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Un cura inglés no pudo oficiar una boda porque estaba borracho

curaborrachoHabía un cura en mi pueblo que tenía la nariz muy colorada con excesiva frecuencia. Por lo visto, además del vino de consagrar, también solía regar su cuerpo con otras bebidas espirituosas, algo que me parece más que razonable pues, ¿acaso no se dedican los sacerdotes a las tareas del espíritu? El asunto es que la figura del clérigo que le da a la botella empieza a ser un clásico en el imaginario colectivo. Para fomentar esta imagen, ha puesto su granito de arena Brian Taylor, un clérigo británico amigo del pimple.

El reverendo Taylor tenía que oficiar una boda el pasado fin de semana, pero no pudo ejercer sus funciones debido a la tremenda cogorza que llevaba. Justo antes de empezar la ceremonia, Taylor perdió el equilibrio y se cayó, visiblemente ebrio. Los invitados al evento rompieron en risas, según comentaron a The Sun varios de ellos. Dado que el párroco parecía del todo incapaz de continuar con el ritual, algunos familiares de los novios lo llevaron a la sacristía, donde trataron de impedir que siguiera haciendo el ridículo. Sin embargo, no lo consiguieron del todo, ya que los invitados siguieron con las carcajadas mientras escuchaban algunos absurdos alegatos. «En el nombre del Señor, no estoy borracho. No hay nada mal en mí. Quiero oficiar la boda», gritaba fuera de sí.

Al novio, Chris John, se le quedaron grabadas a fuego algunas imágenes y las relata con detalle. «Nunca olvidaré cuando vi al vicario haciendo zig-zag por la colina de la iglesia, con su túnica ondenado al viento. Luego llegó a la puerta, pero se cayó por un terraplén. El fotógrafo le preguntó si se encontraba bien y él reconoció que no del todo. Pasó junto a mí como Jack Sparrow, tropezó al cruzar la puerta y se desplomó delante de 96 personas». El relato de los hechos me resulta cómico, pero si me pongo en la piel del novio, entiendo su desazón. ¡Vaya planazo!

Finalmente, la boda pudo celebrarse, ya que los amigos del novio fueron a buscar un cura al pueblo de al lado, a quien el reverendo Taylor le debe una bien gorda. Seguro que le recompensa invitándole a unas copas…