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En ruta hacia Bouza

Por Tareck Daher (Médicos Sin Fronteras, Níger)

El despertador suena a las 5 de la mañana. Dentro de nada salimos para los proyectos. El coche debería llegar a las seis y media, y tenemos por delante de 9 a 10 horas de trayecto. Me han dicho que en principio la ruta está asfaltada hasta Madaua (nuestra primera escala), para partir enseguida rumbo a Bouza (donde se encuentra el segundo proyecto).

El desayuno consiste principalmente en sandía y un poco de agua. Miro por última vez mi email. Nuestro chófer, Ousmane, llega puntualmente con el coche. Pero nos falta alguien: parece ser que uno de los expatriados se ha dormido. Quizá olvidó poner el despertador. Llamo a su puerta varias veces, y por fin abre la puerta con los ojos todavía medio cerrados: no ha oído el despertador.

Quince minutos después nos ponemos todos en marcha; viajamos en minibús con los bártulos detrás y hay espacio suficiente para todos. Unos duermen, otros tendidos en los asientos intentan pasar el tiempo y yo, sentado delante, miro a mi alrededor este paisaje saheliano.

Paisaje de camino a Bouza (© Tareck Daher)

Paisaje de camino a Bouza (© Tareck Daher)

Escruto todo lo que me rodea a lo largo del camino. Veo cómo aparecen y desaparecen poblados bordeados de chozas con tejados de paja, quemados por el sol durante todo el año. Las paredes de adobe dan la impresión de que todo está a punto de caerse, y sin embargo estas casitas sencillas y modestas siguen en pie. Estas casas cobijan a menudo familias enteras, todos viviendo en la misma habitación.

A la vuelta del camino, por aquí y por allá, se puede ver el ganado que cuidan unos niños que no levantan un palmo del suelo. Conducen el rebaño hacia los campos para que puedan pastar. Viendo estos rebaños de cebúes y cómo esos niños hacen frente a estos animales que les obedecen sin rechistar, pienso en las tremendas responsabilidades que tienen que asumir desde muy temprana edad estos chicos tan pequeños.

Estos animales me parecen inmensos en comparación con los seres frágiles que los llevan a punta de bastón; un simple gesto un poco brusco podría acabar en drama. Y sin embargo, a lo largo del camino, es lo que vemos: niños pequeños (niños en su mayoría, más que niñas) que conducen orgullosamente sus animales, con un aire de dignidad impreso en la mirada.

Cuánta simplicidad podemos contemplar a lo largo de este camino, como a menudo ocurre en África. Ves gente vestida con sencillez yendo a pie de un lugar a otro, y no ves esa obesidad que a menudo constatamos en los países occidentales. Aquí, las personas son esbeltas, con aspecto distinguido, los rostros bien dibujados, con los trazos angulosos, la cabeza erguida con un porte digno… Rara vez se puede ver gente en la carretera haciendo autostop para que pare un vehículo: simplemente caminan hasta llegar a su destino.

DÍA DE MERCADO

A mitad de camino a Madaoua, después de 3 horas y media de carretera, llegamos a la gran aldea de Doutchi, lugar donde nos espera el vehículo “kiss”: es otro vehículo que viene a recogernos del proyecto de destino y que nos llevará hasta allí, mientras el vehículo en el que hemos venido regresa a la base.

Doutchi es una aldea rica en color, con todos estos colores de los variopintos bubúes1, las mujeres gritando por aquí y por allá intentando vender sus productos a los clientes del día. Es día de mercado en Doutchi. Aquí se dan cita todos los pueblos de los alrededores, vendedores diversos por todas partes intentando vender sus productos. Desde vendedores de ganado hasta vendedores de clavos, pasando por un carburador de moto… se encuentra de todo aquí. Es la cueva de Alí Babá: todo se regatea, desde un neumático usado pero todavía en buen estado según las normas locales, hasta una flamante moto nueva.

Aquí en Doutchi, como en muchos pueblos, los días de mercado son también días en los que la gente se reencuentra después de muchos meses de no verse así que es un día de risas y de palmadas cariñosas en el hombro entre amigos, mientras que otros discuten con vehemencia las últimas noticias de un pueblo o de otro. Bienvenidos a esta África, acogedora y resplandeciente. Bienvenidos a esta África donde las risas, los gritos estallan por doquier y donde el buen humor es lo que se lleva.

Estamos todos sentados alrededor de una mesa. Converso con los que van en sentido contrario, hacia la capital. Alguien me interpela para preguntarme si quiero beber algo, asiento y sigo con mi discusión en este caos donde todo el mundo se reúne. Todavía quedan unos minutos antes de reanudar una ruta que nos llevará aún varias horas. Tengo mucha suerte: voy sentado delante, al lado del conductor, el sitio ideal. Cada uno se desentumece las piernas como puede antes de volver al coche. Tenemos que llegar a Bouza antes de las 6 de la tarde.

Nos ponemos en marcha. Este coche es un todoterreno y es menos cómodo para los que van sentados atrás. Rebaños de camellos recorren la región, ganado por aquí y por allá, como si la desnutrición en este país no pudiese existir. Y sin embargo, todos los indicadores en las zonas de intervención están en rojo, hay niños que se mueren de hambre, niños que están desnutridos.

Los niños fotografiados a medio camino (© Tareck Daher).

Los niños fotografiados a medio camino (© Tareck Daher).

Pasada una hora de carretera desde que salimos de Doutchi, tenemos que parar para hacer nuestras necesidades, así que buscamos un lugar discreto donde de paso podamos descansar unos minutos. Unos niños vienen a nuestro encuentro, un grupo de niñas y niños pequeños. El mayor no tendrá más de 10 años y lleva en brazo a un niñito que está a su cuidado.

Les pregunto si me permiten hacerles una foto, y me contestan que sí con una gran sonrisa. Es fantástico. Tomo las fotos y se las enseño: estallan en risas, hablan deprisa; creo que comentan la foto.

Volvemos a subirnos al vehículo, los niños agitan sus delgadas manos para desearnos un buen viaje. Maravillosa África.

(Continuará)

 

1. El bubú o ‘boubou’ es una prenda de vestir típica del África Occidental, que consiste en varias piezas: un pantalón, una camisa larga y una túnica ancha sin mangas. Es un traje típicamente masculino aunque también es usado por las mujeres en algunos países.

 

1 comentario

  1. Dice ser Brisha

    Pues a mi me ha gustado, por una vez he sentido de nuevo esa fresca esperanza que pude notar cuando pisaba esa tierra roja que ahora pisa nuestro amigo el ONGeta..

    En fin, no todo debe ser niños muriendose de hambre o violaciones o desastres naturales o gobiernos asesinos o….o o.

    Africa no es el continente perdido donde el miedo y la muerte atenaza a sus gentes. Africa es ilusion, preciosos amaneceres, personas que te sonrien y te dan la mano o un pedazo del poco pan que tiene. Africa, mal que les pese a muchos, es nuestro origen, y de seguro sera nuestro final. Al menos asi lo espero yo para mi.

    10 enero 2013 | 16:54

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