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Un español perdido en… Cuba

Bueno, ya estoy de vuelta en Madrid, después de un fin de semana en Barcelona. ¿Os gustó Puerto Rico? Ya he visto que nadie se ha sorprendido de que el lunes no viajáramos a ningún sitio. Aún así, no os preocupéis, hoy habrá vuelo.

Durante el viaje nos espera un peliculón (/ironía): Gitano. Y no os entretengo más, porque viajamos a… ¡¡¡CUBA!!! David nos espera allí y con él os dejo.

1) Nombre

David Posse.

2) Edad

47 años.

3) En España vivía…

En Galicia.

4) Ahora vivo…

En Las Tunas, en el interior de Cuba.

5) ¿Por qué me fui?

En este rincón del mundo la vida tiene otro ritmo, otro color y otros olores, muy diferente todo de lo que he dejado atrás. Tal vez, cuando los políticos dejen de hacer política en España, y las cosas vayan a mejor, cuando las oportunidades estén al alcance del que tiene talento, no un apellido famoso, cuando tu trabajo repercuta en tu bienestar y en el del resto de la población me replantee el regresar.

6) Recomiendo que visitéis…

Pues muchísimas cosas, para comenzar, no puede dejar de visitarme a mí, eso ni se pregunta. Por otro lado, aquí hay actividades culturales en cualquier momento. Esta ciudad es la Capital de la escultura cubana, y sus calles están adornadas por infinidad de obras donadas por sus creadores. Tampoco se puede uno irse sin ver El Cornito, una zona poblada de un denso bosque de Bambúes, en donde estaba ubicada la casa de uno de los más insignes poetas cubanos, Manuel Nápoles Fajardo, El Cucalambé, asesinado por las autoridades coloniales españolas, un lugar idílico en donde se llevan a cabo diversas actividades culturales, principalmente las denominadas Jornadas Cucalambeanas, en memoria del insigne poeta.

1) De España añoro…

Añoro a mis familiares, a mis amigos de siempre, a poderme comer un buen jamón cuando quiera (aquí, debido al calor, es un producto que escasea) y a poder fumarme tranquilamente un par de buenos canutos de marihuana de vez en cuando.

2) En España no tenía y ahora sí…

Paz, tranquilidad, buenos amigos y una manera totalmente diferente de ver, sentir y vivir la vida, con más relax, sin prisas para nada, el poder hacer mi trabajo sin que otros pretendan vivir de él…

3) De Las Tunas no me gusta…

Pues todavía no lo sé, tal vez los apagones, pese a que cuando era niño, eran el pan nuestro de cada día, en la España de los sesenta y principios de los setenta, es algo que tenía olvidado, pero que tampoco te hace la vida imposible. O las deficiencias del transporte, aunque no me quejo, estaba bastante anquilosado en España, y aquí, voy a todas partes en caballo o en bicicleta. No sé…

4) La mejor comida Las Tunas es…

Pues hay varias, aunque indudablemente, el puerquito asado es el rey, un lechón asado lentamente al espeto sobre las brasas, aderezado con especias, zumo de lima y ron, pero también hay que probar la langosta, que aquí se prepara de diversas maneras, a cual más sabrosa, o el salpicón de cangrejo, todo ello, delicias para el paladar, todo bien regado con ron o cerveza.

Motivos para el autoexilio

No siempre es fácil dejar atrás todo lo que tenías y marcharte a otro país. Algunas personas lo hacen por gusto, otras, la mayoría, por necesidad, y un pequeño porcentaje, lo hacemos porque sí, porque hartos de malvivir para que otros vivan como dios, queremos ver otros lares, conocer otras gentes, escapar de la rutina, del agobio, de la opresión del gris “día a día”, de la monotonía, porque es vital cambiar de ambiente, de aires, de clima, de gente. Romper con lo de siempre y comenzar una nueva vida en otro país, entre otras culturas, así que, un buen día, te deshaces de lo que eras hasta entonces, te lías la manta a la cabeza y desapareces para el mundo, para lo que hasta ese momento, era tu mundo. ¿Qué impulsa a alguien a hacer algo así? Es difícil contestar a eso, pero lo haces sin pensarlo mucho.

Por mi parte, siempre me atrajo Centroamérica, el Caribe, sus playas de ensueño (pese a que vivo en el interior de Cuba), Sudamérica, con sus interminables selvas, y principalmente, la afinidad del idioma. Tuve ocasión de liarme la manta a la cabeza y no lo pensé, lo hice, y no me arrepiento para nada. Pero también podría haberme ido a Australia, o a alguna de esas islas perdidas del Pacifico, o a África, o a… La elección, sin embargo, recayó en Cuba.

Actualmente, vivo en la ciudad de Las Tunas, donde me he casado. Está en el interior de Cuba, una ciudad tranquila, alejada del bullicio del turismo, dedicándome a la fotografía y a las labores del campo, ya que la familia que ahora es mi familia, es propietaria de una granja en la que criamos animales y cultivamos flores y otros productos del campo, cuyo beneficio repercute en nosotros mismos, no en intermediarios ladrones, como sucede en España.

Falsas creencias

Lo que me sorprendió, ya desde el primer día que bajé del avión, fue la luz, una luz muy diferente a la que conocí en la vieja Europa. Tal vez en Las Canarias la luz sea igual, pero no es lo mismo. El trato de la gente, siempre amigable, también llamó mi atención, pues uno casi siempre va condicionado por lo que otros, que por lo general no tienen ni puta idea, dicen. Que si la miseria, que si la inseguridad, que si la falta de alimentos, que si esto, que si aquello. Todo falso. Miseria la hay en todas partes, y tal vez en donde más se nota es en los llamados “países ricos” que aquí. Obviamente, aquí no conduzco un Mercedes o un Audi, como tenía en España, pero tampoco los echo de menos.

Aquí monto a caballo y llevo un ritmo de vida pausado, lejos de las prisas de las ciudades españolas, sin que el teléfono esté sonando cada dos por tres porque un banco te llama para decirte que vas atrasado en tus pagos, o para venderte una línea ADSL, o para que te afilies a la iglesia católica como si de un partido político se tratase. Que si la seguridad social, que si empleo precario, que si falta de oportunidades, que si Hacienda, que si impuestos, que si IVA, que si el carajo. Así no se puede vivir, por lo que decidí mandar toda esta mierda a la mierda y marcharme al paraíso tropical.

Fui maestro artesano joyero durante veinte años, y a lo largo de esos años vi como otros regateaban cicateramente mi trabajo y mi hacer, alegando mil y una excusas, para pagarme una mierda por mis piezas de joyería, piezas que luego podía ver en sus escaparates a precios muuuy superiores a los que a mí me habían pagado, así que mandé la joyería y a los mercachifles del negocio a tomar por aquella parte en donde la espalda pierde su nombre, si querían seguir engrosando sus cuentas corrientes, ya no iban a contar conmigo.

Un cambio de vida

A principios de este siglo, dejé la joyería y empecé a dedicarme a la informática, principalmente en su variante artística, (léase tratamiento de imagen, etc.) y aprendí los fundamentos de la fotografía. Comencé a viajar, y como siempre me interesó la aventura de los conquistadores, comencé a recopilar información sobre los mismos, por lo que tras visitar diversos archivos históricos, tanto aquí en España como en América, con la cual escribir un libro, un libro que yo siempre hubiese querido leer y nunca había encontrado, un libro que dijese la verdad sobre el tema, no solo las historias de valor, coraje y osadía con las cuales se suele adornar las gestas de un puñado de desesperados que hicieron caer imperios. El resultado, un libro que se puede descargar gratis.

Lo bueno fue cuando intenté venderlo a las editoriales del ramo, es decir, a aquellas que publican libros de historia. Las respuestas fueron disímiles, desde los que ni se molestaban en contestarte, hasta lo que te decían que era un buen libro, y que no dudaban en que encontraría editor. Ellos, por supuesto, no iban a ser aquellos editores. Entonces me di cuenta de algo muy simple, si el libro lo hubiese escrito Paquirrín o cualquier otro bueno para nada de éstos, se hubiesen peleado a hostia limpia los editores, pero yo no era ni Paquirrín ni los cojones, solo un tipo que se había tirado tres años viajando y recopilando datos para nada, pues pese a tener una obra de calidad indiscutible, ni era catedrático de historia ni era nada, por lo tanto, por mucha calidad que tenga el libro, nadie iba a apostar por él, así que decidí regalarlo a través de internet.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Es este país, si no eres hijo de… ni dios te hace caso. Antes de esto, había estado trabajando en Andorra, y un buen día me llaman de la embajada española. Allí, me informan que el des-gobierno de Aznar, había aprobado una ley CON EFECTO RETROACTIVO desde enero de ese mismo año, que obligaba a los españoles que trabajábamos en países considerados “paraísos fiscales”, a pagar una cantidad que oscilaba entre el 25 y el 40% de nuestro sueldo como impuesto a España. Para joderse, oiga. Tengo que dejar mi país porque no hay oportunidades, y aún encima, pagar a quien me jode.

Me callo lo que le dije al funcionario que me dio la noticia, tuve que dejar el trabajo, con el cual estaba contento, y retornar. Pero lo hice con una sola idea. El Gobierno me tenía cogido por los cojones, ya que yo era propietario de una vivienda es España, y si no pagaba, me embargaban, así que vendí todo, no iban a volver a joderme en otra. Esa fue una de las razones por las que decidí cambiar de país. Esa, y que no hay oportunidades, pese a lo que digan, para el común de los mortales.

Cosas que ver

En un radio de unos sesenta kilómetros, al norte o al sur, hay unas playas paradisíacas, la mayoría de las cuales apenas conocen el turismo, por lo que son muy tranquilas y no tienen nada que envidiar a Varadero o los Cayos. Tampoco deben dejar de visitarse las poblaciones vecinas, o, aquí en la ciudad, el cabaret Taino, entre otros locales que dan ambiente y colorido. No es como el Copacabana, en La Habana, ni tiene tantas bailarinas desfilando, pero las que tiene son de buen ver, simpáticas y agradables. Como dato adicional, la delincuencia no suele ser problema, la hay, como en todos los lados, y si te asaltan, como en todos los lados, lo mejor es no resistirse, ya le echarán el guante, sobre todo, si el asaltado es un turista, ya que la Policía no es tan corrupta como en otros países del entorno. Al corrupto le cae el pelo.

Las fotos del post son propiedad de David, que amablemente me las cedió para que las usara.

Ya sabéis que si vosotros también sois españoles expatriados podéis escribirme a elblogdelbecario@gmail.com y os cuento cómo funciona esta sección, aunque tampoco tiene mucho misterio, jeje.

PD1: David es fotógrafo, escritor y diseñador gráfico.

PD2: Si queréis echar un vistazo a sus fotos… aquí está su blog

Hoy hace un año…

¡Dejad de decir que Penélope es borde!

Y la reportera se comió el marrón

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La mujer que ‘cambió’ su sexo para poder ejercer la medicina

Vivió llamándose Enrique Favez, pero nació y murió con el nombre de Enriqueta.

La Cultura Becaria de hoy nos lleva hasta Baracoa, en Cuba, puesto que es ahí donde Enriqueta Favez vivió durante gran parte de su vida. Pero antes de llegar a la costa cubana, tenemos que aterrizar en Suiza. Os explico por qué.

Enriqueta Favez nació en Lausana (Suiza), en el seno de una familia burguesa, allá por 1791. Con sólo 15 años contrajo matrimonio con un soldado francés y a los 18, tres años más tarde de su boda, enviudaba y perdía a su hija recién nacida.

Entonces tomó una decisión radical: cogió la ropa de su marido y se vistió como si fuese él. Cambió su nombre y fingió ser un hombre a ojos de todos. Llegó a París y se licenció en medicina, además de mantener el rango de su difunto esposo, según cuenta el libro Por andar vestida de hombre.

Ejerció como cirujana del Ejército de Napoleón, pero la mala suerte hizo que fuera capturada en España por las tropas del general Wellington.

Cuando fue liberada se halló sola. Su tío, quien le había apadrinado, quien le permitió estudiar Medicina y por quien, seguramente, se alistó en el Ejército (él era coronel), había muerto. Enriqueta, por aquel entonces Enrique, decidió viajar al extranjero y empezar una nueva vida.

Llegamos entonces a Baracoa, cerca de Guantánamo. Dicen de Enriqueta que ejerció la medicina en Baracoa y que cuidó de los más pobres, a los que enseñó a leer y a escribir.

En Cuba conoció el amor. Se enamoró de una mujer llamada Juana de León. Todo parece indicar que Juana conocía el sexo de Enriqueta y, aunque hay muchas teorías respecto a por qué estaban juntas, lo cierto es que se casaron.

Los años felices de Enriqueta estaban llegando a su fin. Los vecinos empezaron a sospechar de ella y finalmente fue detenida y juzgada. Dicen que su juicio, celebrado en Santiago de Cuba en 1823, fue uno de los más humillantes de la historia colonial cubana.

Unos exámenes médicos revelaron su sexo y su mujer, Juana, se volvió contra ella, fingió no saber la verdad, mintió y la traicionó por culpa de la presión social y familiar.

Enriqueta, que en España había cumplido su pena con servicios médicos en el Convento de San Francisco, en Miranda del Ebro, fue enviada al Hospital de Mujeres de San Francisco de Paula, en La Habana.

Posteriormente fue expulsada a Nueva Orleans, en Estados Unidos. Allí tenía varios familiares que le aconsejaron que ingresara en un convento. Así lo hizo. La mujer, que nació como Enriqueta y vivió como Enrique, pasó a llamarse Sor Magdalena y ejerció la medicina con los más pobres, antes de viajar a México.

Años después volvió a Nueva Orleans, donde moriría en 1856, diez años después que Juana. El incompasivo huracán Katrina destrozó su tumba.

Hay versiones contradictorias sobre los días previos a su juicio, sobre si Juana lo sabía o no. Si queréis saber más, este artículo os puede valer (está en PDF).

(FOTOS: Wikipedia)

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