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El espantapájaros humano

A ver cómo cuento esta historia sin herir sensibilidades. Es complicado, porque es una noticia hilarante e indignante a partes iguales. Según se mire puede verse como el trabajo ideal o un sucedáneo de empleo. A mí me parece lo segundo.

Foto: Peter Pearson

Foto: Peter Pearson

Resulta que en Inglaterra, una licenciatura tampoco te garantiza un futuro laboral asociado a tu formación. El ejemplo es Jamie Fox, un licenciado en Inglés y Música por la Universidad de Bangor que se gana la vida como espantapájaros humano. Todos los trabajos son dignos y tal, pero… ¿espantapájaros? ¿Eso no era cosas de peleles o de personajes de «El mago de Oz»?

Jamie, de 22 años, se gana la vida asuntando pájaros, sobre todo perdices, en un campo de Norfolk, al este de Inglaterra. El método es bastante sencillo. Se sienta durante horas a ver la vida pasar, con su soledad, un libro, un ukelele (antes usaba un viejo acordeón) y un cencerro como compañeros de aventura. De vez en cuando, si una bandada de perdices se aproxima por el campo que cuida, de unas 4 hectáreas, hace sonar su instrumento musical hasta que los pájaros se alejan.

Gana el salario mínimo en el Reino Unido
Así, día tras día, en una rutina que, asombroso, ha despertado la envidia de algunos de sus amigos, según confiesa el propio Jamie. «Estoy sentado en el campo leyendo un libro, algunos de ellos (por sus amigos) sueñan con mi situación». Vale que el trabajo no parece muy estresante, pero tampoco parece tan atractivo, ¿no? Menos aún si tenemos en cuenta que su sueldo son 250 libras a la semana (unos 300 euros), justo el salario mínimo del Reino Unido y un tercio del salario medio en el país de Oasis (sí, soy fan de Liam Gallagher, no me lapidéis por ello).

Jamie es consciente de que no está ante el trabajo de su vida, pero asegura que está satisfecho, porque le permite ahorrar algo de dinero para hacer un viaje por Nueva Zelanda, su siguiente reto mientras piensa lo que hace con su futuro, como cualquier joven licenciado en España… (envidia sana). Más caradura tiene su patrón, que le paga el salario mínimo a pesar de reconocer que «Jamie está haciendo un gran trabajo», ya que el campo está mucho mejor cuidado que cuando usaba los tradicionales espantapájaros de paja. ¡Qué menos que una subida de sueldo, entonces!

Os dejo este enlace para que veáis algunas fotos del espantapájaros humano. Y no estoy siendo socarrón.

Arrestada por conducir borracha un carrito de golf junto a un espantapájaros

BecConsejo: «Que no te duela pedir perdón ni dar las gracias»

Según Florentino Pérez, hay personas que nacen «para jugar en el Real Madrid». Según lo veo yo, sin quitarle razón al presi, hay personas que nacen «para salir en el blog del becario«. El ejemplo más claro es Jacqueline Hamilton, una mujer de 59 años que protagoniza una de las historias más rocambolescas que hemos visto en las últimas semanas.

Jacqueline fue detenida el miércoles en Chesterton, Indiana (Estados Unidos) después de que la vieran conducir un carrito de golf de forma errática, acompañada de una botella de whisky y un espantapájaros.

Al parecer, Jackie había salido de una droguería y, como si estuviera paseando por la mexicana Isla Mujeres, montó en su carrito de golf. Obviamente, su carrito no tenía luces, si bien es un detalle que carece de importancia a juzgar por las eses que iba dibujando con las ruedas, según publica la prensa estadounidense.

La Policía la localizó y detuvo el vehículo. Según contó la detenida a los agentes, había ido a comprar la decoración de Halloween para sus nietos y tenía previsto echarse unos traguitos de whiskey junto a la lumbre. Un plan cualquiera para el miércoles por la noche, vamos.

Desgraciadamente para ella, los agentes notaron que su aliento apestaba alcohol… y que apenas se tenía en pie mientras hablaba con ellos. Le preguntaron si había bebido y ella admitió primero que sí, que había tomado alguna copa. Más tarde reconoció que llevaba diez en su cuerpo serrano.

Jackie fue detenida y el carrito de golf fue devuelto a su marido. Desgraciadamente no sabemos qué ocurrió con la botella de whisky ni con el espantapájaros. Si me entero de algo ya os voy contando.

PD: Este tipo de historias son dignas de capítulos en series como Me llamo Earl o Hope.

(FOTOberriehol)