en los pueblos, los niños rendidos de cansancio cenan y se van a la cama.

Por fin llegamos a Bouza. Tras 10 horas de ruta, aparece tras una curva un pueblo donde hemos asumido la gestión de toda una estructura hospitalaria para poder atender a los niños desnutridos. Una última curva y aparece nuestro destino final; un toque de claxon, el portal se abre… y nos recibe la nada. Todo el mundo está en el hospital, así que nos atiende el jefe de proyecto que está solo, esperándonos.

Estoy impaciente; como los demás, quiero visitar la estructura y ver cómo se atiende a estos niños. Me han hablado mucho de esta emergencia y quiero ver cómo estamos respondiendo.

Nos entretenemos el tiempo justo para beber un vaso de agua y lavarnos la cara para asearnos un poco, y ya estamos de nuevo en el coche camino del hospital. Al llegar allí, casi no se oye sonido alguno dentro del recinto, todo un contraste con el exterior. Al fondo, pueden verse unas tiendas blancas teñidas de rojo por culpa de la famosa arena de Níger, y todo está envuelto por un silencio denso en el que no se filtra nada. El vehículo se detiene. Bajamos y nos dirigimos hacia la entrada de este centro nutricional levantado

Centro nutricional de Médicos Sin Fronteras en Bouza, Níger (© Tareck Daher)

Centro nutricional de Médicos Sin Fronteras en Bouza, Níger (© Tareck Daher)

para acoger a niños enfermos.

A nuestra izquierda, en el suelo mondo, vemos unas mujeres envueltas en sus paños de colores cálidos; a su lado, niños tumbados en un silencio casi total, descarnados; de sus cuerpos no sobresalen más que los huesos, tan delgados que no podemos determinar su edad.

Bienvenidos al centro nutricional de Bouza donde la muerte te recibe en frío. Bienvenidos al mundo de lo absurdo, bienvenidos a este mundo donde la dignidad humana se perdió para siempre jamás, donde los niños mueren en silencio. En este mundo de brutos, no hay sito para los débiles.

Hay tiendas montadas por todas partes y en el interior de cada una de ellas hay más niños, habitualmente con sus madres. Se ha establecido un circuito: los que están peor se encuentran en primera línea. Intentamos recuperarlos, reanimarlos, que sigan viviendo. Son los que están peor: tienen la mirada apagada, sin apenas ya señal de vida. Se diría que han entendido que su lucha es como una carrera de obstáculos. Y ya no luchan, parece que han aprendido a rendirse.

Y sin embargo, en este centro nutricional a veces aparece un rayo de esperanza: cuando se ha podido salvar a un niño, cuando se puede ver una sonrisa dibujarse en un rostro, cuando se ha gana el combate y el niño se salva. Entonces piensas que hay que seguir adelante porque merece la pena hacerlo.

A vosotros, pequeños que sobreviviréis, quiero deciros que espero que seáis personas justas.

 

1 comentario

  1. Ánimo con la maravillosa obra que realizan allá, entregen la esperanza de que si hay personas que se preocupan de ellos, que el amor existe y que se debe luchar y vivir por descubrirlo.Que esos niños crezcan sanos y fuertes para que se puedan parar con dignidad frente a la vida y escoger su camino.

    A veces las fuerzas pueden flaquear pero la fuerza se alimentará del sentido de esa obra y
    de estar en el lado justo de la vida, de estar haciendo lo correcto, dando una mano al débil, al que lo necesita.

    Un Abrazo Grande!!!!

    21 enero 2013 | 15:52

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