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Escribe su propio obituario donde confiesa sus fechorías

El estadounidense Val Patterson tenía 59 años, padecía una grave enfermedad y andaba haciendo repaso de todas las travesuras que había cometido a lo largo de su vida. Por eso, antes de que fuera demasiado tarde, decidió que sería una idea genial escribir su propio obituario para dar las gracias a su mujer Mary Jane y a su pandilla de siempre por toda una vida feliz… y ya de paso, confesar las fechorías que había cometido en este tiempo.

Entre palabras de ánimo a su esposa y lamentos por «sentirse invencible de joven mientras fumaba cigarrillos aunque sabía que era perjudicial para la salud», Val confiesa en su obituario, escrito en The Salt Lake Tribune, que fue él quien robó la caja fuerte del Motor View Drive Inn en junio de 1971, un tema que aún no se había resuelto y que aún hoy, 41 años después, retumbaba en su cabeza.

Además, este Doctor en Ingeniería se disculpa con todos los ingenieros que han trabajado con él a lo largo de estos años, dado que jamás terminó la carrera. ¿Cómo es posible que fuera Doctor entonces? Tan sencillo como surrealista: un día fue a pagar un recibo a la universidad, la chica que le atendió puso el papel en el montón equivocado… y dos semanas después tenía un diploma en su buzón.

«Lo siento», dice Val, «pero admitiréis que mis diseños siempre funcionaron bien«, añade con un poquillo de sorna. Fijaos de qué sirven tantos años de esfuerzo y dedicación: un muchacho estudia tres años, lo convierten en Doctor por error y nadie se da cuenta en toda la vida. Una de tres: o sus compañeros eran bobos, o él era un genio… o resulta que esto de las carreras está sobrevalorado.

La cosa no va mucho más allá, pero aún quedan un par de detalles un poco peculiares para tratarse de un obituario. Ya que está, Val manda un mensaje a los jefes de Disneyland y SeaWorld San Diego: «Si leéis esto, podéis borrarme de vuestra lista de ‘expulsado de por vida’ si queréis». En el texto no especifica qué hizo para conseguir estos méritos, simplemente añade que «ya no voy a ser un problema».

Y llegado este punto, el famoso sexto párrafo de cada post del blog del becario, os estaréis preguntando qué hace este tema entre tanta broma y cachondeo. Pues bien, Val afrontó con serenidad esta última etapa y quiso compartir con todos su examen de conciencia («me conozcas o no, querido lector, me alegro de que hayas llegado al final de mi carta», escribe). Creo que su coraje debería servir de ejemplo en nuestro día a día.

PD: ¿Qué habríais hecho vosotros? ¿Confesarlo todo en una carta póstuma o no decir nada y que todo quedara en secreto?