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Los ‘palabros’ de los abuelos

Es cierto que las navidades (los días como hoy) son una época bonita para estar con los tuyos, pero también tiene momentos de melancolía. El otro día, entre risa y risa, con el yogur a medio rebañar, me vino un pelín de ‘bajuna’ recordando a mis abuelos, esos seres sabios que un día me dejaron, pero a los que aún llevo dentro.

Desde muy pequeño fui un niño loro-esponja, retenía y repetía las cosas que les oía decir. Ya de mayor, las comprendía y muchas de ellas me hacían gracia, pero no por eso dejaba de usarlas. Mis ‘yayos’ se pasaron toda la vida dándome buenos consejos y no hay palabras en el mundo para agradecérselo, así que tengo una peculiar forma de tenerlos presentes a diario. Uso sus refranes y sus ‘palabros’ para todo. Por ejemplo, hay cinco ‘clásicos’ que siempre decía mi abuelo:

Los cojones treintaitrés (cuando no estaba de acuerdo con algo).

Tengo más hambre que los pavos de Manolo.

Tengo más hambre que Dios talento (variación de la anterior).

Dar pan a un perro es perder pan y perder perro (cuando a alguien no le gustaba la comida que había preparado).

Hace un frío que no corta el cutis; corta los cojones (este sólo lo decía porque sabía que me hacía gracia).

¡Baja Manolo y llévatela! (Lo decía por mi abuela, en tono de broma, cada vez que ella le insistía en cosas como ir al médico).

Recuerdo esos momentos y me olvido de que soy becario. Me siento bien. Toda una infancia tirándole penaltis al pobre, que encima una vez tuvo que salvarme la vida arriesgando la suya. Me tiré con la bici cuesta abajo y sin frenos y me daba miedo frenar con los pies porque los zapatos eran nuevos: tuvo que dejarse atropellar por mi para frenarme y evitar que acabase llegando a la carretera. Menuda leche. Nunca me lo tuvo en cuenta. Y tampoco olvido su obsesión por la historia de ‘Cachuchas’, uno de su pueblo que no se lavaba, y su pasión: no querer nada para él y dárselo todo y sus hijos y nietos.

De mi abuela me gusta recordar su afición a las cartas, a la ‘teletienda’ y rezarle a un santo cuyo nombre no recuerdo cuando se le perdía algo. En su honor, además, utilizo «samóforo» en vez de semáforo, «mondarina» por mandarina, «cocretas», «dostor»… La gente se ríe cuando las digo y lo entiendo, pero no me importa porque sé que ellos, desde algún sitio, ven los guiños que les lanzo.

PD: Un beso muy fuerte a todos los abuelos del mundo.

PD2: ¿Cuáles eran/son los ‘clásicos’ de tus abuelos?

PD3: FELIZ AÑO A TODOS.