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El día de su boda fue un desastre y exigen una indemnización

Uno suele estar con relativo miedo o inquietud por si el día de su boda va a llover o no, o por si hay un imprevisto de última hora. Después de ver la preparación, desarrollo y desenlace de las bodas de varios amigos míos he llegado a la conclusión de que la última semana te preocupa cuánta de esa gente que te dijo que iba no irá y el último día miras al cielo y confías en que todo lo que ya tienes preparado salga tal y como lo has organizado.

Por eso probablemente vais a quedaros a cuadros cuando conozcáis la historia de Peter (41 años) y Michelle Rogers (36), un (ahora) matrimonio británico que vio cómo su boda, celebrada el 7 de enero, pasó de ser un plan perfecto a un desastre que ríete tú de la boda de Ross y Emily en Friends.

La pareja, natural de Dover (una localidad, no el grupo de música), en Kent (es un condado, no el presentador de Los Simpsons) había comprado en una empresa que organiza estos eventos una especie de paquete de Toda su boda por 5.400 euros con el objetivo de no tener que preocuparse de buscar un lugar, un fotógrafo… todo por separado.

Pues bien, llegado el día la cosa se empezó a torcer 15 minutos antes de la ceremonia, cuando Peter fue  al lugar en el que se iba a celebrar (teóricamente se casaban a las 14.45 horas, pero como el novio llega antes acudió a las 14.30) y le dijeron que el sitio aún no estaba listo y se tenía que ir.

Salió y media hora después, ya con la novia esperando, les dijeron que la persona encargada de casarlos no había llegado. Supondréis que algo grave había pasado para que se ausentara, ¿no? Bueno, valorad lo grave que es: no acudió a casarlos porque había «salido a pasear al perro». Lo que conocemos como razones de fuerza mayor, vamos, ya sabéis que la versión de «el perro se ha comido mis deberes» ahora es «no hice los deberes porque saqué a pasear al perro ante el temor de que se los comiera». ¡Eso cuela seguro!

Llamaron a otro funcionario para que los casara y después de dos horas llegó al lugar. Cuando se presentó y comenzó la boda se dieron cuenta de que tenía mal los votos, la música no era la que habían elegido (daba igual, porque el CD, además, no funcionaba) y… sí, muchachos, aún podía ir peor, dijo mal el nombre de la novia (ahora sí, al más puro estilo Ross).

Según cuenta Peter a la prensa británica, la cosa fue aún peor porque cuando al final se casaron ya estaba demasiado oscuro y el fotógrafo no pudo captar nada del momento. Además, el chico de las fotos tenía otro compromiso y tuvo que irse a toda prisa.

Los responsables de este desaguisado (qué poquito usamos esta palabra con lo bonita que es) han pedido disculpas, pero para la pareja, como imaginaréis, no es suficiente y exigen una indemnización. Desde luego, se le quitan a uno las ganas de casarse…

PD: Dice Peter, y razón no le falta, que seguro que este día no lo va a olvidar.

PD2: La opción b es montárselo al estilo Sabina, pasar de ceremonias y que todas las noches sean noches de boda.