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Un tigre sufre un ataque de pánico tras ser abrazado por un borracho

Nicolas Vollmer / Flickr

Nicolas Vollmer / Flickr

Está el mundo tan suavecito, tan flojito, que hasta los animales en apariencia más fieros blandean de mala manera. Eso, al menos, es lo que le ha pasado a un tigre del zoológico de Kiev, que, aparentemente, sufrió un agudo ataque de pánico después de que un hombre borracho se saltara las medidas de seguridad para entrar en su jaula y abrazarlo. ¿Miedo a un borracho? ¿Un tigre? Esto no es lo que nos han enseñado los documentales Wild life de National Geographic. ¡Qué decepción de fauna, de verdad!

Bien es verdad que la historia tiene algunos recovecos que dan pie para que el animalito, de nombre Malysh, se llevara un susto, pero me parece exagerado el estado de ansiedad en el que entró tras el incidente, que aconteció de la siguiente manera. El borracho, en un alarde de estupidez propia de aquellos que se han pasado con las copas -me imagino la clásica conversación etílica que acaba con un amigo retando a otro al grito de ¡no hay huevos!-, escaló la reja que separa a Malysh de sus visitantes y se dio un soberano hostión, que no fue óbice para que tuviera el arrojo de acercarse al tigre y propinarle un abrazo. El animalito, en principio, sujetó fuertemente a su inesperado visitante (ya hay que tener ganas, porque debería de apestar a vodka) y éste, para zafarse, sacó como pudo una pistola y disparó al aire.

Tras el tiro, el hombre fue detenido y trasladado a un hospital, donde recibió atención médica. A mí, personalmente, me gustaría que además de los cuidados médicos también hubiera recibido un par de bofetones, pero eso no lo sabemos… El caballero, seguramente, se encuentra ahora tan pancho, vacilando de ir sobrado de testiculina por su ‘hazaña’.

Peor le fue a Malysh. Según uno de los trabajadores del zoo, como consecuencia del incidente, el felino lleva varios días conmocionado. «Sufrió un ataque de ansiedad y miedo y durante horas permaneció acurrucado en un rincón de su jaula, rehuyendo cualquier tipo de contacto». El mismo empleado asegura que Malysh suele ser muy afable con los humanos y que le va a costar un tiempo recuperarse del susto. Es lo que tienen los animales en cautividad, que se ablandan tanto que no son capaces de poner a los intrusos en su sitio. Y, encima, se asustan. ¡Ay, National Geographic, cuánto nos has engañado!