Hay parásitos o extraños objetos que eligen como casa el cuerpo humano, pero que un molusco marino decida que su hogar es el interior de la rodilla de un chaval, es algo que puede suceder una vez entre muchos millones.

Pues la china le tocó a Paul Franklin, un risueño niño de cuatro años de Aliso Viejo (California), que durante la vacaciones familiares, a mediados del mes de julio, se tropezó mientras daba un paseo por la playa y se dio un pequeño golpe contra una piedra. Los padres limpiaron y curaron la rozadura, y no le dieron mayor importancia.

Una semana después, la rodilla de Paul comenzó a dar problemas. «Cada vez estaba más hinchada y con un color alarmante«, comentó la madre del chico a un medio local. Inmediatamente lo llevaron al médico. Tras un examen de la articulación afectada, el galeno diagnosticó una infección por estafilococos y recetó antibióticos al sufrido chavalín.

El caracol ‘Turbo’

Pero el bulto, cada vez más negro, no dejaba de crecer. Alarmados, la pareja llevó a su hijo a urgencias, donde finalmente drenaron la herida y lo que apareció dentro dejó al equipo médico patidifuso: era un caracol de mar vivito y coleando. Tal es así, que lo colocaron en un recipiente con agua y se movió. Solo de pensarlo me da dentera.

El pobre Paul tuvo la mala suerte de que el huevo del caracol se introdujo bajo su piel cuando se raspó con la piedra. Lejos de asustarse o sorprenderse, el chaval ha adoptado al molusco como mascota y le ha llamado Turbo, en homenaje al nuevo personaje animado del verano, que casualidades del destino es un gracioso y veloz caracol.