Como hoy en día se dan premios por cualquier cosa, a principios de los 90 se creó uno de los pocos que faltaban: el premio a la muerte más estúpida. Era la forma de destacar los casos de involución, esas veces en las que no se cumple la teoría de Charles Darwin y el ser humano no va a mejor (ACTUALIZACIÓN 18.08 horas: o, como bien me apunta Pablo, sí se cumple porque elimina al más débil).

En honor al naturalista, los premios se llamaron Darwin Awards. Mezcla de humor negro y crueldad, los Darwin no valoran los hechos inventados, de manera que sólo puntúan los sucesos reales protagonizados por personas adultas y sin problemas mentales.

Pese al título que he elegido, los casos no siempre (aunque sí la amplia mayoría de veces) premian la muerte. Ocasionalmente, el protagonista de la historia (y premiado) sólo queda estéril… que ya es bastante castigo, como para que encima te lo anden recordando y publicando en Internet.

Algunos galardonados son absolutamente torpes (un joven que cae por un balcón durante una apuesta de «a ver quién escupe más lejos» porque cogió demasiada carrerilla, un hombre ahogado en la piscina mientras competía con amigos para ver quién aguantaba más la respiración…), pero otros, sinceramente, dan lástima.

Un ejemplo de estas últimas es la muerte del sacerdote volador, el párroco brasileño que voló sostenido por mil globos.

Tan famosos se han hecho estos premios que hasta les hicieron una película en 2006. Vale que se toman la vida con humor, y que en ocasiones somos demasiado aprensivos, pero yo creo que esto ya es pasarse…

PD: Hacía tiempo que quería hablar de los Premios Darwin, por eso los he colado en la Cultura Becaria, más flojilla que otras veces (lo asumo).

PD2: Ya sé que os prometí publicar hoy la entrevista con MC Larrosa, pero me faltaba una pregunta por añadir y la sacaré mañana. ¡Abrazos!

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