Por Vicente Rey Bakaikoa (Haití, Médicos Sin Fronteras)
El otro día, mientras estaba en el taller, lo sentí. El mismo murmullo de la tierra y, durante un par de segundos, la misma vibración se repitió. Esta vez, la conexión entre mis sentidos y mis músculos fue inmediata, y sin duda batí mi récord de salto de longitud para alejarme lo más rápido posible del edificio.
Pero en realidad no era nada, y también eso lo supe al mismo tiempo que mi cuerpo reaccionaba.
Cuando aterricé y miré a mi alrededor, vi que todo el personal del hospital se había juntado con los pacientes alrededor de las tiendas. Los niños miraban con grandes ojos silenciosos y preocupados, y todo el mundo repetía la misma palabra con una risa nerviosa: «gudu gudu».
Es la palabra que se han inventado en Haití para desdramatizar un poco el tema de los temblores. Pero aunque el alivio de constatar que no había pasado nada liberaba algunas risas, el drama de los recuerdos se veía en muchos ojos, y algunos temblaban del susto.
A la mañana siguiente, Venante llega a la lavandería con el pelo cambiado, todo hueco y rizado. Cuando la veo le digo… «¿Gudu gudu?». Y todas las lavanderas se ríen, esta vez con ganas.
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Foto: Edificio destruido por el terremoto del 12 de enero en Puerto Príncipe (© Michael Goldfarb/MSF)
Pobre gente seguro que eso de gudú gudu no les hace ni pizca de gracia por muchas falsas alarmas que se den.
Clica sobre mi nombre
08 julio 2010 | 22:23
Qué foto tan terrible, pobre gente, seguro que tienen que tener un miedo horroroso metido en el cuerpo, aunque al menos saben sacarle la sonrisa hasta a los pequeños sustos.
09 julio 2010 | 11:39